La intersección entre Hollywood Boulevard y Highland Avenue, donde se hallaba enclavado el majestuoso Kodak Theatre, se convertía una vez más aquel 20 de febrero en el centro de las miradas a nivel mundial con motivo de la ceremonia de entrega de los Premios de la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas. Desde su apertura en noviembre de 2001 había sido sede de la celebración del más famoso festival dedicado al séptimo arte.
Jane llamó a la puerta del dormitorio de Liam.
—¿Preparado para ver a una profesora de secundaria de Edimburgo vestida de Givenchy? —preguntó una vez más dado que aquél era el tercer vestido que se había probado y el que finalmente había elegido. Clyde se había encargado de enviar a una fabulosa estilista para peinar y maquillar a Jane.
—Adelante —gritó Liam.
Jane entró en la estancia en el momento en que Liam cerraba uno de los armarios después de haber cogido algo para guardarlo dentro del bolsillo de su pantalón de Armani.
—Dios mío… si no fuera porque eres mi hermana te echaría los tejos ahora mismo. Estás soberbia. A ver, date la vuelta y camina hacia la ventana.
—Los zapatos son demasiado altos para mí. Trataré de ir con cuidado —dijo Jane mientras hacía el pequeño pase de modelos privado para su hermano.
—Fantástica, jamás pensé que el color champán te sentaría tan bien. Cualquiera diría que la casa Givenchy lo ha hecho expresamente para ti… y el pelo… has hecho bien en dejártelo suelto. Estás guapísima. Cuando me vean aparecer contigo sobre la alfombra roja van a empezar las conjeturas.
—En cuanto me vean con papá sabrán enseguida que se trata de tu hermana y las mujeres de medio mundo suspirarán aliviadas —añadió riendo.
Liam se acercó a ella y la sujetó cariñosamente por los hombros.
—Si Douglas te viera ahora mismo…
—Tranquilo… debe de estar con toda su familia delante del televisor maldiciendo el cambio de horario.
—Cuando Matt te vea en la pantalla no va a creerlo.
—Me temo que esta noche en Escocia se va a dormir muy poco.
—La gente espera demasiado de mí.
—Todas las quinielas apuntan hacia ti. El hecho de que no te dieran el Globo de Oro, no significa nada. Por mucho que digan no siempre son la antesala de los Oscar.
—Espero que así sea porque no quisiera decepcionaros.
Jane pasó la mano por su cabello y después le apretó afectuosamente la mejilla.
—Sea cual sea el resultado has llegado a lo más alto, Liam. Y no sabes lo orgullosos que estamos de ti.
—Si pudiera volver atrás un mes más y… mamá pudiera estar aquí aún para ver todo esto.
—Estoy segura de que lo está viendo.
Liam asintió convencido y abrazó de nuevo a su hermana. James apareció en ese instante, impecable, vestido de etiqueta.
—Clyde nos está esperando fuera. Se nos hace tarde.
Liam metió la mano en el bolsillo para sacar lo que se había guardado cuando Jane entró en la habitación. Deslizó el anillo del pacto en su dedo y levantó la vista hacia su padre y su hermana que lo observaban con atención.
—Dondequiera que se encuentre quiero que sepa que hoy también pienso en ella.
El estreno de La verdad sobre Peter tuvo finalmente lugar el 6 de mayo y resultó ser la mayor conquista hecha por Liam Wallace desde que pisara el escenario de un teatro cuando aún no había cumplido los doce años. Los aplausos coronaron una vez más los esfuerzos de largos meses de trabajo. Aquella compañía que todos habían creado desde un principio con el solo objetivo de dar salida a la creatividad escondida en sus almas comenzó, a partir de aquella noche, a ser sinónimo de prestigio. La actuación de Liam había sido simplemente sublime.
Cuando bajaron el telón después de haber salido en más de cinco ocasiones para responder a los aplausos del público, Amy quedó en verse con Mel, Jill y el resto de sus amigos en el Traverse Bar Café donde celebrarían con una fiesta el éxito del estreno.
Corrió hacia la zona de bastidores para ir a su camerino. Cuando llegó lo vio rodeado de amigos que lo saludaban haciendo infinitos halagos hacia su magistral interpretación. Enseguida la distinguió entre la afluencia de gente sonriéndole con los ojos. Ambos fueron esquivando a todo el que se les ponía por delante hasta que finalmente estuvieron frente a frente. Amy se lanzó hacía él dándole un fugaz beso en la mejilla. Después se fundieron en un caluroso abrazo.
—¡Has estado magnífico! —le dijo separándose de nuevo y entrelazando sus manos entre las suyas—. Eres el mejor.
—Me has mandado buenas vibraciones desde tu asiento en la primera fila. Tú tienes mucha culpa de este éxito. —La miraba con ojos llenos de agradecimiento—. Esto ha sido un trabajo hecho por los dos.
—No, Liam, el talento es tuyo y por lo tanto el mérito también. Yo sólo estoy aquí para halagarte.
—Hemos demostrado con creces el buen equipo que formamos, ¿no te parece? —Liam volvió a acogerla en sus brazos.
—Ya lo creo…
—Venga, chicos, cambiaos que la fiesta no ha hecho más que empezar —gritó Andrew, el director, a todos los allí presentes—. ¡Tantas emociones me han abierto el apetito!
Liam volvió a mirar a Amy.
—Necesito darme una ducha, no tardaré más de diez minutos. ¿Nos vemos en el bar?
—De acuerdo. Iré reuniendo a todos tus amigos para darte la bienvenida que te mereces —dijo desligándose de sus brazos—. No tardes mucho ¿eh? —Le ofreció una traviesa sonrisa.
—No tardaré —le respondió dejándola marchar con una sonrisa desmesurada en el rostro.
Michael pasó por su lado en ese instante dándole un pequeño azote en la nuca.
—¡Pasa al ataque, chaval! ¡Hoy es el día!
Liam sacudió la cabeza riéndose a medida que Michael se alejaba. Volvió a mirar en dirección al pasillo por donde Amy caminaba y sintió de nuevo aquella inquietud. En ese instante supo que ya no podría aguantar más.
La fiesta del Traverse Bar Café estaba siendo sin duda todo un acontecimiento. Daniel apareció para tomarse una copa rápida y para felicitar a Liam por su actuación. Amy no tenía la más mínima idea de que hubiera asistido a la función. Perdió la noción del tiempo. Había bailado y cantado con voz desenfrenada sin cesar mientras observaba cómo se seguían descorchando botellas de champán. Liam había salido de la zona de baile hacía un rato mientras la contemplaba apoyado en la barra y apuraba su última cerveza. Charlaba con el personal del Traverse cuando Eddie, Valerie y Tom fueron en su busca para despedirse. Mel y Jill no tardarían en hacer lo mismo. Liam consultó su reloj y se sorprendió al ver que ya eran cerca de las dos de la madrugada. Llevaban allí metidos más de cuatro horas y apenas se había percatado del paso del tiempo.
Fue en dirección a los aseos de caballeros no sin antes hacer un gesto a Amy mirando su reloj dándole a entender que era hora de ir bajando el ritmo para marcharse. Amy le hizo una mueca que irradiaba fastidio porque evidentemente se estaba divirtiendo. Liam continuó su camino hacia los aseos. Cuando salió la vio venir en su busca y le cogió la mano para tirar de él.
—Vamos a bailar. Esta canción te gusta, lo sé.
—No, Amy, es tarde. He bailado hoy para el año entero.
—¡Oh vamos! No seas aburrido. —Volvió a tirar de su mano pero esta vez Liam se detuvo en seco y ella también lo hizo.
—Puedes quedarte si te apetece. Yo estoy agotado y me voy a casa.
—¿Vas a dejarme sola? —le preguntó con voz algo pastosa.
—Creo que has bebido demasiado —le dijo.
—El champán no me sienta muy bien. Ya sólo estoy bebiendo Coca-Cola así que no me regañes. —Esta vez su voz sonó más firme.
—Voy a recoger mis cosas que aún están en el camerino. Si quieres que te lleve a casa te espero fuera en diez minutos, ¿de acuerdo?
—De acuerdo… —le respondió desganada dándose la vuelta.
Liam iba a decirle algo, pero cambió de opinión. Se giró para encaminarse al camerino. No tardó más de cinco minutos en organizar sus cosas cuando la puerta se abrió. Era Amy.
—Me has asustado —dijo Liam incorporándose y colgándose la mochila al hombro—. ¿Te vas a quedar?
—No tengo ganas de ir a casa esta noche.
—Está bien, entonces mañana…
—No me has entendido —interrumpió Amy interceptándole el paso.
Liam se detuvo frente a ella tratando de mantener la calma. No quería parecer alterado pero tenerla a sólo un palmo de distancia clavándole en las mismísimas entrañas aquellos ojos verdes le haría parecer cualquier cosa menos sosegado. Con sigilo deslizó la mochila de su hombro para dejarla caer al suelo.
Quería hacerlo con cautela, pero el anhelo de seducirla y desconcertarla de una vez por todas acabó con su firme propósito en cuanto alargó el brazo para tomarla por la muñeca y franquear la mínima distancia que los separaba. Le rodeó la cintura con una sola mano mientras con la otra acariciaba el contorno de su rostro.
—Te he entendido perfectamente —le dijo con voz ronca mientras rodeaba la cabeza de Amy con la palma de su mano y la acercaba a su boca.
Su lengua le tanteó la línea de los labios empujando para buscar una abertura. Amy no tardó en proporcionarle lo que buscaba al tiempo que sus brazos y sus manos tocaron los hombros de Liam. Primero de forma leve, hasta que poco a poco fueron curvándose en torno a su espalda. La boca de Liam era cálida y firme. Pronto sintió cómo el cuerpo de Amy se agitaba y respondía. Entonces con un movimiento inesperado la apoyó sobre la puerta del camerino. Se apretó más contra él y sus besos se volvieron tan insistentes que por un momento creyó que le faltaba el aliento. Sus dedos fueron hasta el cabello de él y lo apresaron mientras sus labios le rozaban la comisura de la boca y después la mandíbula para terminar finalmente jugueteando con el lóbulo de su oreja. Amy sintió las manos de Liam sobre su trasero. Sus alientos se mezclaron. Él se movió y ella se frotó contra su cuerpo. De nuevo sintió sus ágiles manos bajo su suéter dibujando imaginarias espirales sobre su vientre hasta llegar a sus pechos. De repente se detuvo y se separó de ella respirando entrecortadamente. La miró con ternura al ver su rostro ruborizado y encendido por la pasión.
—Llevo demasiado tiempo esperando este momento como para acabar haciendo el amor contigo en un triste camerino. No te mereces algo así. Lo siento.
Amy se alisó el pelo con la mano y se recompuso la ropa antes de darse la vuelta y abrir la puerta.
—Cogeré un taxi —dijo con voz queda.
—Amy… no… Yo te llevaré a casa.
Amy se giró hacia él y para alivio de Liam volvió a posar un fugaz beso en sus labios.
—Han sido muchas emociones en muy pocas horas. Mañana será otro día.
—Prefiero llevarte a casa, insisto.
Amy lo detuvo colocando su mano sobre su pecho. Pudo notar las pulsaciones de su cuerpo a través del tejido de su camiseta.
—Es mejor así.
Liam volvió a besarla una vez más antes de dejarla marchar.
Aún no había salido del coche. Llevaba cinco minutos aparcado delante de su apartamento considerando la posibilidad de acabar aquello que había comenzado. A pesar de haber tratado de controlarse, su fracaso había sido estrepitoso. Sabía que no podría aplazar ni un minuto más lo inevitable. Volvió a poner las llaves en el contacto, arrancó y puso rumbo hacia Drummond Street.
No hacía ni diez minutos que Amy había llegado en taxi a su apartamento. Sólo había tenido tiempo de ponerse lo más parecido a un pijama ya que el resto lo tenía en la lavadora. Se estaba cepillando los dientes cuando sonó el interfono. Le resultó extraño que alguien llamara a aquellas horas de la madrugada y optó por no contestar pensando que sería algún borracho gastando una broma pesada. Pero volvió a sonar de forma insistente y se vio obligada a responder.
—¿Sí?
—Amy, soy Liam.
Liam no dijo nada más. Amy tampoco. Guardó silencio unos segundos y después pulsó el botón de apertura. Ya no había marcha atrás.
Cuando Amy le abrió la puerta Liam no le dio oportunidad alguna de tregua. Ninguno de los dos articuló palabra. No era necesario. Entró y mientras con una mano él mismo cerraba la puerta con la otra tomaba a Amy por la cintura para acercarla bruscamente hacia él. Esta vez el beso fue aún más dulce y persistente. La boca de Amy se movió saboreando la línea de sus labios. Sentía sus manos en la zona lumbar apretándola contra él. Aquella forma de sujetarla hizo que se calmara la duda que la había invadido cuando abandonó el camerino.
Le besó la línea de su garganta mientras la boca de ella se deslizaba sobre su sien al tiempo que se apoyaba en él con más fuerza. Entonces el beso se hizo aún más profundo y Liam pasó las manos por sus nalgas para elevarlas con él a medida que se acercaban a la cama. Se arrodillaron juntos sobre el colchón sin romper aquel anhelado contacto físico en ningún momento. Los dedos de Liam juguetearon con la cintura del pantalón de Amy. Ella interrumpió el beso para echarse atrás y facilitar a Liam el trabajo de quitárselo. A continuación, Liam se deshizo de su camisa haciendo con ella un ovillo y lanzándola al suelo. Amy se quedó prendada de aquellos brazos y aquel torso. Acto seguido, introdujo las manos bajo la camiseta de Amy y tiró de ella obligando a Amy a elevar los brazos mientras lo hacía. Sus pechos quedaron liberados y Amy agarró a Liam por la nuca para que enterrara su boca en ellos. Luego sus labios se deslizaron hasta su vientre a medida que una de sus manos se deslizaba suavemente entre sus muslos. Amy jadeó cuando la base de la mano de él se apretó contra ella. Se rindió ante aquella sensación cerrando los ojos mientras acariciaba su cabello moviéndose bajo su cuerpo.
—Quiero sentirte dentro de mí —le dijo con voz sofocada.
Liam sintió sus manos sobre la cremallera de sus tejanos y en aquel momento emitió un sonido en la base de la garganta.
—Déjame a mí —le dijo mientras se desnudaba del todo.
Cuando lo hizo, curvó sus manos sobre las caderas de Amy y entonces entró despacio en ella. Se mantuvo quieto mientras la miraba fijamente a los ojos. Amy acarició el contorno de su rostro y retiró algunos mechones de su rebelde cabello para disfrutar por entero de aquellos ojos azules que deliraban placer. Sintió cómo se retiraba un poco para después llenarla de nuevo. Comenzaron a moverse al unísono arqueándose y acariciándose. El ritmo de Liam se apresuró y Amy no tardó en sentir aquella especie de espiral de placer ascendente. Enlazó sus piernas alrededor de su espalda incitándolo a aumentar sus movimientos y así lo hizo Liam, hasta que sintió cómo se tensaba en torno a él reteniéndolo de esa forma un poco más antes de que él se moviera de nuevo. Liam hundió la cara en su cuello cuando el clímax lo empujó contra ella. Aquella liberación pareció durar una eternidad. Finalmente relajó los brazos que la sostenían, pero sin querer soltarla. Después salió de ella con cuidado y la volvió a besar. La acercó rodeándola con el brazo.
—Has estado a punto de acabar conmigo, aunque pensándolo bien, si tuviera que elegir una forma de morir sería ésta, sin duda, la mejor forma de hacerlo —logró decir Liam, exhausto.
Amy volvió su rostro impregnado de sensaciones hacia él.
—Estás loco, Liam Wallace.
—Loco por ti, Amy MacLeod —le dijo besándola de nuevo con marcada intensidad y un renovado optimismo.
Amy cogió su mano entre la suya acurrucándose de espaldas a él. Liam la alojó entre la curva de su brazo y su costado. Sólo cuando fue consciente de que Amy dormía se atrevió a cerrar los ojos, temeroso de despertar a la realidad y ver que todo había sido un espejismo.