Emitido el 2 de junio de 2005
Hoy hemos descubierto una bonita historia de amor que ha vencido todos los obstáculos. Un diputado del PP se casará con una diputada del PSOE. Deben de haberse enamorado en los pasillos del Congreso: «¿Cómo va el decreto no de ley, churri?». «¿Y tu enmienda a la totalidad, ladrón?». Seguro que los pilló la taquígrafa, que ésa lo guipa todo: (escribe a máquina sin mirar). «A la del PSOE le hace tilín uno del PP…». Hasta el presidente del Parlamento les ha tenido que llamar la atención: «Ruego a sus señorías que no se metan mano». Al final, cuando él le pidió en matrimonio, ella le contestó que lo decidiría por referéndum. Y el tío, asustado: «¡Nooo! ¡Qué saldrá que no!».
Es normal, con los primeros calores, el amor está en el aire. La verdad es que el amor te produce un estado de euforia único. A tu pareja la ves moverse a cámara lenta, como si estuvieran repitiendo un gol. Y te parece que todas las canciones de amor hablan de ti. Te pasas el día tarareando: (cantando): «Nothing’s gonna change my love for you…». Pero cualquier canción te recuerda al otro: (cantando). «El cocherito leré, me dijo anoche leré, que si quería leré, montar en coche leré…». Incluso llegas a entender por qué «bailar pegados no es bailar».
¿Y qué tendrá el amor que te da por escribir poesías? Nadie sabe por qué se te activa el mecanismo de la rima. Y claro, todavía pareces más gilipollas. Sobre todo porque no eres poeta y se nota. Vas a cenar con tu pareja y cuando te traen las bebidas te quedas mirando la botella y le sueltas: «Agua mineral, agua natural. El brillo de tus ojos reluce como el cristal». Entonces, ella te mira a ti y te dice: «Alá es un dios, Mahoma su profeta. Y tú eres el tío más tonto del planeta».
Aunque, el otro día pensaba: ¿qué pasaría si te diera por hacer poesías, en lugar de cuando estás enamorado, cuando estás cabreado? Por ejemplo, cuando vas a recoger el coche porque se lo ha llevado la grúa. Te acercas a la ventanilla y le dices al tío: «Cuando te miro de frente, veo el azul del mar. No por tus ojos verdes, sino por tu cara de calamar».
Qué bonitos son los besos de los enamorados. Con los ojos cerrados… Más de uno seguro que los cierra para no ver al que tiene delante. No importa, son bonitos igualmente. Y qué largos son. Parece que estés haciendo una endoscopia. Tienes tiempo de explorar los 32 dientes, con sus espacios y todo. Claro que, al cabo de un rato, ya no sabes qué hacer. No hay un Kamasutra para besos, con diferentes posturas para las lenguas. Y piensas: yo no paro, que pare ella. Pero ya no aguantas más. Entonces, ¿qué ocurre? Que abres los ojos. Qué poco romántico es dar un morreo con los ojos abiertos. Es como hacer el amor con la tele puesta mientras Manu Sánchez da los deportes. Aunque lo más jodido es cuando abres los ojos y ves que tu pareja también los tiene abiertos. Se produce un encuentro extraño. Esos ojos tan grandes mirándote, bizcos, y con la boca abierta. Parece que le estés haciendo la respiración asistida a un besugo.
Ahora, con los móviles es más fácil enamorarse. Demasiado, incluso. Como no te ves, no te cortas y todo va más rápido. Hay gente que lleva años enamorada, pero sólo con mensajitos: «Cari. Yo est bien. T present a la suegr». Que te entran ganas de responderle: «Oye, llámame que no te entiendo. ¿Qué pasa, te han embargado las vocales?».
Cuando estás enamorado, te entra esa risa tonta por cualquier cosa. Te dicen: «Tienes que pagar tres mil euros a Hacienda». Ja, ja… Da igual, estoy enamorado. «Fernando Alonso se ha equivocado de neumáticos». Ja, ja… Da igual, estoy enamorado. «España va a repetir el referéndum». ¡Ah, no. Eso sí que no…!