Málaga, 2007
Izzie le dio el visto bueno al vestido por el que Amy se había decidido finalmente tras recorrer casi una decena de tiendas de la malagueña calle Larios. Era una agradable tarde de mediados de octubre en la que ambas habían decidido aprovechar el poco tiempo libre del que disponían para ir de compras.
Había aterrizado por primera vez en la ciudad de Málaga hacía ya casi cinco meses para el comienzo del rodaje de Better Days. Se habían instalado en una acogedora casa andaluza situada a un par de kilómetros de la preciosa localidad de Frigiliana. Disfrutaban de unas inmejorables vistas del mar, de la montaña y del bello pueblo de escalonadas casas blancas. Había elegido ese perfecto enclave alentada por Liam. Aunque era una localidad frecuentemente visitada por turistas, a ambos les pareció el lugar perfecto para alcanzar los pocos momentos de intimidad y tranquilidad que disfrutarían durante aquellos ajetreados meses.
Al ansiado deseo de llevar a la pantalla aquella excelente historia concebida, imaginada y meditada por Amy, se unió Antonio Banderas como productor. En el momento en el que Liam y Amy se reunieron con él y su esposa Melanie en su residencia de Los Ángeles para exponerle aquella descabellada pero atrayente propuesta, Antonio se mostró interesado en participar en el proyecto. Siendo malagueño de nacimiento y no siendo ésa la primera película que rodaba en su ciudad natal, todo el equipo de Arbroath Film Entertainment se encontró con la agradable sorpresa de que el rodaje se estaba convirtiendo en las mejores vacaciones pagadas de sus vidas. Así que, después de todo, su estancia en España no estaba siendo tan agitada como pensaron en un principio. El rodaje ya había llegado a su fin y afortunadamente gracias al esfuerzo de todas las instituciones y, particularmente, del ayuntamiento de la ciudad, todo había salido a pedir de boca. Salvo varios problemas de alguna licencia para rodar en playas de Punta Umbría en Huelva, dada su localización cercana a un Parque Nacional, el resto fue como la seda. Amy fue la salvación de Liam con respecto al idioma aunque después de cinco meses había conseguido hacerle estudiar los puntos fundamentales de la gramática española y sorprendentemente aprendía a una velocidad vertiginosa. El mismo Antonio Banderas siempre se dirigía a él en español y Amy optó por imitarlo. Tuvo que reconocer impresionada que Liam se defendía bastante bien. Resultaba de lo más sexy cuando lo escuchaba hablar en el más bello idioma que jamás había conocido.
Los recorridos por las callejuelas del centro histórico de la capital, las sonrisas en los rostros de los paseantes, esas deliciosas tapas acompañadas de una cerveza bien fría, los inolvidables momentos que pasaban sentados en el paseo marítimo de Pedregalejo después de haber disfrutado de una inigualable fritura de pescado y esa eterna luz que duraba hasta altas horas de la tarde, eran una de las mil y una razones por las que Liam estaba considerando muy en serio la posibilidad de establecerse allí para las vacaciones del resto de su vida.
Izzie había volado hasta la ciudad de Málaga para supervisar las últimas semanas de rodaje antes de regresar a Nueva York para comenzar con la fase de posproducción. Miles le había acompañado a condición de que aprovecharan aquellos días para tomarse unas minivacaciones. Liam se encontraba en Londres para asistir al estreno de la nueva película de Scott Fairfield. Llegaría después de medianoche para asistir al día siguiente a la fiesta de despedida que el Ayuntamiento de Málaga ofrecía a todo el equipo de producción. El rodaje había supuesto un impulso económico notable para la ciudad que había estado en el punto de mira durante todo aquel período. Liam había caído rendido ante el embrujo de aquella tierra y de toda la región andaluza así como del resto de las ciudades españolas que había tenido oportunidad de visitar junto a Amy. Por aquella razón había acordado con Antonio que el estreno mundial de Better Days tuviera lugar en abril de 2008 con motivo de la próxima edición del Festival de Cine de la ciudad de Málaga.
—Ése te queda perfecto —comentó Izzie al ver a Amy salir del probador.
—¿No es un poco atrevido?
—Si lo dices por el color, no. Además, estás muy bronceada y te favorece muchísimo.
—¿Crees que a Liam le gustará?
—Si por él fuera no llevarías nunca nada encima.
Amy comenzó a reír.
—Bueno, creo que me lo voy a quedar.
—Más te vale porque si tengo que entrar en otra tienda más caeré desfallecida. Necesito tomar algo ya.
—Pero si no hace ni dos horas que te has zampado un chocolate con churros —le sonrió mientras volvía a meterse en el probador.
—Lo sé, será el clima. Pero me muero por una tapa de ensaladilla rusa y unas croquetas.
El ruido de un móvil la interrumpió.
—Es el tuyo —gritó Izzie rebuscando en el bolso de Amy—, ¿contesto?
—Sí, por favor.
—Hola —dijo cuando logró dar con él.
—¿Hablo con Amy MacLeod?
—Me temo que no puede hablar en este momento. ¿Quién le llama?
—Soy Marcus Geerstat, su abogado, y usted es…
—Marcus, hola. Soy yo, Izzie.
—Hola, Izzie. No había reconocido tu voz. ¿Estáis todavía en Málaga? ¡Cómo os envidio! Seguro que disfrutando aún de temperatura veraniega a pesar de estar en pleno otoño.
—Pues sí. Este clima es una gozada. Mañana es la fiesta de despedida y desmontaremos el cuartel general en un par de días. El jueves regresamos a Nueva York. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Hay alguna buena noticia? Espera, Amy ya está disponible —le dijo al ver que salía de nuevo del probador.
—¿Quién es?
—Es Marcus.
Amy tomó el aparato en sus manos y se lo llevó al oído repentinamente alterada. Siempre que recibía alguna llamada de Marcus notaba que el ritmo de los latidos de su corazón aumentaba estrepitosamente.
—Hola, Marcus. ¿Ocurre algo?
—No te alarmes, es que no podía esperar para darte la buena noticia.
—¿Quieres decir que…?
—La embajada me acaba de notificar que podéis viajar el próximo 10 de noviembre para traeros a vuestro hijo —le interrumpió.
—Oh… Marcus… no es cierto. Es una broma.
Izzie la miró con expresión interrogante mientras veía cómo su amiga se llevaba las manos hasta la boca para dejar escapar una exclamación en silencio.
—No es una broma. Te aseguro que no bromearía jamás con algo así, Amy —le dijo en tono relajado.
—Lo sé, Marcus. Es que creía que este momento no llegaría nunca.
—Pues ya ves que todo llega y si las cosas salen como esperamos, pasaréis todos juntos vuestras primeras navidades en casa.
—Dios, estoy deseando darle la noticia a Liam. Lleva algunas semanas algo estresado e irritable así que sé que esto va a suponer un gran incentivo para él.
—Estoy seguro de que así será. Toda la documentación está en perfecto orden. Me encargo a partir de hoy mismo de ir tramitando los visados, los billetes y el alojamiento. También os iré organizando la cita con el médico para un par de vacunas recomendables. Nuestros tramitadores ya están en marcha con vuestro proceso. Lamento no haber avisado con más antelación pero, ya sabes cómo funciona todo esto.
—No te preocupes; estamos al tanto.
—Espero que la agenda de Liam le permita estar apartado del trabajo durante más de un mes. ¿Crees que podrá soportar estar todo ese tiempo en la India? —preguntó riendo.
—Estaremos preparados para pasar allí todo el tiempo que las autoridades locales requieran. Ya lo conoces y no saldrá de allí si no es con un pequeño Wallace bajo el brazo.
—Me parece perfecto, ¿qué tal si os veo en mi despacho el próximo miércoles? Ya me ha dicho Izzie que regresáis dentro de tres días.
—Así es. Estaremos allí, Marcus.
—De acuerdo. Mis mejores deseos para los dos a partir de este mismo instante. Ese niño va a ser muy afortunado.
—Ésa es nuestra intención. Gracias otra vez, Marcus.
—Gracias a vosotros. Al fin y al cabo éste es mi trabajo y me pagáis por ello.
—Y lo hacemos con mucho gusto. —Amy rió de nuevo—. Hasta pronto.
—Buen viaje de regreso y hasta pronto.
Amy pulsó la tecla de apagado.
—¿Para cuándo el viaje? —preguntó Izzie nerviosa.
—El 10 de noviembre. Oh, Izzie, aún no puedo creerlo.
—Es fantástico —se abrazó a ella—. Ya puede estar tranquilo porque tendrá un compañero de juegos.
Amy se separó bruscamente de sus brazos.
—¿Compañero de juegos? ¿Qué? Espera, no…
—Sí —interrumpió Izzie.
—Pero ¿Cuándo? ¿Cómo? Bueno, quiero decir…
—No haré caso a la segunda pregunta —dijo riendo— respecto al cuándo, estoy de catorce semanas.
—Pero bueno… si no se te nota nada. ¿Cuándo pensabas decírmelo?
—Bueno, la verdad es que no queríamos adelantar acontecimientos hasta que tuviéramos la certeza de la fecha de vuestro viaje. No me parecía justo hacerte partícipe de esto cuando tú aún no sabías… ya me entiendes.
—Eres tonta, ¿cómo puedes pensar algo así? Es una noticia magnífica y me duele que te lo hayas guardado justo hasta este momento.
—¿Y no es mejor así?
—De todas formas estaba empezando a sospechar. Tienes demasiado apetito y eso no es muy normal en ti.
—Me temo que voy a tener que empezar a controlarme si no me quiero poner como una foca.
—¡Izzie, Izzie! No puedo creer que estés esperando un bebé. Pero si yo creía que para vosotros el tema de los niños estaba ya zanjado.
—La verdad es que no podía seguir pensándolo mucho. Cumplo cuarenta dentro de poco, así que teníamos pocas opciones. Estamos muy contentos y ahora mucho más sabiendo que a vosotros también se os acaba el tiempo de espera.
—Estoy deseando hablar con Liam, pero creo que esperaré a que llegue para darle la noticia personalmente.
—No creo que aguantes hasta esta noche.
—Se me van a hacer eternas las próximas semanas.
—Todo va a pasar más rápido de lo que imaginas. Ya lo verás.
—Bueno, ¿qué te parece si empiezo por pagar este mini vestido y nos vamos a tomar algo para celebrarlo?
—Sí, por favor. Creía que no lo dirías nunca.
Tal y como había previsto Izzie, no pasaron ni tres minutos cuando marcó el número de Liam para anunciarle la feliz noticia, pero tuvo que dejarle el mensaje en el buzón de voz. Sabía que le devolvería la llamada en cuanto lo escuchara y así lo hizo, pero él también se vio obligado a dejarle otro mensaje que Amy escuchó una hora más tarde mientras Miles las conducía de vuelta a casa.
Cuando llegó se fue directamente hasta la ducha mientras Izzie y Miles descansaban un poco antes de la cena en las habitaciones de abajo. Volvió a intentarlo con Liam aunque sabía que en ese instante estaría en Leicester Square siendo aclamado por multitudes. Efectivamente, estaba fuera de cobertura. Escuchó su mensaje:
—Vaya, parece ser que no nos ponemos de acuerdo. No vuelvas a hacerlo, cariño. No vuelvas a dejarme un mensaje así en el buzón de voz. Felicita a Miles e Izzie de mi parte. Lo celebraremos en cuanto llegue. He blasfemado cuando he sido consciente de que no he podido tenerte cerca para besarte y abrazarte. —Se detuvo un par de segundos antes de continuar—. Con un poco de suerte en dos o tres horas estaré camino de Gatwick. Espero no llegar muy tarde así que espérame despierta. Hoy te necesito más que nunca. —Su tono relajado dejó traslucir cierta nota de inquietud—. Te quiero.
Amy volvió a escucharlo y permaneció varios minutos meditando sobre el matiz de las palabras expresadas. Trató de no darle importancia y reanudó sus pasos hacia la cocina para preparar algo para la cena.
Pulsó la tecla de encendido del mando del televisor de la estancia y sintonizó un canal internacional que estaba retransmitiendo en diferido las imágenes de su entrada en el Leicester Square Theater. Como siempre apuesto, desenvuelto y cordial con todos aquellos que se apiñaban a su alrededor. Pero advirtió algo diferente en sus habituales formas. No se detenía durante mucho tiempo ante un micrófono o ante un admirador que le reclamaba un autógrafo o una foto. Sus respuestas a algunas preguntas de la prensa eran demasiado escuetas, sobre todo aquéllas que hacían mención a algo relacionado con su vida personal lo cual era perfectamente comprensible. Acto seguido parecía despertar, como si se hubiera dado cuenta de que su actitud no era la correcta, para volver a sorprender con algún hábil comentario o con una sonora carcajada. Pero lo que realmente le preocupó fueron aquellas otras sonrisas comedidas o simplemente corteses acompañadas de alguna que otra mirada taciturna.
Por mucho que la gente se imaginara que lo conocía nadie salvo ella y los más cercanos a él sabían que cuando traspasaba el umbral de su vida privada, aquel imbatible e indomable escocés que con el paso de los años había adquirido proporciones de guerrero highlander, seguía mostrándose a sus ojos como el mismo joven alto, grácil, de aspecto despreocupado, mirada sincera, corazón de hierro, alma errante y voz profundamente poética que desafiaba las reglas para regirse simplemente por los principios. A pesar de las vicisitudes por las que se había visto obligado a pasar, era sin duda el hombre más valiente que jamás había conocido.
Estaba acostumbrada a permanecer en un segundo plano cuando se trataba de su profesión. Lo había decidido motu propio aunque era algo que Liam no llevaba del todo bien porque no deseaba estar apartado de ella más tiempo del estrictamente necesario. Sin embargo, en aquel preciso instante lamentó no haberlo acompañado a Londres. Por un momento creyó que se consumía por el solo hecho de no poder sentir el contacto de su mano apretando firmemente la suya, su mirada, su sonrisa y su beso tranquilizador. Era su forma de apaciguar su estado de nervios cada vez que tenían que hacer frente a cualquier compromiso ineludible por parte de ambos. Anhelaba su contacto más que nunca.
Dejó la televisión en silencio cuando volvió a cambiar de canal. Las mismas imágenes se volvieron a repetir en un canal español, mezclándose con las palabras que había dejado en su contestador y que todavía resonaban en su mente. «Espérame despierta. Hoy te necesito más que nunca».
El ruido de la maciza puerta de roble al cerrarse la despertó del ligero sueño que estaba empezando a vencerle. Dejó a un lado el libro que se había resbalado sobre su regazo y consultó el reloj. Pasaban treinta y cinco minutos de la medianoche. Se levantó del sofá y fue al encuentro de su marido, que entraba en la estancia en ese mismo instante deshaciéndose de su americana. Se detuvo a tan sólo un par de pasos de ella. Pese al cansancio reflejado en sus ojos su aspecto era sencillamente sublime. A veces continuaba preguntándose qué había visto en una mujer como ella. Amy alargó su brazo y Liam la tomó de la mano para franquear la corta distancia que los separaba.
—Vaya… estás despierta. No me lo puedo creer —le dijo al tiempo que su esposa posaba un beso fugaz en sus labios.
—Debería haberte acompañado. Siento tanto no haber estado contigo para poder haber recibido la noticia al mismo tiempo.
—No pasa nada —le dijo Liam pasando su brazo alrededor de su cintura para acercarla aún más hacia él.
—Sí que pasa. Hoy me necesitabas y no he estado a tu lado. Soy una egoísta y…
—Cállate y deja que te bese —le dijo interrumpiéndola con una turbadora sonrisa sin darle lugar a réplica.
Amy se estremeció cuando Liam le separó suavemente los labios con el pulgar rozándolos levemente con la lengua para después sumergirse en ellos. Volvió a deslizar las manos sobre su cintura mientras su beso se hacía más profundo demorándose en cada curva.
—Vaya… —logró decir Amy cuando Liam se separó de ella jadeante—. ¿Era para esto para lo que me necesitabas despierta? Si lo llego a saber me habría puesto algo más apropiado y te habría esperado en la cama.
—Así estás perfecta —añadió Liam comiéndosela con los ojos.
De un impulso la tomó en sus brazos para llevarla hasta su dormitorio. Después de desnudarla, Liam besó, saboreó y acarició cada centímetro de su cuerpo mientras escuchaba los suaves gritos sofocados que escapaban de sus húmedos labios. Cuando notó como sus caderas se elevaban, Liam perdió el control y rodeándole la cintura con las manos, entró en ella con un solo movimiento. Amy cerró los ojos durante un breve instante, pero los volvió a abrir cuando sintió que Liam dejaba de moverse dentro de ella.
—Prométeme una cosa —le dijo de repente con voz ahogada.
Amy permaneció callada, aún conmocionada por las pulsaciones que sacudían su cuerpo. Los ojos de Liam desbordaban una pasión sin límites.
—Prométeme que jamás volverás a marcharte. Prométeme que no vas a volver a separarte de mí pase lo que pase.
—Mi amor, ¿qué es lo que…?
—Prométemelo, por favor. —Sujetó con vigor una de sus manos y las llevó de nuevo hasta su torso desnudo. Amy pudo sentir los acelerados latidos de su corazón.
—Cariño, me estás asustando…
—Quiero oírtelo decir, necesito oírtelo decir.
—No voy a volverme a separar de ti, pase lo que pase.
—Pase lo que pase —repitió Liam.
—Sí, pase lo que pase.
Entonces Liam, sin apartar la vista de su rostro, volvió a moverse para introducirse nuevamente en la suave calidez de aquella mujer que amaba hasta la locura haciendo que arqueara su cuerpo hacia el suyo fundiéndose ambos en perfecta armonía. Con cada desplazamiento la excitación de Amy aumentaba pidiendo más. Liam la besó con infinita ternura moviendo las caderas al mismo tiempo que entraba profundamente en ella asumiendo el control. Comenzó a incrementar el ritmo, pero sin interrumpir sus besos hasta que Amy sintió su aproximación a la cima mientras Liam se sumergía definitivamente en ella.
Liam apoyó la cabeza sobre el pecho de Amy cubriéndolo de besos y murmurándole palabras de amor. Salió de ella envolviéndola en un largo y protector abrazo, dejándola aturdida por lo que acababa de suceder. A los pocos minutos abandonó el calor del lecho para dirigirse hasta el cuarto de baño sin pronunciar palabra. Amy supo que algo le había sucedido pero, esperaba que fuera lo que fuese lo que le preocupaba en ese instante terminara confesándoselo.
Se levantó de la cama con una angustiosa inquietud. El agua de la ducha del baño comenzó a correr y optó por irse a la cocina para prepararse algo que lograra calmarla. Aquellos diez minutos que pasó sentada sola frente a la humeante taza, se le hicieron eternos.
Se levantó para dejarla en el fregadero en el mismo instante en que Liam entraba en la estancia en camiseta y ropa interior. Amy le volvió a dar la espalda mientras alzaba la mano para abrir un armario y coger otra taza.
—¿Te apetece algo? —le preguntó.
—Lo mismo que tú. Gracias.
Amy se dirigió hacia el frigorífico. Tomó la botella de agua en sus manos, vació parte del contenido en la taza y fue a meterla en el microondas.
Liam se acercó hacia ella por detrás y le rodeó los hombros con los brazos. Amy sintió el roce de sus labios sobre su cabello. Permaneció en esa posición durante breves segundos, arropada por su cuerpo, percibiendo el olor a champú que desprendía su cabello mojado y la suavidad de su boca sobre la curva de su cuello.
—¿Hay algo que me quieras contar? —le preguntó interrumpiendo aquel intenso instante girándose hacia él.
Liam llevó sus manos hacia la cintura de Amy. Ella no se movió.
—He tenido tiempo para pensar durante estas últimas horas. Tiempo para hacer balance de mi vida. —Se detuvo unos instantes para bajar la vista, pero después volvió a centrar sus ojos en ella—. Estoy a punto de cumplir treinta y ocho años y tengo absolutamente todo lo que un ser humano puede desear. He logrado cumplir el sueño de convertirme en un buen actor, he sido premiado con el mayor reconocimiento y me pagan muy bien por ello. Tengo la suerte de tener a mi lado al amor de vida que también ha conseguido ver su sueño convertido en realidad. Y no sólo eso, en un par de semanas tendremos en nuestros brazos a nuestro más preciado tesoro. A nuestro hijo. Pero por si esto no era suficiente, también tengo la satisfacción personal de ver que finalmente has logrado estar en paz contigo misma y con Clyde a través de todas las obras humanitarias que estás llevando a cabo con su herencia.
—Eso es también obra tuya y lo sabes.
Hicieron caso omiso al pitido del microondas que les avisaba de que el tazón de agua ya estaba listo.
—Tengo un miedo atroz a que esta sensación de absoluta felicidad se derrumbe en cualquier momento.
Amy lo miró a los ojos tratando de encontrar la frase correcta a aquellos pensamientos que parecían perseguirlo.
—Nada es para siempre, Liam.
—Lo sé.
—Pero creo que los dos hemos sufrido lo suficiente como para tener derecho a que esta felicidad pueda perpetuarse y tendremos que hacer todo lo posible para que así sea. Pero para eso tendrás que confiar en mí.
—Confío en ti y lo sabes.
—Entonces, sea lo que sea lo que tienes miedo a confesarme, estoy segura de que no será tan grave.
Liam permaneció callado. Desvió su mirada hacia la mesa y Amy siguió la dirección de sus ojos. Había un sobre.
—Es una demanda de petición de prueba de paternidad —dijo Liam aclarándose la garganta.
No supo interpretar la insólita mirada de Amy que estaba a punto de decir algo, pero Liam sabía que las palabras habían quedado relegadas a algún rincón de su alma. Se acercó vacilante hasta la mesa para coger el sobre y abrirlo delante de él. Después de leerlo lo miró fijamente a los ojos.
—¿Quién es Elisabeth Wilson?
—Es alguien con quien estuve hace tiempo.
—Has estado con muchas mujeres. La prensa se hacía eco de ello cada vez que le ofrecías la oportunidad.
Liam prefirió hacer caso omiso a aquel comentario que denotaba un claro reproche.
—Estaba saliendo con ella justo cuando mi madre falleció y empecé a leer el manuscrito que habías legado a mi familia durante tu última estancia en Callander.
Liam sabía que Amy tenía muchas preguntas en su mente así que le ahorró el duro trago de tener que hacerle pasar por ello.
—El hecho de que por aquellos años estuviera con una mujer tomando café no quería decir que estuviera metida en mi cama. Llegó un momento en el que decidí desistir de tener que desmentir rumores infundados.
—Sabes que nunca te he echado en cara esa parte de tu vida. Eras un hombre libre y no tenías que darle explicaciones a nadie.
—Pero te las di a ti confesándote que nadie había conseguido llenar el vacío que me habías dejado. Lisa siguió conmigo aún sabiendo que aquella relación tenía los días contados. Puede que fuera un defecto, pero siempre le dejé claro tanto a ella como a las otras que jamás lograría corresponderles de la forma que ellas esperaban.
—Si lo hubieras logrado… —agachó la cabeza para rehuir su mirada o quizás los mismos recuerdos—. Si hubieras logrado amar, quizás no te habrías visto obligado a refugiarte en el alcohol con el coste que eso habría supuesto para tu carrera incluso para tu vida.
—Salí de aquel agujero por respeto a mí mismo y por el amor que aún sentía hacia ti. Sabía que donde fuera que estuvieses no estarías orgullosa de mí y eso no podía tolerarlo.
—¿Qué sentías por ella?
—Fue la única que llegó a captar que algo de mi pasado me había dejado marcado y que eso me estaba impidiendo mirar hacia el futuro.
—¿No has contestado a mi pregunta?
—No llegué a amarla si es eso a lo que refieres.
—¿Esta demanda te preocupa a nivel profesional o a nivel personal?
—No seré ni el primero ni el último actor famoso al que le llegue una citación de este tipo. Lo que me preocupa es cómo va a afectarte esto a ti o a nuestra relación e incluso al proceso de adopción en el que estamos inmersos. Dentro de poco viajamos a la India para traernos a nuestro hijo y a partir de ese instante nuestras vidas ya no serán las mismas.
—Todavía no sabes si esta demanda tiene alguna base.
—Conozco a Lisa. No creo que persiga fama ni dinero con esto. Debe de haber alguna razón de peso para que lo haya hecho de esta manera.
—Estuviste sólo unos meses con ella. ¿Cómo puedes estar tan seguro de que puedes ser el padre de su hijo? ¿Cómo sabes que sus intenciones son honestas?
Liam dio un paso adelante. Retiró con suavidad un mechón de cabello y envolvió su cuello con sus manos.
—Yo estaba seguro de que eras la mujer de mi vida desde el mismo día en que te cruzaste en mi camino.
Amy trató de esquivar su emotiva mirada, pero no pudo hacerlo porque Liam la sujetó por la mandíbula obligándola a inclinar su rostro hacia él.
—Y no me equivoqué —continuó al tiempo que posaba sus labios sobre los de ella. Amy no lo rechazó y sintió cómo sus brazos volvían a abarcarla en toda su plenitud.
—Te quiero. —La voz de Amy era un débil susurro—. Y espero estar a la altura de las circunstancias pase lo que pase. Si es cierto que hay una posibilidad de que seas padre de ese niño, no me entrometeré. Habla con tu abogado. Cuanto antes dejemos este tema resuelto, mejor será para todos.
—¿Estás segura?
Amy asintió plenamente convencida.
—No diremos nada a la familia —añadió—. Dejemos las cosas como están y ya lo contaremos todo llegado el momento siempre que la prensa no lo filtre antes.
—No se filtrará —aclaró Liam.
—¿Cómo lo sabes?
—El abogado de Lisa me ha llamado hoy mismo antes de despegar de Londres para comunicarme que la demanda había sido retirada y que su cliente prefería hablar con nosotros personalmente.
—¿Y qué significa ese cambio de táctica?
—Tendré que averiguarlo el próximo día treinta.
—Un momento, ¿he oído bien? ¿Te ha dicho que quiere hablar con nosotros?
—Sí. Le ha pedido que vaya acompañado de mi esposa.
—No entiendo nada, Liam.
—Yo tampoco. He tratado de sacarle más información a Jack Medlay, pero ha insistido en el secreto profesional.
—¿Desde cuándo sabías todo esto?
—Desde hace más de una semana. No debí habértelo ocultado, lo sé. Espero que me perdones, pero estaba aterrorizado con el simple hecho de pensar que este suceso podría alejarte de mí.
—¿Cómo has podido pensar algo semejante? Si he sobrevivido a la pérdida de una hija y a la posibilidad de haberte perdido a ti, te garantizo que puedo hacer frente a cualquier cosa.
—¿Lo dices en serio?
—En serio. Desde el corazón. Pase lo que pase.