1969

El contador Geiger del Explorer I registró radiaciones cósmicas mil veces más altas de lo esperado. Los datos obtenidos permitieron a los científicos elaborar un mapa de los cinturones de radiación que rodean la Tierra, que recibieron el nombre de cinturones de Van Allen, en honor al físico de la Universidad Estatal de Iowa que había ideado el experimento.

El experimento sobre micrometeoritos permitió calcular que la Tierra recibe una lluvia anual de unas dos mil toneladas de polvo cósmico.

También se pudo comprobar que la forma de la Tierra es un 1% más achatada de lo que se creía.

Pero lo más importante para los pioneros de los viajes espaciales fue que los datos térmicos del Explorer demostraron la posibilidad de controlar la temperatura interior del misil lo suficiente para permitir la supervivencia de seres humanos en el espacio.

Luke formaba parte del equipo de la NASA que hizo posible el alunizaje del Apolo 11.

Por entonces vivía en Houston, en una casa antigua, grande y acogedora, con Billie, jefa del departamento de Psicología cognitiva en Baylor. Tenían tres hijos: Catherine, Louis y Jane. (Larry, el hijo de Billie, también vivía con ellos, pero aquel mes de julio estaba con su padre, Bern.)

La tarde del veinte de julio, Luke estaba libre de servicio. Por consiguiente, unos minutos antes de las nueve, hora central, veía la televisión con su familia, como la mitad del planeta. Estaba sentado en el enorme sofá al lado de Billie, con Jane sobre las rodillas. Los otros dos niños estaban en la alfombra con Sidney, un perro perdiguero de color dorado.

Cuando Neil Armstrong puso el pie en la Luna, a Luke le rodó una lágrima por la mejilla.

Billie le cogió la mano y se la apretó.

Catherine, que tenía nueve años y era morena como su madre, lo miró con sus profundos ojos castaños. Luego, susurró a Billie:

—Mami, ¿por qué llora papá?

—Es una historia muy larga, cielo —dijo Billie—. Ya os la contaré uno de estos días.

El Explorer I debía permanecer en el espacio entre dos y tres años. Sin embargo, siguió dando vueltas alrededor de la Tierra durante doce años. Por fin, el 31 de marzo de 1970 volvió a entrar en la atmósfera sobre el Pacífico, cerca de East Island, y ardió completamente a las 5.47 horas, después de haber rodeado la Tierra 58 376 veces y recorrido un total de 2672 millones de kilómetros.

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