E

s hora de dejar que las aguas del pasado fluyan hacia una orilla lejana. Aunque nunca podré olvidarlos, los amigos que hace tiempo se marcharon no deben atormentarme día y noche. Me reconforta saber que estarán ahí, listos para sonreír cada vez que necesite esa mirada consoladora; listos para gritar un cántico a un dios de la guerra cuando la batalla se acerque, o para recordarme lo insensato que soy cuando me muestro incapaz de ver lo que tengo justo delante; asimismo estarán listos, siempre, para hacerme sonreír y llenarme de cariño.

Sin embargo, me temo que también estarán ahí para recordarme el dolor y la injusticia de los crueles dioses que me arrebataron a mi amada justo en el momento en que por fin había encontrado la paz. Jamás se lo perdonaré.

Vive tu vida como una suma de períodos más cortos —me dijo una vez un sabio elfo, ya que, por ser una criatura longeva que podría ver el principio y el fin de varios siglos, sería una verdadera maldición olvidar la inmediatez y la intensidad del envejecimiento y la muerte ya previstos.

Así pues, ahora, después de más de cuarenta años, alzo mi copa para brindar por aquellos que ya se han ido: Deudermont; Cadderly; Regis; quizá Wulfgar, pues desconozco qué habrá sido de él; pero, sobre todo, por Catti-brie, mi amada, mi vida… No, el amor de un período determinado de mi vida.

Por culpa de las circunstancias, del destino, de los dioses

Jamás se lo perdonaré.

A pesar de lo seguras y confiadas que parecen mis palabras al leerlas, lo cierto es que me tiembla la mano al escribirlas. Han pasado dos tercios de siglo desde la catástrofe del Rey Fantasma, la caída de Espíritu Elevado y la muer…, la pérdida de Catti-brie, pero aún me parece que todo eso ha sucedido esta mañana. Además, mientras que muchos de mis recuerdos con Catti-brie me resultan muy lejanos, casi como si estuviera observando la vida de otro drow, uno del que hubiera heredado las botas, la mañana en que los espíritus de mi amada y de Regis partieron de Mithril Hall montados sobre un unicornio espectral, atravesaron las paredes de piedra y desaparecieron para siempre de mi vida —el momento más doloroso de mi existencia— sigue siendo para mí una herida abierta, sangrante y abrasadora.

Se acabó.

Dejaré que ese recuerdo se aleje con la corriente, sin mirar atrás mientras lo hace.

Pienso seguir avanzando por los caminos, con viejos y nuevos amigos. Mis cimitarras han estado quietas durante mucho tiempo, y mis botas y mi capa estén demasiado limpias. Guenhwyvar está excesivamente inquieta, al igual que el corazón de Drizzt Do’Urden.

Bruenor insiste en que partamos hacia Gauntlgrym, aunque lo veo poco probable. Pero, realmente, no importa, ya que está cerca de terminar su vida y yo me marcho en busca de nuevas tierras, limpias, libres de los vínculos del pasado. Un nuevo período de mi vida.

Esto es lo que significa ser un elfo.

Es lo que significa estar vivo, ya que, a pesar de que para las razas muy longevas es algo tan doloroso como necesario, incluso los humanos, que viven tan poco tiempo, dividen sus vidas en períodos, aunque raras veces reconocen la efímera verdad mientras avanzan por una u otra etapa de su existencia. Toda la gente que he conocido se engaña a sí misma pensando que la situación actual durará para siempre, año tras año, y se convence de que los aspectos importantes de su vida permanecerán iguales o mejorando del modo deseado.

¡Así será mi vida dentro de un año!

¡Así será mi vida dentro de cinco años!

¡Así será mi vida dentro de diez años!

Todos alimentamos esperanzas y sueños, expectativas, y lo hacemos con convicción, ya que se necesita un objetivo para que el viaje sea más fácil. Sin embargo, cuando ese período de tiempo termina, ya hayan pasado cinco, diez o cincuenta años, es el viaje, y no el objetivo alcanzado, lo que define quienes somos. El viaje es la historia de nuestra vida, no el haber alcanzado o no el objetivo al final. Por ello, la conclusión más importante a la que he llegado hasta el momento es: esta es mi vida ahora.

Soy Drizzt Do’Urden, antaño perteneciente a Mithril Hall antaño amado por una esposa y amigo de un rey y de otros compañeros no menos maravillosos. Todo eso forma parte de la corriente de mi memoria, que fluye ahora hacia orillas más lejanas, ya que ha llegado el momento de retomar el rumbo y de recuperar mi corazón.

Sin embargo, me sorprende darme cuenta de que no puedo recuperar mi propósito, ya que el mundo ha ido más allá de lo que una vez consideré como verdad, y este reino ha encontrado un nuevo sentido de lo que es oscuro y pavoroso, que se ríe de aquel que se digne intentar arreglar las cosas.

Antaño habría traído conmigo la luz que pudiera atravesar esa oscuridad, pero ahora traigo mis cimitarras, que llevan demasiado tiempo sin ser usadas, y le doy la bienvenida a la oscuridad.

¡Se acabó! ¡Me he librado de la herida abierta de mi terrible pérdida!

Estoy mintiendo.

DRIZZT DO’URDEN