3.

Las pesquisas de Basti en el edificio de Nisslgasse 14 resultaron más bien infructuosas. La portera serbia de la planta baja fue la única que se mostró dispuesta a brindar información. Y descartó que allí viviera una viuda inválida con tres hijos.

Bianca: —Ella lo sabe perfectamente, porque no hay ningún niño en toda la casa, salvo su propio bebé, y otro en la tripa de la señora Holzer, la mujer de al lado que está embarazada, pero que por desgracia no es viuda ni de coña. Y muy inválida tampoco puede ser, porque en el verano corrió el maratón de la ciudad, aunque todavía no estaba embarazada, o por lo menos aún no lo sabía, porque cuando una está embarazada y corre un maratón…

—Ya entiendo —dijo Judith.

Bianca: —Pero la portera tampoco conoce muy bien a los inquilinos. Es un edificio donde nadie conoce a nadie, le contó al Basti. Es que es típico de Viena. Un día huele a cadáver y de repente te enteras de que allí vivía alguien. Y luego lees en el periódico que el hombre que murió era bastante reservado. Hombre, desde luego, si no, le habría llamado la atención a alguien, digo yo.

—Así es.

Bianca: —Ella tampoco sabía, por ejemplo, que en el número 22 vivía el señor Bergtaler, pues no tenía idea quién podía ser. Cuando el Basti se lo describió, le dijo: «¡Ah!, es ese hombre simpático, que siempre me sujeta la puerta, ése por lo menos es amable y saluda». Pero tampoco sabía que vivía en el número 22, en el cuarto piso. Ella creía que ese piso estaba supervacío.

—¡Vaya…! —dijo Judith.

Bianca: —Pero hay otra cosa que al Basti le llamó la atención.

Judith: —¿Qué cosa?

Bianca: —Lo malo es que aún no me lo ha dicho, dice que tiene que estudiarlo con más detalle para ver si es cierto. Pero si llega a ser cierto, dijo, entonces sí que habrá descubierto algo.

Judith: —Pues estoy muy intrigada.

Bianca: —Créame que yo también, jefa, superintrigada.