LA técnica científica ha sido aplicada por los seres humanos para satisfacer un número de deseos diversos. Primero fue aplicada principalmente a la producción de vestidos y al transporte de géneros y de seres humanos. Con el telégrafo adquirió funciones importantes en la rápida transmisión de mensajes, haciendo posible el periódico moderno y la centralización del Gobierno. Una gran cantidad de inteligencia científica de primer orden se ha aplicado al incremento de diversiones triviales. La más fundamental de todas las necesidades humanas, el alimento, no fue al principio muy influido por la revolución industrial; la apertura al comercio de la América occidental por medio del ferrocarril fue el primer gran cambio respecto al alimento causado por la técnica científica. Desde aquella época el Canadá, la Argentina y la India se han hecho productores importantes de grano para las comarcas europeas. La movilidad de los cereales, que debemos a los ferrocarriles y a los vapores, ha alejado la amenaza de hambre que se cernía sobre las comarcas medievales, y que ha afligido, aun en recientes años, a países como Rusia y China. Este cambio, sin embargo, a pesar de su importancia, no ha sido debido a la aplicación de la ciencia a la agricultura. En tiempos recientes, la ciencia biológica ha adquirido una importancia cada vez mayor en relación con el suministro de alimentos. Los economistas acostumbraban enseñar que la técnica moderna podía sólo abaratar los artículos manufacturados; pero que los alimentos habían de aumentar rápidamente de precio con el incremento de población. Hasta hace poco no apareció como probable que una revolución en la producción de alimentos, tan importante como la revolución en la producción de géneros manufacturados, podía originarse con la aplicación de la ciencia. Hoy día, sin embargo, esto no se tiene por muy improbable.
No ha habido con respecto a la agricultura ninguna invención resonante y revolucionaria análoga a la introducción del vapor. Pero diferentes líneas de investigación han contribuido algo a un resultado que, en conjunto, promete ser muy fecundo.
Consideremos, por ejemplo, la cuestión del nitrógeno en agricultura. Todo el mundo sabe que todos los cuerpos vivientes, animales y plantas, contienen una cierta proporción de nitrógeno. Los animales obtienen el nitrógeno comiendo plantas u otros animales. ¿Cómo obtienen las plantas el nitrógeno? Esto fue durante mucho tiempo un misterio; parecía natural suponer que lo obtuvieran del aire (en especial, de las pequeñas cantidades de amoníaco que contiene); pero los experimentos demostraron que éste no era el caso. Una vez llegado a esta conclusión, quedaba por descubrir cómo las plantas obtenían el nitrógeno del suelo. Este problema fue estudiado por dos hombres, Lawes y Gilbert, que durante un período de sesenta años realizaron una serie de experimentos en Rothamsted, cerca de Harpenden. Encontraron que la gran mayoría de las plantas no poseen el poder de fijar el nitrógeno. En el año 1886, sin embargo, Hellriegel y Wilfrath descubrieron que el trébol y otras plantas leguminosas representan un papel importante en la fijación del nitrógeno. Esto era debido a nódulos en sus raíces, o más bien no a los nódulos mismos, sino a ciertas especies de bacterias que vivían en los nódulos. Si las bacterias estaban ausentes, estas plantas no se comportaban mejor que otras en la fijación del nitrógeno; por consiguiente, las bacterias son los agentes esenciales.
Puede decirse, en general, que, de las bacterias, unas, como se ha comprobado hasta hoy, tienen el poder de transformar el amoníaco en nitratos, y otras, de utilizar el nitrógeno atmosférico. El amoníaco se compone de nitrógeno e hidrógeno, mientras los nitratos consisten en nitrógeno y oxígeno. Ciertas bacterias, en la tierra, poseen el poder de dejar libre el hidrógeno del amoníaco y reemplazarlo por oxígeno. Los nitratos que así se engendran son capaces de alimentar a las plantas ordinarias. En parte por este mecanismo y en parte por medio de las bacterias que utilizan el nitrógeno atmosférico, es como el nitrógeno pasa del mundo inanimado al ciclo de la vida.[8.1]
Hasta la explotación de los nitratos de Chile, éste fue el único procedimiento por el que los nitratos requeridos para sostener la vida se producían. Los nitratos que se utilizaban como abono tenían todos un origen orgánico. Los nitratos encontrados en Chile y otras comarcas son limitados en cantidad, y si la agricultura tuviese que depender sólo de ellos, se encontraría pronto ante una crisis al agotarse aquéllos. Hoy día, sin embargo, los nitratos se fabrican artificialmente con el nitrógeno del aire, fuente que es, para todos los usos prácticos, inagotable. La cantidad de nitrato producido por este procedimiento excede ahora en mucho a los nitratos obtenidos de todos los demás orígenes. Por medio de los abonos de nitrato, la producción de alimento en un área dada puede ser muy aumentada. Se calcula que una tonelada de nitrógeno, en forma de sulfato de amoníaco o nitrato de sodio, producirá bastante alimento para treinta y cuatro personas por año.[8.2] Resulta, como consecuencia de este cálculo, que tres libras gastadas en producir fertilizantes de nitrógeno contribuirán tanto al suministro de alimento mundial como 25 libras gastadas en preparar nuevas tierras para el cultivo. Se deduce de aquí que en la actualidad la producción de fertilizantes de nitrógeno es, en general, más ventajosa, en relación con el suministro del alimento mundial, que la apertura de nuevas tierras por medio del ferrocarril o de los riegos. Este ejemplo de la aplicación de la ciencia a la agricultura es interesante, porque requiere el concurso de la química orgánica e inorgánica, así como un estudio cuidadoso del ciclo completo de la vida de animales y plantas.
Un campo muy interesante para la investigación científica es el relacionado con el exterminio de las plagas. La mayoría de éstas son producidas por insectos u hongos, y sobre ambos se han logrado obtener muchos datos en años recientes. La importancia de estos datos no es comprendida por el público en general, y no es apreciada por los Gobiernos, excepto cuando pueden relacionarse con el nacionalismo. Bien es verdad que la imaginación popular ha sido a veces sorprendida por ciertos ejemplos notables. El dominio del paludismo y de la fiebre amarilla, al impedir la cría del mosquito, ha hecho posible la transformación de regiones antes mortíferas en regiones habitables para los hombres blancos. Este fue en particular el caso que hubo que resolver para la construcción del canal de Panamá. La relación de la peste bubónica con las pulgas de las ratas y del tifus con los piojos forma parte también del saber de las personas educadas. Pero aparte de estos ejemplos aislados, poca gente, excepto los especialistas y ciertos empleados oficiales, se percatan de la existencia de un vasto campo de investigación, que es importante en varios aspectos, pero en especial con relación al suministro de alimento en el mundo.
Con respecto a las plagas de insectos, puede adquirirse noción de lo que se ha hecho y cabe hacer leyendo un artículo de Nature (10 de enero de 1931) titulado «La entomología y el Imperio británico». En él se da un informe del trabajo de la Tercera Conferencia Entomológica Imperial y del Instituto Imperial (antes Bureau) de Entomología. No puedo imaginar cuántos de mis lectores sabrán que existen tales bichos; sin embargo, resulta que un 10 por 100 de los productos agrícolas del mundo es destruido todos los años por los insectos. En el artículo citado se lee lo siguiente: «Se ha comprobado que en la India, por ejemplo, las pérdidas en 1921, debidas sólo a plagas de las cosechas y de los bosques, alcanzaron la enorme cifra total de 136 millones de libras; y las muertes en la población producidas por enfermedades originadas por insectos se cifraron en 1.600.000 personas en el año. En el Canadá se pierden anualmente unos 30 millones de libras por los estragos que los insectos hacen en las cosechas de los campos y en los frutos y productos de los bosques. En África del Sur una plaga, la del insecto que barrena el tallo de maíz (Busseola fusca), produjo pérdidas por valor de 2.750.000 libras en un solo año».
Existen dos métodos distintos para dominar las plagas debidas a los insectos: son el método físico-químico y el biológico. El primero consiste ordinariamente en la fumigación. El segundo, que científicamente es el más interesante, consiste en el descubrimiento de parásitos que hagan presa en los insectos destructivos, según la norma expresada en el dicho: «Las moscas grandes tienen en sus hombros moscas pequeñas que las muerden; las moscas pequeñas tienen otras aún más pequeñas, y así hasta el infinito». En general, en las regiones en que es indígena una plaga, existe algún parásito que disminuye su número; pero cuando la plaga es introducida accidentalmente en una nueva comarca, puede quedar atrás rezagado el parásito, lo cual es causa de que la plaga alcance una intensidad de destrucción muy acentuada con respecto a la que desarrolla en el país de origen. Los adelantos modernos de los transportes han influido sobre la propagación de insectos nocivos y han hecho más urgente el problema de su control.
Aun cuando no se trate del trasplante a una nueva comarca, se puede hacer mucho, en la mayoría de los casos, activando artificialmente el cultivo de parásitos útiles. Tomemos como ejemplo de plaga la originada por la mosca blanca de invernadero en los tomates criados bajo cubierta. Un informe sobre el dominio biológico de esta plaga ha sido dado por Mr. E. R. Speyer en Nature, 27 de diciembre de 1930. Un insecto parásito de la mosca blanca, llamado Encarsia formosa, fue descubierto en Elstree de Hertfordshire en 1926, y ha sido desde entonces cuidadosamente criado en la Estación Experimental de Cheshunt, donde puede obtenerlo quien lo desee.
En toda la comarca de Hertfordshire, en la que el área de cultivo bajo cubierta es igual a la de todo el resto de Gran Bretaña, los parásitos salidos de Cheshunt han sido lo suficientemente numerosos para reducir la población de moscas blancas a una fracción pequeña, con relación a lo que era hace seis años.
La entomología económica es un asunto de gran importancia, en el que los Estados Unidos están más adelantados que el Imperio británico, aunque su utilidad potencial en esta última nación es tan grande como en la primera. Problemas como el del exterminio de la langosta y de la mosca tse-tse (que produce la enfermedad del sueño) han de ser probablemente resueltos científicamente en un porvenir no lejano.
Las plagas debidas a los hongos no son menos dañinas que las plagas de origen animal. El estudio de ellas en Inglaterra está dirigido por el Instituto Imperial de Micología en Kew. Un interesante artículo sobre el trabajo de este Instituto apareció en The Times, 2 de febrero de 1931. Una de las plagas más familiares y dañinas producidas por hongos es la enfermedad del trigo llamada tizón. El Gobierno del Canadá lanzó en el aire, desde aeroplanos, esporas de esta planta para descubrir cómo eran esparcidas por el viento. La importancia del asunto para el Canadá puede juzgarse por el hecho de que en 1916, en plena guerra, el tizón negro destruyó trigo por valor de unos 35 millones de libras sólo en tres provincias. El tizón produce una pérdida media anual, en el Canadá, de unos cinco millones de libras. El tizón de la patata, que es otra variedad de hongo, originó el hambre en Irlanda e indujo desde entonces a Inglaterra a adoptar el libre cambio, y a Boston, a proscribir la literatura moderna. Esta enfermedad particular ha sido ya dominada, e Inglaterra está dispuesta a abandonar el libre cambio. El efecto del hongo en Boston, sin embargo, parece ser más permanente.
Un curioso ejemplo de contacto entre diferentes técnicas se presentó en la construcción de aeroplanos, en cuyas partes de madera se utiliza en gran escala una variedad de abeto que crece en la Columbia británica. Respecto a esto, el artículo antes mencionado del Times dice:
Una proporción sorprendentemente grande de maderas, en apariencia intactas, resultaron de pronto rotas. No pudo verse al principio huella alguna de hongo; pero el examen en el Instituto al microscopio reveló los diminutos tentáculos de un hongo. Una colaboradora canadiense se encargó de estudiar el caso; viajó a través de los bosques de la Columbia británica, y descubrió el origen de la infección en la madera sin cortar. Un trabajo cooperativo entre el Laboratorio de Investigación de los Productos del Bosque en Prince’s Risborough y la institución similar en el Canadá demostró después que la enfermedad se acentuaba con el largo viaje a través de los trópicos, vía Canal de Panamá. El perjuicio ha sido en gran parte eliminado por un examen cuidadoso de los árboles antes de cortarlos y después del transporte por tierra.
Estos pocos ejemplos pueden servir para demostrar la importancia económica de la micología, o ciencia de los hongos.
Otra dirección en la que la técnica biológica es probable que antes de mucho adquiera gran importancia es la crianza científica. La selección artificial se ha aplicado por el hombre desde muy antiguo a las plantas y los animales domésticos y ha producido resultados notables. No existe ninguna planta salvaje de especie análoga al trigo. La vaca, que ha sido durante mucho tiempo criada por sus cualidades productoras de leche, se ha hecho muy diferente de cualquier otro animal salvaje que pueda haber existido. El caballo de carrera es un producto refinadamente artificial. Pero estos resultados, aunque son muy notables, han sido producidos por métodos que apenas si pueden llamarse científicos. En nuestros días, especialmente por medio de los principios mendelianos de la herencia, hay esperanzas de producir nuevas variedades de animales y plantas de una manera menos fortuita. Sin embargo, lo que hasta ahora se ha ensayado sobre esta cuestión proporciona apenas una sugestión de lo que pueda ser posible tras nuevos descubrimientos en la herencia y la embriología.
La importancia de los animales en la vida humana ha disminuido mucho, a consecuencia de la revolución industrial. Abraham vivía entre sus rebaños y ganados; los ejércitos de Atila viajaban a caballo. En el mundo moderno, los animales intervienen poco como fuentes de energía, y en particular han podido ser suprimidos completamente como medios de transporte. Se utilizan aún como alimento y para vestir; pero respecto a esto, bien pronto se verán también reemplazados. El gusano de seda está amenazado por la seda artificial; el cuero legítimo será pronto considerado como artículo de lujo para los ricos. Todavía se emplea la lana para hacer vestidos de abrigo; pero es probable que los productos sintéticos la reemplacen bien pronto. En cuanto a la carne, no es un artículo necesario de la comida, y si la población continúa aumentando, podremos presumir que los bistecs sintéticos se servirán en todas partes, excepto en la mesa de los millonarios. El bacalao podrá ser utilizado durante más tiempo que el buey, a causa de las vitaminas contenidas en el aceite de hígado de bacalao. Pero ya las vitaminas D pueden producirse en el cuerpo humano por medio de la luz artificial del sol; de suerte que ni aun el bacalao será indispensable en el porvenir. Los animales han sido buenos amigos de los hombres durante su adolescencia, después de haber sido enemigos peligrosos en su infancia. Pero ahora que el hombre se hace adulto, el papel desempeñado por los animales en favor del hombre está finalizando, y su futuro será el confinamiento en los jardines zoológicos. Es, sin duda, lamentable; pero es la consecuencia necesaria de la nueva crueldad de los hombres, embriagados por el poder científico.
La necesidad de plantas sobrevivirá más tiempo que la necesidad de animales, porque todavía son esenciales para los procesos químicos de que depende la vida humana. El uso de los productos vegetales con fines distintos del alimento es más fácil de reemplazar. Ya es posible manufacturar sustancias parecidas a la madera, en lo que se relaciona con sus propiedades útiles, aunque todavía el procedimiento de fabricación es más costoso que el cultivo de la madera. Cuando sea más barato, como sucederá, los bosques perderán su valor económico. No es probable que el algodón natural continúe usándose en los vestidos más que la seda natural. El caucho sintético reemplazará bien pronto al caucho natural. Puede afirmarse con seguridad que casi todos esos usos de los productos vegetales perderán su importancia antes de que transcurran otros cien años.
El alimento es tema más serio. Se ha dicho que ya es posible fabricar productos extraídos del aire, que pueden ser ingeridos y digeridos, aunque hay contra ellos dos objeciones: que son nauseabundos y costosos. Ambas dificultades podrán vencerse con el tiempo. El problema de producir alimento sintético es meramente químico y no hay razón para considerarlo insoluble. Sin duda, los alimentos naturales sabrán mejor y la gente rica, en bodas y festines, consumirá verdaderos guisantes y judías, que serán mencionados por los periódicos con respeto. Pero los alimentos principales serán elaborados en grandes fábricas químicas. Los campos cesarán de cultivarse y los labradores se verán sustituidos por químicos expertos. En semejante mundo, ningún proceso biológico tendrá interés para el hombre, excepto aquellos que tienen lugar en él mismo. Y éstos serán tan poco visibles, que el hombre tenderá cada vez más a considerarse a sí mismo como un producto manufacturado, y a reducir a un mínimo la participación del crecimiento natural en la producción de seres humanos. Llegará a estimar sólo lo que sea causado deliberadamente, por acción humana, y no lo que resulta de la acción de la naturaleza. Los hombres adquirirán el poder de modificarse a sí mismos y usarán inevitablemente de este poder, aunque no me aventuro a pronosticar lo que harán con la especie.