Cuando volví arriba, el personal de Urgencias ya se había hecho cargo de Jimmy Tate, que ingresó en el quirófano en menos de una hora. El proyectil le había alcanzado el abdomen y al parecer le había destrozado el bazo. Bibianna no estaba mejor que él, pero se salvaron los dos. Si al final fueron felices para siempre, eso es algo que no puedo decir, porque todo esto ocurrió hace sólo tres semanas. Volví a Santa Teresa y pude asistir a la boda de Vera, que se celebró el lunes por la noche, en plena fiesta de Halloween. Como es lógico y natural, no tuve tiempo de ir de compras y me vi obligada a ponerme mi fiel vestido multiuso, que en mi opinión casaba perfectamente con el acontecimiento, y nunca mejor dicho. Vera me instó a ir acompañada, de modo que fui con Luis, y él se presentó con el Pato Lucas y el Pato Donald, uno en cada brazo.
Raymond Maldonado ha contratado a un abogado de primera categoría. Tal como están las cosas actualmente, se le acusa de varios delitos, desde homicidio —por el asunto de Parnell Perkins— hasta robo, pasando por estafa, empleo delictivo del servicio de Correos y toda la gama contemplada por el Código Penal, incluido el hurto. Tengo entendido que los casos en que se acusa a personas que padecen el síndrome de Tourette representan un serio problema para el Ministerio de Justicia. Y sospecho que Raymond puede salir bien librado si a cambio declara contra otros individuos clave de la red de estafadores, por ejemplo contra los abogados del bufete «Gotlieb, Naples, Hurley and Flushing».
La policía no dio al final con mi cazadora negra de cuero. Seguramente la cogió algún cliente del bar en cuanto me di la vuelta. El mundo está lleno de maleantes. Y no lo digo sólo por todo el trabajo que hice. Envié la factura a la policía de Santa Teresa. Dolan me ha dicho que la remitió a la Jefatura Superior de Los Angeles, donde probablemente se desentiendan de ella y traten de endosársela a la Cámara de Seguros. Les daré noventa días de plazo. Si para entonces no he recibido el dinero, avisaré a mi abogado.
Ya sólo queda por aclarar lo sucedido en relación con Gordon Titus. Fue todo muy sencillo. El muy imbécil me despidió.
Atentamente,
Kinsey Millhone