Un truco tiene tres etapas. Primero la preparación, en la que se insinúa, se sugiere o se explica la naturaleza de lo que se quiere conseguir. Se ve el artefacto, y a veces participan voluntarios del público. Mientras se prepara el truco, el mago intenta, de todas las maneras posibles, distraer su atención hacia otro punto.
En la actuación, toda una vida de práctica del mago y su don innato para el teatro se unen con el fin de producir la mágica demostración.
La tercera etapa se denomina a veces efecto, o el prestigio, y es el producto de la magia. Si se saca un conejo de una chistera, puede decirse que el conejo, que aparentemente no existía antes de que se realizara el truco, es el prestigio de ese truco.
«El nuevo hombre transportado» es bastante inusual entre las ilusiones, en el sentido de que su preparación y su realización son lo que más intriga al público, a los críticos y a mis colegas magos, mientras que para mí, el prestigio es la mayor preocupación.
Los trucos son de seis categorías o tipos distintos (dejando a un lado el campo especializado de la ilusión mentalista). Cualquier truco realizado alguna vez pertenece a una o más de las siguientes seis categorías:
Producción: la creación mágica de alguien o algo.
Desaparición: la desaparición mágica de alguien o algo.
Transformación: el cambio aparente de una cosa por otra.
Transposición: el cambio aparente de lugar de dos o más objetos.
Desafío de leyes naturales: por ejemplo, desafiar la gravedad, simular que un objeto sólido pasa a través de otro, hacer aparecer un gran número de objetos o personas en un lugar en principio demasiado pequeño para albergarlos a todos.
Fuerza motriz secreta: provocar la aparición o el movimiento de objetos por su propia voluntad, como por ejemplo hacer que una carta concreta se eleve misteriosamente fuera del mazo.
Una vez más, «El nuevo hombre transportado» no es enteramente típico, pues pertenece, al menos, a cuatro de las categorías anteriormente mencionadas. La mayoría de los trucos dependen solamente de una o dos de estas categorías, aunque una vez vi un elaborado efecto en Europa, donde se empleaban cinco de las categorías.
Por último, están las técnicas de magia.
Los métodos a disposición de los magos no pueden clasificarse tan sistemáticamente, porque en el campo de la técnica, un buen mago no descartaría nada. La técnica de la magia puede consistir en algo tan simple como poner un objeto detrás de otro para que el público ya no lo vea, o bien puede ser tan compleja, que requiera una preparación previa en el teatro y el trabajo coordinado de un equipo de asistentes y una pareja artística.
El mago puede escoger de un inventario de técnicas tradicionales. Desde las cartas manipuladas para que una carta esté necesariamente en juego hasta el deslumbrante telón de fondo que permite ocultar muchos pases mágicos, pasando por la mesa o el accesorio pintado de negro que el público no puede ver claramente, o los muñecos, dobles, monigotes, sustitutos y escondites. Además, un mago inventivo debe utilizar también lo novedoso. Cualquier nuevo dispositivo o juguete o invención que aparece en el mundo debería provocar la siguiente pregunta: «¿Cómo podría crear un nuevo truco con esto?». De esta forma, en el pasado reciente hemos visto nuevos trucos que emplean el motor alterno, el teléfono, la electricidad y un inolvidablemente destacado efecto creado con la bomba de humo de juguete del doctor Warble.
La magia no tiene misterio alguno para los magos. Trabajamos en variaciones de métodos estándar. Lo que le parecerá nuevo o desconcertante al público, es simplemente un desafío técnico para otros profesionales. Si se desarrolla un truco nuevo e innovador, es tan sólo una cuestión de tiempo que el efecto sea reproducido por otros.
Todo truco tiene su explicación, ya sea el uso de un compartimento secreto, un espejo diestramente colocado, un asistente colocado entre el público para hacer de «voluntario» o la simple distracción, intencionada, de la atención del público.
Ahora coloco mis manos ante ustedes, con los dedos separados para que vean que no hay nada oculto entre ellos, y digo: «El nuevo hombre transportado» es un truco como cualquier otro, y puede ser explicado. Sin embargo, gracias a la combinación de un simple secreto que ha sido guardado cuidadosamente, de muchos años de práctica, una cierta cantidad de distracción de parte del público, y el uso de técnicas de magia convencionales, se ha convertido en la pieza clave de mi actuación y de mi carrera. También ha desafiado los mejores esfuerzos de Angier por descubrir su misterio, tal como pronto dejaré registrado.
Sarah y yo nos tomamos unas cortas vacaciones con los niños por la costa Sur, y llevé mi cuaderno conmigo. Primero fuimos a Hastings, porque hacía años que no iba, pero no nos quedamos mucho tiempo. El lugar vive un declive que temo será irreversible. El almacén de papá, vendido después de su muerte, había cambiado de nuevo de propietarios, y ahora es una panadería. Se han construido muchas casas en el valle que está detrás de la casa, y pronto se inaugurará una línea de ferrocarril hasta Ashford.
Después de Hastings fuimos a Bexhill. Luego a Eastbourne. Luego a Brighton. Luego a Bognor.
Mi primera anotación en el cuaderno dice que fui yo quien intentó humillar a Angier, y yo quien, a su vez, fui humillado por él. Aparte de este detalle, que después de todo no es tan importante, creo que mi informe sobre lo que sucedió es veraz, incluyendo los otros detalles.
Estoy haciendo demasiados comentarios sobre el secreto, y por lo tanto dándole demasiada importancia. Esto me resulta irónico, después de tomarme tantas molestias para señalar cuán triviales son en realidad muchos de los secretos de la magia.
No creo que mi secreto sea trivial. Puede adivinarse fácilmente, tal como lo ha hecho Angier aparentemente, a pesar de lo que he escrito. Probablemente también otros lo hayan adivinado. Cualquiera que lea este relato [2] probablemente lo descifrará solo.
Lo que no puede adivinarse es el efecto que ha tenido el secreto sobre mi vida. Ésta es la verdadera razón por la que Angier nunca resolverá todo el misterio, a menos que yo mismo le dé la respuesta. Nunca podrá creer hasta qué punto mi vida se ha modificado para mantener intacto el secreto. Eso es lo que importa.
Mientras pueda seguir controlando cómo se escribe, entonces puedo seguir adelante con mi informe sobre cómo ve el truco el público.
«El nuevo hombre transportado» es un truco cuya apariencia ha cambiado a lo largo de los años, pero cuyos métodos siempre han sido los mismos.
Progresivamente, su realización ha necesitado dos cajas, o dos mesas, o dos bancos. Una se coloca en el área inferior del escenario, la otra sobre el escenario. No es esencial colocarlas de una manera determinada, y su posición varía de un teatro a otro, dependiendo del tamaño y la forma del escenario. Lo único importante es que ambas piezas deben estar clara y ampliamente separadas una de la otra. El artefacto debe estar bien iluminado y el público debe poder verlo claramente desde el principio hasta el final.
Describiré la versión más antigua del truco, y por lo tanto la más simple, cuando utilizaba cajas cerradas. En esa época el truco se llamaba «El hombre transportado».
Ayer como hoy, mi actuación llega a su clímax con este truco, y, desde entonces, solamente han cambiado algunos detalles. Por lo tanto, lo describiré como si la versión anterior perteneciera todavía a mi actual espectáculo.
Las dos cajas se suben al escenario, ya sea por los tramoyistas, los asistentes o en algunos casos miembros voluntarios del público, y se comprueba que ambas están vacías. A los voluntarios se les permite meterse dentro, abrir las puertas y también las paredes con bisagras del fondo, y mirar dentro del espacio de las ruedas. Las cajas se vuelven a cerrar y se colocan en sus respectivas posiciones.
Después de un breve y gracioso preámbulo (pronunciado con mi acento francés) sobre la conveniencia de estar en dos lugares al mismo tiempo, me acerco a la caja más cercana, la primera, y abro la puerta.
Por supuesto, todavía está vacía. Tomo una pelota inflable grande y de colores estridentes de mi mesa de accesorios y la hago rebotar un par de veces para demostrar la fuerza con que se mueve. Entro en la primera caja, dejando por el momento la puerta abierta.
Lanzo la pelota en dirección a la segunda caja.
Desde dentro, cierro de un portazo la puerta de la primera caja.
Desde dentro, abro suavemente la puerta de la segunda caja, y salgo fuera. Atrapo la pelota cuando viene hacia mí.
Cuando la pelota toca mis manos, la primera caja se desploma, la puerta y tres paredes se despliegan dramáticamente, mostrando que está completamente vacía.
Con la pelota en la mano, me acerco a las luces, y acepto el aplauso del público.