Pasadas tres largas semanas con sus respectivas largas noches, Amy continuó recopilando todas las imágenes que venían a su memoria, tal como le había aconsejado Liam, y las iba anotando junto con sus impresiones en aquel pequeño diario que le había entregado.
Había advertido en más de una ocasión la inquietud que algunas de sus anotaciones provocaban en el estado de ánimo de Liam. Sus visitas se le comenzaban a hacer cada vez más cortas y aunque le costaba reconocer que era la primera persona con la que había conectado después de mucho tiempo siempre la perseguía esa vaga sensación de que se había cruzado con él si no en esta vida, en cualquier otra. Había conseguido con infinita paciencia hacerle hablar de su hija sin que ello significara que el mundo se iba a acabar. Todos los días la animaba e incluso le rogaba que le contara alguna anécdota referente a ella. Siempre terminaba echando alguna lágrima pero él no se lo reprochaba. Al contrario, la abrazaba con tremendo afecto diciéndole que era bueno llorar porque cuanto más llorara menos lágrimas le quedarían por derramar.
Aunque trató de conocer algún detalle más de su vida, siempre la eludía sacando a la luz otro tema de conversación. Optó por no volver a intentarlo y terminó respetando su intimidad. Su ausencia durante los últimos cuatro días se le hizo eterna. Se había marchado a Los Ángeles para atender un problema de índole familiar. Habría deseado indagar más en su repentina marcha, pero decidió no hacerlo y, por unos momentos, se olvidó de sí misma para preocuparse por Liam.
Se hallaba sentada sobre la cama inspeccionando algunos de los libros que le había prestado. Sostenía en su regazo el de los bellos paisajes de Escocia. Recordó de repente un libro parecido que había adquirido en una librería que no lograba recordar. Deslizó los dedos por la superficie de las suaves hojas y se dejó llevar cerrando los ojos. De nuevo la imagen de aquel puente sobre un río. Volvió a abrir los ojos. Comenzó a pasar páginas a gran velocidad. ¿Era un recuerdo o simplemente una imagen de aquel libro? Allí estaba la misma fotografía pero desde una perspectiva diferente. La casa no aparecía por ningún sitio pero sabía que tenía que existir. En ese instante se vio adormilada en una alegre habitación de cortinas y colchas floreadas. Estaba realmente cansada. Alguien le retiraba un libro caído sobre el regazo y la arropaba. Abrió los ojos para observar a aquella alta figura que se dirigía a la puerta. Una vez más no pudo ver su rostro.
Su madre llegaría en breves instantes. Aprovecharía su visita para preguntarle qué pasó realmente en Escocia.
Liam se había visto obligado a abandonar Oak Creek durante varios días debido a las inevitables consecuencias del comunicado de su retirada temporal. Su desaparición durante aquel largo período para alojarse en su escondite junto a Amy había llevado a todo tipo de especulaciones provocadas por la noticia de que Clyde y él ya habían dejado de ser socios. Noticia que obviamente se había extendido como la pólvora. Su abogado, Patrick Delaney, se había puesto en contacto con él por expresa orden de Clyde Fraser para agilizar todos los temas referentes a las acciones de Arbroath Entertainment. Liam no daba crédito cuando Patrick le informó de que Clyde le había cedido la totalidad de su participación.
El compromiso de conceder un par de entrevistas para acallar todos los absurdos rumores que habían empezado a circular fue ineludible. Aquello pareció tranquilizar al público en general y a la prensa en particular. Dejó claro que necesitaba un descanso después de la espiral de acontecimientos del último año. Necesitaba calma y un nuevo orden en su vida. Confiaba en que en esta ocasión, como en otras muchas afortunadamente, respetaran su decisión.
—Sabía que Liam haría contigo un gran trabajo. En este tiempo has avanzado de una forma extraordinaria. Empiezas a ser la Amy de siempre —le dijo Emily mientras tomaba sus manos entre la suyas y las apretaba con ternura.
—La Amy de siempre desapareció hace tiempo.
—No digas eso. Queda tu esencia que es lo más importante.
—Me estoy acostumbrando a su presencia. No sé cómo voy a lograrlo cuando salga de aquí.
—Lo vas a lograr. Cuando recuperes los recuerdos, te darás cuenta de que todo va a ir a mejor.
—¿Qué me ocurrió en Escocia? —preguntó cambiando radicalmente de tema.
—Pensé que preferías recordar y descubrirlo todo por ti misma y que no querías que nadie te adelantara nada.
—Estoy recordando, mamá. Recuerdos que hacen que me estremezca por el alto grado emocional que conllevan.
—Supongo que eso es un gran avance. Si son recuerdos que te hacen sentir bien, bienvenidos sean.
—Me siento querida cuando me vienen esas imágenes. ¿Por qué, mamá? ¿Por qué todas las buenas vibraciones que estoy empezando a sentir giran alrededor de Escocia?
Emily tardó en responder a aquella difícil pregunta dado su estado y dada la presencia de Liam en Oak Creek.
—Por una razón muy sencilla. Fue en Edimburgo donde pasaste uno de los años más felices de tu vida. Escocia te marcó desde tu nacimiento y más aún con la muerte de papá. Cuando decidiste hacer aquel curso de posgrado jamás pensé que la historia se iba a repetir.
Amy no la interrumpió. Esperó a que continuara.
—Te enamoraste. No querías que ocurriera pero, sin embargo, finalmente ocurrió.
—¿Es él entonces a quien estoy empezando a recordar?
—Probablemente.
—Pero sólo recuerdo los sentimientos. No he logrado nada más. Me siento tan… impotente.
—Vas por buen camino.
—¿Qué fue de él?
—Pronto lo descubrirás.
—¿Qué quieres decir? Mamá, estoy empezando a tener muchas dudas.
—Es bueno que las tengas. Esas dudas se aclararán mucho antes de lo que piensas. Sigue como hasta ahora y no tengas miedo a enfrentarte a lo que puedas descubrir. En el momento en el que seas consciente de que todas las piezas han encajado te sentirás la mujer más afortunada sobre la faz de la tierra.
—¿Afortunada? Mamá, he perdido a una hija.
—Leah estará siempre contigo. Aunque la hayas perdido físicamente siempre va a estar en tu corazón. Resérvale un trocito sólo a ella y guarda el resto para lo que te pueda deparar el futuro.
—¿Y qué me deparará el futuro?
—Probablemente un largo camino que ya has empezado a andar con la ayuda de alguien como Liam. Él puede ser la clave de tu rompecabezas. Relájate y piensa simplemente que el mundo comenzará de nuevo en cuanto salgas de aquí.
Su madre la abrazó una vez más visiblemente conmovida por la asombrosa liberación que estaban experimentando sus sentimientos. Abandonó la habitación dejándola sumida en sus tristes pensamientos sobre Leah y en los confusos sobre Liam. Tendría que hablar con él. Había llegado el momento de entregar a Amy el manuscrito.
Aquella tarde del último viernes del mes de abril, Liam la sorprendió adormilada en la terraza con un cuaderno entreabierto en su regazo. Un cuaderno que le era muy familiar. En la posición en la que había quedado, con un solo movimiento, sabía que saldría disparado hacia el suelo. Emily le acababa de poner al día de los avances de los últimos cuatro días. Se sintió optimista por lo que Amy parecía haber progresado en la exteriorización de sus emociones sobre todo en aquellas que se referían expresamente a él. Cuando esa misma mañana Emily lo había telefoneado asegurándole que el momento había llegado, anuló todos sus compromisos y puso rumbo a San Francisco. Cuando retiró el manuscrito de su regazo abrió los ojos.
—Sshh, tranquila, sigue durmiendo —le dijo sujetándole suavemente la mano.
Un nuevo flash interrumpió aquel plácido momento. Estaba recostada en el asiento del copiloto de un vehículo, pero estaba en el lado del conductor. Un semáforo en rojo. Cruce con Springburn Road. Aquello era Escocia porque de repente recordó que venía de Glasgow. Alguien la cubría con una chaqueta y ella le daba las gracias. Las imágenes que había leído hacía unos instantes se mostraron con una claridad asombrosa en su mente. En su recuerdo levantaba vagamente los párpados para encontrarse con unos radiantes ojos azules que la miraban fijamente con una increíble ternura. La imagen desapareció y volvió a la realidad para encontrarse con esos mismos ojos y esa misma ternura.
—Liam —musitó.
—Siento haberte despertado. Volveré más tarde si quieres —le dijo tratando de conservar la calma para no parecer conmovido ni esperanzado al haberla escuchado pronunciar su nombre de aquella forma.
Amy lo sujetó de la mano para detenerlo.
—No te vayas —le rogó.
Liam se giró hacia ella al tiempo que la miraba desconcertado por aquel gesto. Luego sus ojos se clavaron en su propia mano aún rodeada por la de ella. Enseguida fue consciente de cómo fijaba la vista en su anillo. El anillo del pacto; el que siempre había utilizado como señal de que estarían conectados.
—¿Quién eres en realidad? —le preguntó.
Liam cambió de posición su mano para atrapar la de ella e impulsarla a que se levantara. La distancia que los separaba era mínima.
—Soy Liam —le respondió.
Las imágenes de los últimos días volvieron a sucederse de nuevo sin descanso, pero con la salvedad de que en aquella ocasión la nitidez de las mismas fue tan colosal que supo que ya no se trataba de simples visiones fugaces. Eran recuerdos en toda regla. Aquella parte de su vida que creía relegada a las líneas de un simple manuscrito parecía que volvía a hacer acto de presencia como si aquellos interminables meses de letargo no hubieran existido. Ahora se encontraba en un puesto ambulante de un mercadillo de antigüedades de la ciudad de Edimburgo. Unas manos sujetaban un anillo: «Es bonito —decía— espera… parece que tiene alguna inicial escrita».
Liam no interrumpió sus pensamientos. Sabía que estaba recordando y si su corazón no le engañaba, la imagen que estuviera en sus retinas en aquel mismo instante tendría mucho que ver con el anillo que se había puesto expresamente ese día.
Amy vio con claridad a un joven sonriente con la pasión propia de la juventud, alto, apuesto, con unos bonitos ojos claros, de precioso cabello oscuro y ondulado murmurando unas palabras: «Una L y una A, las iniciales de nuestros nombres». Después levantó la vista hacia Liam. Alto, de rostro impactante con aquella suave y escasa barba, cabello más corto y algo más claro por las débiles canas que empezaban a hacer acto de presencia; con la aparente serenidad que regala el paso del tiempo.
—Este anillo… —la voz de Amy era un frágil murmullo.
Liam se lo quitó para ponerlo en su mano. Sabía perfectamente lo que iba a suceder a continuación. Con manos temblorosas ella miró el interior y comprobó las iniciales. Luego ella misma volvió a colocarlo en su dedo.
Entonces Liam lo dijo:
—Las iniciales de nuestros nombres.
En el instante mismo en que Amy elevó inconscientemente la palma de su mano en señal de juramento, Liam creyó que su corazón estallaría allí mismo. Trató de controlar todos los anhelos e ilusiones que llevaba guardando para sí durante tanto tiempo. Esperó pacientemente a que ella hiciera el siguiente movimiento. Cuando la mano de Amy se unió a la suya Liam cerró los ojos y los volvió a abrir para convencerse una vez más de que aquello era real. El milagro había ocurrido.
—Estemos donde estemos y pase lo que pase —dijo Amy, sin dudas ni vacilaciones, mirándolo a los ojos con una expresión difícil de describir.
—Estemos donde estemos y pase lo que pase —repitió Liam con voz claramente embargada por la emoción contenida.
Los labios de Amy oscilaron ligeramente, pero Liam puso un dedo sobre ellos sigilosamente para detener aquel repentino temblor. Se quedó mudo. Tenía tanto que decir que no supo por dónde empezar. Optó por inclinar el rostro de Amy gradualmente hacía él para besarla. Y así lo hizo. Suavemente al principio, para descubrir después cómo ella colocaba sus manos en su cintura a medida que su beso se hacía más intenso. Cuando Liam se detuvo, esas mismas manos que tanto había añorado se deslizaron alrededor de su espalda para apresarlo en aquel cálido abrazo.
—Llevaba soñando con este momento demasiado tiempo —logró decir Liam mientras ella alzaba su rostro hacia él sin soltarse de sus brazos.
—Lo siento —le dijo recordando aquel siniestro día en el que tomó la errónea decisión de apartarse de su vida—. Espero que algún día sepas perdonarme.
Liam sacudió la cabeza.
—Olvídate de eso —le dijo.
—Si te hubiera dado una mínima oportunidad… si sólo me hubiera quedado para que me lo explicaras…
—Y si yo no me hubiera resignado a pensar que ya no me querías, si hubiera luchado en vez de esconder la cabeza bajo el ala…
—Pero lo has logrado —le dijo llevando una mano hacia su mejilla. Una mano que Liam atrapó en la suya—. Ha merecido la pena. —Recordó con claridad sus palabras dedicadas en la entrega de los Oscar.
—Nada de esto ha merecido la pena.
—No digas eso —le dijo con mirada triste mientras Liam llevaba su mano hasta los labios para besarle la palma—. Lo creas o no estoy orgullosa de ti. Siempre lo he estado.
—He estado a punto de perder lo que más he querido en la vida.
—Pero ahora estoy aquí contigo. Has sido tú quien ha venido en mi busca.
—Pero lo he hecho demasiado tarde y has tenido que pagar un precio demasiado alto. Es algo que jamás me podré perdonar.
—Nunca es demasiado tarde para volver a empezar. Me lo has repetido una y otra vez durante estas últimas semanas, ¿o es que ya no te acuerdas?
—Has perdido a tu hija. Si hubiera tenido las suficientes agallas para salir del pozo en el que me estaba hundiendo poco a poco nada de esto habría sucedido. —La agonía de su voz le rompió el corazón a Amy.
—Pero ha pasado y ya no hay marcha atrás. Tengo que aprender a vivir con ello. Tú también has pagado un alto precio. Fuimos dos víctimas de una mala jugada, Liam. Ninguno de los dos tenemos la culpa de lo sucedido.
—Tendría que haber movido cielo y tierra para buscarte. —Los ojos de Liam comenzaron a brillar y tuvo que morderse los labios para detener la ira y la impotencia que deseaban desesperadamente abrirse paso—. Dios mío, Amy… —exclamó mientras la envolvía nuevamente en sus brazos— creí que te había perdido, creí que te había perdido —repetía una y otra vez abrumado.
—Me has encontrado y me has salvado de caer en el abismo —le dijo Amy aferrándose con fuerza a su abrazo—. Nunca te lo podré agradecer lo suficiente.
Liam la besó con delicadeza. Después la miró a los ojos con rostro sereno.
—Cásate conmigo —le dijo.
—Pero Liam…
—No hay peros que valgan.
—Ha pasado tanto tiempo… y tantas cosas… que… creo… creo que deberíamos tomarnos esto con más calma.
—No quiero tomármelo con calma. He construido este momento en mi mente cientos de veces en los últimos diez años de mi vida y no pienso aceptar un no por respuesta.
—Hace apenas veinticuatro horas eras prácticamente un desconocido para mí y ahora me estás proponiendo matrimonio.
—Un desconocido ante el que has desnudado tu alma. Sabías que había algo que te estaba conectando irremediablemente a mí, pero no sabías lo que era.
—Estaba empezando a enamorarme de ti. Has conseguido hacerlo dos veces y eso no lo había logrado nadie.
—¿Me estás diciendo que si no me hubieras recordado habrías terminado cayendo en las redes del fabuloso e irresistible doctor Wallace?
—¿Y por qué no? Ya caí en tus redes una vez y no me importaría quedarme enredada en ellas de por vida.
—¿Me tomo eso por un sí?
—¿Tengo alguna otra alternativa? —preguntó acariciando suavemente su mejilla.
—Me temo que no —le respondió. Volvió a besarla.
—¿Y qué vamos a hacer ahora?
—Me lo dejaste bien claro en ese manuscrito que dejaste en Callander. —Ambos permanecieron unos instantes contemplando la pieza clave que había vuelto a reunirlos—. Tengo que escribir el final —respondió Liam— pero no pienso hacerlo sin ti.