Sur de la zona desmilitarizada
Corea del Sur
El general al mando del ataque por tres flancos levantó la radio.
—Por el honor del Ejército Popular, doy la orden largo tiempo aguardada: ¡Comiencen la cortina de fuego contra Seúl!
Detrás de la Zona Desmilitarizada, cinco mil baterías de artillería abrieron fuego, enviando andanadas hacia la línea americana de defensa.
Sala de crisis
La Casa Blanca
Washington D. C.
Mientras el presidente miraba la gran pantalla de la sala, los números y las unidades de campaña de los norcoreanos comenzaron a cambiar a toda velocidad. Los iconos que simbolizaban la artillería destellaban en color rojo; los que indicaban la punta de lanza por tres flancos empezaron a moverse, junto con treinta y cinco divisiones al norte de la frontera.
—Están en marcha —dijo el general Caulfield.
Niles Compton observó al presidente, que permanecía sentado con los ojos cerrados.
—Tenemos importantes activos aéreos despegando de todas las bases aéreas del este de China. Parecen más de quinientas aeronaves de todos los tipos. ¿Debería ordenar a nuestros cazas de Japón que acudan o hacer venir a los aviones de los portaaviones, señor presidente? Están a la espera a ciento cincuenta kilómetros de distancia, sobre el mar de Japón.
El presidente se levantó y se metió las grandes manos en los bolsillos. Miró a Niles por un momento y después miró al monitor. Los iconos rojos del Norte se movían muy rápido.
—Tomen nota: los norcoreanos han cruzado el paralelo treinta y ocho en masa y en estos momentos, y esa es la situación desde hace horas, están incumpliendo el tratado del veintisiete de julio de 1950. La Segunda División de Infantería y las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos tienen por la presente orden de defender a Corea del Sur frente a la República Democrática Popular de Corea del Norte. Si la República Popular de China cruza a Corea del Sur, las aeronaves americanas deben atacarlos.
Escuadrilla Cruzados
Vigésimo Séptimo escuadrón de cazas procedentes
de la base Kadena de las Fuerzas Aéreas, Okinawa, Japón
Los doce Raptors F-22A tenían desde hacía once meses su base en Japón y en ese momento se habían agrupado con treinta y cinco Strike Eagles F-15, treinta y cinco cazas superiores Eagle y veinticinco Fighting Falcons F-16 de la fuerza de defensa japonesa. Cuando los cazas volaban a veintiséis mil pies justo al este de las aguas territoriales coreanas, recibieron la orden que conmocionó a todos los hombres de la escuadrilla. El teniente coronel que lideraba el escuadrón pidió confirmación dos veces para asegurarse de que había oído bien.
—Ataquen a todas las fuerzas norcoreanas al sur de paralelo treinta y ocho. Ataquen cualquier asalto aéreo por parte de cualquier gobierno extranjero. Comiencen hostilidades sin restricciones contra todas las unidades de tierra al sur de la frontera.
El coronel miró la pantalla de su radar y contó más de cincuenta MIG 31 chinos y un número parecido de aviones norcoreanos listos para cruzar a Corea del Sur.
—Esto se va a poner complicado —dijo para sí.
La punta de lanza y la dotación blindada de cabeza del Ejército Popular abrió fuego desde un risco que se asomaba a la aldea de Qua Shan. No había informes de emplazamientos enemigos, pero el entusiasta general que había quedado al mando no quería correr ningún riesgo. Pensó que, ya que estaba, podía asolar la aldea mientras tenía la oportunidad, con su potencia aérea a punto de llegar.
—Se aproximan aeronaves por el oeste, general; son a todas luces fuerzas aéreas de la República Popular.
El general miró al suelo desde su transporte blindado de personal, luego miró a su mensajero y asintió.
—Bien. Que control de tierra los dirija a la primera línea de defensa americana. Infórmeles de que tenderé humo verde.
—Sí, señor.
Fue tan repentino que el coronel americano pensó que su radar de búsqueda aérea no funcionaba bien. La fuerza china entera se dio la vuelta y empezó a volar hacia el norte, alejándose de Corea del Sur. Se fijó bien para asegurarse de que no era un truco. Cuando vio que los MIG seguían volando rumbo al norte, sonrió.
Le conmocionó más ver que su radio cobraba vida en la frecuencia que se suponía que era segura.
—Comandante de vuelo americano del sur, la República Popular de China se disculpa por lo mucho que se ha acercado al espacio aéreo surcoreano nuestro vuelo de adiestramiento. Regresamos a la base en estos momentos.
—Todos los elementos de los Cruzados deben atacar. ¡Repito, atacad!
Las primeras treinta y cinco Strike Eagles F-15 viraron de golpe y se precipitaron a tierra.
El general norcoreano se giró en su torreta y sonrió. Los americanos estaban a punto de sentir toda la fuerza del poder del gran líder. Miró por los prismáticos y se quedó paralizado. Unos F-15 americanos se lanzaban con estruendo hacia sus posiciones sin encontrar oposición alguna.
—General, los chinos han dejado la zona y a nuestro apoyo aéreo se le ha ordenado que se retire. Los americanos están atacando el frente entero. Aviones de portaaviones americanos están atacando nuestras posiciones de artillería en nuestro lado de la frontera. ¡Pyongyang está ordenando una retirada general!
Para aumentar el desastroso informe, cinco tanques T-80 explotaron a solo mil metros de su vehículo de mando. Cuando se agachó, vio los cazas americanos que remontaban tras el ataque. Hubo más explosiones a medida que más tanques iban corriendo la misma suerte. Los americanos habían actuado rápido y los habían cogido desprevenidos.
—Esto es una locura —chilló cuando vio municiones de racimo antipersona salir volando detrás de sus líneas, donde su infantería se había estado movilizando para el asalto.
Delante del general, la punta de lanza que había estado realizando un avance impecable solo cinco minutos antes yacía en ruinas humeantes a su alrededor.
Sala de crisis
La Casa Blanca
Washington D. C.
Las cosas se movían demasiado rápido como para que Niles pudiera seguirles la pista. Uno por uno, los iconos que marcaban el avance del asalto norcoreano empezaron a desaparecer del mapa.
—Señor presidente, se ha confirmado: los chinos se han alejado del paralelo treinta y ocho. ¡Regresan al espacio aéreo chino!
—¡Supongo que han decidido que no estábamos mintiendo, después de todo!
Compton oyó el alivio en la voz del presidente y a él mismo le apeteció empezar a dar saltos y vítores, igual que estaban haciendo muchos generales y almirantes.
—Los ataques aéreos americanos y japoneses están dañando mucho todas las unidades avanzadas del sur. La Segunda División de Infantería está entrando sin oposición alguna en la zona desmilitarizada. Se ha confirmado que Kim Jong Il ha ordenado a sus tropas que crucen al norte del paralelo treinta y ocho.
—Señor, tenemos un mensaje del presidente ruso; pregunta si podrían prestar ayuda a nuestra fuerza de marines en Creta —leyó en una nota el asesor de Seguridad Nacional—. Además el embajador chino acaba de emitir una declaración diciendo que la República Popular no tiene intención de ayudar en este acto ilegal de agresión llevado a cabo por Kim Jong Il y el Ejército Popular, e insiste en que su Ejército se retire en estos momentos de crisis mundial.
El presidente se dejó caer en su silla y miró a Niles.
—Parece que tus palabras significaron algo para ellos, Niles.
—No, señor presidente, las imágenes de niños muriendo en Creta fue lo que les convenció. A los rusos y los chinos no les gusta ver morir a los civiles.
—Con todo, viejo amigo, puede que nos hayas salvado el culo a todos.
Niles se levantó y se acercó a la mesa de reuniones, junto al presidente, y se agachó al lado de la silla.
—Señor presidente, esto es solo un aplazamiento, no un indulto. Si no impedimos que la Coalición utilice la onda contra esos pueblos, les va a importar un bledo quién sea culpable o inocente. Ahora saben que su principal enemigo está en Creta y lo destruirán con armas nucleares si no les queda más remedio. Nosotros haríamos lo mismo si estuviéramos perdiendo ciudades. La gente que tenemos bajo Creta todavía debe impedir que la Coalición ataque esos países.
—Pero ahora que la Coalición sabe que los hemos descubierto, ¿por qué iban a continuar?
—La Coalición ha sobrevivido a cosas peores muchas veces. Atacarán y después desaparecerán, solo para resurgir con identidades nuevas y la misma riqueza oculta, y seguirán ganando ofreciendo ayuda financiera a los países que han asolado. Llevan planeando esto desde el final de la segunda guerra mundial.
El presidente se levantó entre los hombres y las mujeres del Consejo de Seguridad reunidos allí, hombres y mujeres que seguían sonriendo de oreja a oreja. Después miró al tablero de amenazas; abajo, en el fondo, se encontraba la pequeña isla de Creta.
—Niles, he oído hablar de su pericia en el campo, pero dime otra vez lo bueno que es en realidad tu coronel Collins.