Este libro ha sido compuesto en una variante de Caslon, una tipografía diseñada en el siglo XVIII por William Caslon Primero (1692-1766), armero y famoso impresor inglés. No guarda ninguna relación con Paul Caslon, que fue a Christmasland en 1968 y que se escapó con Millie Manx al Ruido Blanco después de aquella terrible Nochebuena en que la Montaña de Algodón de Azúcar se derrumbó. Millie les sacó a él y a otros dos niños —Francine Flynn y Howard Hitchcock— de la electricidad estática y les condujo hasta el pinar. Desde los árboles observaron como los otros niños (¡los esquiroles!) salían del bosque, todos quejándose, llorando y compadeciéndose de sí mismos con las caras sucias de lágrimas y mocos. Millie se puso a imitarles en silencio, y fue tan divertido que Paul tuvo que morderse con dos hileras de dientes para que no le oyeran reír.
Más tarde les darían su merecido a aquellos niños. Los esquiroles solo servían para una cosa: hacer de «eso» en un juego de tijeras para el vagabundo o de muerde al más pequeño.
Pero cuando apareció la primera ambulancia por la carretera que llevaba a la Casa Trineo supieron que era hora de marcharse. Millie les condujo hacia la pícea azul donde estaban colgados, todos juntos, sus adornos de Navidad, bien lejos de donde Wayne Bruce Carmody (¡rey de los esquiroles!) se dedicaba a destrozar otros adornos con su padre. Cada uno de los Niños Fieles a Charlie recogió su adorno especial y juntos se escabulleron colina abajo antes de que los descubrieran. Era una pena que Christmasland hubiera desaparecido, pero de nada servía llorar sobre leche derramada o avalanchas cataclísmicas. Además, ¡ahora tenían el mundo entero para jugar!
Y tampoco importaba demasiado que ya no puedan vivir para siempre en Christmasland. Después de todo, la Navidad no es más que un estado de ánimo y mientras conserves algo de espíritu festivo en el corazón, todos los días pueden ser 25 de diciembre.