Estando Marco Polo en su lecho de muerte, se reunieron a su alrededor su capellán, sus amigos y parientes, suplicándole que renunciara finalmente a las incontables mentiras que había hecho pasar por aventuras reales, para que así su alma subiera al cielo purificada. El anciano se incorporó, los maldijo a todos rotundamente y declaró: «No he contado ni la mitad de lo que hice ni de lo que vi».
(Según fra Jacopo D’Acqui, contemporáneo de Marco Polo y su primer biógrafo).