El Explorer trazará una órbita de treinta y cuatro grados con respecto al Ecuador. En relación con la superficie terrestre, cruzará el océano Atlántico en dirección sudeste hasta la punta sur de África; luego, seguirá hacia el noreste sobre el océano Índico e Indonesia hasta el Pacífico.
El aeropuerto de Huntsville era pequeño pero concurrido. El único edificio de la terminal tenía un mostrador de Hertz, varias máquinas expendedoras y una hilera de cabinas telefónicas. En cuanto llegó, Billie fue a informarse sobre el vuelo de Luke y se enteró de que llevaba cerca de una hora de retraso y aterrizaría en Huntsville alrededor de las quince quince. Le quedaban tres horas para aburrirse.
Compró una barra de caramelo y una botella de Dr. Pepper en una máquina. Dejó en el suelo el maletín donde llevaba el Colt 45 y, con la espalda apoyada contra la pared, se puso a cavilar. ¿Cómo manejaría la situación? En cuanto viera a Luke, lo pondría sobre aviso de que Anthony estaba en Huntsville. Luke sabría a qué atenerse y podría tomar precauciones. Pero no podía darse el lujo de esconderse. Tenía que averiguar por qué había acudido allí el lunes, para lo que necesitaría ir de aquí para allá. Tendría que correr riesgos. ¿Podía hacer algo ella para guardarle las espaldas?
Seguía devanándose los sesos, cuando una joven con el uniforme de las líneas aéreas Capital se le acercó.
—¿Es usted la doctora Josephson?
—Sí.
—Tengo un mensaje telefónico para usted —dijo la chica tendiéndole un sobre.
Billie frunció el ceño. ¿Quién sabía que estaba allí?
—Gracias —murmuró, y rasgó el sobre.
—De nada. Por favor, háganos saber si podemos ayudarla de cualquier otro modo.
Billie alzó la vista y sonrió. Casi había olvidado lo educada que era la gente del sur.
—Descuide, lo haré —respondió—. Muy agradecida.
La joven se alejó y Billie leyó el mensaje: «Por favor, llame al doctor Lucas en Huntsville JE 6-4231».
Se quedó de una pieza. ¿Era posible que Luke hubiera llegado ya? ¿Y cómo se había enterado de que ella estaba allí?
Sólo había una forma de averiguarlo. Arrojó la botella vacía a una papelera y se dirigió a una de las cabinas.
El número que había marcado respondió de inmediato y una voz masculina dijo:
—Laboratorio de prueba de componentes.
Parecía que, efectivamente, Luke había llegado ya al Arsenal Redstone. ¿Cómo se las había apañado?
—Con el doctor Claude Lucas, por favor —pidió Billie.
—Un momento. —Instantes después, la misma voz dijo—: El doctor Lucas volverá enseguida. ¿Con quién hablo, por favor?
—Con la doctora Bilhah Josephson. Me han entregado un mensaje en el que Claude me pedía que lo llamara a este número.
El tono del hombre cambió de inmediato.
—¡Ah, la doctora Josephson…! Menos mal que ha llamado. El doctor Lucas tiene mucho interés en hablar con usted.
—¿Ya está ahí? Creía que su avión seguía en el aire…
—La seguridad del ejército fue a buscarlo a Norfolk, Virginia, y lo embarcó en un vuelo especial. Lleva aquí más de una hora.
Billie se sintió aliviada al saber que estaba sano y salvo, pero seguía perpleja.
—¿Qué está haciendo ahí?
—Creo que usted lo sabe.
—Sí, supongo que lo sé. ¿Qué tal está?
—Bien… Pero no puedo darle detalles, especialmente por teléfono. ¿Podría usted venir aquí?
—¿Dónde está eso?
—Él laboratorio está a una hora de la ciudad por la carretera de Chattanooga. Puedo mandarle un chofer del ejército, pero llegaría antes en taxi, o en un coche de alquiler.
Billie sacó un cuaderno de notas del bolso.
—Indíqueme. —Luego, recordando sus modales sureños, añadió—: Si es tan amable.