—¡Liam! ¡Oh Dios santo! ¡Liam! —Deslizó la parte izquierda de la puerta corredera para cerrar el grifo. Se arrodilló a su lado y le palpó el rostro—. ¡Liam, por el amor de Dios, contéstame! —Le inspeccionó las muñecas, pero no había rastro de ningún tipo de corte. Respiró tranquila cuando le localizó el pulso y advirtió que la sangre que había visto se debía a una pequeña herida que tenía en su brazo.
Miles irrumpió en el cuarto de baño.
—Santo cielo… —masculló agachándose al lado de ambos.
—Tiene pulso. Tranquilo… —dijo leyéndole el pensamiento cuando observó cómo su vista se fijaba en la diminuta hilera roja que había bajo su cuerpo—. Es sólo un corte superficial. Voy a buscar algo para taparlo. Está temblando.
Se levantó para abrir los armarios del cuarto de baño. Cogió varias toallas y un albornoz.
—Liam… —Miles le sujetó el rostro con ambas manos—. Despierta, Liam. Por lo que más quieras, despierta.
Liam entreabrió sus enrojecidos ojos azules. Izzie se arrodilló de nuevo a su lado para taparlo con varias toallas con la ayuda de Miles.
—Oh, gracias a Dios —murmuró Miles cuando contempló cómo lograba abrirlos de nuevo para enfocar su mirada en ambos.
—Miles —musitó a duras penas y volvió a cerrarlos.
—Vamos, cariño. Abre los ojos. No estás solo. Estamos aquí contigo —le rogó Izzie, angustiada—. Sé que no estás en condiciones, pero necesitamos que pongas un poco de tu parte para ayudarte a levantarte de aquí si no quieres pillar una pulmonía.
—Lo siento —murmuró en un débil lamento.
—No pasa nada, tesoro. Miles y yo estamos aquí para ayudarte. Vamos, haz un intento por incorporarte.
El rostro de Liam mostró una mueca de dolor cuando Miles trató de moverlo. Era un peso muerto de un metro noventa de pura fibra. Debía de tener todos los miembros y extremidades entumecidos. Se preguntaron cuánto tiempo había permanecido bajo el agua fría.
—Vamos, sólo un poco más —le animó Miles mientras lograba por fin que Liam pusiera un brazo alrededor de su cuello—. Muy bien, muchacho.
Afortunadamente Miles sólo era un par de centímetros más bajo que su amigo y su forma física era envidiable, así que con otro impulso más y con la ayuda de Izzie, finalmente consiguieron que lograra ponerse en pie.
—Mejor lo llevamos a la habitación de al lado —añadió Izzie—. La suya ahora mismo es una leonera.
Ambos lograron trasladarlo hacia la habitación de invitados. A duras penas se sostenía de pie ayudado por Miles mientras Izzie retiraba el edredón. Miles lo sentó en el borde de la cama para continuar con su tarea de secarlo y hacerlo entrar en calor. Liam se dejó caer sobre el cabecero al tiempo que Miles lo recolocaba poniéndole un par de mullidas almohadas bajo su cabeza.
—¿Podrías buscar algo de ropa interior en su dormitorio? La tiene toda empapada. Y trae un par de mantas más —dijo expresando un deprimido pero templado gesto después de los amargos minutos que acababan de vivir.
Izzie se acercó hasta su esposo y lo besó en la mejilla.
—Jamás voy a olvidar lo que estás haciendo esta noche.
Miles le sujetó la mano apretándosela con fuerza. No hicieron falta las palabras. En un minuto Izzie volvía equipada con todo lo necesario. Miles parecía haber terminado con su tarea de secado y entre los dos lo vistieron con ropa apropiada que le hiciera entrar en calor. Izzie lo volvió a arropar bajo las mantas mientras Miles regresaba al cuarto de baño en busca de signos que indicaran que podía haber tomado algo peligroso. Aliviada al ver que la frecuencia de los temblores de Liam comenzaba a disminuir, observó descorazonada cómo abría los ojos y la boca con intención de hablar pero volvía a cerrarlos cuando lo invadía una nueva sacudida.
—Deberíamos llamar a un médico —dijo Izzie asustada cuando Miles entraba nuevamente en el dormitorio.
—No hay signos de que haya tomado pastillas ni nada por el estilo. Está claro que se ha pasado con el alcohol.
—Podría entrar en coma etílico.
—Si fuera así, ni siquiera habríamos logrado ponerlo en pie.
—Liam —susurró Izzie—. Escúchame atentamente. ¿Has tomado algo aparte de…?
Liam negó con la cabeza.
—De todas formas bajaré y supervisaré la cocina y el salón. Haré un par de llamadas para quedarnos más tranquilos.
—Te lo agradecería.
—Vuelvo enseguida.
Izzie volvió a fijar sus ojos en el abatido y fascinante rostro de aquel escocés que años atrás la dejaba sin palabras en una audición para un casting de su obra El novelista. Desde que se había cruzado en su vida se había convertido en el hermano que nunca tuvo y en el mejor amigo de Miles. Nunca supo por qué había sentido esa perfecta sintonía con él. Lo que siempre tuvo claro desde el instante mismo en que tuvo la fortuna de conocerlo, fue el hecho de que Liam se esforzaba sin resultado en negarse a recibir el afecto o cariño de aquellos que mostraban querer dárselo sin esperar nada a cambio. En otras palabras, Liam tenía miedo de entregar sus sentimientos y sólo te dejaba llegar hasta la línea que él ya tenía preestablecida pero, a pesar de ello, la gente lo seguía adorando. Izzie sabía que todo ser humano era producto de las experiencias de su vida y que detrás de aquella línea que nadie había logrado cruzar se ocultaba la verdadera esencia de un Liam Wallace que estaba segura merecía la pena dar a conocer.
Volvió a agitarse bajo las mantas cambiando de posición colocándose de costado. Izzie le frotó varias veces la espalda a través de las mantas procurando darle mayor confort. Liam volvió a entreabrir los ojos.
—Izzie —balbució.
—Estoy aquí —le acarició aquella suave barba de varios días y después el cabello aún húmedo— y no me voy a marchar. Miles y yo nos quedaremos contigo el tiempo que haga falta.
—Yo… no quería…
—Sshhh —le interrumpió— deja de preocuparte. Yo me ocuparé de todo. No pienses ahora y descansa. Bajaré a prepararte algo caliente, ¿de acuerdo?
Liam asintió cerrando los ojos. Izzie salió de la habitación y bajó hasta la primera planta para encontrarse con Miles que acababa de apagar su móvil.
—Clyde ya está avisado y le he dicho que es mejor que nosotros nos encarguemos de esto. Por lo menos ya se ha quedado más tranquilo. Estaba hecho un manojo de nervios. Le he expuesto la situación a Max y no tiene inconveniente en venir a echarle un vistazo. Va camino del aeropuerto, pero tiene tiempo de sobra así que estará aquí en unos minutos.
Ambos guardaron silencio, impactados todavía por lo que acababan de presenciar.
—Gracias.
—¿Cómo está?
—Ahora mismo descansa. ¿Por qué no te quedas con él arriba mientras yo voy a la cocina a prepararle algo que le asiente el estómago? Y aprovecha para cambiarte con alguna de sus ropas. Tú también estás mojado y no quiero que pilles un resfriado.
—De acuerdo, pero haz tú lo mismo si no es mucho pedir.
Izzie se percató de que Miles tenía razón. Sus tejanos y su camisa estaban empapados.
—Búscame algo por ahí arriba —le dijo esbozando una triste sonrisa.
Miles obedeció dirigiendo sus pasos hacia la escalera.
—Miles.
—¿Sí? —dijo dirigiéndose hacia ella.
—En momentos como éstos me doy cuenta de que tomé la decisión correcta.
—Era una aburrida cena a la que no tenía ganas de acudir —dijo sabiendo perfectamente que no era eso a lo que se refería exactamente.
—Sabes que no es…
—Lo sé, lo sé —le dijo acercándose de nuevo y tomando su rostro entre sus manos. La miró de lleno durante unos instantes— pero es que me gusta oírtelo decir.
Izzie esbozó otra frágil sonrisa.
—Tomé la decisión correcta la noche que entré en aquel pub de Glasgow.
Miles la rodeó con sus brazos y la besó susurrándole al oído las mismas palabras que pronunció en aquel lugar hacía tan sólo cuatro años.
—Ha debido de estar tomando algún tipo de tranquilizante o ansiolítico, probablemente Valium, pero no presenta síntomas de ingestión masiva así que podéis estar tranquilos —explicaba Max después de haber examinado a Liam—. Iba a darle B12, pero dado que parece estar estabilizado lo mejor es que tome algo caliente y duerma la borrachera. Le he tomado la temperatura y tiene unas décimas. Os he dejado medicación suficiente. Vigiladle la fiebre porque si ha estado expuesto a ese chorro de agua fría durante mucho tiempo, tiene muchas posibilidades de haber cogido un serio enfriamiento. Si es así y la fiebre sube os recomiendo una visita al hospital.
—Muchas gracias, Max. —Miles le tendió la mano.
—No hay de qué. Llámame siempre que me necesites.
—Te rogamos la máxima discreción —le recordó Izzie.
—Descuida. Creo que es un gran tipo. Cuando todo el mundo lo dice y vosotros estáis aquí a su lado debe de ser por algo. Lástima que haya llegado a esto; espero de corazón que busque ayuda.
—La buscará, Max. Nosotros nos vamos a encargar de que así sea.
Max asintió y se marchó despidiéndose de ambos.
Después de haberle calentado un tazón de caldo de verduras qué Liam logró beber casi entero, Izzie le tomó de nuevo la temperatura para descubrir que el termómetro marcaba treinta y ocho grados. Después de asegurarse de que su sueño era sereno y de que había dejado de temblar, Miles la ayudó a restablecer un poco la limpieza y el orden.
Tardaron casi dos horas en retirar los platos sucios y tirar botellas y latas vacías. Miles se tomó la libertad de arrojar al contenedor de la basura todas las bebidas alcohólicas que había en el mueble bar del salón. Hizo un exhaustivo registro en todo el apartamento así como en el solarium, piscina y terraza donde encontró más envases de los que se deshizo igualmente. Exhaustos, ambos se reunieron en la cocina donde Izzie había puesto el lavaplatos en funcionamiento así como una lavadora. Miles obsequió a Izzie con un delicioso plato rápido de pasta que devoraron en pocos minutos. Era más de la una de la madrugada cuando acabaron de cenar.
—¿Qué vamos a hacer cuando despierte? —preguntó Miles sirviéndole una taza de té.
—Hay que ahondar en el motivo que le ha llevado a esta situación.
—Eso no va a ser tan fácil.
—O nos cuenta qué demonios le ocurre o se lo tendrá que contar a un psicólogo.
—¿Has considerado esa posibilidad?
—¿La de si necesita ayuda profesional? Claro que lo he considerado y va a necesitarla. No voy a parar hasta encontrarle el mejor lugar para salir de esto.
—Pero para eso primero tendremos que lograr que reconozca el problema que tiene. Si no lo hace no vamos a ninguna parte. Ya sabes lo cabezota que es.
—Aquí la cabezonería sobra porque no sólo se está jugando su carrera. También se está jugando la vida y esto hay que frenarlo de alguna manera. Me pregunto cómo vamos a hacerlo.
—Lo conoces desde hace mucho más tiempo que yo. ¿Nunca te habló de la chica del vídeo?
—Jamás.
—Me extraña que no lo hiciera. Has sido como una hermana para él.
—Siempre me ha dado la sensación de que hay una parte de su vida que ha querido dejar atrás por alguna causa que desconozco. Lo que está claro es que Liam no lleva vida de monje. Un hombre como él puede tener a su alcance a la mujer que quiera, pero algo me dice que ha debido de haber alguien especial. De eso estoy segura; lo que no sé es cuándo, ni cómo, ni dónde. Quizás la chica del vídeo pertenezca a esa parte de su pasado de la que nunca ha querido hablar.
—Me ha parecido muy extraño que en este momento de su vida esté recordando cosas de su pasado. Ya has visto las fechas de las cintas de vídeo. La más reciente es del año 95. Ya ha transcurrido una década desde entonces. Quizás esas cintas puedan decirnos algo.
—Siento decirte que nunca me ha comentado nada al respecto. Y la verdad, no creo que sea buena idea ponerse a fisgonear en todas esas imágenes de su vida. Es algo que probablemente ha guardado para sí durante todos estos años por alguna razón de peso y deberíamos respetarlo.
—Estoy de acuerdo en eso. Lo que está claro es que tú puedes tener más mano izquierda en todo esto que yo.
—Lo haremos bien. Espero que sólo sea una mala racha. Confío en que va a superarlo. Su próxima película lo va llevar a lo más alto y tiene que estar preparado.
—Estás agotada. Creo que deberías descansar un rato. Yo echaré un vistazo a Liam —dijo a medida que se levantaba y le tendía la mano para que le acompañara.
—¿Puedo pedirte un favor? —le preguntó deslizando su mano entre la suya.
—Dime.
—Creo que debería permanecer un par de días aquí con él hasta que encontremos una solución a todo esto. Quiero darle tiempo para sincerarse, pero no lo haré si no te parece buena idea.
—Me parece una idea muy razonable. Si alguien puede sacarlo de esto, ésa eres tú.
—¿De veras que no te importa?
Miles la sujetó por la barbilla dedicándole un tranquilizador gesto para hacerle olvidar la tensión por la que estaba pasando. Sabía lo que Liam significaba para ella.
—¿Por qué habría de importarme? Si has superado la prueba de ver desnudo sin pestañear al hombre con el que sueña la mayor parte de la población femenina del planeta, no tengo nada que temer. Ya has caído en las redes de un escocés. No vas a tropezar dos veces con la misma piedra.
Izzie tuvo que sonreírle y Miles la fundió en sus brazos besándola con firme entusiasmo.
—Volveré a casa para traerte algunas cosas.
—No es necesario que lo hagas ahora. Me las puedo apañar con lo que llevo puesto hasta mañana.
—No tardaré, ahora no hay nada de tráfico. Así te podrás dar una ducha y acostarte con ropa limpia.
—Me parece perfecto. Aprovecha para comentarle a Carlos que el señor Wallace está enfermo y que nos quedamos aquí para cuidarlo. Todas las precauciones son pocas.
—Lo haré. —La volvió a besar una vez más antes de salir de la cocina para ir hacia el vestíbulo.
Cinco minutos después Izzie dirigía sus pasos hacia la planta de arriba. Se detuvo con un sobresalto cuando se topó con Liam al pie de las escaleras.
Tenía una mano apoyada sobre la barandilla. Bajó el último peldaño con lentitud. Llevaba el cabello revuelto y los ojos hinchados después de las casi cinco horas que llevaba durmiendo. Se había puesto un grueso jersey oscuro encima del pijama. A pesar de que su aspecto pudiera parecer totalmente desastroso seguía despertando la misma admiración e inexplicable efecto hipnotizador a la luz de las tenues luces que procedían del salón.
—¿Qué haces levantado? No son ni las dos de la madrugada. Vamos, vuelve a la cama.
—Estoy bien. No te preocupes —le dijo llevándose la mano hacia su enmarañado cabello—. Me duele un poco la cabeza.
Se sentó en el escalón. Izzie se inclinó para tocarle la frente.
—Sigues teniendo fiebre. Iré a por el termómetro. Anda, no te quedes ahí sentado. Ya que te niegas a volver a la cama, hazme el favor de irte al salón. La chimenea está encendida. Después te prepararé algo. Necesitas comer.
—No tengo hambre.
—Me da igual. Comerás de todos modos porque durante estos días sólo has estado engullendo porquerías.
—Vale —protestó levantándose y dirigiéndose hacia el salón.
Izzie tardó un par de minutos en bajar. Se lo encontró echado en el sofá con la mirada perdida. No advirtió su presencia hasta que Izzie puso sobre él un par de mantas.
—Gracias —le dijo mientras observaba el orden restablecido en la estancia—. No tenías que haberlo hecho. El servicio de limpieza está para algo.
—No tiene importancia.
—¿Dónde está Miles? —preguntó con voz queda.
—Ha ido a casa a buscarme algo de ropa limpia. Sí; y no me mires con esa cara. No pienso irme de aquí hasta que me cuentes qué diablos te pasa. —Le destapó y le colocó el termómetro en la mano para que se lo pusiera.
—No me ocurre nada, Izzie. Me avergüenzo de que me hayas tenido que ver así. Me he pasado de la raya, pero te prometo que no volverá a ocurrir.
—¡Oh vamos! Ahórrate esos comentarios porque a mí no me vas a engañar. Descansa y guarda tus fuerzas porque te aseguro que las vas a necesitar.
Liam guardó silencio mientras contemplaba como desaparecía del salón. Volvió pasado un rato con un sándwich y una taza de leche caliente.
—Ya te he dicho que no tengo hambre.
—Y yo ya te he dicho que me importa un bledo que no la tengas porque no me pienso mover de aquí hasta que te lo comas todo. Y tómate también la pastilla.
Liam, viendo que no tenía elección, permaneció callado mientras daba el primer trago de la leche caliente y pegaba el primer bocado al sándwich. Trató de evitar su mirada acusadora en todo momento hasta que acabó con todo lo que había en la bandeja. Luego se deshizo del termómetro. Comenzaba a estar tenso ante aquella situación y no supo cómo disimularlo.
—Treinta y siete y medio —dijo Liam.
Izzie respiró aliviada porque había bajado unas décimas pero, no dijo nada. Acto seguido le retiró la bandeja y se fue hasta la cocina.
—Ya te he dicho que lo siento.
Izzie se detuvo. Tomó aire para después soltarlo y dejó lo que llevaba en las manos sobre una mesa auxiliar. Se volvió hacia Liam.
—¿Lo sientes?
—Sí, siento que hayáis tenido que verme así.
—¿Crees que con decir que lo sientes basta? ¿Sabes lo que ha pasado por mi mente y por la de Miles cuando hemos entrado en tu casa y hemos visto este desastre? ¿Sabes lo que es preocuparse por ti, llamar y ver que no contestas o que no devuelves ninguna llamada desde hace casi dos meses? ¿Sabes el terror que se ha apoderado de mi persona cuando he entrado en tu cuarto de baño y te he encontrado postrado bajo la ducha?
—Relájate, Izzie. Te equivocas si crees que he intentado lo que estás pensando.
—¿Qué me relaje? Maldita sea, Liam, por un instante creíamos que te habíamos perdido. —Se acercó hasta el sofá para sentarse a su lado—. Si te hubiera ocurrido algo jamás me lo habría perdonado, así que no me digas que me relaje porque después de los terribles momentos que nos has hecho pasar, creo que me he ganado el derecho a cabrearme. ¿Está claro?
Liam permaneció callado una vez más. No tenía mucho más que añadir porque Izzie andaba sobrada de razones para decirle todo lo que le acababa de decir. Levantó la vista hacia ella y se armó de valor para confesarle de una vez por todas la verdad.
—Mi madre tiene cáncer y no he tenido las agallas suficientes para hacer frente a la posibilidad de perder a la mujer que me ha dado la vida. Y Amy, la única mujer a la que realmente he querido, me abandonó hace casi diez años sin darme ninguna explicación. Me la encontré en Buenos Aires con su marido.
Esta vez fue Izzie la que se quedó sin palabras. Miles, que acababa de regresar y estaba en el salón, lo había escuchado todo.
Los tres se miraron estupefactos. Entonces Liam dejó que Izzie y Miles cruzaran la línea.