Reacciones

Emitido el 22 de noviembre de 2005

Han pasado tres días desde el derbi Madrid-Barça, pero sigue dando que hablar. ¿Lo vieron? Las malas lenguas dicen que el Madrid pidió jugar el sábado, porque se ve que el domingo hay fútbol…

Pero para mí que ese partido no se jugó en realidad. ¿Y si fue un sueño de los culés? ¿Y si todos los barcelonistas lo soñaron a la vez y se hizo realidad?, rollo Matrixt. Hay sueños que parecen de verdad, como aquel día que soñé que vino Elsa Pataki a casa… O aquel sueño que tuve de niño, en el que yo jugaba con un amiguito desconocido y siempre ganaba él. Con el tiempo, he reconocido aquella estatura y aquella cara: ¡era Carlotti!

Yo no entiendo mucho de fútbol. Por eso, lo que más me llamó la atención del derbi fue el espontáneo que saltó desnudo. Bueno, eso no es espontáneo. Este tío ya lo tenía pensado. Uno no está viendo futbolistas y de pronto dice: «Mira, pues me despeloto y a correr». Eso sólo le pasa a Nuria Bermúdez…

Pero, sin duda, la imagen del partido fue la de aquel señor con bigote y bufanda aplaudiendo. Sí, señor, eso es un caballero. Que después de fijarme mucho en él me ha recordado a otro personaje que también se lo toma todo a cachondeo. Aunque yo, el otro día, tuve el honor de hablar con él en la radio y me mantengo en la teoría de que, en el fondo, está muy mosqueado. En cualquier caso, ¿saben a quién me refiero? ¿No? Y si les digo: «¡Cuñaaaaaaaaaaooo!».

La reacción de la afición del Madrid ha hecho pensar a los políticos españoles. Maragall está dispuesto a dejar la presidencia de la Generalitat a Ronaldinho… De momento, lo intenta imitar. Se pasa el día así: (hace el gesto surfero). «Estatutinho, estatutinho…». Quién sabe, quizá si el Estatut lo llega a presentar en el Congreso Ronaldinho lo aplaude hasta Acebes… Bueno, seguro, seguro… no.

Los que no podían ni aplaudir, ni reír, ni llorar, ni nada… eran Laporta y Florentino, en el palco. ¡Qué contención, madre mía! Bueno, como el día que vino Elsa Pataki a casa… Yo sufría por los presidentes. Marcó Ronaldinho, y Laporta: «Mmmmfffgolfffffg…». Y veías a Florentino, igual: «Mmfgfcabronesmf…». Hay cosas que son imposibles de controlar. Parecían la señora del Tena Lady.

Y es que cuando el cuerpo te pide hacer algo, lo acabas haciendo sin saber por qué. Por ejemplo, cuando se va la luz en un sitio donde hay mucha gente, todo el mundo grita: «¡Uuuuuuuuh…!». ¿Por qué pasa eso? Claro que si se va en casa es una debacle social: «¿Dónde están las velas?». Nunca encuentras las velas. Y cuando por fin las encuentras, vuelve la luz.

Hay reacciones incontrolables. Tú puedes ser el tío más macho del mundo, el más duro, pero metes el pie en una bañera con agua fría y: «Aaaaah…». De ahí sacó Michael Jackson su famoso grito, de un termo estropeado: «¡Ah! ¡Uh, uh!». Y luego se iba caminando para atrás: «¡Uh! ¡La bombona! ¡Uh, yeah!».

Cuando se trata de música, también es muy difícil controlar las reacciones. Un ejemplo muy claro es la maldición del «caminí». Cuando alguien canta: «Mi jaca… galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto, caminí… (hace una pausa para que el público dé los dos golpes)… to de Jerez». ¿Lo ven? ¡No se puede evitar! Lo llevamos en el ADN.

Otro gesto inevitable es el de pedir la cuenta. Es imposible pedirla sin hacer así (simula que escribe). La mano se te va sola. Por suerte, sólo pasa con la cuenta. ¿Se imaginan que pasara también con el menú?: «¡Camarero! Con el pollo (mueve los brazos como si fueran alas), me trae una botella (representa la silueta de una botella con las manos) de cava (hace que cava un agujero con una pala)».

Sin embargo, la reina de las reacciones incontrolables es bostezar. ¿Por qué no se podrán evitar los bostezos? Intentas disimular, pero no cuentas con que se te achinan los ojos y eso te delata. Para colmo, todos sabemos que los bostezos se pegan. Pues a mí se me pegaban hasta los de mi perro. Y como no vivía bien el animal… Era un no parar. En otra ocasión bostecé en un ascensor, de ésos que tienen tres espejos… Y me tiré allí todo el fin de semana, metido en un bucle.

En fin, si ustedes no están bostezando todavía, quédense con nosotros.