Estos… han sido buenos compañeros míos…
— D R A C U L A ,
C I T A D O E N E L D I A R I O D E J O N A T H A N H A R K E R
AUNQUE ESCRIBIR es supuestamente una ocupación solitaria, de hecho todos mis libros son producto de un grupo de colegas, amigos y familiares.
La profesora Elizabeth Miller, amiga, eminente investigadora sobre Drácula y guía de la sección canadiense de la Transylvanian Society of Dracula, ha sido de lo más generosa que cabe imaginar con su tiempo y consejos, al igual que con su tuica. Edward Zinna, Clive Leatherdale, Kim Newman, el doctor Albert Power, Brian J. Showers y Nancy Holder; todos me han proporcionado material de trabajo y dado ánimos. Elizabeth E. Fuller y Gregory M. Giuliano, respectivamente bibliotecaria y bibliotecario ayudante del Rosenbach Museum and Libray, fueron de lo más generosos con su tiempo y ayuda durante la visita que hice a dicha institución para estudiar las notas de Stoker. Christiane Kroebel, bibliotecaria honoraria y archivera de la Whitby Literary and Philosophical Society, investigó para mí ciertos aspectos de la historia local de Whitby, yendo mucho más allá de los límites del deber. Un especial agradecimiento para Paul G. Allen y el Experience Music Project/Science Fiction Museum and Hall of Fame de Seattle por haberme permitido un valioso acceso al manuscrito de Drácula. El equipo de dicha institución fue extremadamente atento ayudándome durante los dos días que duró mi visita para examinar ese tesoro.
Debo agradecer especialmente a Robert Eighteen-Bisang su autorización para llevar a cabo una comparación computerizada de su texto electrónico del Drácula abreviado con la primera edición. Bernard Davies, viejo amigo de los ámbitos holmesianos, dedicó un día completo a pastorearme por Londres para visitar los lugares descritos en el libro.
Tuve el privilegio de viajar a Transilvania el año 2007 con los miembros de la sección canadiense de la Transylvanian Society of Dracula. Mis acompañantes, en especial Jason Notan, Barbi McClennen y Anita Vagovics, fueron tolerantes con mis absurdas teorías y divagaciones, y las últimas copas de la ya avanzada noche nos proporcionaron una valiosa caja de resonancia. Carol Senf, la renombrada estudiosa de Stoker, y su intrépido marido, Jay Farlow, fueron buenos amigos durante nuestro viaje por los Cárpatos, y las sugestiones y correcciones que me hizo Carol me fueron de gran ayuda. El compañero de viaje e investigador Marius Crisan, así como nuestro tranquilo guía turístico Nicolae Padraru, contestaron pacientemente a todas las preguntas que se hicieron sobre el folclore, la geografía y la historia de Rumanía.
En los Estados Unidos, Donn Hobbs y Henry Zecher, especialistas en Sherlock Holmes, compartieron conmigo sus colecciones draculianas, y Susan Dahlinger, Jerry Margolin, Andy Peck y Mike Whelan me demostraron su afectuosa amistad. Entre mis amigos, los auténticos escritores Laura Caldwell, Michael Dirda, Neil Gaiman y Laurie R. King fueron de los más generoso con sus consejos y estímulos. Mi querida amiga Barbara Roisman Cooper parecía tener una provisión inacabable de materiales sobre Drácula que amablemente iba poniendo a mi disposición, y soportó numerosas conversaciones en torno al presente libro mientras ella trabajaba en sus propios escritos.
Roger Johnson, investigador sobre Drácula durante muchos años, y en sus ratos libres experto en Sherlock Holmes, leyó mis notas palabra por palabra, y me hizo correcciones y sugerencias extremadamente valiosas. Mi agente, Don Maass, me brujuleó a través de numerosas cuestiones contractuales y comerciales con entusiasmo ilimitado. Mi abogado y querido amigo Jonathan Kirsch también me ofreció sus valiosos consejos, pero, lo que es más importante, es mi modelo como escritor y como caballero.
Era muy importante para mí que este libro fuese publicado por W. W. Norton, una empresa que apoya de modo increíble a sus autores. Deseaba intensamente volver a trabajar en el equipo de Bob Weil, el editor jefe, y sus ayudantes, Tom Mayer y Lucas Wittmann, para sacar a la luz el presente volumen. Su amistad y su profesionalidad hacen que constituya un gran orgullo ser un autor de Norton. Elizabeth Pierson llevó a cabo un impresionante trabajo de transcripción y edición. Julia Druskin supervisó, con gran paciencia y pericia, la producción y el diseño del libro. Louse Brockett, de Norton, y Megan Beatie, Angela Hayes y Lynn Goldberg, de Goldberg McDuffie Communications, dieron sabios consejos y montaron la apropiada logística por lo que se refiere a la publicidad.
Janet Byrne, que había colaborado previamente conmigo en Sherlock Holmes anotado, aceptó amablemente encajar este libro en su ya repleto programa de trabajo, lo que le agradecí muchísimo. Nuestras amistosas discusiones en torno a cuestiones planteadas por mis notas, los temas de que había que tratar y el manejo de las fuentes textuales, todo hizo que este libro resultase mejor de lo que yo me hubiera atrevido a pensar. Su diligencia en leer detenidamente y con mucho esfuerzo los cientos de notas a pie de página y los miles de datos, hizo posible que me mantuviese en un alto nivel de investigación. Que su talento vaya unido a una personalidad encantadora, un agudo ingenio y una energía incansable hace de ella una colaborada ideal.
Como siempre, mis socios expertos en leyes Bob Kopple, Douglas Schwartz y David Elbaz fueron generosos con su apoyo y para tolerancia con mis malabarismos con las prácticas legales y mis escritos sobre estas a salto de mata. El amor de mis hijos, Matt, Wendy, Stacy, Evan y Amanda, y de mis nietos, Maya, Devin y Matthew, es lo que alimenta mi devoción por escribir.
En el lugar más preeminente, sin embargo, debe —como siempre— figurar mi propia Mina Harker, mi amada esposa Sharon. A ella se debe la idea del presente libro, y ella me acompañó, en espíritu, en mis aventuras de Inglaterra y Rumanía. Sharon escuchó con paciencia cada una de las notas que yo encontraba fascinante, cada teoría absurda que yo necesitaba demoler, cada «¡Eureka!» que yo lanzaba durante mi investigación. Al contrario que Mina, Sharon no tuvo que mecanografiar este libro para mí, pero ella estaba allí cuando Norton dijo «sí» al proyecto, y estaba allí cuando escribí el finis. Entre lo uno y lo otro, ella ha sido mi inspiración, mi musa y mi luz.
Leslie S. Klinger
Los Ángeles, California
Septiembre 2007