1901-1902

1 de enero de 1901

He regresado a la cripta, y he colocado los materiales del prestigio en un lugar más adecuado. Luego Hutton y yo colocamos un poco de veneno para ratas, pero en el futuro tendré que encontrar algo más seguro que sacos de tela en donde almacenar los materiales.

15 de enero de 1901
Idmiston Villas.

Hesketh Unwin me informó de que tiene a mi disposición tres nuevos contratos para actuar. Dos de ellos ya han sido confirmados, mientras que el otro depende de la inclusión de «En un abrir y cerrar de ojos» (el cual por el momento sólo es una propuesta, presentada de forma atractiva por Unwin). He accedido, y por lo tanto las tres representaciones pueden ser consideradas algo seguro. ¡Un total de trescientas cincuenta guineas!

Ayer, el artefacto de Tesla llegó de regreso desde Derbyshire, y, con la asistencia de Adam Wilson, lo desempaqueté y lo monté inmediatamente. Según mi reloj, tardé menos de quince minutos. Tenemos que ser capaces de hacerlo en diez minutos, cuando estemos trabajando en un teatro. La hoja de instrucciones del señor Alley asegura que cuando él y Tesla estaban comprobando su movilidad fueron capaces de montar todo el aparato en menos de doce minutos.

Adam Wilson conoce el secreto del truco, ya que es necesario. Adam ha estado trabajando para mí durante más de cinco años, y creo que puedo confiar en él. Para estar lo más seguro posible, le he ofrecido una paga extra de diez libras por su confidencialidad, que serán depositadas en un fondo acumulado a su nombre después de cada número con éxito. Él y Gertrude están esperando su segundo hijo.

He estado trabajando aun más en la presentación escénica de «En un abrir y cerrar de ojos», y también ensayando varios de mis otros trucos. Debido a los meses transcurridos desde mi última aparición profesional en público, estoy un poco oxidado. Confieso que abordé estos trucos y prácticas rutinarias sin entusiasmo alguno, pero una vez que me concentré bien en ellos comencé a divertirme.

2 de febrero de 1901

Esta noche actué en el Finsbury Park Empire, pero no incluí «En un abrir y cerrar de ojos» en mi representación. Acepté el encargo como una manera de probar el agua, para experimentar una vez más lo que se siente al actuar en directo frente a un público.

Mi versión de «El piano que desaparece» fue muy bien acogida, y fue aplaudida efusivamente y durante un largo rato, pero al final de mi presentación me sentí frustrado e insatisfecho.

¡Anhelo tanto realizar el truco de Tesla!

14 de febrero de 1901

Ayer ensayé «En un abrir y cerrar de ojos» dos veces, y haré lo mismo dos veces más mañana. No me atrevo a hacer más que eso. Lo llevaré a cabo el sábado por la noche en el Trocadero de la calle Holloway, y luego al menos una vez más durante la semana siguiente. Creo que si lo ejecuto con suficiente regularidad, entonces los ensayos extras, más allá de los cambios de escenario, la necesidad de distraer la atención del público y la habitual charlatanería, no deberían ser necesarios.

Tesla me advirtió que habría efectos secundarios, y éstos son de hecho muy profundos. La utilización del artefacto no es un asunto trivial. Cada vez que paso por él, padezco.

En primer lugar se encuentra el dolor físico. Mi cuerpo es separado en mil pedazos, desmontado totalmente. Cada pequeña partícula de mi cuerpo es esparcida en todas direcciones, fundiéndose con el éter. En una fracción de segundo, una fracción tan pequeña que no puede ser medida, mi cuerpo se convierte en ondas eléctricas. Es irradiado a través del espacio y materializado nuevamente en el lugar que ha sido designado como blanco.

¡Bum! ¡Me rompo en mil pedazos! ¡Bum! ¡Estoy entero otra vez!

Es un estallido violento que explota en cada pedazo de mi cuerpo y en todas direcciones. Imagínense una barra de acero golpeando violentamente contra la palma de su mano. Ahora imagínense diez o veinte más martilleando en el mismo lugar desde diferentes ángulos. Más caen sobre sus dedos, sobre su muñeca. Cien más golpean el dorso de su mano. Las puntas de sus dedos. Cada articulación.

Más golpes que explotan hacia fuera desde el interior de su carne.

Imagínense ahora que el dolor se esparce por todo su cuerpo, tanto por dentro como por fuera.

¡Bum!

¡Una milésima de segundo de completa agonía!

¡Bum otra vez!

Eso es lo que se siente.

Pero sin embargo llego al lugar deseado, y estoy exactamente igual a como estaba en aquella milésima de segundo anterior. Estoy todo entero, y soy idéntico a mí mismo, pero estoy en un estado de choque, de indescriptible dolor.

La primera vez que utilicé el artefacto de Tesla, en el sótano de la Casa Caldlow, sin ninguna sospecha de lo que iba a experimentar, me desplomé en el suelo creyendo que había muerto. Parecía imposible que mi corazón y mi cerebro pudieran sobrevivir tal explosión de dolor. No tuve ningún pensamiento, ninguna reacción emocional. Sentí como si me hubiera muerto, y actué como si me hubiera muerto.

Cuando caí al suelo, Julia, quien por supuesto me acompañaba durante la prueba, corrió a mi lado. El primer recuerdo claro que tengo en el mundo de la postmuerte es el de sus dulces manos metiéndose en mi camisa para buscar alguna señal de vida.

Abrí los ojos, asustado y sorprendido, feliz más allá de las palabras de tenerla a mi lado, de sentir su ternura. Rápidamente pude ponerme de pie, asegurarle que estaba bien, abrazarla y besarla, ser yo mismo una vez más.

En realidad, luego, la recuperación física de esta brutal experiencia es en sí bastante rápida, pero las consecuencias mentales son formidables.

El día de aquella primera prueba en Derbyshire, me obligué a repetir la prueba por la tarde, pero como resultado fui arrojado en la más oscura de las penumbras y permanecí allí durante gran parte de la Navidad. Había muerto dos veces. Me había convertido en un muerto vivo, en un alma condenada.

Y como recuerdos de lo que hice en aquel entonces quedaron los materiales que más tarde tuvimos que guardar en la cripta. Ni siquiera pude enfrentarme a aquella horripilante tarea hasta la víspera del año nuevo, tal como he dicho.

Ayer, aquí en Londres, a plena luz eléctrica y en la familiaridad de mi taller, con el equipo de Tesla montado, sentí que debía someterme a dos ensayos más. Soy un mago, un profesional. Debo conferir una cierta apariencia a lo que hago, darle brillo y encanto. Debo proyectarme a mí mismo a través del teatro en un abrir y cerrar de ojos, y en el momento de la materialización, debo parecer un mago que ha realizado lo imposible con éxito.

Caer de rodillas, como presa de un desvanecimiento, está fuera de toda discusión.

Revelar aunque sólo sea un atisbo de la milésima de segundo de agonía que he soportado también estaría fuera de lugar.

Lo más importante es que me enfrento a un doble nivel de subterfugio que completar. Un mago en general revela un efecto que es «imposible»: un piano que parece desaparecer, una bola de billar que aparece mágicamente de la nada, una dama que atraviesa una lámina de cristal espejado. El público, por supuesto, sabe que lo imposible no se ha hecho posible.

«En un abrir y cerrar de ojos», gracias a un método científico, de hecho consigue realizar lo que hasta ahora había sido considerado imposible. ¡Lo que el público ve es realmente lo que ha sucedido! Pero no puedo permitir nunca que se sepa, porque en este caso la ciencia ha reemplazado a la magia.

Mi tarea consiste en hacer mi milagro menos milagroso gracias a mi cuidadoso arte. Debo emerger del transmisor elemental como si no hubiera sido golpeado violentamente hasta ser descuartizado, y golpeado bruscamente una vez más para materializarme de nuevo.

Así que trato de aprender a prepararme para enfrentar el dolor, para reaccionar sin desplomarme; doy un paso hacia adelante con los brazos en alto y una resplandeciente sonrisa, para luego hacer una reverencia y agradecer los aplausos.

Intento desconcertar al público lo suficiente, pero no demasiado.

Escribo ahora acerca de lo que sucedió ayer, porque anoche, cuando regresé a casa, estaba sumido en tal desesperación que no podía ni siquiera pensar en escribir todo lo que había sucedido. Ahora, después del almuerzo, soy más o menos yo nuevamente, pero la mera perspectiva de dos ensayos más mañana ya me está acobardando y deprimiendo.

16 de febrero de 1901

Estoy lleno de ansiedad por la actuación de esta noche en el Trocadero. Me he pasado toda la mañana en el teatro, montando el artefacto, probándolo, desmontándolo, y luego guardándolo otra vez bajo llave, seguro en sus cajas de embalaje.

Después de eso, tal como era de esperar, vinieron las prolongadas negociaciones con los tramoyistas, firmemente hostiles ante mis intenciones de colocar cajas en el escenario. Al final, una simple transacción de dinero arregló el asunto y mis deseos prevalecieron, pero esto ha significado un duro golpe en mis ingresos derivados del espectáculo. Está claro que este truco puede realizarse únicamente si puedo exigir honorarios mucho más generosos que los que haya ganado antes. Mucho depende del espectáculo de esta noche.

Ahora tengo una o dos horas libres, antes de regresar a la calle Holloway. Planeo pasar parte de este tiempo con Julia y con los niños, y trataré de dormir una breve siesta en el tiempo que quede. Sin embargo, estoy tan nervioso que el sueño me parece algo remotamente imposible.

17 de febrero de 1901

Anoche crucé el éter sin peligro alguno desde el escenario del Trocadero hasta el palco real. El aparato funcionó perfectamente.

¡Pero el público no aplaudió porque no vio lo que estaba ocurriendo! Cuando finalmente comenzaron los aplausos, fueron más atónitos que entusiastas.

El truco debe tener una estructura más sólida, una sensación de peligro más exagerada. Y el punto de llegada debe ser iluminado por un foco, para dirigir la atención hacia el sitio en el que me materializo. He hablado con Adam al respecto, y él sugiere, astutamente, que podría construir un espolón que salga desde el artefacto para atraer la electricidad que se desprende durante el número. De ese modo, sería mi mano y no el foco dirigido de un tramoyista lo que haría recaer la luz sobre mí. La magia siempre es la mejor alternativa.

Actuamos otra vez el martes en el mismo teatro.

He dejado lo mejor para el final: fui capaz de ocultar completamente la sacudida del impacto. Tanto Julia, quien vio el espectáculo desde el auditorio, como Adam, quien estaba observándolo todo a través de un pequeño agujerito que había en la cabina oculta en el fondo del escenario, dicen que mi recuperación fue casi impecable. En este caso resultó ser en mi propio beneficio que el público no estuviera totalmente atento, porque solamente ellos dos notaron el único defecto que se produjo (di un pequeño y accidental paso hacia atrás).

En lo que a mí respecta, el hecho de haber practicado con el artefacto ha minimizado el impacto, y la cosa ha ido mejorando poco a poco cada vez que lo he intentado. Es de esperar que dentro de un mes pueda soportar el efecto con aparente indiferencia.

También he notado que la subsiguiente melancolía que padezco es mucho menos intensa de lo que era después de mis primeros intentos.

23 de febrero de 1901
En Derbyshire.

Mi número del martes, bastante mejorado después de las lecciones del fin de semana, fue recompensado con una laudatoria reseña en The Stage, ¡un resultado más satisfactorio que nada de lo que pueda imaginarme! Ayer en el tren Julia y yo lo leímos y releímos las palabras, regocijándonos con el indudable efecto que tendrán en mi carrera. Debido a nuestro exilio temporal aquí en Derbyshire, no notaremos los resultados tangibles hasta que estemos de regreso en Londres a principios de la semana que viene, cuando hayamos terminado aquí. Puedo esperar satisfecho. Los niños están con nosotros, el clima es frío y fantástico, y estamos embelesados ante el espectáculo de sobrios colores de las llanuras y páramos de la región.

Siento que finalmente me estoy acercando a los años más álgidos de mi carrera.

2 de marzo de 1901
En Londres.

Tengo un total (sin precedentes) de treinta y cinco actuaciones confirmadas en mi diario de presentaciones, comprometiendo el período de los próximos cuatro meses.

Tres de éstas son espectáculos bajo mi propio nombre artístico, y uno de ellos se llamará «El gran Danton entretiene»; en diecisiete teatros encabezaré el programa; el resto de las fechas pagan generosamente con dinero lo que no ofrecen en prestigio.

Con todas estas posibilidades de elección he podido exigir ciertos detalles antes de aceptar, como las especificaciones técnicas relativas al área de los bastidores, así como también obligarles a cumplir con mi condición de colocar cajas en el escenario.

Ahora, suministrarme un detallado plano del auditorio se ha convertido en un punto fundamental del contrato, al igual que la firme y solemne garantía de un suministro eléctrico regular y fiable. En dos casos, los directivos del teatro están tan ansiosos por traerme ante su público que me han garantizado que instalarán el suministro eléctrico con antelación a mi espectáculo.

Estaré viajando por todo el país. Brighton, Exeter, Kidderminster, Portsmouth, Ayr, Folkestone, Manchester, Sheffeld, Aberystwyth, York, todos estos sitios y muchos más me recibirán en mi primera gira, al igual que la propia capital, donde tengo varias presentaciones.

A pesar de los viajes (en trenes y carruajes de primera clase y pagados por otros), la planificación es muy espaciada, dentro de lo razonable, y mientras mi pequeño séquito atraviesa el país tendremos muchas oportunidades para realizar las visitas que sean necesarias a la Casa Caldlow.

Mi agente ya está hablándome de giras en el exterior, tal vez pensando en otro probable viaje a Estados Unidos. (Aquí surgirían ciertos problemas adicionales, ¡pero ninguno está más allá del ingenio de un mago en la flor de la vida!). Todo es extremadamente satisfactorio, y espero ser perdonado por dejar constancia de ello en un estado de total confianza en mí mismo.

10 de julio de 1901
En Southampton.

Estoy en la mitad de un ciclo de presentaciones de una semana en cartelera en el Teatro Duchess aquí en Southampton. Julia vino ayer a visitarme, trayendo con ella, según mis peticiones, mi baúl de viaje de papeles y archivos, y como tengo acceso a este diario, éste parece ser un buen momento para realizar una de mis anotaciones periódicas.

He estado revisando y ensayando continuamente «En un abrir y cerrar de ojos» durante algunos meses, y ahora es una técnica casi perfecta. Todas mis esperanzas anteriores se han cumplido. Puedo pasar a través del éter sin reflejar en ningún momento el sufrimiento físico que soporto. La transición se produce sin ningún problema y de forma impecable, y, desde el punto de vista del público, es imposible de explicar.

Tampoco los efectos secundarios, los cuales me afectaron tanto al principio, son ya un problema. No sufro ninguna angustia depresiva, ni falta de confianza en mí mismo. Al contrario (y no le he confiado esto a nadie, ni lo he registrado en ningún otro documento más que en este diario secreto y bajo llave), la desfragmentación de mi cuerpo se ha convertido en un placer al que me he vuelto casi adicto. Al principio estaba descorazonado a causa de los pensamientos de muerte, de una vida de ultratumba, pero ahora cada noche experimento mi materialización como un nuevo nacimiento, una renovación de mi ser. Cuando todo esto comenzó me preocupaba la cantidad de veces que tendría que realizar el truco, pues me preocupaba estar listo y preparado cada vez, pero ahora, apenas termino una actuación, anhelo la próxima.

Hace tres semanas, durante un descanso temporal en mi recorrido, monté el equipo de Tesla en mi taller y me sometí al proceso. No fue para probar nuevas técnicas de presentación, ni para perfeccionar las ya existentes, sino únicamente por el placer físico que me brinda la experiencia.

La disposición de los materiales del prestigio que debe realizarse en cada espectáculo es todavía un problema, pero después de todo durante estas últimas semanas hemos desarrollado unas cuantas rutinas para que el trabajo sea realizado con el mínimo alboroto posible.

Gran parte de las mejoras que he realizado han sido en el área de la técnica de presentación. Mi error al principio fue suponer que la mera brillantez de mi efecto sería suficiente para deslumbrar a mi público. Lo que estaba desatendiendo es uno de los axiomas más antiguos de la magia, esto es, que el milagro del truco tiene que quedar muy claro en la presentación. Los públicos no son fáciles de engañar, por lo que el mago debe despertar su interés, mantenerlo y luego desconcertar toda expectación que pudieran albergar, logrando lo aparentemente imposible.

Al complementar el artefacto de Tesla con una variedad de efectos y técnicas de magia (muchos de ellos bien conocidos por los magos profesionales), convierto la presentación de «En un abrir y cerrar de ojos» en algo intrigante, incluso algo aterrador, y finalmente desconcertante. No utilizo todos los efectos en cada una de las presentaciones, y varío deliberadamente el espectáculo para mantenerme a mí mismo fresco y a mis rivales confundidos, pero a continuación detallaré algunas de las formas en que distraigo la atención del público:

Sin embargo, esta libertad me ha hecho imprudente. Una noche, prácticamente a causa de un capricho, me proyecté a mí mismo dentro de un tanque de cristal lleno de agua colocado sobre el escenario. Éste fue un grave error, porque cometí el pecado capital del mago: no había ensayado el efecto y dejé gran parte al azar. A pesar de que mi sensacional y acuáticamente explosiva llegada al agua puso al público de pie, preso de la emoción, también casi me mata. Mis pulmones instantáneamente se llenaron de agua, y durante un par de segundos estuve luchando para mantenerme con vida. Únicamente el rápido proceder de Adam Wilson me salvó la vida. Fue un espantoso recordatorio de uno de los anteriores ataques de Borden.

Después de esta inoportuna lección de rematerialización, si alguna vez estoy tentado de intentar un nuevo efecto, lo ensayo primero exhaustivamente.

Por supuesto, mi actuación consta mayoritariamente de trucos convencionales. Tengo un inmenso repertorio de trucos, y cada vez que estreno en un nuevo teatro, cambio mi programa. Siempre presento un espectáculo variado, comenzando con una de las conocidas prestidigitaciones, como por ejemplo «Copas y bolas» o «Misteriosas botellas de vino». Después siguen varios trucos de cartas de diferentes clases, y luego, para darle al espectáculo un toque de elegancia visual, realizo algún truco utilizando sedas, banderas, flores de papel o pañuelos. Intento acercarme al momento cumbre mediante dos o tres trucos en los que utilizo mesas, cajas o espejos, frecuentemente con la participación de voluntarios del público. «En un abrir y cerrar de ojos» cierra invariablemente mi espectáculo.

14 de junio de 1902
En Derbyshire.

Estoy más ocupado que nunca. Realicé mi gira británica, de agosto a octubre de 1901. Había otro viaje a Estados Unidos, desde noviembre del año pasado hasta febrero de este año. Hasta mayo estuve en Europa, y actualmente estoy comprometido para realizar una extensa gira por los teatros británicos, esta vez concentrándome en aquellos que están situados en los complejos turísticos de la costa.

Planes para el futuro:

¡Tengo intenciones de tomarme un largo descanso y pasar mucho tiempo con mi familia! Gran parte de septiembre está vacío con este propósito, así como la primera parte de octubre.

(Durante mi estancia en Estados Unidos intenté localizar a Nikola Tesla. Tengo ciertas preguntas que me gustaría hacerle acerca de su artefacto, y algunas sugerencias para mejorar su funcionamiento. También pensé que seguramente estaría interesado en saber lo útil que me ha resultado hasta ahora. Sin embargo, Tesla se ha escondido. Se rumorea que está en quiebra, ocultándose de sus acreedores).

3 de septiembre de 1902
En Londres.

¡Una revelación trascendental!

Ayer por la noche, temprano, mientras estaba descansando entre espectáculo y espectáculo en el Teatro Daly en Islington, un hombre se presentó en la entrada de artistas para verme. Cuando vi su tarjeta pedí que lo condujeran inmediatamente hasta mi camerino. Era el señor Arthur Koeing, el joven periodista del Evening Star que me había dado tanto de qué hablar acerca de Borden. No me sorprendió enterarme de que ahora el señor Koeing tiene el puesto de asistente del editor de noticias de ese periódico. Los años le han agregado un toque de gris a las patillas de su rostro y varios centímetros a su cintura. Entró cordialmente, me agitó la mano arriba y abajo, y me dio unas palmadas en los hombros.

—¡Acabo de ver su función vespertina, señor Danton! —me dijo—. Lo felicito de todo corazón. Por una vez las reseñas son justas con un número de teatro de variedades. Confieso haberme sorprendido y divertido en igual medida.

—Me alegra oír eso —le dije, y le hice una seña a mi asistente de camerino para que le sirviera una pequeña copa de whisky al señor Koeing. Cuando terminó le pedí que nos dejara a solas y que regresara al cabo de quince minutos.

—¡A su salud, señor! —anunció Koeing, alzando su copa—. ¿O debería decir: mi Lord?

Lo miré fijamente, sorprendido.

—¿Cómo demonios se ha enterado de eso?

—¿Y por qué piensa que no podría haberlo hecho? La noticia de la muerte de su hermano llegó a la prensa de la manera habitual, y como era de esperar se publicaron algunas noticias al respecto.

—He visto esos reportajes —le contesté—. Ninguno de ellos me mencionó.

—Debido a que casi toda la gente de la calle Fleet lo conoce por su nombre artístico. Tuve que encontrar a un verdadero admirador suyo para conectarlo a usted con Henry Angier.

—A usted no se le escapa nada, ¿no es cierto? —dije, con admiración concedida a regañadientes.

—Esa clase de información, no, señor. No se preocupe, su secreto está a salvo conmigo. ¿Porque supongo que es un secreto?

—Siempre he mantenido ambas parcelas de mi vida separadas. En ese sentido, sí que es un secreto y me gustaría que lo tratase como tal.

—Le doy mi palabra, mi Lord. Le agradezco que sea tan honesto conmigo. Acepto que los secretos son su especialidad, y no tengo deseos ni de descubrirlos ni de desvelarlos.

—No siempre fue así —señalé—. La última vez que nos vimos…

—Se refiere al señor Borden, es cierto. Eso, le confieso, es un caso ligeramente diferente. Sentí que él me estaba provocando con sus secretos.

—Sé a lo que se refiere.

—Sí, señor, creo que lo sabe.

—Dígame, Koeing. Usted ha visto mi espectáculo hoy. ¿Qué piensa de mi último truco?

—Usted ha perfeccionado lo que el señor Borden ha esbozado simplemente.

Aquello fue música para mis oídos, pero le pregunté:

—Usted dice que le sorprendió, pero su curiosidad no se ha visto provocada, ¿verdad?

—No. La sensación de misterio que usted crea es una que me resulta familiar. Cuando uno observa a un maestro ilusionista trabajando, siente curiosidad acerca de cómo se realiza el truco, pero también se da cuenta de que sufriría una gran desilusión si obtuviéramos una explicación.

Sonrió mientras dijo eso, y luego, en silencio y alegremente, le dio algunos sorbos a su whisky.

—¿Puedo preguntarle —dije finalmente— a qué debo el placer de esta visita?

—He venido a disculparme con respecto al asunto del señor Borden, su rival. Confieso que todas mis elaboradas teorías acerca de él estaban equivocadas, mientras que la suya, directa y sencilla, era correcta.

—No creo comprenderle —dije.

—Cuando vine a verle, recordará usted que sostenía la presuntuosa teoría de que el señor Borden realizaba una magia mucho más fenomenal que ningún otro mago que haya existido antes.

—Lo recuerdo —le dije—. Y astutamente me convenció de que así era. Yo le estuve muy agradecido…

—Usted, sin embargo, tenía una explicación más sencilla. Borden no es sólo un hombre sino dos, dijo usted. Hermanos gemelos idénticos, cada uno ocupando el lugar del otro según fuera necesario.

—Pero usted demostró…

—¡Usted tenía razón, señor! El número del señor Borden está en realidad basado en gemelos. Alfred Borden es un nombre resultado de la combinación de dos: Albert y Frederick, hermanos gemelos, que actúan juntos como si fuesen uno.

—¡Eso no es verdad! —dije.

—Pero era su propia teoría.

—En lugar de cualquier otra —le expliqué—. Usted me desengañó rápidamente.

—Tenía pruebas… Muchas de las cuales han resultado ser circunstanciales, y el resto de las cuales habían sido falsificadas. Yo era un reportero joven, en aquel entonces no muy experto en mi profesión. Desde entonces he aprendido a verificar los datos, a verificarlos nuevamente, y luego una vez más.

—Pero yo mismo investigué el asunto a fondo —dije—. Examiné los registros de su nacimiento en el hospital, los expedientes de la escuela a la que asistió…

—Falsificados hacía ya mucho tiempo, señor Angier. —Me miró interrogativamente, como si quisiera asegurarse de que se estaba dirigiendo a mí correctamente. Asentí con la cabeza, y él prosiguió—: Los Borden han construido sus vidas alrededor de esta ilusión. No se puede confiar en nada que tenga que ver con ellos.

—Yo investigué muy cuidadosamente —insistí—. Yo sabía que había dos hermanos con esos nombres, ¡pero uno es dos años menor que el otro!

—Da la casualidad de que los dos nacieron en mayo, según recuerdo. No hace falta mucha falsificación para cambiar un registro de nacimiento del 8 de mayo de 1856 al 8 de mayo de 1858.

—Había una fotografía de los dos hermanos ¡en la que aparecían juntos!

—¡Sí, y una demasiado fácil de encontrar! Debió haber sido depositada allí para que alguien como usted o como yo se topara con ella. Y tal como era de esperar, así lo hicimos.

—Pero los dos hermanos eran claramente diferentes. ¡Yo mismo vi el retrato!

—Y yo también. De hecho, tengo una copia de él en mi oficina. La distinción que hay entre sus características faciales es extraordinaria. Pero seguramente usted más que cualquier otra persona sabe lo que puede lograrse con la utilización de maquillaje teatral.

La noticia me dejó atónito, y me quedé mirando fijamente el suelo, incapaz de pensar coherentemente.

—Indignante y provocador, ¿no es así? —dijo Koeing—. Usted también debe sentir lo mismo. Ambos hemos sido engañados por un par de bromistas.

—¿Está seguro de todo esto? —le pregunté—. ¿Totalmente seguro? —Koeing asentía lentamente con la cabeza—. Por ejemplo, ¿alguna vez ha visto usted a los dos hermanos juntos?

—Ésta es la base de mi seguridad. Únicamente una vez, y también tan sólo muy brevemente, se encontraron y yo estaba presente.

—¿Los estaba espiando?

—Estaba espiando a uno de ellos —me corrigió Koeing—. Seguí al señor Borden cuando salió de su casa una noche de agosto. Iba caminando solo y entró en el Regents Park, aparentemente para dar un tranquilo paseo. Yo le estaba siguiendo a una distancia de aproximadamente noventa metros. Cuando rodeó el círculo interior del parque, un hombre que venía en dirección opuesta se acercó a él. Cuando se encontraron se detuvieron y permanecieron en silencio durante aproximadamente tres segundos y luego intercambiaron algunas palabras. Después siguieron caminando como antes. Esta vez, sin embargo, Borden llevaba un pequeño maletín de cuero. El otro hombre no tardó en pasar a mi lado, y cuando lo hizo vi que su aspecto era idéntico al de Borden.

Me quedé mirando a Koeing fija y pensativamente.

—¿Cómo sabe usted que…? —Estaba pensando con mucho cuidado si podría haber alguna posibilidad de error—. ¿Cómo sabe que el hombre que siguió caminando, el que ahora llevaba el maletín, no era el hombre que había hablado con Borden? Simplemente podría haber regresado por el camino por el que había venido. Y si fuera así, ¿no habría sido el Borden que usted había estado siguiendo el que pasó a su lado?

—Sé lo que vi, mi Lord. Llevaban ropa distinta, tal vez para ocultarse, pero esto me permitió distinguirlos. Se encontraron, siguieron caminando, eran idénticos.

Mi mente estaba completamente concentrada. Estaba pensando rápidamente en los mecanismos que utilizaría para montar una actuación mágica teatral. Si era verdad que eran gemelos, entonces ambos hermanos tendrían que estar presentes en el teatro en cada presentación. Esto significaría que el personal que trabajara entre bastidores inevitablemente tendría que estar al tanto del secreto. Ya sabía que Borden no utilizaba cajas en el escenario, y siempre hay gente paseándose por los bastidores durante un espectáculo, viendo bastante más de lo que le convendría. Todo el tiempo durante el cual estuve realizando el truco del cambio con un doble fui consciente de ello. Pero el secreto de Borden, si tenía que creer a Koeing, había permanecido intacto durante muchos años. Si el número de Borden estaba basado en gemelos idénticos, entonces seguramente el secreto se habría filtrado hace ya muchos años.

De lo contrario, ¿cuál era la explicación? Únicamente que el secreto se mantuviera antes y después de los espectáculos. Que Borden-1, por decirlo de alguna manera, llegara al teatro con sus artefactos y sus accesorios, con Borden-2 ya oculto en una de las piezas. Borden-2 haría debidamente su aparición durante el espectáculo, mientras Borden-1 iba a esconderse en los accesorios que habían sido colocados sobre el escenario.

Indudablemente era factible, y si eso era todo, yo sería capaz de aceptarlo. Pero muchos años viajando de una función a la siguiente, con la carga de los aspectos puramente prácticos de los largos viajes en tren, de la contratación de asistentes, de la localización de sitios donde hospedarse y demás, me hacían dudar. Borden debería de tener un equipo trabajando con él: un ingénieur, por supuesto, uno o más asistentes que aparezcan sobre el escenario, varios transportistas y otros trabajadores, un agente. Si todas estas personas estaban enteradas de su secreto, entonces su capacidad para el silencio era extraordinaria.

Por otro lado, y mucho más probable si consideramos la naturaleza del ser humano, si no se podía confiar en ellos, Borden-1 y Borden-2 tendrían que comprometerse con un pacto secreto a todo riesgo.

Aparte de esto, estaban las realidades cotidianas de la vida teatral. Por ejemplo, en los días en que había una función de tarde, ¿qué haría Borden-2 (el que estaría oculto en los artefactos) entre presentación y presentación? ¿Permanecería escondido mientras su hermano se relajaba en el camerino con los otros artistas? ¿Saldría de allí secretamente, luego se escondería solo en el camerino hasta que llegara la hora de la próxima función?

¿Cómo harían los dos para entrar y salir de los teatros sin ser descubiertos? Los encargados de las entradas de los artistas son celosos guardianes, y en algunos teatros el portero es tan notablemente puntilloso cuando se trata de comprobar la identidad y el trabajo a realizar de cada uno que, según se dice, hasta algunos actores famosos tiemblan solamente ante la idea de llegar tarde o de intentar pasar de contrabando. Siempre hay formas alternativas de introducirse en el edificio de un teatro, especialmente por la zona de carga y descarga del escenario o por la parte de adelante del auditorio, pero, una vez más, esto denota una necesidad de constante discreción y preparación, y hay que estar dispuesto a soportar ciertas incomodidades en absoluto insignificantes.

—Veo que le he dado algo que pensar —dijo Koeing, interrumpiendo así mis cavilaciones. Tenía el brazo estirado sosteniendo su copa vacía de whisky como para pedir que se la llenaran nuevamente, pero yo quería tiempo para reflexionar, así que le quité la copa un tanto bruscamente.

—¿Esta vez está seguro de sus datos? —le pregunté.

—Son totalmente fiables, señor. Le doy mi palabra.

—La última vez me dio algunas pistas para que yo mismo pudiera comprobar sus afirmaciones. ¿Me está proponiendo ahora algo similar?

—No, únicamente le ofrezco mi palabra. He visto personalmente a esos dos hombres juntos, y, en lo que a mí respecta, no es necesaria ninguna otra prueba.

—No para usted, tal vez —me puse de pie, para indicarle que la entrevista había terminado.

Koeing recogió su sombrero y su chaqueta, y se dirigió hacia la puerta, la cual sostuve.

Y le dije, con el aire más despreocupado que pude simular:

—No muestra curiosidad alguna acerca de cómo realizo mi propio truco.

—Supongo que es magia, señor.

—¿Entonces no sospecha que yo tenga un gemelo idéntico?

—Sé que no lo tiene.

—Así que me ha investigado —le dije—. ¿Y qué hay de Borden? ¿Se pregunta él cómo consigo realizar el efecto?

El señor Koeing me guiñó marcadamente un ojo.

—Estoy seguro de que él y su hermano no querrán que usted sepa que les sale humo de las orejas a causa de la curiosidad que sienten acerca de usted, señor. —Extendió su mano y me la dio—. Una vez más, lo felicito. Si puedo decirlo, ha sido muy tranquilizador verlo con tan buena salud.

Se fue antes de que pudiera contestarle, pero creo que sé a qué se refería.

7 de septiembre de 1902
En Londres.

Mi corta temporada en Daly ha finalizado, y ahora podré ocuparme de mis asuntos en Londres durante un tiempo, y pasar mi ansiado mes con Julia y con los niños en Derbyshire. Mañana estaré de viaje camino al Norte; Wilson ha salido antes que yo para ocuparse de los habituales preparativos de los materiales del prestigio.

Esta mañana he guardado el artefacto de Tesla en mi taller, he liquidado las pagas de mis asistentes para las próximas semanas, he saldado todas mis cuentas pendientes y he hablado largamente con Unwin acerca de las presentaciones de otoño y de invierno. Parece ser que estaré muy ocupado desde mediados de octubre hasta marzo o hasta abril del año que viene. Mis ingresos estimados derivados de estas presentaciones, incluso después de que todos mis gastos generales hayan sido descontados, me harán rico, superando los sueños más extravagantes de mi juventud. A finales del año que viene no necesitaré, muy probablemente, trabajar nunca más.

Lo que me lleva a dar una explicación del comentario de despedida de Koeing.

Hace algunos meses, cuando estaba enfrascado en cómo perfeccionar la presentación de «En un abrir y cerrar de ojos», pensé en un nuevo cambio final para el truco. Se me ocurrió a raíz de aquellos oscuros sentimientos que sentía al principio, a los que de alguna manera estaba sobreviviendo más allá de la muerte. Hice todo lo posible para que, gracias a una combinación de luces colocadas con mucho cuidado y algo de maquillaje, al final de mi número, después de haber pasado por el éter, mi apariencia fuera distinta, más cansada y avejentada. Parecería estar agotado debido al rigor del experimento. Sería un hombre que habría coqueteado con la muerte y que ahora mostraba sus inconfundibles rastros.

Este efecto se ha convertido en una parte rutinaria de mi número. A lo largo de todo mi espectáculo me muevo con mucho cuidado, como si intentara evitar que mis extremidades se lastimen, me giro con una suave rigidez de cintura y espalda, camino con los hombros encorvados. Trato de aprovechar al máximo mi estado físico, actuando como si no me importara. Después de haber realizado «En un abrir y cerrar de ojos», y una vez que todos me han visto materializarme de nuevo, entonces permito que la iluminación realice su labor más horripilante. Mientras cae el telón gran parte del público cree que soy alguien cuyo final está próximo.

Aparte del efecto en sí, estoy pensando en una estrategia a largo plazo. Para decirlo claramente, estoy planeando, y me estoy preparando, para mi propia muerte.

Después de todo, estoy bastante familiarizado con el concepto. Durante muchos años representé el papel de hombre muerto, mientras Julia representaba el papel de viuda.

Y después de haber experimentado tantas transiciones mediante el dispositivo infernal de Tesla, la idea de poder representar sobre el escenario mi propia muerte ha surgido fácilmente.

El año que viene quiero retirarme del escenario para siempre. Quiero liberarme de las interminables giras, de los largos viajes, de las estancias nocturnas en habitaciones de alquiler teatrales, de las interminables peleas con los administradores de los teatros. Estoy harto de rodearme de discreción, y siempre temo nuevos ataques de Borden.

Y lo más importante: mis hijos están creciendo y deseo estar con ellos mientras lo hacen. Edward irá pronto a la universidad, y las niñas sin duda se casarán pronto.

El año que viene a estas alturas seré, como digo, económicamente independiente, y mediante inversiones prudentes la finca y la herencia Caldlow deberían bastar para mantener a mi familia durante el resto de mi vida y la de ellos. En lo que respecta al resto del mundo, la vida de El gran Danton, de Rupert Angier, llegará a un final trágico, causado por los rigores de su profesión, en algún momento del otoño de 1903.

Mientras tanto, sin publicidad ni ninguna clase de anuncio, el 14.° conde de Colderdale tomará casi al mismo tiempo las riendas de su herencia.

Ésta es por lo tanto la explicación del comentario de Koeing acerca de mi «sorprendente» buena salud. Es un hombre muy listo, que sabe más acerca de mí de lo que yo desearía.

Acerca de este tema, he estado reflexionando mucho sobre su teoría de que no hay un Borden sino dos. Todavía dudo. Y no porque la idea en sí sea inverosímil —después de todo, mi ayudante Cutter lo había descifrado él mismo—, sino debido a las interminables ramificaciones que se derivarían de vivir en tal engaño. Ya había pensado en algunas de ellas cuando Koeing estaba en mi camerino.

¿Qué pasa con la vida cotidiana? Ningún artista está trabajando continuamente, sin importar lo exitosa que sea su carrera. Hay períodos de descanso, tanto voluntarios como involuntarios. Hay retrasos inevitables entre presentaciones. Algunos espectáculos y algunas giras pueden ser cancelados justo antes de empezar. Existen vacaciones, enfermedades, crisis familiares.

Si Borden no es un hombre sino dos, y uno de estos hombres está siempre oculto para que el otro pueda parecer ser el «único» Alfred Borden, ¿dónde y cómo se está ocultando? ¿Qué sucede en la vida del hombre oculto mientras está escondido? ¿Cómo se pone en contacto con su hermano? ¿Se encuentran alguna vez, y si es así, cómo se las arreglan para no ser descubiertos por nadie? ¿Cuánta gente sabe del engaño, y cómo puede Borden estar seguro de que el secreto está a salvo con ellos?

Y hablando en particular de los demás, ¿qué hay de la esposa de Borden? ¿Y qué hay de sus hijos?

Si Borden es dos hombres, no pueden ser ambos maridos de la misma esposa, ni padres de los mismos niños. ¿Cuál de ellos es el esposo, cuál es el padre? La esposa de Borden es una mujer de familia respetable y, según todo el mundo, no es ninguna tonta. ¿Qué sabe ella realmente acerca de Borden?

¿Le está ocultando acaso su verdadera identidad?

¿Acaso la ocultación y el engaño pueden extenderse con éxito incluso hasta el hogar matrimonial, hasta el lecho conyugal? ¿No sospecharía ella nada, ni detectaría diferencia alguna entre los dos hombres?

¿Y qué hay de la tradición familiar, de las bromas o de los comentarios íntimos, de los recuerdos personales compartidos, de las cuestiones de intimidad física? ¿Es concebible que los dos hombres colaboraran hasta tal punto que incluso las cuestiones personales hayan sido incluidas dentro de las precauciones y de los secretos que rodean a un simple truco escénico?

Lo opuesto es todavía más difícil de creer; que la esposa de Borden conoce la verdad acerca de todo el asunto y que, por alguna razón, se aviene a soportarlo. Si eso fuera cierto, el acuerdo seguramente ya se habría roto hace muchos años.

Uno de los dos hermanos inevitablemente habría empezado a sentirse como el socio minoritario del acuerdo; uno de ellos (permítanme nuevamente llamarlo Borden-2) no sería el que en realidad pasó por la ceremonia de casamiento. Por lo tanto, a los ojos de la mujer sería menos esposo que Borden-1, ¿y qué pasaría entonces con las cuestiones inherentes al matrimonio?

Y con respecto a este tema, Borden-2 no sería el verdadero padre de los niños. (Supongo, en una concesión a los principios morales, que el Borden-2 que no se casó es el mismo Borden-2 que no engendró a los hijos). Borden-2 sería por lo tanto tío de los niños, alejado de ellos por un escenario, emocional y físicamente. La esposa, la madre, no podría evitar discriminarlo de alguna manera.

Es una situación cargada de inestabilidad.

Estas dos explicaciones son tan poco probables que me veo obligado a buscar una tercera. Los hermanos Borden deliberadamente no le han contado la verdad a la esposa, y han intentado engañarla, pero ella le ha dado la vuelta a la situación. En otras palabras, se ha dado cuenta de lo que está pasando (¿cómo podría no hacerlo?), pero por motivos personales ha decidido aceptarlo.

A pesar de que esta teoría contiene sus propios misterios, creo que es la explicación más plausible, pero aun así todo el asunto resulta totalmente inverosímil.

Yo llegaría muy lejos, y de hecho lo hago, para proteger mis secretos, pero no permitiría que se convirtieran en una obsesión. ¿Podría ser que Borden y el supuesto hermano de Borden fueran tan obsesivos como Koeing dice?

¡Todavía tengo dudas acerca de esto!

En definitiva, no importa, porque un truco es un truco y todos los que lo ven saben que se está llevando a cabo un engaño. Pero Julia sufrió terriblemente a causa de nuestra enemistad, y mi propia vida estuvo endemoniadamente cerca de terminar también a causa de eso. Pienso que Borden es un hombre capaz de obsesionarse con sus secretos, y enfrentarme a él fue mi desgracia.

¡También fue mi suerte, fruto de nuestra disputa, dar con el truco que me está haciendo rico!

27 de noviembre de 1902
En alguna parte entre Wakefeld y Leeds.

Después de unas largas y beneficiosas vacaciones en Derbyshire con Julia y con los niños, estoy otra vez de gira. Mañana estreno en el Teatro King William en Leeds, donde estaré en cartelera dos veces por noche hasta finales de la semana que viene.

Desde allí a Dover, donde encabezo el programa en el Teatro Overcliff. Desde allí a Portsmouth, durante la semana que precede a la Navidad.

Soy un hombre cansado pero feliz.

A veces la gente se fija en mi apariencia y hace comentarios bien intencionados acerca de mi mal aspecto. Yo soy valiente en lo que a esto respecta.