Notas - Capítulo 15

[1] Las racionalizaciones de esta y la siguiente frase no constan en el Texto Abreviado.

«En un instante su mano agarró su cintura con la fuerza de una tenazas de acero; ella sintió que su ardiente aliento enrojecía su mejilla».

Varney el vampiro, o la fiesta de la sangre (1847).

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[2] Seward equivoca ligeramente la cita del Don Juan de Lord Byron (Canto I, publicado en 1819):

«No puedo decir por qué, ni cómo, ni qué sospechas / se habían introducido en la cabeza de don Alfonso, / pero para un caballero de su condición / representaba ciertamente muy poca educación venir / sin ningún aviso ni antecedentes / a sitiar de aquel modo el lecho de una dama, / convocando a sus lacayos, armados de espadas y de hachas, / a ser testigos de aquello ante lo que él sentía tanto horror».

Desde luego, «la cosa» de don Alfonso era el adulterio.

El Texto Abreviado no incluye ni la frase referente a Byron ni la cita.

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[3] El North London Consumption Hospital estaba muy cerca del brezal. En su plantilla figuraba el doctor Lyttleton Forbes Winslow, que había participado en la caza de Jack el Destripador y probablemente era conocido por Seward como autor del Handbook for Attendants on the Insane (1877). Sin embargo, parece improbable que este hospital, especializado en la tuberculosis, cuidase al niño. Más alejado del brezal, pero todavía dentro de una aceptable distancia para llevar al niño herido, esta el North West London Hospital, en la Kentish Town Road; mucho más lejos está el North London Hospital o University College Hospital, en Gower Street, cerca del Museo Británico. McNally y Florescu (The Essential Dracula) identifican primero el North Hospital como el últimamente mencionado, pero después parecen indicar que se trata de la Holborn Union Infirmary, lindante con el cementerio de Highgate. Pero la St. Pancras Infirmary, también conocida como Central London Sick Asylum, era también adyacente al mismo cementerio. En suma, una vez que se abandona la palabra North del nombre del hospital, hay numerosos candidatos posibles. Nótese que en las informaciones periodísticas no se dice el nombre del hospital.

Sala de niños, Westminster Hospital, Londres, ca. 1905.

Ni la identificación del hospital ni el «doctor Vincent» constan en el Texto Abreviado.

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[4] Leatherdale (Dracula Unearthed) señala que el itinerario del lobo no figura en la novela.

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[5] Quizás al hospital o a Vincent no les agradaba la idea de aparecer en una obra tan sensacionalista; quizá la forma familiar en que Seward y Van Helsing tratan a su «amigo» parece ofensiva vista en letras impresas; quizá, tras pensarlo, Vincent sintiera que la semana de hospitalización por él prescrita fuera excesiva para una herida sin tanta importancia. En cualquier caso, prácticamente todos los detalles de la visita al hospital y de la conversación con el doctor Vincent han sido eliminados en el Texto Abreviado.

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[6] El Jack Straw’s Castle era una taberna bien conocida del norte de Londres, en el ángulo noroeste de Hampstead Heath, en la esquina de la Heath Street y la Spaniards Road. Se creía que era la taberna de Londres más elevada sobre el nivel de mar, con extensas vistas más allá del brezal. El edificio había sido originalmente la taberna de una parada de carruajes (con caballos para las diligencias y los coches-correo), construido en 1721; Jack Straw fue un famoso compañero de Wat Tyler, el caudillo de la revuelta campesina de 1381 contra el rey Ricardo II. La leyenda dice que Jack Straw arengaba aquí a las masas de campesinos del brezal desde su carreta. Durante la Segunda Guerra Mundial la taberna sufrió graves daños; fue reconstruida en 1962. En el siglo XXI ha experimentado una transformación inevitable para convertirse en una serie de apartamentos de lujo.

Jack Straw’s Castle.

Fotografía de Leslie S. Klinger, febrero 2006.

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[7] En 1817-1818, el primer vehículo de dos ruedas fue inventado por el barón Karl Drais von Sauerbronn; era un aparato de madera y sin pedales conocido, de diferentes modos, como una Laufmaschine («máquina corredora»), draisienne (o drasine en Inglaterra), o «caballito de juguete», que el jinete movía apoyando los pies en el suelo y que tenía dos ruedas del mismo tamaño, la primera gobernable. Durante los cien años siguientes, la bicicleta experimentó numerosas encarnaciones hasta llegar a su forma actual. Así, la primera autopropulsada de dos ruedas, inventada por el herrero escocés Kirkpatrick Macmillan en 1839; la primera de dos ruedas para la que hubo una constante demanda, introducida en 1861 por los franceses Pierre y Ernest Michaux, padre e hijo (el vélocipède), y el modelo ordinario o «penique y cuarto» inventado en 1870 por el inglés James Starley, de la «Compañía de Máquinas de Coser de Coventry». Con una rueda delantera muy grande y otra más pequeña detrás (el penique y cuarte de penique eran las monedas inglesas más grandes y más pequeñas, respectivamente) y pesando mucho menos que las versiones anteriores, la bicicleta de Starley estuvo de moda durante veinte años, hasta la llegada de la bicicleta con cadena «de seguridad» que alardeaba de tener dos ruedas de igual tamaño y de la que era mucho más difícil caerse. Fabricada inicialmente en 1885 por John, sobrino de Starley, la bicicleta de seguridad había desbancado a la conocida al principio de la última década del siglo XIX.

La popularidad del ciclismo se expandió rápidamente en los años ochenta del siglo XIX; se fundaron clubes, y hombres y mujeres disfrutaron haciendo excursiones por el campo en bicicleta. Pero su importancia fue más allá de la simple novedad y del deporte. Como medio de transporte, el nuevo vehículo amplió grandemente las oportunidades de los trabajadores que sin medios para desplazarse en carruajes o en tren se habían visto hasta ahora obligados a renunciar a empleos situados a una distancia a la que no podían acceder caminando. Millones de bicicletas fueron utilizadas entre 1870 y 1890. Las nuevas eran, desde luego, caras (el modelo más barato según el catálogo de 1898 de las Army and Navy Stores costaba 13 libras y 10 chelines, equivalentes a algo más de 1.000 libras [unos 1.237 euros] de hoy), pero siempre podían conseguirse modelos más económicos de segunda o de tercera mano para alquilar o comprar, al tiempo que otros más nuevos e innovadores aparecían continuamente en el mercado y eran adquiridos por entusiastas victorianos que, de sedentarios, habían llegado a ser gloriosamente móviles.

Ciclismo en Battersea Park.

Queen’s London (1897).

Por el contrario, otros vieron el fenómeno con alarma, temiendo las implicaciones de esta nueva emancipación, en particular para las mujeres jóvenes. En 1897, Mrs. F. Harcourt Williamson moralizaba del siguiente modo en «The Cycle in Society»: «El comienzo del ciclismo ha sido el final de las señoras de compañía en Inglaterra, y ahora las mujeres, incluso las más jóvenes, van solas o acompañadas por algún amigo casual, y van juntos durante millas por una solitaria carretera que atraviesa los campos. El peligro de esto es obvio; pero los padres y guardianes probablemente sólo caerán en la cuenta demasiado tarde. Dados una carretera solitaria y un vagabundo desesperadamente hambriento o naturalmente vicioso, ahí está la razón para que una joven, o sin duda cualquier mujer circulando sola, esté ante un peligro considerable».

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[8] La oscuridad del lugar, la escasez de peatones y el encuentro con la policía no constan en el Texto Abreviado. Junto al Jack Straw’s Castle comienza un sendero sin iluminar que cruza Hampstead Heath y que conduce hasta cerca del cementerio de Highgate. Stoker comprendió sin duda que era importante ocultar el itinerario exacto para llegar al panteón de los Westenra, con objeto de evitar la publicidad y el vandalismo.

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[9] Existen varios candidatos para el lugar del sepulcro de los Westenra (véase el mapa más adelante). Wolf (The Essential Dracula) traza el itinerario desde el Jack Straw’s Castle al cementerio de la iglesia de St. Johns, en Church Row, exactamente al sur de West Heath. Sin embargo, admite que el lugar no está tan aislado como se describe en la novela («conforme avanzábamos, encontramos menos y menos gente…»). St. Johns es iglesia parroquial; su torre se construyó en 1745. Junto al facistol hay un busto del poeta John Keats, que vivió en Hampstead unos pocos años hasta su temprana muerte en 1821. El pintor John Constable y su esposa están enterrados en el cementerio de la iglesia, y otros notables residentes de Hampstead, en el cementerio contiguo.

Mapa de la zona de Hampstead Heath.

G. W. Bacon, New Large-Scale Ordnance Atlas of London and Suburbs (Londres, George W. Bacon, 1888).

El cementerio de Hampstead, más allá de Fortune Green Lane, está ciertamente más aislado, al menos yendo por el norte. Tiene más de 14 hectáreas de extensión y fue inaugurado en 1876. Las capillas fueron diseñadas por Charles Bell en 1876 con materiales de Kent y piedra de Bath. La capilla meridional estaba reservada para quienes iban a ser sepultados en tierra consagrada al sur de la avenida central; la otra, para los sepultados en tierra consagrada al norte de dicha avenida. Entre otros, allí yacían la artista de music-hall Marie Lloyd, el científico Joseph Lister y la ilustradora de libros para niños Kate Greenaway.

Cementerio de Highgate, 1897.

Queen’s London (1897).

Cementerio de Highgate.

Fotografía de Leslie S. Klinger, febrero 2006.

El cementerio de Highgate (o cementerio de North London), situado al este del brezal y que ciertamente coincide con la descripción de aislamiento que se hace en el texto, se inauguró en 1839, y cuando fue clausurado, en 1873, tenía más de 61.000 tumbas. Coincide también con lo que dice Seward de tener una iglesia adyacente, St. Michael’s. En su momento de apogeo, debido a su situación y a sus jardines bellamente cuidados, el cementerio llegó a constituir una atracción turística y se hicieron famosas su hermosa arquitectura romántico-gótica y sus catacumbas de estilo egipcio. El «Baedeker» de Londres de 1896 lo calificaba de «muy pintoresco y elegantemente trazado». Entre sus residentes famosos del siglo XIX figuran el químico Michael Faraday, la novelista George Eliot y el poeta Samuel Taylor Coleridge. McNally y Florescu (The Essential Dracula) defienden la idea de que en el Highgate se halla el panteón de los Westenra, en parte sobre la base de la proximidad del cementerio St. Michael’s, y a menudo confundido con este. Arguyen también que Van Helsing y Seward caminaron cruzando el brezal desde el panteón de Lucy hasta The Spaniards.

Iglesia de St. Michael.

Fotografía de Leslie S. Klinger, febrero 2006.

Philip Temple sostiene en el Times Literary Suplement (4 de noviembre de 1983) que el cementerio de St. Mary, en Hendon, se ajusta a la descripción de la novela mucho mejor que los cementerios mencionados anteriormente, lo cual es también defendido por Peter Haining y Peter Tremayne (The Un-Dead). Leatherdale (Dracula Unearthed) observa que en la novela se utiliza repetidamente la palabra churchyard y que nunca llama cemetery al lugar en que yace Lucy; el primero, por lo demás, es calificado de «solitario». Estas importantes claves son ampliamente ignoradas por otros investigadores. [N. del T.: churchyard es el cementerio de una iglesia; cemetery es simplemente un cementerio.]

Bernard Davis, en correspondencia personal con quien esto escribe, arguye enérgicamente que el Highgate Cemetery es donde está enterrada Lucy; traza el camino desde el Jack Straw’s Castle, y localiza apropiadamente el lugar más bajo de un muro en la parte trasera del jardín de la cocina de Holly Lodge Estate, la fantástica casa de campo de la baronesa Angela Burdett-Coutts, íntima amiga de Stoker (véase capítulo 3 del presente libro, nota 53).

Bernard Davies visitando el panteón de la familia del general Sir Loftus Otway, identificado por Davies como la familia «Westenra».

Fotografía de Leslie S. Klinger, febrero 2006.

—— Retorno a otras notas ——

Capítulo 13 - nota 52, nota 53.

Capítulo 15 - nota 14.

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[10] Lo relativo a la cortesana conducta de Van Helsing no consta en el Texto Abreviado.

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[11] Esto no tiene ninguna connotación sexual; las velas de esperma están hechas de espermaceti, una sustancia parecida a la cera que se obtiene del esperma de ballena y de otros mamíferos marinos. Si bien más caras que las velas de cera, las de esperma eran anunciadas por Harrods como «expresamente manufacturadas para climas cálidos, salones de baile, etc,», quizá porque no se reblandecen o derriten con tanta facilidad como las de cera.

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[12] El «maletín» de Van Helsing no es descrito en esta ocasión por Seward, lo que hace suponer que su contenido no tenía nada de notable (en contraste con el maletín que llevará Van Helsing en la noche del 29 de septiembre).

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[13] Seward, el antes enamorado, fantasea ahora acerca de Lucy. Elegantemente, Stoker eliminó esto al preparar el Texto Abreviado, dejando sólo la caracterización del acto como una afrenta.

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[14] Leatherdale (Dracula Unearthed) señala que este plan —que sólo dos personas vigilen todo el cementerio— es otra evidencia de que este es pequeño, mucho más pequeño que los cementerios mencionados en la anterior nota 9.

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[15] Si bien se supone que el edificio fue construido en 1585 como casa de campo del embajador de España y convertido a mediados del siglo XVIII en una taberna y establecimiento público, el origen del nombre es oscuro. Visitada a lo largo de los siglos por diferentes personajes como el salteador de caminos Dick Turpin, poetas como Lord Byron y John Keats y novelistas como Charles Dickens, el pub está situado en Spaniard Road y continúa funcionando hoy. Aparece recomendado en el Dictionary of London (1888) de Dickens, así como Bull and Bush y el Jack Straw’s Castle; son «los tres mejores lugares de Hampstead para que se refresque quien venga del interior de vacaciones».

The Spaniards, funcionando todavía como taberna.

Fotografía de Leslie S. Klinger, febrero 2006.

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[16] ¿Está Van Helsing alojado en Purfleet? Si es así, esta frase es por completo extraña: si no es así, ¿por que habría de viajar hasta Purfleet para recoger a Seward sólo para volver a Londres? Quizá Van Helsing pensó en un principio hacer algo en Carfax antes de volver al panteón de los Westenra. La palabra «expedición» que viene al poco no parece apropiada si Van Helsing pretende simplemente regresar al lugar del enterramiento.

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[17] Leatherdale (Dracula Unearthed) ve aquí otra pista relativa a la localización: el Highgate Cemetery estaba abierto todos los días a partir de las 9:00 de la mañana.

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[18] Seward, que todavía no sabe nada de vampiros, quiere decir «seguros» de una intromisión de otras personas, pero aunque los asistentes al funeral se hayan ido, podría muy bien quedar algún sacristán, sepulturero o jardinero por los alrededores.

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[19] En este contexto, un engaño o fraude.

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[20] Wolf (The Essential Dracula) sugiere que Van Helsing está de algún modo exculpando a Lucy: es un vampiro «menor» porque llegó a serlo estando en trance y no por un acto volitivo.

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[21] Harker no dice nada acerca de que el rostro de Dracula parezca ser diferente cuando está en el ataúd que cuando está «vivo». Quizá los «datos» de Van Helsing no son correctos. Esta idea no aparece en ninguna otra obra sobre vampiros. Véase «El árbol genealógico de Drácula», en la segunda parte del presente libro.

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[22] Nina Auerbach y David J. Skal, en la edición crítica de Drácula (Norton), señalan que «La función de la estaca en el folclore es simplemente la de inmovilizar a los muertos vivientes, no destruirlos».

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[23] El miedo a un entierro prematuro fue prevaleciente durante el siglo XIX, en especial en Alemania y Francia. Horribles historias (muchas apócrifas, pero no todas ellas) de supuestos cadáveres que destruyen las tapas de los ataúdes, desgarran sus ropas e incluso se comen sus propios dedos llevados por el pánico y el terror, han circulado durante siglos, proliferando durante las epidemias de peste y cólera, y alcanzando particular intensidad en el siglo XVIII. Algunas de esas historias llegaron a constituir la base de las leyendas sobre los vampiros, y otras alimentaron justificables temores de médicos y la «ciencia» de la medicina.

Fundamental fue que el médico Jean-Jacques Bruhier d’Ablaincourt tradujera una tesis de 1740 escrita por el anatomista de origen danés Jacques-Bénigne Winslow, quien afirmaba haber sido él mismo considerado como muerto en dos ocasiones. Winslow declaraba que los métodos tradicionales utilizados para saber si una persona estaba muerta eran, con frecuencia, inadecuados (lo cual era cierto), y sostenía que sólo la putrefacción constituía la prueba definitiva, insistiendo en que se hicieran numerosos intentos de resucitar a un muerto antes de prepararlo para el entierro, como meterle un objeto agudo por la nariz, haciéndole cortes en los pies con navajas de afeitar y vertiendo vinagre y orina en la boca.

Entierro prematuro.

Bruhier no sólo tradujo la tesis de Winslow al francés, sino que le añadió su propio tratado sobre el tema, con más historias, y proponiendo que los cuerpos descansaran en los depósitos de cadáveres durante setenta y dos horas antes de ser enterrados, y vigilados por médicos. El libro de Bruhier logró un éxito sensacional y acabó teniendo dos tomos. Dissertation sur l‘incertitude des signes de la mort, publicado como una obra completa (y desaparecido Winslow como coautor) en 1749. Traducido a varias lenguas, el libro de Bruhier arrasó por toda Europa, logrando su mayor impacto en Alemania, donde numerosos «tanatorios de espera» (conocidos como Leichenhäuser) fueron construidos en la última década del siglo XVIII (véase capítulo 1 del presente libro, nota 4), si bien reservados exclusivamente a los ricos. Los cuerpos eran vigilados por un empleado o tenían sus dedos sin vida sujetos a una cinta que terminaba en una campanilla. Alemania fue también el primer país en inventar ataúdes de seguridad, igualmente conectados con campanillas. La obsesión pasó a Francia, donde en la primera mitad del siglo XIX los médicos publicaron folletos proponiendo nuevos métodos para comprobar las señales de una muerte cierta. Incluían desde poner el dedo del cadáver sobre una llama para ver si se hacía una ampolla, hasta tirar de la lengua sistemáticamente durante tres horas como ayuda para hacerle la respiración artificial.

Un ataúd «de seguridad», ca. 1897.

Inglaterra se mantuvo durante algún tiempo al margen de esta cuestión. Ya en 1852, el doctor John Simon en «City of London Medical Reports» vituperaba la costumbre que había entre los pobres de retrasar los entierros, y escribía: «Los temores a un enterramiento prematuro, que tenían mucho que ver con tal práctica, son ahora raramente comentados si no es con una sonrisa». Jan Bondeson, autor del absorbente Buried Alive, escribe que, cuando el interés francés en este tema comenzó a aumentar en la tercera década del siglo XIX, «la clase médica inglesa se mostró satisfecha considerando las preocupaciones del continente europeo por el enterramiento prematuro con una mezcla de diversión y de desagrado». Algunos de los folletos franceses sobre el tema llegaron a Inglaterra y fueron motivo de la publicación de varios artículos y libros alarmistas a comienzos del siglo XIX, si bien ninguno de ellos atrajo el interés del público en general.

Sin embargo, en 1895, justamente cuando la fascinación francesa y alemana por el enterramiento prematuro se estaba desvaneciendo, un norteamericano, Franz Hartmann, publicó Buried Alive: An Examination into the Occult Causes of Apparent Death, Trance and Catalepsy, y entre los ingleses se produjo un tardío interés, en gran parte estimulado por la aparición en 1896 de Premature Burial and How it May be Prevented, obra del activista político William Tebb y del médico militar norteamericano Edward Perry Vollum. El libro atrajo su cuota de críticos exasperados (especialmente los elementos clerical y médico, que señalaron lo escasamente dignas de confianza que eran las crónicas periodísticas y las narraciones orales), pero en general fue bien recibido y se vendió con tanto éxito que en 1905 apareció una segunda edición.

El mismo año en que se publicaba Premature Burial, Tebb, siempre un atento promotor, colaboró en la creación de la London Society for the Prevention of Premature Burial, básicamente con el objetivo de ayudar a publicitar su propio libro. Esta sociedad llegó a ser la agitadora principal del movimiento antienterramiento prematuro, con reuniones regulares, conferencias ocasionales y, en 1905, un periódico, el Burial Reformer Además de informar sobre las reuniones de la Sociedad, el periódico insertaba artículos sobre enterramientos prematuros y noticias de diferentes publicaciones del mundo. Así, por ejemplo, en «The Accrington Sensation» (1905), Mrs. Elizabeth Holden se salvó de ser enterrada porque un director de pompas fúnebres la vio parpadear. Según el Burial Reformer su trauma no impidió a Mrs. Holden hablar con la prensa: «pálida, descolorida, extremadamente débil, balbuceó casi sin voz a un representante del Manchester Courier los recuerdos de su terrible experiencia». El periódico publicaba también poesía, ofreciendo a sus lectores joyas tales como «Living with the Death», de Mark Melford, aparecida en 1913 con sus inmortales versos: «¡Vivo! ¡Entre las fauces de la muerte, / ningún destino fue nunca peor! / ¡Ningún enemigo lanzó sobre mí / tan terrible maldición! / ¡Llevado todavía vivo a mi tumba / en un coche fúnebre!». Esta vez, el periódico —ahora titulado Perils of Premature Burial y con un tono cada vez más sensacionalista—, publicaba historias tales como la del niñito hallado en su ataúd bebiendo plácidamente su biberón, historias que eran verdaderamente disparatadas. Su público disminuyó, y dejó de publicarse en 1914, si bien la Sociedad continuó existiendo hasta los años treinta del siglo XX.

Edgar Allan Poe y Wilkie Collins se cuentan entre las figuras literarias aterrorizadas ante la perspectiva de ser enterradas vivas, o al menos inquietas por ello, lo que les hizo escribir obras en que el enterramiento prematuro tiene un papel central, y hay ecos de tal fobia en la historia de Sherlock Holmes titulada «La desaparición de lady Frances Carfax». Poe, desde luego, ha podido ser calificado como «el escritor con más entierros prematuros por página», según Jan Bondeson, quien dice que su «malsana fascinación por ese tema es obvia para todo devoto de sus historias de horror». Entre ellas, la principal es «El entierro prematuro» (1844), en que el protagonista teme tanto el ser enterrado vivo que toma una serie de elaboradas precauciones para evitarlo, precauciones que llegan a lo perverso cuando sufre un paroxismo cataléptico durante un viaje. De esta tétrica historia de Poe hizo en 1962 una macabra película Roger Corman, con Ray Milland como personaje principal obsesionado por la muerte. Tanto Wilkie Collins como Mark Twain llevaron la acción de obras suyas a «tanatorios de espera», e innumerables autores escribieron narraciones con personajes aparentemente muertos que se salvan de un horrible destino despertando en el último momento y saliendo por sí mismos de sus ataúdes.

La poetisa silesiana Friederike Kempner es autora de Denkschrift, un folleto sobre los enterramientos prematuros publicado en 1853 y que llegó a constituir un gran éxito de ventas. Kempner, cuyos giros estilísticos la hicieron víctima de la parodia, pero cuyo renombre literario al morir la había hecho ser admitida en el famoso cementerio judío de Wroclaw (donde también dormían el sueño eterno Ferdinand Lassalle, fundador del Partido Socialdemócrata Alemán, el historiador Heinrich Gratz y el anatomista y neuropatólogo Leopold Auerbach), escribió al menos media docena de novelas cortas y dramas y publicó a sus propias expensas ocho ediciones de su antología poética. Compaginó su carrera de escritora con su trabajo de funcionaria pública, al tiempo que hacía una carrera sin descanso y por fin con éxito a favor de Leichenhäuse para los pobres. El poema por el cual fue seguramente más conocida en vida fue el lacrimoso «Niño prematuramente enterrado», en que del «ataúd de un niño» sale una voz que exclama: «¿Mamá, dónde estás?», y continúa así: «sus manos ensangrentadas golpean / las firmes paredes del ataúd / medio muerto de terror y de espanto: / “¡oíd, no estoy muerto!”. / Pero nadie escucha su voz».

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[24] Haciendo lo que el Señor le dice, Moisés arroja un árbol a las amargas aguas del Marah que se convierten en dulces (Ex 15, 23-25).

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[25] ¿Por qué Quincey Morris? No hay razón aparente para convencerle a él, como no sea para evitar una acusación por la muerte de Lucy.

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[26] Salli J. Kiine (The Degeneration of Women: Bram Stoker’s ‘Dracula’ as Allegorical Criticism of the ‘Fin the Siècle’) considera muy poco probable que esta nota (junto con la correspondencia de los Sres. Billingham, Carter y Paterson) hubiera sido conservada por los Harker, o que incluso les hubiese llegado a ellos. Kline arguye que quizá todo ello fuese inventado por Stoker para suplementar la narración.

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[27] ¿Tiene Van Helsing alguna razón para pensar que esos métodos no serán eficaces con un «viejo» vampiro? Ya vimos que el ajo impide eficazmente que Drácula entre en la habitación de Lucy.

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[28] Oscuro: ¿Por qué Drácula querría encontrar «cobijo» en la tumba de Lucy? Primero, como se vio, cualquier enterramiento puede servir para ello (por ejemplo, la tumba del suicida de Whitby); segundo, Drácula tiene sus propios cajones de tierra. ¿Está Van Helsing sugiriendo que Lucy y Drácula tienen acaso una especie de cita (o quizá una partida de caza)? El lazo psíquico que une a un vampiro con su progenitor o progenitora lo explica Anne Rice en sus Crónicas; véase «El árbol genealógico de Drácula», en la segunda parte del presente libro.

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[29] ¿Qué significa esta frase? Roger Johnson, en correspondencia privada con quien esto escribe, piensa que lo que Van Helsing quiere decir es que Drácula ha añadido a la suya propia la fuerza de Holmwood, Seward, Morris y Van Helsing, al beber la sangre de Lucy, que a su vez ha incorporado la de ellos. Esta idea coincide con las de comienzos del siglo XIX acerca de las transfusiones de sangre, mas parece escasamente científica.

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[30] Aparentemente, Van Helsing ignora la información del periódico relativa al regreso del lobo al zoológico. Los lobos no se encuentran vagando por los campos de Hampstead Heath ni por ningún otro lugar de Londres. Si bien Drácula puede ser capaz de «modelarse» en forma de un perro grande, no hay lobos a los que pueda llamar.

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[31] ¿De qué «otro» está hablando Van Helsing? ¿El sacristán? ¿Otros vampiros?

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[32] Cierto: todo lo que se dice sobre Drácula, su fuerza y los lobos parece completamente inútil.

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[33] Van Helsing olvida que Seward no conoce a Jonathan Harker y que no sabe nada de su implicación en este asunto.

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[34] Es un excelente consejo, que, como se verá, los cazadores de Drácula no siguen en absoluto.

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[35] El director del manicomio parece dispuesto a declarar indebidamente loco a Van Helsing. Su locura sería realmente extraordinaria si le hiciera sacar el cuerpo de Lucy del ataúd sin tocar la cubierta interior de plomo, que tuvo que serrar.

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[36] Por desgracia, sólo podemos imaginar el contenido de esta carta, una de las escasas comunicaciones escritas entre los personajes que no se reproducen en el texto. Teniendo en cuenta la perplejidad de Arthur, debe de haber sido una carta en que sólo se solicitaba su presencia en una expedición a un lugar no mencionado. Lo que Van Helsing debería haber escrito es una carta detallando su macabro plan para degollar a Lucy, pero quizá comprendió que sus posibilidades de obtener el consentimiento de Arthur eran mínimas.

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[37] Comprar algo sin verlo previamente. [N. del T.: La frase, en inglés, es «buy a pig in a poke», que corresponde al «comprar algo a ciegas» español.]

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[38] Francés: «conversación preliminar».

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[39] Se trata de un lugar ficticio. En el Manuscrito hay un espacio en blanco en el cual, y de mano de Stoker, ponía primero Rings Sted; tachado después y sustituido por Kingsted.

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[40] Wolf (The Essential Dracula) comenta que la fraseología que utiliza aquí Van Heising recuerda a la de la aceptación de un desafío a un duelo.

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