UN cuerpo viviente, considerado como un mecanismo físico-químico, tiene propiedades muy notables, que hasta ahora ninguna máquina de construcción humana ha podido imitar. Las partes físicas del mecanismo, tales como la acción del corazón al impulsar la sangre y el trabajo de los músculos y huesos son menos notables que las partes químicas; pero tienen el mérito de que raras veces se descomponen seriamente. El corazón tiene que trabajar noche y día durante toda la vida de un hombre, pongamos setenta años. Las reparaciones del mismo, cuando son necesarias, tienen que efectuarse mientras está trabajando. Un hombre de salud corriente está muchas menos veces enfermo que el mejor de los automóviles, a pesar de que su motor nunca descansa. La física del cuerpo humano es excelente, pero es menos compleja e interesante que su química.
Las propiedades más notables de un cuerpo vivo, en contraposición a uno sin vida, son la nutrición, el crecimiento y la predeterminación. La nutrición consiste en el hecho de que un cuerpo vivo, por medio de varios aparatos físicos, entra en contacto químico con cuerpos adecuados forasteros y los somete a un tratamiento de laboratorio, que transforma todo lo posible de ellos en sustancias químicas similares a él mismo y elimina el residuo inútil. El crecimiento consiste en el hecho de que, por medio de la división y nutrición celular, la complejidad visible del cuerpo vivo puede aumentar al mismo tiempo que su volumen. La predeterminación, que es una propiedad a la vez de nutrición y crecimiento, consiste en el hecho de que la nutrición se emplea para mantener un cuerpo adulto sin casi alteración de su estructura y composición química, mientras en los jóvenes el crecimiento reproduce, dentro de estrechos límites, la estructura de los padres. Así definida, la predeterminación abarca la reproducción y la herencia. Parece, a primera vista, casi una propiedad mística de la materia viviente; pero la ciencia va gradualmente comprendiéndola, aunque aún no del todo.
La nutrición —transformación del alimento en varias partes del cuerpo— es un proceso de complejidad muy sorprendente. Algunos aspectos de ella, por ejemplo, la acción de las vitaminas, permanecen oscuros. Pero la característica esencial de la nutrición es relativamente sencilla. Comenzando por la saliva, una serie de agentes químicos actúan sobre el alimento, hasta ponerlo en el estado indispensable para entrar en el torrente sanguíneo, del que, a su vez, las distintas partes del cuerpo extraen lo que necesitan, con el auxilio de diversos agentes químicos.
El crecimiento se percibe en su forma más notable en el óvulo recién fertilizado, que se segmenta rápidamente en dos células, después en cuatro, luego en ocho, y así sucesivamente, aumentando sin cesar de tamaño. El crecimiento es capaz de adoptar formas morbosas, como por ejemplo, en el cáncer.
La predeterminación se manifiesta no sólo en la herencia, sino también en las reparaciones ordinarias del deterioro del cuerpo. Cuando se cortan el pelo y las uñas, crecen de nuevo; cuando la piel se araña, se forma nueva piel; cuando el cuerpo es abatido por la enfermedad, recupera al cabo de un tiempo la salud y lo que había perdido. Dentro de ciertos límites, un cuerpo vivo tiene el poder de restaurar por sí mismo su estructura anterior, cuando ha sufrido alguna perturbación no demasiado violenta. La herencia es un ejemplo del mismo poder. Deben de existir diferencias entre el espermatozoide humano y el del simio, aunque el microscopio no es suficientemente poderoso para revelarlo. Debemos suponer que durante el crecimiento de un feto se hace visible una complejidad preexistente, ya que de otro modo el hecho de la herencia sería ininteligible. El desarrollo del embrión es, por tanto, y desde un punto de vista meramente lógico, estrictamente análogo a la cualidad que tiene el cuerpo adulto de recomponerse por sí mismo.
La técnica en fisiología ha tomado hasta ahora, principalmente, la forma de medicina, en el sentido más amplio, o sea prevención y cura de la muerte y la enfermedad. Lo que se ha realizado en este particular lo manifiestan las estadísticas de mortalidad. El cambio en la producción de muertes, en Inglaterra y Gales, desde el año 1870, ha sido el siguiente:
1870 .......... 22,9 por 1.000.
1929 .......... 13,4 por 1.000.
En otras comarcas civilizadas, los cambios han sido similares. Al mismo tiempo, y debido a otra forma de técnica fisiológica, la proporción de nacimientos ha disminuido, como lo demuestran las siguientes cifras:
1870 .......... 35,3 por 1.000.
1929 .......... 16,3 por 1.000.
Se pueden deducir varias consecuencias de estas cifras.
Una es que ha dejado de haber un incremento natural de población en las comarcas civilizadas, y que puede sobrevenir antes de mucho tiempo una disminución real. Otra es que hay menos gente joven y más gente vieja. Aquellos que creen que los viejos son más sabios que los jóvenes esperarán buenos resultados de este cambio en la balanza entre la vejez y la juventud. Por el contrario, este cambio será lamentado por aquellos que creen que en nuestro mundo, que tan rápidamente cambia, los viejos son menos aptos que los jóvenes para comprender las fuerzas nuevas, y más aptos que los jóvenes para apreciar en demasía las fuerzas decadentes que están perdiendo su importancia. Esto, sin embargo, puede ser contrarrestado por una prolongación de la juventud fisiológica.
La reproducción actuaba hasta hace poco tan ciegamente como una fuerza natural. Este, por lo menos, era el caso entre los europeos, aunque muchos salvajes y pueblos bárbaros empleaban varios métodos para limitar artificialmente la fertilidad. Durante los últimos cincuenta años, la reproducción entre las razas blancas se ha transformado cada vez más en un acto deliberado, en vez de accidental. Sin embargo, este hecho no ha producido aún las consecuencias políticas y sociales que ha de producir, más pronto o más tarde. ¿Cuáles han de ser probablemente estas consecuencias? Esto lo consideraremos más adelante.
La prevención artificial de la fecundación no es el único cambio debido a la técnica moderna en este asunto, aunque hasta ahora haya sido el más importante. También es posible producir artificialmente la fecundación. Hasta ahora, este proceso no ha sido muy desarrollado; pero cuando se haya perfeccionado podrá originar importantes cambios en la eugenesia y la familia.
Si fuese alguna vez posible determinar el sexo a voluntad, habría inevitablemente una modificación en las relaciones entre hombres y mujeres. El primer efecto, según se puede inferir, sería un exceso considerable de nacimientos de varones. Ello originaría, en el curso de una generación, el que aumentara el valor de las mujeres, e introduciría, abierta o encubiertamente, la poliandria. El respeto a las mujeres aumentaría con su mayor rareza, dando por resultado que los nacimientos hembras comenzarían a preponderar. Al final, el Estado tendría probablemente que regular el asunto, con una bonificación a favor del sexo deficiente en cada momento. Estas oscilaciones sucesivas y medidas administrativas ejercerían efectos sorprendentes en las emociones y en las costumbres.
Es probable que la aplicación más importante de la técnica fisiológica en el porvenir se verifique en la embriología. Hasta ahora, la medicina, y aun la bioquímica, sólo han atendido a la salud, esto es, al perfecto funcionamiento de un cuerpo, producido por causas naturales. El único método sugerido para mejorar la especie humana ha sido el eugenésico. La herencia, por lo que hace a los animales superiores y al hombre, no está aún sometida al poder humano. Un embrión determinado puede desarrollarse en individuo sano o enfermo; pero si ha de tener salud puede ser sólo una clase de individuo, por lo menos en lo que atañe a las características que puede heredar. Se presentan mutaciones, pero no pueden producirse a voluntad, aunque es probable que no siempre suceda así. Ha habido muchas controversias respecto a la herencia de caracteres adquiridos, y parece que no tiene lugar en la forma que creía Lamarck. No se hereda ningún cambio en el organismo, a no ser que afecte a los cromosomas, que son los portadores de los caracteres hereditarios; pero un cambio que afecte a los cromosomas puede ser heredado.[9.1] Cuando las larvas de la mosca de la fruta se someten, iniciándose su desarrollo, a la acción de los rayos X, se transforman en individuos adultos que difieren notablemente del tipo general de las moscas de la fruta. Puede suceder que los cambios producidos por los rayos X afecten a los cromosomas, así como al resto del cuerpo, y en este caso podrán ser heredados. Cambios de temperatura o de régimen alimenticio pueden asimismo afectar a los cromosomas. El conocimiento de estas cuestiones está aún en su infancia. Pero, puesto que hay mutaciones, es evidente que existen agentes que alteran el carácter hereditario de un organismo. Cuando se descubran estos agentes será posible aplicarlos artificialmente, de modo que produzcan algún resultado deseado. Llegado este caso, la eugenesia dejará de ser el único medio de mejorar una raza.
Hasta ahora no se han hecho experimentos para probar el efecto de los rayos X en el embrión humano. Me imagino que tales experimentos serán ilegales, así como otros que podrían aportar aumentos valiosos a nuestro conocimiento. Más pronto o más tarde, sin embargo, probablemente en Rusia, se harán semejantes experimentos. Si la ciencia continúa progresando tan de prisa como ha progresado recientemente, antes de finalizar la actual centuria podemos esperar que se descubran medios de influir beneficiosamente en el embrión humano, no sólo con relación a aquellos caracteres adquiridos que no pueden ser heredados porque no afectan a los cromosomas, sino también con relación a los propios cromosomas. Es probable que este resultado se consiga sólo después de un número de experimentos desgraciados que originen el nacimiento de idiotas o de monstruos. Pero ¿sería éste un precio muy caro por el descubrimiento de un método mediante el cual, en una generación, toda la raza humana pudiera hacerse inteligente? Quizá con una elección adecuada de sustancias químicas, que se inyectasen en el útero, sería posible hacer de un niño un matemático, un poeta, un biólogo o un político, y asegurar que toda su posteridad saldrá como él, a no ser que esté influida por sustancias químicas contrairritantes. El efecto sociológico de tal posibilidad se presta a muchas consideraciones, que no estudiaremos ahora. Pero sería gran atrevimiento negar que dicha posibilidad no pueda existir en un futuro próximo.
Aunque es temerario hacer profecías detalladas, es, a mi juicio, evidente que en el porvenir un cuerpo humano, desde el momento de la concepción, no será considerado meramente como algo que debe dejarse crecer según las fuerzas naturales y sin ninguna intervención humana, aparte de la requerida para la conservación de la salud. La tendencia de la técnica científica es la de considerar toda cosa, sea cual fuere, como material adecuado para la realización de algún propósito humano. El niño, y aun el embrión, serán considerados cada vez más desde este punto de vista, a medida que la mentalidad relacionada con la técnica científica se haga más dominante. En esto, como en todas las otras formas del poder científico, existen posibilidades de bien y de mal. Sólo la ciencia decidirá la que haya de prevalecer.