QUE RECORRÍA LA CASA CASI EN SU TOTALIDAD Y ESTABA ALFOMBRADO de pared a pared con una moqueta verde.
Olía a pavo con guarnición.
Corrió sin molestarse en abrir las puertas a ambos lados, sabedora de que darían a cuartos de baño o a dormitorios. Se sujetaba la muñeca derecha respirando hondo para controlar el dolor.
Recorridos diez pasos el pasillo terminaba en un pequeño recibidor. La puerta al jardín delantero estaba a la izquierda, justo debajo de una estrecha escalera que conducía al segundo piso. De las paredes colgaban estampas de caza. Hombres sonrientes y de piel curtida sujetaban varios gansos muertos y se los enseñaban a unos golden retrievers de aspecto noble. Unas puertas batientes a la derecha de Vic daban a la cocina. El olor a pavo era más fuerte allí. También hacía más calor. Un calor febril.
Vio su oportunidad, la vio claramente. El hombre llamado el Espectro estaba entrando por el garaje. La seguiría por la puerta lateral hasta la casa. Si echaba a correr y cruzaba a toda prisa el jardín delantero llegaría andando al Puente del Atajo.
Atravesó el recibidor tan deprisa que se golpeó en la cadera con una mesa auxiliar. Una lámpara con pantalla decorada con borlas de cuentas se tambaleó y estuvo a punto de caer.
Vic agarró el pomo de la puerta, lo giró y se disponía a tirar de él cuando miró por la ventana lateral.
Estaba en el jardín y era uno de los hombres más altos que Vic había visto nunca, dos metros por lo menos. Era calvo y había algo obsceno en su pálido cráneo plagado de venas azules. Llevaba un abrigo de otra época, una prenda con faldones y doble hilera de botones dorados en la pechera. Parecía un soldado, un coronel al servicio de alguna nación extranjera donde un ejército no se llamaba ejército, sino legión.
Estaba ligeramente vuelto de espaldas a la casa y hacia el puente, de manera que Vic lo vio de perfil. Se encontraba delante del Atajo y tenía una mano apoyada en la bicicleta.
Vic no pudo moverse. Era como si le hubieran inyectado una sustancia paralizante. Ni siquiera conseguía ordenar a sus pulmones que tomaran aire.
El Espectro ladeó la cabeza con el lenguaje corporal de un perro inquisidor. A pesar de su gran cráneo, tenía facciones de comadreja, apelotonadas en el centro de la cara. La barbilla hundida y retraída le daba un aspecto débil, casi retrasado. Parecía uno de esos palurdos que no saben pronunciar la palabra «homosexual».
Estudiaba el puente de Vic, que se adentraba en los árboles con toda su longitud. Después miró hacia la casa y Vic separó la cara de la ventana y pegó la espalda a la puerta.
—¡Buenas tardes, quienquiera que seas! —gritó el hombre—. ¡Sal a saludar! ¡No muerdo!
Vic se acordó de respirar. Le supuso un esfuerzo, como si llevara correas de sujeción alrededor del pecho.
El Espectro gritó:
—¡Has dejado la bicicleta tirada en mi jardín! ¿No la quieres? —después de un momento añadió—: ¡También te has dejado el puente cubierto en mi jardín! ¡Eso también te lo puedes llevar!
Rio. Su risa era como el relincho de un potro, ¡hiii-hiii! y a Vic se le pasó por la cabeza que tal vez fuera retrasado mental.
Cerró los ojos y se mantuvo muy quieta pegada a la puerta. Entonces se dio cuenta de que el hombre no había dicho nada más y de que podía estar acercándose a la entrada de la casa. Echó el cerrojo y puso la cadena. Colocarla en su sitio le llevó tres intentos. Tenía las manos resbaladizas por el sudor y se le soltaba todo el tiempo.
Pero en cuanto hubo cerrado la puerta el hombre habló de nuevo y por su voz Vic supo que seguía en medio del jardín lleno de malas hierbas.
—Creo que conozco este puente. La mayoría de la gente se disgustaría al encontrarse un puente cubierto en el jardín delantero de su casa, pero no el señor Charles Talent Manx Tercero. El señor Charlie Manx es un hombre que sabe un par de cosas de puentes y carreteras que aparecen donde no deben. Yo mismo he conducido por alguna autopista que no tenía que estar donde estaba. Llevo conduciendo mucho tiempo. Te sorprendería saber cuánto, me apuesto cualquier cosa. Solo conozco una carretera y únicamente puedo circular por ella en mi Espectro. No sale en ningún mapa, pero está ahí siempre que la necesito. Está ahí siempre que tengo un pasajero dispuesto a ir a Christmasland. Tu puente ¿adónde va? ¡Deberías salir! Estoy seguro de que tenemos muchas cosas en común. Me apuesto cualquier cosa a que enseguida nos haremos amigos.
Entonces Vic se decidió. Cada momento que seguía allí escuchando era un momento menos que tenía para ponerse a salvo. Se puso en marcha, se separó de la puerta, corrió por el vestíbulo, cruzó las puertas con forma de alas de murciélago y entró en