QUE COMUNMENTE LLAMAN PRÓLOGO Y DEDICATORIA AL MISMO TIEMPO A LOS QUE ME QUISIEREN LEER.
Señor lector: no estrañe V. el tratamiento. Es cierto que en casi todos los prólogos se usa tutear á los lectores. También lo es que yo, llevado de la costumbre, en tal cual friolera que he dado á luz, me he dejado arrastrar de esta, al parecer mala crianza. Estoy por ahora arrepentido; propongo la enmienda, pero sin constituirme fiador de mi perseverancia.
Por malo que sea un libro puede tener lectores de todas clases, á quienes correspondan tratamientos muy diferentes, sean los tues, los ustedes, los usías, los usencias, los paternidades, los ilustrisimos, los escelencias, los altezas, los magestades; y hasta los mismos santidades y beatitudes los leen. ¿No seria desacato y una avilantez intolerable introducirse á la conversación de tan altos personajes, tratándolos con un tú por tú, y con la gorra calada? ¿En qué bodegón hemos comido?, me preguntarian, ó (lo que seria peor) mandarian á algún lacayo que me moliese á palos, y en verdad que no les faltaria razón.
¿Qué remedio para evitar una rusticidad tan selvática? No hay otro que el que ya está admitido en todas las naciones cultas. Siempre que hay necesidad de hablar por escrito con personas de diferentes clases, se sacan de un mismo ejemplar las copias que se consideran precisas; y cuando se llega al tratamiento del sugeto con quien se habla, se escribe una sola V. que es la letra inicial de todos los tratamientos respetosos, para que cada uno se aplique aquel que le corresponda.
Esto supuesto, todas las veces que hablando yo en el prólogo con el lector le sirva con una V, sea de la figura que se fuere, él mismo se aplicará el tratamiento que le toca, y no podrá quejarse de que no se le dá aquello que se le debe.
Pero si en todo prólogo seria de desear que se practicase esta buena crianza, en un prólogo-dedicatoria, como lo es el presente, seria especie de locura no ponerla en práctica por mi propia autoridad.
No solicitando yo otros Mecenas que mis lectores para esta casi mecánica fatiga, vamos claros que seria linda gracia introducirse á implorar su protección y su benevolencia perdiéndoles el respeto. Por tanto, señor lector, mi venerado dueño, no tema V. que le trate como pudiera á un gañan: estimo mucho á V., venero mucho á V., y necesito mucho de V. para esponerme á merecer su desprecio, cuando imploro y necesito tanto de su favor.
Ni los autores, ni los traductores ó copistas (entre los cuales suele haber bien poca diferencia) debemos tener otros enemigos que nuestros propios lectores. Si logramos que estos nos abriguen y se contenten de nosotros, se nos debe dar un pito por todos los demás que no nos leen. Defiéndannos de sí mismos los primeros, y ládrennos cuanto quieran los segundos. Haremos con ellos lo que hacen los mastinazos con aquellos gozquecillos que les ladran de memoria:
Alzan la pala, los mean,
y prosiguen su camino.
Añádase á esto, que los libros solamente se escriben para que se lean; con que por su misma naturaleza parece que están ya dedicados únicamente á los lectores. Ponerlos bajo la protección de uno que quizá no los leerá, como suelen hacer muchos personajes de alto bordo, parece que es sacar las cosas de su quicio; y viene á ser casi lo mismo que regalar á uno que, en muestra de agradecer la buena voluntad, paga la maula mas de lo que vale el regalo, y tal vez sin mirarle le vuelve á los hocicos de quien se le envia, ó lo reparte entre sus criados y familia.
Aun hay otra ventaja tanto de parte del escritor, como de parte del Mecenas, en dedicar las obras á los lectores. Como el autor ó el traductor no sabe quiénes serán estos, escusa las mentiras, lisonjas y adulaciones, de que suelen estar atestadas las dedicatorias; pues ignorando las circunstancias de las personas particulares, está dispensado en hacer su panegírico; y los lectores de juicio sólido y de gusto delicado no padecen el sonrojo de verse alabados cara á cara. Sabida cosa es que nada empalaga tanto á un hombre machucho y de buen seso, como verse alabado facha á facha, y como dicen, en sus mismas barbas.
Quem, si male palpere, recalcitrat undique totus.
Esto supuesto, señor lector y venerado dueño mió, dé V. por concluida la dedicatoria, y demos principio entre los dos á la conversacion preliminar, que en vulgar se llama prólogo. Sospecho que tendrá V. varias preguntas que hacerme; y asi comienzo, porque estoy pronto á servirle, y en cuanto pueda á satisfacerle.
Preguntará V. (como si lo oyera) ¿por qué razón ó con qué fundamento se dice en el frontis de esta versión que las Aventuras de Gil Blas fueron adoptadas por Mr. le Sage, quitándole el honor de ser su padre legítimo y natural? Pues qué, ¿no lo fué ciertamente aquel monsieur?
¿Qué llama ciertamente, señor lector? En los partos metafóricos del entendimiento hay casi las mismas dudas (si ya no son mayores) que en los físicos, corpóreos y materiales. En estos se sabe ó se puede saber con certeza la madre que los parió, pero nunca se puede saber con la misma el padre que los engendró. Para atajar los inconvenientes que estas dudas podían producir, acudió la ley con la famosa decisión: pater est, quem nuptiæ demonstrant; pero como en las producciones mentales no hay matrimonio que las legitime, tampoco estamos obligados á creer que sea su verdadero padre el que suena serlo en el frontispicio, salvo únicamente en las producciones de los libros sagrados. La corneja que se vistió de plumas agenas, es una mera fábula. Solamente los ladrones y los plagiarios son las cornejas verdaderas.
Convengo en eso (me replicará acaso V.); mas quisiera yo saber ¿qué fundamento hay para agregar á esta especie cornejaina á nuestro bonísimo monsieur? El mas sólido y el mas grave que cabe en una prudente conjetura. Sus mismos paisanos y panegiristas modestamente lo confiesan, y aun lo prueban con hechos al parecer concluyenles. Los imparciales y moderados autores del Dictionaire historique portatif; esto es, Diccionario histórico portátil, ó manual, los cuales formaban una compañía ó asociación de literatos de París, hombres todos maduros y retirados del gran mundo que no pertenecian á cuerpo alguno regular, eclesiástico, político ni académico, y por consiguiente estaban libres de todo espíritu de cuerpo ó de partido; cuando llegan á tratar de monsieur Alano Renato le Sage en la edición de Amsterdam de 1771, tomo 4 , pág. 445, dicen asi en su nativo idioma:
Sage [Alain René le) poete francois, né à Ruys en IBretagne, vers l'an 1677, mourut en 1747 à Boulognesurmer. Son premier ouvrage fut une traduction paraphrasée des Lettres d'Aristenete, auteur grec. Il apprit en suite l'espagnol, et gonta beaucoup les auteurs de cette nation, dont il à donné des traductions, ou plutot des imitations, qui ont eu beaucoup de succés. Ses principaux ouvrages en ce genre sont: 1. Guzman d'Alfarache, en 2 vol. in 12.°; onvrage, ou l'auteur fait passer le serieux a travers le frivole qui y domine. 2. Le Bachelier de Salamanca, en 2 vol. in 12.º; román bien ecrit, et semè d'une critique utile des mœurs du siecle. 3. Gil Blas de Santillane, en 4 vol. in 12.º On y trouve des peintures vraies des mœeurs des hommes, des choses ingenieuses et amusantes; des reflexions judicieuses, mais quelque fois prolixes. Il y a du choix, et de l'elegance dans les expressions et assez de netteté dans les recits. 4. Nouvelles aventures de D. Quichote, 2 vol. in 12.º Ce nouveau D. Quichote en vaul pas I'ancien; il y a pour tant quelques plaisanteries agreables. 5. Le Diablo Voiteux, 2 vol. in 12.º: ouvrage qui renferme des traits propes à egayer l'esprit, et á corriger les mœurs. 6. Melanges amusans, des saillies d'esprit, et de traits historiques les plus frappans, in 12.º Ce recuil est, ainsi que tous ceux de ce genre, un melange de bon ot de mouvais… Cet auteur avoit peu d'invención, mais il avoit de l'esprit, du goùt et l'art d'embellir les idèes des autres, et de se les rendre propres. Este pasaje, traducido fielmente en nuestra lengua, dice asi:
«Alano Renato le Sage, poeta francés, nació en Ruys de Bretaña hacia el año de 1677, y murió en el de 1747, en Bolonia de Francia. Su primer obra fué una traducción parafrástica de las Cartas de Aristeneto, autor griego. Aprendió después la lengua española, y le gustó tanto, que publicó muchas traducciones, ó por mejor decir, imitaciones de ella. Sus principales obras en este género fueron: 1.ª Guzman de Alfarache, en dos tomos en 12.°: obra en que el autor introduce lo serio á vueltas de lo frivolo que en ella domina. 2.ª El Bachiller de Salamanca, en dos tomos en 12.º; novela bien escrita y sembrada de una crítica provechosa de las costumbres del siglo. 3.ª Gil Blas de Santillana, en cuatro volúmenes en 12.º: donde se encuentran pinturas muy propias y muy vivas de las costumbres de los hombres, cosas ingeniosas y divertidas, reflexiones llenas de juicio, aunque alguna vez prolijas. El estilo, sin dejar de ser natural, es elegante, las voces castizas, y la narración fluida, limpiá y desembarazada, 4.ª Nuevas aventuras de D. Quijote, en dos tomos en 12.°: Este nuevo D. Quijote no llega al antiguo, ni con mucho. 5.ª El Diablo CojuelO, dos tomos en 12.ª: obra donde se encuentran algunos pasos que sirven á la diversión y á la enseñanza. 6.ª Miscelánea de materias divertidas é ingeniosas, y de curiosos históricos sucesos: colección en que hay bueno y malo, como en todo género de colecciones… Este autor tenía poca invención, pero estaba dotado de ingenio y de buen gusto, como también de un gran talento para engalanar las ideas ó conceptos de otros, haciendo suyos los pensamientos ágenos».
Hasta aquí dichos autores del Diccionario histórico manual en el artículo de Mr. le Sage. Y pues los mismos paisanos y elogiadores, hombres por otra parte de la mayor imparcialidad y de una delicadísima crítica, cuentan al Gil Blas de Santillana entre las traducciones ó imitaciones de la lengua española, en que Mr. Alano ejercitó el gran talento de hacer suyos los pensamientos ágenos: ¿qué mayor fundamento había yo menester para desplumar al francés corneja, y restituir al español Gil Blas en su pelo ó su pluma original?
Pero si V. quiere saber de mí qué español fué el verdadero padre de aquel hijo, y cómo y por dónde vino á parar la pobre criatura en manos del señor francés, eso es en lo que no le podré servir con la seguridad que yo quisiera, y V. mismo deseara. Solo he podido averiguar que el tal Mr. le Sage estuvo muchos años en España, según unos como secretario, y según otros como amigo ó comensal de un embajador de Francia. Que su inclinación á nuestra lengua y lo mucho que le gustaban los graciosos escritos satíricos y morales que poco antes se habian publicado en ella, algunos anónimos, y otros con el nombre de sus verdaderos autores, le incitó a solicitar el conocimiento y trato con los unos y con los otros. Tuvo estrecha amistad con cierto abogado andaluz, que le dio el famoso Sueño político, que comienza: Pasaba yo el Bocalini por estudio ó por recreo, el cual era una furiosa sátira contra el ministerio de España: que este mismo abogado le confió á Mr. le Sage el manuscrito de la novela de Gil Blas, que era otra mas graciosa, mas llana y mas inteligible sátira contra el gobierno de dos grandes señores que sucesivainente se vieron á la frente del ministerio, para que traducido en francés le hiciese estampar en Paris, y publicar como nacido en aquel reino, supuesto que durante el actual gobierno de España no se podia imprimir en ella sin que peligrase la vida del impresor y de todos los que tuviesen parte en su publicación. Aun hay otra razón muy poderosa para creer que le Sage no fué el verdadero autor de esta graciosa novela. Cualquiera que la lea se persuadirá que se escribió en los reinados de Felipe III y Felipe IV, cuyos ministros y privados son satirizados en ella. Mr. le Sage, habiendo nacido el año de 1677, en que ya habia muerto Felipe IV, no podría venir á España ni como secretario ni como amigo ó comensal del embajador francés hasta fines de aquel siglo ó principios del siguiente, tiempo en que ya Gil Blas andaria oculto en las manos de algunos curiosos, como escritor anónimo y de autor desconocido. Y así, como dicho monsieur se aficionó tanto á nuestras novelas para imitarlas ó traducirlas en su idioma, es de creer que ejecutase lo mismo con la de Gil Blas, haciéndole que hablase de molde y en francés lo que antes habia hablado en castellano y manuscrito. Esto es cuanto he podido averiguar en el asunto, pero sin documentos que lo prueben, ni testimonios respetables que lo califiquen. Lo que á mí me parece del tejido de esta relación es, che se non sia vero, al meno é bene trovato. Y así, señor lector de mi alma y mi estimadísimo Mecenas, puede V. creer aquello que mejor le pareciere.
Lo que no admite duda es, que en el tercero y cuarto tomo de Gil Blas se habla con menos respeto del que fuera justo de aquellos dos grandes señores, nombrándolos con todos sus pelos y señales, á pesar de la veneración tan debida á sus personas, aunque no fuera mas que por su alto nacimiento. No se me esconde que no los tratan con mayor miramiento algunos historiadores, aun de nuestros nacionales; pero como semejantes ejemplos no deben servir á la imitación, tampoco á mi me hicieron fuerza, y así disfrace en la traducción sus títulos y dictados, sin faltar á la verdad. Los que están instruidos en la historia ya lo sabrán aunque yo quiera ocultarlos: á los que no lo están no se lo quiero decir.
Viendo estoy, señor lector, que todavia no acaba V. de persuadirse á que el escritor francés no sea el verdadero padre de Gil Blas, porque dirá: si fuera español el autor de este romance, no es verosímil que siendo tan hábil y tan instruido en la geografía y mapa de España, como se manifiesta en toda la obra, incurriese en el garrafalísimo despropósito que se lee en el tomo III, lib. 10, cap. 1, donde se dice que habiendo Gil Blas y su fiel criado Scipion partido de Madrid para Asturias, durmieron la primera noche en Alcalá y la segunda en Segovia. Saben hasta los mas zafios arrieros de España que Alcalá respecto de Madrid está á la parte opuesta de Asturias y de Segovia, y por consiguiente que era menester volver á pasar por Madrid ó por sus aledaños para dormir la segunda noche en Segovia. Añádese á esto, que desde Alcalá á dicha ciudad de Segovia hay por lo menos veinte leguas, con un gran puerto que pasar. No era verosímil que se encontrase en España alquilador, ni mucho menos calesero tan poco amante de sus mulas, que las quisiera esponer á la fatiga de andar en un dia el camino que difícilmente se puede concluir en dos. De donde se infiere que de ningún manuscrito español, y mas tan bien pensado como el manuscrito en cuestión, pudo tomar el escritor francés tan craso y desatinado error, y consiguientemente que fué originalmente suyo el romance de Gil Blas.
Pero dígame V., veneradísimo señor lector, ¿y no pudo Mr. Alano Renato escribir muy de propósito este despropósito para ocultar mejor su hurto?, ¿piensa V. que solo Caco, númen tutelar de los ladrones, tuvo habilidad para inventar ciertos artificios que deslumbrasen á los curiosos indagadores de sus ingeniosos y delicados robos? No señor: esa habilidad, en mayor ó menor grado, la han poseído todos los ladrones de las bolsas y todos los plagiarios de los libros. Pues ahora, siendo tan celebrado Mr. le Sage por su gran talento de hacer suyos los pensamientos ágenos, considere V. si le faltaría el de dejarse caer adredemente tal cual error garrafal para ocultar mejor su juego, y tener el hurto mas encubierto.
Pero en conclusión, ¿para qué nos cansamos, ni á qué fin es aporrear la Sibila, cuando está tan claro el oráculo? ¿Qué necesidad hay de probar que el Gil Blas de Santillana fué originalmente español, cuando sus mismos paisanos y panegiristas lo confiesan? ¿No cuentan ellos esta obra entre las traducciones ó imitaciones de la lengua española, en que se ejercitó Mr. le Sage? ¿No dicen que sus principales obras en este género fueron el Guzman de Alfarache, el Bachiller de Salamanca, el Gil Blas de Santillana, el Diablo Cojuelo; etc.? ¿No añaden inmediatamente, que este escritor tenía poca invención, pero que estaba dotado de ingenio y de buen gusto, como también de un gran talento, para vestir de gala las ideas, y hacer suyos los pensamientos ágenos? ¿Pues qué mas había de menester yo para tenerle por un español afrancesado, desnudarle de su trage purísimo, vestirle de maragato, presentarle en calzas y jubón, haciéndole hablar en su lenguaje propio, castizo, primitivo y natural?
Viendo estoy que todavía no está V. muy sosegado, y tiene algo que replicarme ó proponerme. Si el que ha hecho esta restitución es un viejo colmilludo ó carrasqueño (como él mismo se llama) y que no sufre cosquillas cuando se trata de minchonar ó burlarse de su nación, ¿cómo un hombre de su edad ha empleado tan mal el tiempo en una obra semi-bufonesca, tomándose una fatiga, que sobre tener tanto de mecánica, parece muy agena de sus años, y quizá también de otras sus circunstancias personales, de las cuales se podian esperar trabajos mas serios, mas útiles, y no menos divertidos? Vamos poco á poco, que la réplica ó la preguntilla pica en historia, tiene varios cabos que atar, y es menester cogerlos todos.
En primer lugar, por lo mismo que soy viejo colmilludo, carrasqueño y muy amante de mi nación, no podia ni debia sufrir que un francés, fuese el que fuese, se nos viniese con las manos lavadas ó por lavar, á querernos persuadir que un asturiano nacido (como él asegura) del puerto de Pajares allá, habia sido engendrado, concebido y parido del otro lado de los Pirineos, suponiendo que Mr. Alano Renato le Sage le habia dado á luz, ni mas ni menos como nos quieren decir que Júpiter parió á Minerva.
En segundo lugar la obra nada tiene de semi-bufonesca, aunque está escrita con bastante sal y con tal cual granito de pimienta. El ridentem dicere verum, quid vetat, está recibido por lodos los de buen gusto, y no se llama bufoneria, sino sazón y gracejo. Castigat ridendo mores, há muchos siglos que se dijo por una obra de las mas instructivas y mas sazonadas que nos dejó la antigüedad. Aunque la vejez esté sujeta á malos humores, no siempre está reñida con el buen humor. Quien tuvo, retuvo, y dejo para la vejez, dice nuestro adagio vulgar; que en suma viene á ser lo mismo que aquello de:
Qao semel est imbuta recens
servabil odorem testa diu.
¿Por qué se ha de llamar semi-bufonesca una obra que está llena de pinturas muy vivas y muy propias de las costumbres de los hombres, y de reflexiones no menos llenas de juicio, escrita en un estilo, que sin dejar de ser natural es elegante, las voces castizas, y la narración fluida, limpia y desembarazada, como también de cuando en cuando graciosa, pero nunca chocarrera? Una obra de este carácter nada tiene de bufona, y no debiera parecer mal en las manos de cualquiera Matusalém, aunque fuese el último año de su larga vida.
Pase (me volverá á replicar V.); pero dedicarse á una fatiga tan mecánica, como es una traducción, un hombre de cuya edad y circunstancias se podían esperar trabajos en asuntos mas serios, mas útiles y no menos divertidos, verdaderamente que es lástima, e fá molta pietá. Mil gracias por lo que V. me favorece, esperando tanto de mi; pero aun cuando fuera lo que V. quiere figurarse, hallándome como me hallo, sin salud, sin cabeza, sin memoria, sin libros, lleno de ajes, y oprimido de cuidados, no puedo hacer otra cosa que ocuparme en este mecanismo para divertir la ociosidad, distraerme un poco de mis males y servir á mi nación en lo poco que ya puedo.
La novela de Gil Blas es un romance muy juicioso, muy instructivo, y al mismo tiempo de grande diversión por los innumerables sucesos que se van enlazando con la mayor conexión, consecuencia y naturalidad; pintándose en ellos con tanta viveza y propiedad las costumbres de los hombres, y haciéndose sobre ellas reflexiones mas sólidas y mas conformes á la natural honestidad y á la moral evangélica. Si tal vez se introducen algunas aventuras galantes, se tratan con toda la decencia y con todo el decoro que se puede desear en una pluma anciana y circunspecta, debiéndose observar que las aventuras de esta especie se describen de manera que su relación incita á la fuga de ellas por medio del escarmiento.
Pero, ¡oh señor!, ¡que toda esa morahdad está fundada en hechos fabulosos, puesto que es fabuloso hasta el mismo héroe del romance! ¿Y qué importará que los hechos sean imaginarios y fabulosos, con tal que sean parecidos á los verdaderos, si la moralidad es sólida, castiza y en todo conforme á lo que dictan la religión y la razón? Las fábulas de Fedro y de Esopo ¿por ventura son mas que fábulas? Con todo eso, ¿quién ha negado hasta ahora que aquellos hechos y dichos de las plantas y de los brutos no han enseñado mucho á los hombres? El eruditísimo Pedro Daniel Huet, obispo de Avranches, uno de los hombres mas sabios que ha tenido la Francia, escribió un libro sobre el origen de los romances ó novelas. No hay mas que leerle (dice un crítico moderno), y cualquiera quedará convencido, no solo de su antigüedad y de su uso, sino también de su utilidad, como escuela de moral mucho mas eficaz que la de cualquiera maestro.
El mismo crítico[1] pretende y en verdad que no son débiles las razones en que lo funda), que la lectura de las novelas ó romances bien escritos es mas útil, á lo menos para las personas particulares, que la de la historia… En esta, á lo sumo solo se aprende lo que se ha hecho, y aun esto pocas veces, porque son muy raros los historiadores, que por la pasión, por el espíritu de partido ó nacional no desfiguren los hechos verdaderos, vendiendo por tales los mas alterados, y no pocas veces los mas contrarios; pero en los romances se enseña lo que se debe hacer, fundándose la instrucción en lo mismo que claramente se confiesa que no se hizo. Entre los historiadores, ningunos suelen ser mas falaces que los mas jactanciosos de su fidelidad: nulli jactantius fidem suam obligant, quam qui maximé violant, que dijo uno de ellos[2], muy acreditado entre los modernos; pero los novelistas desde luego entran confesando ser fingido todo lo que dicen, aunque tan parecido á lo que se vé y á lo que se palpa, que la misma ficción conduce por la mano al desengaño, é introduce insensiblemente el documento. La lectura dé la historia por lo común solamente se dirige á cargar la memoria de sucesos inciertos y pasados, para hacer ostentación de una pueril y pedantesca erudición, ya en las conversaciones privadas, ya en los escritos públicos; pero la lectura de los romances, aunque sirva á la diversión por la variedad y maraña de los fingidos sucesos, se dirije principalmente al conocimiento práctico del mundo, al descubrimiento de sus enredos, y á la manera de gobernarse discreta, cristiana y prudentemente en él.
Las novelas, las fábulas y las parábolas todas son muy parecidas en el fin que se proponen. No es otro que enseñar á los hombres á ser hombres, solo se diferencian en que las primeras son largas y divertidas, las segundas todas breves y graciosas, las terceras á veces largas y á veces breves; pero estas, aquellas y las otras todas son morales.
Los que dudaron de la real existencia de Job, la tuvieron por una parábola larga y por un romance corto, pero lleno de grandes documentos. Los pocos que piensan lo mismo de la historia de Tobías, la suponen un superior y precioso romance, tejido de lances singularísimos, que todos inspiran las mas altas máximas de la religión, el concepto mas elevado de Dios, y los principios mas conducentes á estampar en el alma las obligaciones de la humana sociedad. Ninguna de aquellas dos opiniones se puede sostener católicamente, pero tampoco nos hacen falta. Las dos parábolas, una de Natán á David, después de su adulterio con Bethsabeé, y otra de la Thecuites al mismo monarca, después que habia resuelto quitar la vida á Absalon por el fratricidio cometido por él en su mismo hermano Ammon; aquellas dos parábolas, vuelvo á decir, son como dos pequeñas novelas: la primera para que aquel monarca se arrepintiese del adulterio y homicidio de Urías cometido por su causa; y la segunda, para que volviese á recibir en su gracia, y no diese la muerte al hijo fratricida: parábola forjada por su capitán Joab.
No siendo, pues, otra cosa las parábolas que unos breves romances reducidos á un solo suceso enteramente supuesto e imaginario, y no siendo el romance mas que una parábola larga, entretejida de varios sucesos fingidos, bien que muy parecidos á los que cada dia se ven, para que se palpe la verdadera monstruosidad de estos en la monstruosa irracionalidad de aquellos, de ninguna pluma pueden desdecir, como se traten con la decencia, discreción y juicio que se debe.
Y valga la verdad: ¿qué libros son mas provechosos que los que instruyen divirtiendo y enseñan embelesando con el arte de disfrazar el tedioso pedantismo de la lección con la máscara de un cuento hecho á placer y fabricado de planta? Esto hacen los romances bien escritos y las novelas trabajadas con juicio, con pulso y con elección. Ningún buen conocedor ha negado este mérito al romance de Gil Blas, que adoptó Mr. le Sage. Antes bien hay críticos de fino olfato, que en su línea no le juzgan inferior al célebre Telémaco del incomparable señor Fenelon de Salignac.
Dije adredemente: el romance de Gil Blas, que adoptó Mr. le Sage; porque este solamente dio á luz en francés cuatro tomitos en 12.º poniendo fin á su divertida novela, describiendo el doble casamiento de Gil Blas con doña Dorotea, hija de don Juan de Antella, y el de don Juan de Antella con Serafina, hija de Escipion y ahijada de Gil Blas. Estos cuatro tomos son precisamente los que han merecido grandes elogios á los críticos de buenas narices, no faltando algunos que le elevan hasta emparejarle con el principe de los romances que compuso el célebre y discretísimo arzobispo de Cambray.
Esto es, señor lector, lo que presento á V. como lector y lo que como protector le dedico. Léame V. con benignidad, favorezca la obra con su protección, y si quiere saber como me llamo, ahora se lo vá á decir su mas rendido servidor,
DON JOAQUÍN FEDERICO ISSAPLS.