He abusado de la ayuda de muchos. En primer lugar, debo agradecer y rendir culto a Carolyn McCray por su amistad sempiterna y por su orientación desde la primera hasta la última palabra… y más allá. Y a Steve Prey por su ardua y minuciosa ayuda con los esquemas, la logística, el material gráfico, además de sus sensatas aportaciones de naturaleza crítica. A su esposa, Judy Prey, por soportarnos a Steve y a mí, y por el tiempo que le he robado con mis numerosas y desesperadas peticiones de último minuto. Estos mismos esfuerzos, y muchos otros, son los que tuvo que soportar, aceptar e incluso superar Penny Hill (con ayuda de Bernie y Kurt, por supuesto). Por la colaboración con los detalles de la novela debo dar las gracias a Jason R. Manzini, investigador superior del Museo Mashantucket Pequot, y por la asistencia con los idiomas, a Diane Daigle y David Evans. Cabe destacar que el libro no sería lo que es sin mis asesores principales, que me arrastran por las ascuas con cierta regularidad y sin un orden concreto: Chris Crowe, Michael Gallowglas, Lee Garrett, David Murria, Dennis Grayson, Dave Meek, Royale Adams, Jane O’Riva, Kathy Duarte, Steve Cooper, Susan Tunis y Carolina Williams. Por el mapa utilizado en la obra, debo dar las gracias a su fuente: el CIA World Factbook 2000. Por último, quiero citar a las cuatro personas que continúan siendo mis más leales seguidores: mi editora, Lyssa Keusch, mis agentes, Russ Galen y Danny Baror, y mi publicista, Jim Davis. Y, como siempre, acepto sobre mis hombros el peso de todo posible error, dato o detalle inexacto.