Jenny, Robert, Rivera, Amanda, Travis, Howard y La Araña
Rivera llevó en su coche a Robert y a Jennifer a su casa. Durante todo el camino iban abrazados y en silencio en el asiento trasero hasta que, al llegar, dieron las gracias a Rivera. Durante el trayecto de regreso, Rivera intentaba pensar en una historia que le salvara la profesión. Estaba claro que cualquier versión de la historia verdadera le conduciría a un hospital para discapacitados mentales. Al final, decidió contar la historia hasta la parte en la que desaparecía La Brisa.
Un mes más tarde, Rivera estaba sirviendo refrescos en el Seven-Eleven, mientras trabajaba como detective para la división de robos. Más tarde, cuando arrestó a un equipo de ladrones que había estado aterrorizando en tiendas de cadena durante seis meses, fue ascendido a teniente.
Amanda y Travis se fueron con Howard. En cumplimiento de los deseos de Amanda, Gian Hen Gian se encargó de convertir el cuerpo de Effrom en piedra y luego meterlo en las cuevas. Cuando Howard paró el coche en la casa de Amanda, ella invitó a Travis a pasar. Al principio él se negó, pues pensaba que era mejor dejarla sola con su pena.
—¿Acaso no has entendido el significado de todo esto, Travis?
—Supongo que sí.
—¿No has pensado en que la presencia de Engañifa y de Gian Hen Gian prueba que Effrom no se ha ido por completo? Lo echaré de menos, pero él debe continuar su camino. Yo no quisiera estar sola ahora. Yo te ayudé cuando lo necesitabas —dijo Amanda y se quedó esperando.
Travis entró.
Howard se fue a su casa a trabajar en un nuevo menú para su restaurante.
El jefe técnico sargento Nailsworth nunca supo qué le había pasado a Roxanne ni quién era realmente; estaba muy afligido, tanto que no podía comer. Adelgazó setenta kilos, conoció a una chica en un club de aficionados a la informática y se casaron. El nunca volvió a practicar el sexo por ordenador fuera de la privacidad de su casa.