Jenny
Jenny había llegado al trabajo con media hora de retraso, esperando encontrarse a Howard detrás de la barra, dispuesto a regañarla ceremoniosamente. Lo curioso era que no le importaba. Más curioso todavía era que resultó que Howard no había aparecido por el café en toda la mañana.
Si una consideraba que se había bebido dos botellas de vino, había cenado un cuantioso plato italiano y todo lo que había en la nevera y además se había quedado despierta haciendo el amor toda la noche, concluía que debía estar cansada, pero no lo estaba. Se sentía espléndidamente bien, de buen humor, llena de energía y no poco emocionada. Cuando pensaba en su noche con Travis, se sonreía y se estremecía. «Debería tener sentimiento de culpa», pensó. Después de todo, técnicamente, era una mujer casada. Técnicamente, estaba corriendo una aventura ilícita. Pero la verdad era que nunca había sido una persona con inclinación a lo técnico. En lugar de culpabilidad, lo que sentía era felicidad y ganas de repetirlo todo otra vez.
Desde que llegó al trabajo, se había puesto a contar las horas que le faltaban para salir, cuando terminara el turno de comida. Cuando acababa de darse cuenta de que tan sólo le faltaba una hora, el cocinero le dijo que tenía una llamada en la oficina.
Rápidamente, llenó de café las tazas a sus clientes y se dirigió hacia la parte trasera del restaurante. Si era Robert, simplemente haría como si no hubiera pasado nada. A diferencia de lo que él sospechaba, no era amor precisamente lo que ella sentía por otro. Más bien era… daba igual lo que fuera, no tenía por qué explicar nada. Si era Travis… esperaba que lo fuera.
—¿Diga? —dijo al coger el teléfono.
—¿Jenny? —respondió una voz femenina—. Soy Raquel. Mira, esta tarde habrá un ritual especial en las cuevas y necesito que estés.
Jennifer no quería asistir a ese ritual.
—No sé, Raquel, tengo planes para después del trabajo.
—Jennifer, ésta será la cosa más importante que hayamos hecho y necesito que vengas. ¿A qué hora sales?
—Salgo a las dos, pero tendré que ir a casa a cambiarme de ropa.
—No, ven como estés, es muy importante.
—Pero me gustaría…
—Por favor, Jenny, sólo llevará unos minutos.
Jenny nunca había visto a Raquel tan insistente. Tal vez se trataba de algo realmente importante.
—Bueno, supongo que podré ir. ¿Quieres que avise a alguna de las otras?
—No, lo haré yo. Procura estar en las cuevas en cuanto puedas después de las dos.
—Vale, ahí estaré.
—Y, Jenny —dijo Raquel con una voz más profunda—, no le digas a nadie adonde vas —y colgó.
Jenny enseguida marcó el número de su casa y habló por medio del contestador automático.
—Travis, si estás ahí, contesta —dijo y esperó unos segundos. Lo más probable es que aún estuviera durmiendo—. Voy a tardar un poco en llegar. Iré a casa por la tarde. —Estuvo a punto de añadir un «te quiero» pero se reprimió y borró esa idea de su mente—. Hasta luego —dijo, y colgó.
Ahora, sólo tenía que arreglárselas para evitar a Robert hasta que se le ocurriera una manera de desanimarle a esperar una reconciliación entre ellos. Al volver al café, se dio cuenta de que en algún momento aquella sensación de bienestar la había abandonado y se sintió cansada.