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PREFACIO DEL AUTOR[5]

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EL LECTOR DE ESTA HISTORIA comprenderá bien pronto que los acontecimientos narrados en las páginas siguientes han sido ordenados gradualmente para lograr un todo lógico. Aparte de eliminar detalles menores que consideré innecesarios, he dejado que las personas que aquí aparecen relaten sus experiencias a su propia manera; mas por razones obvias he cambiado sus nombres[6] y los de los lugares en que se desarrolla la acción. Por lo demás, no he alterado el manuscrito en modo alguno, atendiendo a los deseos de quienes han considerado su deber presentarlo ante los ojos del público[7].

Estoy totalmente convencido de que no cabe dudar en absoluto de la veracidad de los sucesos aquí descritos, por increíbles e incomprensibles que puedan parecer a primera vista. Y estoy convencido, además, de que deben permanecer siempre como incomprensibles hasta un cierto punto, si bien los continuos avances en psicología y en ciencias naturales podrán, en los años por venir, ofrecer explicaciones lógicas de tan extraños acontecimientos, los cuales, hasta el presente, ni los científicos ni la policía secreta son capaces de entender. Afirmo de nuevo que la misteriosa tragedia que aquí se narra es totalmente verdadera en todos sus aspectos externos, si bien, naturalmente, he llegado a diferente conclusión acerca de ciertos puntos de esta historia[8]. Pero los hechos son incontrovertibles, y son conocidos de tantas personas que no pueden ser negados. Esta serie de crímenes no se ha borrado de nuestra memoria; crímenes que parecen tener el mismo origen y que también causaron tanta repugnancia entre las gentes como los asesinatos de Jack el Destripador[9], que tuvieron lugar poco después[10]. Varias personas recordarán el notable grupo de extranjeros que por mucho tiempo tuvieron un deslumbrante papel en los círculos aristocráticos aquí, en Londres; y algunos recordarán también que uno de ellos desapareció repentinamente sin razones aparentes y sin dejar rastro. Todos aquellos que, queriéndolo o no, participaron en esta notable historia, son bien conocidos y respetados[11]. Tanto Jonathan Harker[12] y su esposa (que es una mujer de carácter) y el Dr. Seward[13] son amigos míos y lo han sido durante muchos años, y nunca he dudado de que estuviesen diciendo la verdad; y el muy respetado científico que aparece aquí con pseudónimo[14] es también famoso en todo el mundo culto con su verdadero nombre (que yo no he querido mencionar), al menos de quienes por propia experiencia valoran y conocen su genio y sus logros, y ello aunque no compartan sus puntos de vista acerca de la vida más que yo mismo. Pero en nuestro tiempo ha de quedar claro para todo aquel que piense seriamente que «hay más cosas en el cielo y en la tierra / de las que sueña tu filosofía»[15].

Londres,

Agosto de 1898

B. S.