Capítulo treinta y ocho

San Francisco, julio de 2006

Liam introdujo la llave en la cerradura del apartamento del número 1870 de Pacific Avenue.

—He vuelto —anunció mientras sorteaba las cajas apiladas en el vestíbulo para entrar en la cocina—. ¿Sabes? Me encanta este lugar. Creo que cometemos un gran error dejando este apartamento. Debería vender mi casa de Los Ángeles y venirme a vivir aquí. No sabes lo que significa para alguien como yo poder pasear normalmente sin que te increpen —decía mientras sacaba los cafés de sus bolsas junto con un par de brownies y se encaminaba hacía el salón. Amy no se encontraba allí.

—¿Amy?

No obtuvo respuesta. En su dormitorio no había nadie así que debía de estar en el de Leah. Iba a entrar, pero se detuvo y permaneció apoyado en el marco de la puerta contemplando cómo doblaba cuidadosamente una por una alguna de las prendas de su hija que había comenzado a sacar del armario. Se demoró cuando en una de ellas comprobó que las etiquetas aún estaban puestas. Era una bonita rebeca de color celeste de Ralph Lauren. Levantó la vista hacía él que la miraba compartiendo en silencio el dolor que sabía sentía al tener que hacer todo aquello.

—Se la compré el día antes de… —No pudo continuar.

Liam dejó sobre una de las cajas los cafés y los brownies y acudió a ella.

—Cariño, ven aquí, vamos… —le dijo tomándola de la mano y acercándola hasta él—. Sshh… lo sé, mi vida, sé que esto es duro, pero tienes que hacerlo —le decía mientras la mecía en sus brazos y le acariciaba el cabello para aplacar sus lágrimas.

—Debería deshacerme de todo, pero no puedo hacerlo. No puedo.

—Nadie te ha pedido que lo hagas. Es lo único físico que te queda de ella así que te comprendo perfectamente.

—Siento tanto estar haciéndote pasar por todo esto.

Liam la separó de sus brazos y rodeó ambos lados de su cuello con las manos para después deslizar los pulgares hacia sus mejillas con el fin de borrar sus lágrimas.

—No digas tonterías. Aunque no haya llegado a conocerla, siento a Leah como parte de mí porque ella formaba parte de ti. No quiero que olvides eso, ¿me oyes?

Amy bajó la vista durante unos segundos. Volvió a alzar los ojos hacia Liam que volvía a deslizar los dedos una vez más sobre el contorno de sus ojos.

—En Oak Creek te preguntaste cómo habrían sido nuestros hijos si hubiéramos seguido juntos.

Liam asintió guardando silencio preguntándose cuál era su objetivo al haber recordado aquel comentario.

—Te puede parecer una locura pero cuando la tuve en mis brazos por primera vez nada más nacer quise pensar que era hija tuya. Lo deseé con tanta fuerza que incluso en algunas ocasiones llegaba a encontrarle cierto parecido contigo, ¿lo puedes creer? —preguntó esbozando una melancólica sonrisa—. Es por eso que le puse el nombre de Leah. Era el más parecido a Liam.

—Lo sé y no me parece ninguna locura. Sentiré a Leah como algo mío siempre.

Consiguió calmar un poco la angustia del momento, pero sabía que lo que desolaba a Amy por dentro era el hecho de no poder darle más hijos.

—Volverás a ser madre, Amy —le dijo.

—Sabes que no…

—Estoy hablando de ser madre, no de tener hijos —le interrumpió—. ¿Qué hay de la adopción?

—¿Es… estarías dispuesto? —le preguntó con cierto indicio de esperanza en su voz.

—Por supuesto que estaría dispuesto. ¿Por qué crees entonces que te he pedido que te cases conmigo? —Le mostró una traviesa sonrisa con objeto de hacerle pasar aquel mal trago aunque sólo fuera durante unos segundos.

—Creía que me lo habías pedido porque me querías.

—¿Bromeas? Era sólo para legalizar la situación y así agilizar los trámites. —Sonrió dándole un beso.

Amy alzó los brazos para rodearle el cuello con las manos. Las deslizó sobre su nuca y Liam agradeció aquel contacto.

—No podría estar superando esto si no hubiera sido por ti. Tendría que vivir varias vidas para agradecerte todo lo que estás haciendo.

—Por el momento me conformo con que te limites a vivir esta vida y no me dejes plantado en el altar el día 29. Sería un desaire por tu parte teniendo en cuenta que me casaré en Callander, donde me conocen desde mi más tierna infancia y ya sabes que tengo una imagen que salvaguardar.

—Lo tendré en cuenta. —Amy lo sorprendió con un largo beso.

—No puedo creer aún que por fin vaya a convertirte en la señora Wallace.

—Yo tampoco logro hacerme a la idea aunque no puedo negar que me siento halagada por el simple hecho de ser la que despose al soltero más codiciado de Estados Unidos.

Liam tuvo que reír.

—Estarás en el punto de mira durante un tiempo, pero cuando dejes de ser la novedad, las aguas volverán a su cauce y lograremos llevar una vida relativamente normal.

—Sabré sobrellevarlo, te lo prometo.

—¿Y lo de vivir permanentemente entre Los Ángeles y Nueva York?

—Haré todo lo que me pidas.

—Esto va a ser duro, sobre todo después del año sabático que vamos a pasar en Europa.

—Vendré con las pilas cargadas dispuesta a seguirte hasta el fin del mundo.

Liam la envolvió de nuevo con sus besos.

—Formaremos un gran equipo. Tenemos muchísimas cosas por hacer —le dijo con una felicidad patente en su mirada.

—Nuestro lema: Yo escribo y tú interpretas.

La ceremonia tuvo lugar en una pequeña iglesia situada cerca de Loch Achray, a unos diez kilómetros de Callander. Era el lugar perfecto para conseguir el efecto que ambos deseaban desde el principio; algo íntimo y sencillo dadas las circunstancias personales recientes tanto suyas como de Amy. Por otra parte, en aquel rincón de Escocia era mucho más fácil escapar de alguna fotografía indiscreta en caso de que la noticia se hubiera filtrado.

Cuando hizo su entrada en el pequeño templo cogida del brazo de James Wallace y pudo ver a Liam, soberbio e impecable con su kilt tradicional creyó que estaba soñando. Su madre la observaba encandilada y con la mirada serena que le provocaba el ver finalmente a su hija al lado del hombre del que jamás debió haberse apartado.

Liam permaneció mirándola extasiado mientras se acercaba hasta él. Por fin se llevaba a cabo la escena que habría reproducido en su mente cientos de veces. Estaba más hermosa que nunca con aquel airoso vestido de corte romántico. Llevaba el rostro descubierto con el cabello recogido en un sencillo peinado. Creyó por un instante que el corazón se le iba a salir del pecho cuando tomó su mano. No pudo evitarlo y le dio un casto beso en la mejilla ante la mirada risueña de todos los asistentes.

—Estás preciosa —le susurró al oído con una atractiva sonrisa.

—Y tú sencillamente impresionante —le respondió Amy llena de orgullo.

Finalizada la homilía, los asistentes y los contrayentes junto al padrino y madrina, se pusieron en pie.

—Queridos Liam y Amy. Habéis venido para que el Señor consagre vuestro amor, ante la comunidad aquí reunida, ante la Iglesia. Jesucristo bendice hoy con toda su fuerza vuestro amor. Él es el primer testigo del compromiso que deseáis contraer. Os fortalecerá y os acompañará a lo largo de toda vuestra vida. Es un compromiso que ahora expresaréis ante todos nosotros.

Liam desvió su mirada para observar el bello perfil de Amy.

—Liam y Amy, ¿venís a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?

—Sí, venimos libremente —respondieron ambos al unísono.

—¿Os comprometéis a amaros y guardaros fidelidad durante toda la vida?

—Sí, nos comprometemos. —En esta ocasión fue Amy quien contempló embelesada la fastuosa imagen del hombre de su vida.

—¿Estáis dispuestos a recibir con amor a los hijos que tengáis y a educarlos en la fe de Cristo?

Liam la miró escuchando sus pensamientos al igual que ella absorbía los suyos.

—Sí, estamos dispuestos.

—Ahora —continuó el sacerdote— ya que queréis uniros en la alianza del matrimonio, unid vuestras manos y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.

Liam sujetó suavemente la mano de Amy mirándola con adoración.

—Yo, Liam, te recibo a ti, Amy, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. —Su voz sonó firme y sin vacilaciones.

—Yo, Amy, te recibo a ti, Liam, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. —La voz de Amy tembló ligeramente por la emoción contenida.

Liam le apretó suavemente la mano.

—Demos gracias a Dios —pronunció el padre O’Brien.

En el momento de la entrega y bendición de arras y anillos, ambos trataron de contener su alto grado de reservada euforia.

—Que el Señor os bendiga y os acompañe. Que tanto la historia que lleváis a vuestras espaldas como la nueva etapa que hoy comienza sean un estímulo de amor y de ilusión para todos los que os rodean. Que vuestro amor siga siendo igual de fuerte y sed felices en todo lo que deseéis emprender. —Ahora era el padre O’Brien quien parecía estar emocionado—. Por la autoridad que me ha sido otorgada por la Santa Iglesia Católica, yo os declaro marido y mujer.

Amy miró a Liam sonriente.

—Liam, ya puedes besar a la señora Wallace.

Se escucharon las leves risas de los asistentes y Liam rodeó con sus brazos a su recién declarada esposa para besarla.

—Jamás pensé que me casaría con un hombre con falda —le dijo Amy bromeando.

—Pues este hombre con falda que acaba de convertirse en tu marido piensa hacerte la mujer más feliz de la tierra.

—Llevas haciéndome feliz toda la vida, así que me temo que tu esfuerzo a partir de ahora tendrá que ser aún mayor.

Matt y Sarah interrumpieron aquel momento con sus risas. Después se vieron rodeados de abrazos, besos y buenos deseos. La recepción continuó en los jardines de la casa de los Wallace. No asistieron más de sesenta invitados. James estuvo totalmente de acuerdo con el deseo de su hijo de celebrar algo completamente íntimo y personal. Tanto Liam como el resto de la familia necesitaban algo así después del fallecimiento de su madre y de Leah. Vinieron los familiares más directos así como los amigos que habían dejado huella en sus vidas hasta ese feliz momento. Compañeros de trabajo, carrera o instituto y del teatro. Liam se quedó gratamente sorprendido al haber recibido confirmación de última hora por parte de Izzie O’Balle, la productora y guionista que le había dado su primera oportunidad en Broadway allá por el año 1998.

Estaba radiante y como siempre a la última en todo tipo de tendencias. No habían vuelto a tener contacto desde hacía varios meses. Izzie le había telefoneado hacía un par de semanas para organizar un encuentro urgente. Quería hablarle de una historia que deseaba adaptar a guión y llevarla al cine con él como protagonista. Cuando Liam le comunicó que se marchaba a Escocia para casarse y tomarse un descanso, Izzie creyó que estaba bromeando.

—Debes de ser la única persona de este país que no se ha enterado —le decía Liam entre risas.

—He estado de vacaciones, cariño. Y ya sabes que si estoy de vacaciones, no hay móviles, ni televisión, ni periódicos. Me convierto en una mujer de las cavernas. Además, de lo de la boda no se ha dicho nada, ¿cómo demonios te las has arreglado para que no se haya filtrado la noticia?

—Ya sabes que soy un profesional.

—Lo sé, eres un maldito genio escocés y tengo que adorarte aunque no quiera porque tengo a otro ejemplar como tú en casa. ¿Qué haría yo en mi otra vida para que Escocia me persiga de esta manera?

Liam estalló en una carcajada. Izzie era sencillamente inigualable. Le sacaba sólo un par de años, pero era la esencia propia de la sabiduría humana y parte de lo que Liam había llegado a ser, sin duda, se lo debía a ella. Si el buscador Google aún no existiera Liam sabía que Izzie habría sido su precursora.

—¿Qué tal está Miles?

—Supongo que engañando a otra pareja más de nuevos ricos. —Miles era arquitecto. Los más impresionantes y exclusivos áticos de Manhattan llevaban su sello. Y entre ellos por supuesto, se encontraba el de Liam.

—¿Cuándo os vais a dejar ver por aquí?

—Sabes que visito Los Ángeles cuando no hay más remedio. Sigo siendo una new yorker irlandesa. Antes de todo, supongo que recibirías mis cientos de llamadas por lo del fallecimiento de tu madre.

—Sí, estuve al tanto y no sabes cómo te lo agradezco.

—Debió de ser duro.

—Lo fue, Izzie, a decir verdad la muerte de mi madre ha cambiado mi vida y mi forma de ver las cosas. Haber vuelto a casa después de todo lo sucedido en los dos últimos años… ha sido algo…

—Lo imagino, tesoro. No sabes cómo nos hemos acordado de ti pero eres un valiente y ahí estás comiéndote el mundo. Mi chico de Callander con un Emmy, dos Oscar y un Globo de Oro. No sabes lo que me hiciste llorar cuando dedicaste el Oscar a Amy y a tu madre. La gente se cree que lo sabe todo de ti, pero sólo unos pocos conocíamos con absoluta certeza el significado de tus palabras aquella noche y me siento orgullosa de encontrarme entre esos pocos privilegiados. Vaya por Dios… mejor me callo si no quiero ponerme a llorar.

—No te molestes porque vas a seguir llorando cuando te diga con quien me voy a casar.

Hubo un silencio al otro lado de la línea y Liam supo que Izzie tenía el nombre en sus labios, pero esperó a que ella lo pronunciara.

—¿Amy?

—La misma —respondió Liam.

—Oh Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío… pero ¿cuándo, cómo y dónde? Santo cielo, Liam, ¿qué es lo que me he perdido?

Liam se lo relató todo a pesar de las continuas interrupciones de Izzie exclamando «Oh, Dios mío».

—Os tengo a ambos en mi escueta lista de unos sesenta invitados.

—Miles y yo estaremos encantados de asistir. No pienso perderme la boda secreta del año del mejor actor que ha dado Escocia y el mundo en décadas.

—Será un placer para mí que por fin conozcas a mi chica californiana.

—Esa mujer no sabe la suerte que tiene.

—Creo que sí que lo sabe. —Liam volvió a reír—. Y bien, ¿a qué debo el honor de tu llamada? ¿De qué guión querías hablarme?

—Pues curiosamente de un manuscrito que me enviaste hace varios meses, escrito precisamente por Amy.

—¿Estás hablando en serio?

—Me pareció sencillamente sublime y tú eres el único que puede interpretar ese papel. He empezado a mover hilos y ya tengo a un par de directores que venderían su alma por dirigirte. Yo estaría dispuesta a coproducirla contigo.

—Izzie, lo que me estás pidiendo es…

—Sí… te estoy pidiendo que aceptes el reto de llevar a la pantalla esta historia que me temo tiene que ver mucho con el Liam Wallace que no todo el mundo conoce. Nadie podría interpretar este personaje mejor que tú. He de reconocer que la parte escrita por ti me ha llegado al corazón. Eres un genio plasmando tus sentimientos sobre el papel. Me has dejado impresionada.

—En momentos de crisis personal la imaginación hace milagros.

—Pues este milagro no puede quedarse guardado en un cajón.

—Tendremos que hablar de esto con Amy. Ella forma ahora parte de Arbroath Entertainment.

—Hablaremos de todo esto más tranquilamente. Piensa en lo que podría significar este proyecto. Tendrás todo el tiempo del mundo durante tu año sabático para pensártelo.

—No te preocupes, lo haré. Estoy seguro de que a Amy le encantará escuchar tus propuestas.

—Nos vemos en Callander. Me alegro de que por fin hayas encontrado la felicidad que ya creías perdida.

—Gracias por haber estado ahí cuando te necesité.

—No me las tienes que dar. Yo soy quien tiene que agradecerte que hayas pensado en nosotros en este momento tan importante de tu vida personal. No cambies, por favor. Sigue siendo el mismo de siempre, por lo que más quieras.

—Teniendo a Amy a mi lado sabré mantener los pies en la tierra. Te lo aseguro.

—Mi más sincera enhorabuena, Liam. Nos vemos en un par de semanas. Sé feliz.

—Hasta pronto, Izzie. Cuídate.