III

Fue mientras trabajaba en el dispensario cuando se me ocurrió escribir una historia policíaca. Tenía la idea desde el desafío de Madge, y mi actual trabajo me ofrecía, una oportunidad favorable. Al contrario de cuando estaba de enfermera, que siempre tenía algo que hacer, en el dispensario o estaba muy ocupada o absolutamente ociosa. Algunas veces iba por la tarde, sabiendo que no me esperaba ningún trabajo. Después de comprobar que los recipientes almacenados estuvieran llenos y bien colocados, tenía la libertad de hacer lo que me apeteciera, salvo abandonar el dispensario.

Reflexioné sobre el tipo de relato policíaco que escribiría. Como me hallaba rodeada de venenos, quizá lo más natural fuera, escoger la muerte por envenenamiento como el método ideal. Partí, pues, de este hecho, que me parecía lleno de posibilidades. Jugué con esa idea, me gustó y, al final, la acepté. Entonces me dediqué a imaginar los personajes. ¿Quién moriría envenenado? ¿Quién lo envenenaría, a él o a ella? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? Y todo lo demás. Se trataría de un asesinato íntimo, dada la forma peculiar de ejecución; todo ocurriría en familia, por decirlo de alguna forma. Por, supuesto, tenía que hacer un detective. Por aquellas fechas estaba muy influenciada por Sherlock Holmes. Así que me puse a estudiar tipos de detectives. No al estilo de Sherlock Holmes, por supuesto; inventaría uno de mi propia cosecha, que tendría también un amigo en calidad de ayudante o lugarteniente no era demasiado difícil. Pensé de nuevo en los otros personajes. ¿A quién asesinarían? Un marido a su esposa, era el tipo más corriente de asesinato. Podía, por supuesto, escoger un tipo de asesinato infrecuente, con un motivo también infrecuente, pero eso, desde el punto de vista artístico, no me atraía. Lo fundamental en un buen relato policíaco era que el criminal tuviera un motivo obvio, pero que al mismo tiempo, por alguna razón, no resultara tan obvio, y que además, pareciera que no había podido hacerlo, aunque, por supuesto, fuera realmente el asesino. En ese punto me llené de confusiones, así que hice un par de frascos más de loción hipoclorosa, para no tener trabajo al día siguiente.