Emitido el 10 de febrero de 2005
Si, amigos. La noticia ha saltado hoy: Carlos de Inglaterra y Camilla Parker Bowles se casan. Eso quiere decir que, a partir de ahora, Camilla será conocida como «la torera» porque se ha llevado a casa las dos orejas y el rabo. No. A ver. Éste es el último. Me he jurado a mí mismo que en este monólogo no voy a hacer más de un chiste sobre orejas y sobre feos. Bueno, quien dice más de uno, dice más de dos o tres…
Han anunciado que se casan el 8 de abril. A ver si habrá sido «penalti gol es gol». No, no… Lo digo porque como avisan con sólo dos meses de antelación… Yo tengo una prima que anunció su boda con dos meses de antelación y ahora la «antelación» se llama Antoñito. En cualquier caso, si deciden tener un hijo, la pregunta es: ¿saldrá al padre o a la madre? Da igual, el niño saldrá perdiendo, de todas formas.
Después de anunciarse la boda, la reina Isabel II ha emitido un comunicado: «El duque de Edimburgo y yo estamos muy satisfechos». En serio. Se ve que todas las monarquías utilizan la misma plantilla para los discursos: «Juan Charles pass me your discursos». Y el Rey: «¿Cuál quieres, el de "La Reina y yo estamos muy satisfechos" o el de "Nos llena de honda satisfacción"? Éste tiene mucha salida».
Cuando se case, Camilla Parker Bowles recibirá el título de duquesa de Cornualles. Hombre, otra cosa no, pero de… (hace el gesto de los cuernos) «cornualles» domina un huevo.
Lo que nunca será es reina. Ya le han dicho: «Quítatelo de la cabeza. Si lo tienes en la cabeza, quítatelo. If you got in the head, put it off». Cuando el príncipe Carlos acceda al trono, que a este paso va a acceder a los noventa y cinco años, Camilla sólo será princesa consorte. Vamos, que «con sorte» le dejarán ponerse una corona de cartón, como las del roscón de Reyes. Seguro que lo han hecho para no tener que estampar billetes con la cara de Camilla… Es que abrir la cartera y ver esa cara… Ufff… Lo sé, pero qué culpa tengo yo que Camilla sea la suma de Mercedes Milá y Prosinecki. Aunque, bien mirado, igual sería la manera de conseguir que los ingleses se pasaran al euro.
Los preparativos de la boda ya están en marcha. Hombre, a ellos no les hace falta mucho tiempo para planificarla: «¿En qué castillo hacemos el banquete?». «En el de Windsor mismo». «¿Y por qué no en el Big Ben?». Y él: «No, que las campanas me dan jaqueca». Es que tiene unos oídos muy sensibles… He dicho «oídos», ¿eh?
Lo de Camilla y Charles es una historia de amor que ya viene de lejos. Mi duda es si habrán podido hacer vida de novios. Esas carreras por la playa, a cámara lenta. Esos diminutivos absurdos: «Ven aquí, Camilichurri». «No, ven tú, Charliechuchi». Esos paseos por el parque de atracciones, comiendo algodón de azúcar. Eso sí, a las cinco en punto de la tarde: la hora del té. Da igual si los pilla en lo alto de la noria. Ellos sacan su tetera, sus tacitas, los After Eight (que, por cierto, saben a Licor del Polo) y se lo toman.
El príncipe Harry ya le está montando la despedida de soltero a su padre. Le prestará su disfraz de nazi y le pasará unos cuantos porros: «Father, que rouling, que rouling».
Dicen que será una ceremonia civil sólo para amigos y familiares. Algo íntimo. Esas bodas son las peores. Porque empiezan con: «Nada, cuatro amigos y un pica-pica…». Pero se va acercando el día y la cosa se complica: «Al final, ¿de tu parte cuántos vendrán, cari?». «Ciento veinte». «¡Pero si dijimos pocos!». «Ya, pero es que me he liao…». Total, que se pican y al final se juntan 10 000 invitados en la catedral de la Almudena y los casa el cardenal Rouco, Siffredi.
Lo que no faltará será el típico fotógrafo de la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones). Bueno, en este caso, seguro que vendrán 300, de la prensa. Que si ya cansa uno, imagínate 300. Ese fotógrafo que se te acerca a la mesa: «¿Foto con la pareja?». Y tú con la boca llena: «No, gfrafiaas». Y él: «Que es para el Daily Mirror». ¡Ni Daily Mirror, ni «Daily Morror»! Y te acaba haciendo la foto, que sales así (pone los ojos en blanco). Y encima lo que te clavan… Yo tengo un amigo fotógrafo de bodas que una vez me dijo: «Cuando hago una foto, yo ya no veo a una persona, veo ochocientas pesetas».
El menú de la boda aún no lo han decidido. Lo único que tienen claro es que de postre servirán… orejones. Lo siento, no me he podido reprimir.