En la tienda, Bianca le tenía preparada otra sorpresa. Basti estaba sentado en la silla de oficina de Judith, con papel y bolígrafo en el regazo, y hacía girar, cohibido, la bolita que tenía por encima del labio.
—Estamos sobre la pista de su ex —dijo Bianca. Aquello sonaba a bocadillo de un cómic satírico de detectives—. Seguro que usted creía que lo habíamos olvidado, pero tan sólo queríamos dejarla que recupere fuerzas, ¿verdad, Basti?
Él se encogió de hombros, luego se decidió a asentir con la cabeza. Ella le acarició el cabello rojo con las yemas de los dedos y le dio un sonoro beso en la frente.
A continuación, presentaron su primer informe sin que nadie se lo pidiera: en primer lugar, habían tratado de vigilar a Hannes cuando entraba y salía del estudio de arquitectura.
—Pero él nunca aparecía por allí, daba igual a qué hora fuera Basti —explicó Bianca. Conclusión—: Trabaja en otra parte o en casa, está de baja por enfermedad o de vacaciones.
Basti echó una ojeada a sus notas, levantó un dedo índice torcido y murmuró:
—O sin trabajo.
Durante ocho días hábiles, después del trabajo Basti había aparcado su coche en la Nisslgasse, frente a la casa de Hannes, y, junto con Bianca, había fijado su atención en la entrada.
—Siempre se lo podía ver por allí, yo misma pude localizar el objeto con mis propios ojos —dijo Bianca.
Judith: —Identificar al sujeto.
Bianca: —¿Qué?
Judith: —Querrás decir que lo reconociste.
Bianca: —Pues claro, estoy supersegura, era su Hannes, o sea, su ex, no hay nadie más en el mundo que se mueva como él.
Sin embargo, su aspecto era poco sospechoso, se enteró Judith. Hannes nunca llegaba ni salía acompañado, siempre estaba solo. Nunca parecía ajetreado o nervioso. Una vez le sujetó la puerta a una anciana, otra vez saludó a una joven pareja en la entrada. Por lo visto, su ropa era tan poco llamativa que ni siquiera Bianca tenía algo que decir al respecto.
Otras observaciones: hubo días en que entró y salió de la casa varias veces seguidas, con breves intervalos… y nunca con las manos vacías. A veces llevaba un portafolio bajo el brazo y luego un maletín negro, a veces una mochila deportiva violeta a la espalda, a veces bolsas de la compra que se bamboleaban en sus manos, y una vez salió de la casa cargando al hombro un objeto grande, envuelto en papel, muy pesado, según podía verse por sus gestos de esfuerzo.
De momento no se sabía a qué hora salía de la casa por última vez, ni si a veces pasaba la noche fuera.
—Pero pronto lo averiguaremos —dijo Bianca—, si es que usted quiere que sigamos. ¿Quiere, jefa? Para nosotros sería divertido.
Tras un breve titubeo y con la condición de que no exageraran, Judith accedió. No quería estropearles su primer proyecto de investigación conjunto.