RESISTENCIA E INCINERACIÓN
La noche del 21 de junio de 1944 perteneció a los partisanos soviéticos de Bielorrusia. Tres años antes, la Wehrmacht había pasado rápida mente por la región en su camino hacia Moscú, adonde nunca llegó. Los soviéticos avanzaban ahora hacia la línea Mólotov-Ribbentrop y hacia Varsovia y Berlín. El Grupo de Ejércitos Centro de la Wehrmacht estaba de vuelta en Bielorrusia, pero en retirada. Los mandos del Ejército Rojo habían planeado una ofensiva masiva en verano, que empezaría coincidiendo con el tercer aniversario de la Operación Barbarroja para recordarles a los alemanes el fracaso de sus ambiciones. Los guerrilleros soviéticos enterraron miles de cargas explosivas en las vías de tren de Bielorrusia. Cuando los soldados soviéticos atacaban, las tropas alemanas no podían recibir refuerzos ni retirarse rápidamente. Por tanto, el 22 de junio perteneció a los soldados del primer, segundo y tercer frentes bielorrusos del Ejército Rojo. Ellos y otros dos grupos armados sumaban mucho más de un millón de soldados, más del doble de los que podía convocar el Cuerpo de Ejércitos Centro de la Wehrmacht. La ofensiva, la Operation Bagration, brindó una de las más importantes victorias soviéticas en la guerra.[1]
Dos semanas antes, los estadounidenses se habían unido a la batalla por Europa. Tras dominar a la flota japonesa en el Pacífico, Estados Unidos abrió el 4 de junio de 1944 un importante frente europeo en la guerra. El ejército de EE. UU. desembarcó (junto con los británicos y otros aliados occidentales) ciento sesenta mil hombres en las playas de Normandía. Pero el poder estadounidense también se desplegó en las profundidades de Bielorrusia, donde unidades soviéticas motorizadas, equipadas con camiones y jeeps americanos, rodeaban a las desventuradas fuerzas alemanas. Las tácticas de cerco alemanas habían sido aprendidas, agilizadas y empleadas contra los propios alemanes. El gran avance de los soviéticos en Bielorrusia fue más drástico que el de Estados Unidos a través de Francia. Los soldados alemanes fueron superados en número, y sus oficiales, en astucia. Los mandos alemanes habían esperado que la ofensiva soviética pasara a través de Ucrania en lugar de por Bielorrusia. Los alemanes sufrieron unas cuatrocientas mil bajas entre hombres extraviados, heridos o muertos. El ejército Centro fue aplastado. La vía hacia Polonia estaba abierta.[2]
Rápidamente, el Ejército Rojo cruzó la línea Mólotov-Ribbentrop y entró en la región que había sido el distrito de Lublin del Gobierno General. Vasili Grossman, el escritor soviético que seguía al Ejército Rojo como periodista, contempló lo que los alemanes dejaban atrás. El Ejército Rojo descubrió el campo de Majdanek el 24 de julio de 1944. A principios de agosto, Grossman encontró un horror aún mayor, que tal vez se le hubiera escapado a una imaginación más pobre que la suya. Al toparse con Treblinka se dio cuenta rápidamente de lo que había pasado: los judíos de Polonia habían sido asesinados en cámaras de gas, sus cuerpos quemados, sus cenizas y huesos enterrados en campos. Caminó por una «tierra tan inestable como el mar» y encontró los restos: fotografías de niños en Varsovia y en Viena; trozos de bordado ucraniano; un saco de pelo, rubio y negro.[3]
Las tierras polacas habían estado bajo la ocupación alemana cerca de cinco años. Para los judíos de Varsovia, o para casi todos ellos, la operación Bagration fue una liberación que nunca llegó. Los restos de más de un cuarto de millón de judíos de Varsovia estaban entre las cenizas y los huesos que Grossman encontró en Treblinka.
En 1939, Polonia había estado ocupada por alemanes y soviéticos. Para los polacos no judíos de Varsovia, que conspiraban para resistir a la dominación alemana, la Operación Bagration presagiaba la llegada de un aliado muy discutible. Significaba la segunda incursión del Ejército Rojo en el territorio polaco durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta era la diferencia entre las experiencias de los polacos y las de los polacos judíos en la guerra. Los polacos judíos sufrieron horriblemente por las dos ocupaciones, alemana y soviética, pero de forma similar en cada una. Los polacos no judíos que deseaban luchar pudieron algunas veces escoger contra qué ocupante luchar y en qué circunstancias.
Los judíos polacos supervivientes tenían todas las razones para preferir los soviéticos a los alemanes y para ver al Ejército Rojo como un liberador. Muchos de estos aproximadamente sesenta mil judíos que todavía estaban vivos en el gueto de Varsovia después de la Gran Acción de verano de 1942 escogieron resistir. Pero no pudieron escoger el tiempo y el lugar de su resistencia. Todo lo que pudieron hacer fue luchar.
Varsovia fue el centro de la resistencia urbana al dominio nazi en la Europa ocupada. Durante dos años, entre septiembre de 1942, momento en el que Treblinka se había cobrado las vidas de la mayoría de los judíos de Varsovia, y septiembre de 1944, cuando Grossman describió los mecanismos del centro de exterminio en su artículo «El infierno de Treblinka», tanto polacos como judíos habían llevado a cabo revueltas contra la ocupación alemana, por separado pero también juntos, en los levantamientos de abril de 1943 y agosto de 1944.
Las consecuencias de la resistencia de los judíos y de los polacos en Varsovia fueron prácticamente una misma: destrucción. En el momento en que el Ejército Rojo (y Grossman) llegaron a la ciudad, en enero de 1945, ésta era ruinas y cenizas. La mitad de la población estaba muerta y los supervivientes se habían ido. Grossman evocó una referencia literaria que sus lectores identificarían: las últimas personas que quedaban, judíos y polacos que encontró viviendo juntos en los restos de un edificio, eran «Robinsones» de Varsovia: como Robinson Crusoe, el héroe de la novela de Daniel Defoe, olvidado a su suerte durante años en una isla, perdido para la civilización. El poeta polaco Czeslaw Milosz, quien vivió en Varsovia durante la guerra, pasaba parte de su tiempo escribiendo un ensayo de crítica literaria precisamente sobre la misma novela. Para él, Robinson Crusoe personificaba la «leyenda de la isla», la idea de que los defectos morales vienen de la experiencia, que si nos dejaran solos podríamos ser buenos. En el ensayo, y en su poesía sobre los polacos y los judíos de Varsovia, Milosz sugería lo contrario, que la única esperanza de la ética es que cada uno recuerde la soledad del otro.[4]
En Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial, los polacos y los judíos estaban solos de la misma forma, situados más allá de la ayuda del mundo exterior, incluso de aquellos que ellos consideraban amigos y aliados. También estaban solos de diferente manera, afrontando diferentes destinos en la misma guerra. Compartían una ciudad que había sido el centro de ambas civilizaciones, la polaca y la judía. Esa ciudad desapareció; lo que queda es su leyenda, o mejor dicho sus dos leyendas, una polaca, una judía, entre la solidaridad y la soledad, cada una consciente de la otra pero solas en el mundo de la posguerra.
Las conspiraciones polacas y judías contra la tiranía alemana, diferentes pero conectadas, comenzaron muy pronto, con la invasión alemana de Polonia en septiembre de 1939.
El 27 de septiembre de 1939, en los sótanos de un banco, ocho hombres y mujeres, la mayoría de ellos francmasones, empezaron la conspiración que se convertiría en el ejército de resistencia polaco. Conocido primero como Servicio por la Victoria de Polonia, estaba dirigido por un general con órdenes de organizar una resistencia nacional. En 1940, cuando el gobierno polaco se estableció en el exilio en Francia, la resistencia armada en la patria recibió el nombre de Unión de Lucha Armada. En 1940 y 1941, su tarea principal fue unificar a los cientos de grupos de resistencia menores que se habían formado en Polonia y reunir información para el gobierno polaco y sus aliados. La Unión de Lucha Armada estuvo activa en la zona alemana de ocupación; los intentos de crear una red bajo la ocupación soviética fueron frustrados por el NKVD. Después de que los alemanes invadieran la Unión Soviética en junio de 1941, la resistencia polaca fue capaz de operar en todos los territorios de la Polonia ocupada.[5]
A principios de 1942, la Unión de Lucha Armada se transformó en el Ejército Nacional, concebido como homólogo del Ejército Polaco que luchaba en el exterior junto a los aliados en el frente occidental. Como el gobierno de Polonia, en ese momento en el exilio en Londres, el Ejército Nacional tenía que representar a todas las fuerzas políticas y sociales del país. Su razón de ser era luchar por la restauración de Polonia a sus fronteras de antes de la guerra, como una república democrática con derechos iguales para todos los ciudadanos. La mayoría de los polacos que escogieron resistir se unieron al Ejército Nacional, aunque la extrema izquierda comunista y la extrema derecha nacionalista fundaron sus propias fuerzas de resistencia. Los comunistas organizaron la Guardia del Pueblo, conocida más tarde como el Ejército del Pueblo, que estaba estrechamente relacionada con la Unión Soviética y el NKVD. Los nacionalistas, que consideraban al comunismo y a los soviéticos un enemigo aún mayor que los alemanes, lucharon dentro de las filas de las Fuerzas Armadas Nacionales.[6]
La resistencia judía en Varsovia siguió un camino diferente, aunque eso no estuvo claro al principio. En los primeros meses de la ocupación alemana de Polonia, en 1939, la resistencia judía no parecía tener sentido como tal. No era evidente, al principio, que el destino de los judíos polacos fuera a ser muy diferente al de los no judíos. Muchos de los judíos que se sintieron amenazados por la invasión alemana huyeron a la zona de ocupación soviética de Polonia, de donde fueron deporta dos a Kazajistán. El establecimiento de los guetos en 1940 no necesariamente hizo comprender a los judíos polacos que su destino sería peor que el de los polacos no judíos, a quienes, en ese momento, estaban fusilando y mandando a los campos de concentración en gran número. En 1940 enviaban a Auschwitz a los polacos externos al gueto, mientras que a los judíos generalmente no. Pero los guetos implicaban que la resistencia judía tendría que ser una respuesta a su problemática particular. Cuando los alemanes separaron a la fuerza a los judíos de los polacos no judíos en Varsovia, en octubre de 1940, crearon una nueva realidad social, crearon categorías distintas que definirían destinos diferentes.[7]
Sin embargo, el gueto no puso de acuerdo entre los judíos en cuanto a emprender o no acciones contra los alemanes ni sobre cómo hacerlo. Los judíos polacos en el gueto de Varsovia tenían compromisos previos, surgidos de la vibrante vida política interior judía en la Polonia de entreguerras. Los judíos habían participado en las elecciones locales y nacionales en Polonia, así como en sus propias elecciones comunitarias. Los partidos eran legión y las lealtades eran profundas. En el extremo derecho del espectro estaban los Sionistas Revisionistas, que antes de la guerra se habían estado preparando para una resistencia armada contra los británicos en Palestina. Cuando, en el verano de 1941, los Revisionistas y los miembros de su organización juvenil, Betar, tuvieron noticias, por los camaradas del partido, de las masacres de judíos en Vilna, estuvieron entre los primeros en creer que la lucha armada contra los alemanes era necesaria y posible en las condiciones del gueto. También les había llegado el relato más o menos fiel del exterminio del gueto de Lublin en primavera de 1942. Tenían alguna idea de la evolución de la Solución Final; del este al oeste de la línea Mólotov-Ribbentrop, de las balas al gas.[8]
Fue la Gran Acción en Varsovia de julio-septiembre de 1941 lo que motivó que los Revisionistas formaran una Unión Militar Judía. Su comandante militar era Paweí Frenkel; los miembros de su comité político eran Michal Strykowski, León Rodal y Dawid Wdowinski. La Unión estaba anclada en las tradiciones de cooperación con el Estado polaco anteriores a la guerra, lo cual explica que se encontrara bien armada: A finales de los años treinta, el régimen polaco esperaba enviar a gran parte de su población judía a Oriente Próximo. Por ello, los dirigentes polacos desarrollaron relaciones estrechas con los Sionistas Revisionistas, quienes deseaban conducir a Palestina a gran parte de la población polaco-judía. Los Revisionistas estaban dispuestos a usar la violencia para crear un Estado judío, un enfoque con el que las autoridades polacas simpatizaban. Antes de la guerra, las juventudes Betar del Sionismo Revisionista se habían estado preparando en la Polonia de preguerra para combatir por Palestina. Como a los jóvenes del Irgun, la organización de resistencia en Palestina a la que algunos de ellos se habían unido, a veces los entrenaba el Ejército Polaco. Dentro del gueto, en 1942, los Revisionistas también recolectaban dinero y robaban a los judíos ricos para adquirir armas fuera.[9]
Mientras que la historia de la Unión Militar Judía es la de un partido político de derechas que se adapta a condiciones aún más duras de las que había previsto, la historia del otro grupo de resistencia en el gueto de Varsovia, la Organización Judía de Combate, es la de múltiples partidos de centro y de izquierda que deciden que sólo la acción militar puede ser útil a los judíos.
Igual que la derechista Unión Militar Judía, la Organización Judía de Combate surgió como resultado de la Gran Acción. Los muy viejos y los muy jóvenes fueron casi todos deportados y asesinados. Al parecer, las deportaciones, aunque afectaron a todos los grupos, eliminaron lo que había sido el centro conservador de la política judía: los religiosos ortodoxos y políticamente acomodaticios Agudat Israel. Antes de la guerra, su programa había sido la cooperación con el gobierno polaco a cambio de autonomía comunitaria y religiosa. A finales de los años treinta, este enfoque de compromiso pasó por las pruebas de la violencia contra los judíos y la legislación antisemita en Polonia, pero había seguido siendo popular entre la generación de más edad de los judíos devotos de Varsovia (quienes, por aquel entonces, habían muerto casi todos en Treblinka). Nada en Polonia había preparado al Agudat para el nazismo, que recompensaba los compromisos con el asesinato.[10]
A partir de septiembre de 1942, el gueto de Varsovia era sobre todo un campo de trabajo judío habitado principalmente por hombres jóvenes. Los padres que anteriormente habían temido poner en peligro a sus familias ya no tenían esa razón para contenerse. La política de izquierdas saltó a la palestra. La izquierda judía de la Polonia de preguerra había estado dividida acerca de un gran número de cuestiones fundamentales: si partir hacia Palestina o quedarse en Polonia, si confiar o desconfiar de la Unión Soviética, si hacer propaganda en yiddish o en polaco o en hebreo… y suma y sigue. La forma más radical de la política de izquierdas, el comunismo, reapareció entre los judíos de Varsovia en ese momento. Stalin, que había disuelto el Partido Comunista de Polonia en enero de 1942, permitió su reconstitución como Partido de los Trabajadores Polacos en enero de 1942. Algunos de sus activistas polaco-judíos se infiltraron en el gueto de Varsovia, donde exhortaron a la resistencia armada. El mayor partido socialista, el Bund, era mu cho menos proclive a usar la violencia. En general, estas organizaciones continuaron su trabajo como entidades diferentes. En los tres me ses posteriores a la Gran Acción se alcanzó un acuerdo general sobre la necesidad de la resistencia armada. La Organización de Combate Judía se estableció en diciembre de 1942. Como era un grupo de políticos con poca o nula experiencia militar y sin armas para hacerse oír su primera necesidad fue conseguirlas, y su primera acción fue pedirlas al Ejército Nacional.[11]
Fuera del gueto, la Gran Acción obligó al Ejército Nacional a definir una política judía. La resistencia polaca ya había tomado algunas posiciones claras en 1941, condenando, por ejemplo, las funciones de guardia en los campos de concentración como «traición nacional». Pero el Ejército Nacional, antes del verano de 1942, tendía a identificar la agonía de Polonia exclusivamente con la de los nacionales polacos. Impulsado por los fusilamientos en masa de los judíos polacos en el Este, el Ejército Nacional creó una sección judía en febrero de 1942. Ésta reunió pruebas de los asesinatos y las transmitió a los aliados y a la BBC en abril de 1942. Las deportaciones del verano de 1942 llevaron a los polacos católicos a crear una organización de rescate, bajo el criptónimo Zegota, que en diciembre fue apadrinada por el gobierno polaco (los nazis amenazaban con la pena de muerte a los polacos si ayudaban a los judíos). Algunos oficiales del Ejército Nacional se implicaron. Los oficiales de inteligencia del Ejército Nacional suministraron documentos de identidad para los judíos que estaban escondidos fuera de los muros del gueto. Cuando la Organización de Combate Judía pidió armas en diciembre de 1942, el Ejército Nacional se ofreció para ayudar a los judíos a escapar del gueto, quizá para luchar más tarde. Esta oferta fue rechazada por la Organización de Combate Judía. Sus líderes querían luchar y, por tanto, se negaron a sí mismos una estrategia alternativa.[12]
Por razones de interés estratégico, los comandantes del Ejército Nacional de Varsovia eran contrarios a proporcionar armas a los judíos. Aunque el Ejército Nacional estaba decantándose por la acción guerrillera, temía que una rebelión en el gueto provocara una revuelta general en la ciudad que los alemanes aplastarían. A finales de 1942, el Ejército Nacional no estaba listo para esa lucha. Sus mandos consideraban que una revuelta prematura era una tentación comunista que había que evitar. Sabían que los soviéticos, y, por tanto, los comunistas polacos, estaban instando a la población local a tomar inmediatamente las armas contra los alemanes. Los soviéticos querían provocar una guerra de guerrillas en Polonia con el objetivo de debilitar a los alemanes, pero, también, para dificultar cualquier resistencia polaca futura a su propia dominación cuando ésta llegara. La tarea del Ejército Rojo sería más fácil si los soldados alemanes morían en la guerra de guerrillas, como lo sería la del NKVD si las élites polacas morían resistiendo a los alemanes. La Organización de Combate Judía englobaba a los comunistas, quienes seguían las directrices soviéticas, y creía que Polonia debería estar subordinada a la Unión Soviética. Como los dirigentes del Ejército Nacional no podían dejar de recordar, la Segunda Guerra Mundial había empezado cuando ambos, alemanes y soviéticos, invadieron Polonia. La mitad de Polonia había pasado media guerra como parte de la Unión Soviética. Los soviéticos querían recuperar el este de Polonia y obtener todavía más territorio si fuera posible. Desde la perspectiva del Ejército Nacional, el gobierno de los soviéticos era poco mejor que el dominio de los nazis. Su objetivo era la independencia. Difícilmente ninguna circunstancia podría justificar que una organización que luchara por la independencia polaca armara a los comunistas dentro de Polonia.[13]
A pesar de estas reservas, en diciembre de 1942 el Ejército Nacional dio algunas pistolas a la Organización de Combate Judía, que ésta usó para ganar autoridad y poder en el gueto. Para resistir al Judenrat y a la policía judía, armada sólo con porras, las pistolas y la audacia eran suficientes. Al matar (o tratar de matar) a los policías judíos y a los informadores de la Gestapo a finales de 1942 y principios de 1943, la Organización de Combate Judía creó la sensación de que en el gueto estaba surgiendo un nuevo orden moral. A Józef Szerzyński, el jefe de la policía judía, le dispararon en la nuca, aunque no llegó a morir. La organización asesinó a Jakub Lejkin, jefe de la policía durante la mayor acción de deportación y, más tarde, a Mieczyslaw Brzezinski, quien había conducido a sus compañeros judíos a los trenes en el Umschlagplatz. La Organización de Combate Judía imprimió panfletos en los que explicaba que la colaboración con el enemigo era un crimen castigado con la muerte. De esta forma, la organización suplantó al Judenrát, cuyo jefe se vio obligado a admitir que ya no tenía «la autoridad en el gueto, aquí hay otra autoridad». Sin un aparato administrativo y coercitivo judío eficaz, los alemanes ya no pudieron comportarse a su antojo en el gueto.[14]
Las decisiones alemanas sobre el destino del gueto y de sus habitantes que quedaban en él estuvieron influenciadas por consideraciones que los judíos posiblemente no hubieran podido entender. Para los alemanes, el gueto de Varsovia había sido primero un punto de tránsito para las deportaciones previstas al distrito de Lublin, a Madagascar o a la Unión Soviética; después, un campo de trabajo temporal, y, luego, un punto de enlace para las deportaciones a Treblinka. A finales de 1942 y principios de 1943 era de nuevo un campo de trabajo, provisional y de tamaño más reducido, cuyos trabajadores habían sido seleccionados durante la Gran Acción. Aunque Himmler nunca vaciló en su determinación de matar a los judíos bajo el dominio alemán, otras autoridades deseaban, al menos por el momento, mantener con vida a algunos trabajadores judíos. A Hans Frank le preocupaba la escasez de mano de obra en el Gobierno General. Muchos polacos estaban trabajando en Alemania, de forma que el trabajo judío se había hecho más necesario en la Polonia ocupada. Los judíos estaban trabajando para la economía de guerra alemana, y por ello también la Wehrmacht tenía interés en que permanecieran con vida.[15]
Himmler fue capaz aceptar acuerdos. A principios de 1943 estaba dispuesto a perdonar la vida de los judíos supervivientes del gueto de Varsovia, pero también quería eliminar el propio gueto, que veía como un centro de resistencia política, desorden y enfermedad. Himmler planeaba matar a los judíos que vivieran ilegalmente en el gueto sin documentos de trabajo. Después, deportaría a los judíos restantes a otros campos de concentración, donde seguirían trabajando. En una visita a Varsovia, Himmler ordenó, el 9 de enero de 1943, que se disolviera el gueto. Los aproximadamente ocho mil judíos que estaban allí de forma ilegal tenían que ser enviados a Treblinka y gaseados, y el resto, unos cincuenta mil, serían enviados a campos de concentración. Pero cuando los alemanes entraron nueve días después en el gueto para ejecutar las órdenes de Himmler, los judíos se escondieron o resistieron. Unos cuantos judíos dispararon sobre los primeros alemanes que entraron en el gueto, sorprendiéndolos y sembrando el pánico entre ellos. Los alemanes mataron a unos 1170 judíos en las calles y deportaron a cerca de cinco mil. Al cabo de cuatro días, los alemanes tuvieron que retirarse y recapacitar. Los comandantes del Ejército Nacional en Varsovia quedaron impresionados. Las armas entregadas a la Organización de Combate Judía habían sido bien empleadas.[16]
No fue esta la primera acción en la que los judíos se enfrentaron a los alemanes en Polonia. Dentro del propio Ejército Nacional había un gran número de personas de origen judío. Aunque los comandantes conocían este hecho, casi nunca se mencionaba. Muchos de los miembros de origen judío del Ejército Nacional se consideraba polacos en lugar de judíos. Otros mantenían en secreto su identidad judía sobre la base de que, en tiempos de guerra, en Varsovia era mejor no difundir su condición. Aunque en el Ejército Nacional los antisemitas eran una minoría, una sola traición podría significar la muerte. La novedad de enero de 1943 era que los judíos habían usado armas contra los alemanes en calidad de judíos y en una acción manifiesta de resistencia judía. Esto actuó con fuerza contra el estereotipo antisemita, presente en el Ejército Nacional y en la sociedad polaca, de que los judíos no lucharían. Y ahora la comandancia en Varsovia del Ejército Nacional había proporcionado a la Organización de Combate Judía una parte sustancial de su modesto arsenal de armas: pistolas, municiones, explosivos.[17]
En Berlín, Himmler estaba furioso. El 16 de febrero de 1943 decidió que el gueto tenía que ser destruido no sólo como asentamiento humano sino como lugar físico. Ese vecindario de Varsovia no tenía ningún valor para la raza superior, puesto que las casas que habían sido (como expresó Himmler) «usadas por subhumanos» nunca podrían ser adecuadas para los germanos. Los alemanes planearon un asalto al gueto para el 19 de abril. De nuevo, su propósito inmediato no era matar a todos los judíos, sino redirigir su fuerza de trabajo a los campos de concentración y luego destruir el gueto. Himmler no tenía ninguna duda de que esto funcionaría. Estaba pensando en los usos futuros del lugar: a largo plazo se convertiría en un parque, entretanto sería un campo de concentración hasta que ganaran la guerra. Los trabajadores judíos de Varsovia trabajarían hasta la muerte en otros lugares.[18]
Justo antes del planeado asalto al gueto de Varsovia, el jefe de propaganda alemán, Joseph Goebbels, hizo su propia contribución especial. En abril de 1943, los alemanes habían descubierto Katyn, uno de los lugares donde el NKVD había asesinado a los prisioneros de guerra polacos en 1940. «Katyn —declaró Goebbels— es mi victoria». Escogió el 18 de abril de 1943 para anunciar el descubrimiento de los cadáveres de los oficiales polacos. Katyn podía usarse para crear tensión entre los soviéticos y los polacos y entre los polacos y los judíos. Goebbels esperaba, ciertamente, que la evidencia de que la policía secreta soviética había fusilado a miles de oficiales polacos haría más problemática la cooperación entre la Unión Soviética y el gobierno polaco en el exilio. Ambos estaban incómodos con su alianza y el gobierno polaco nunca había recibido una respuesta satisfactoria de los soviéticos acerca de los oficiales desaparecidos. Goebbels también quería usar Katyn para provocar políticas antipolacas por parte de los líderes, supuestamente judíos, de la Unión Soviética y, de esta forma, distanciar a los polacos de los judíos. Así discurría la propaganda en vísperas del ataque alemán al gueto de Varsovia.[19]
La Organización de Combate Judía también había hecho sus planes. La fallida limpieza del gueto en enero de 1943 había confirmado la expectativa de los líderes judíos de que la lucha final se hallaba próxima. La visión de los alemanes muertos en las calles había roto la barrera del miedo, y la segunda transferencia de armas del Ejército Nacional también había incrementado la confianza. Los judíos del gueto asumieron que cualquier futura deportación sería directa a las cámaras de gas. Esto no era del todo cierto; si no hubieran luchado les hubieran enviado, a la mayoría, a campos de concentración como trabajadores. Pero sólo por unos cuantos meses. Los judíos supervivientes de Varsovia tenían, en esencia, razón en sus juicios. La «última fase del realojamiento —como había escrito uno de ellos— es la muerte». Pocos de ellos morirían en Treblinka, pero casi todos morirían antes del final de 1943. Estaban en lo cierto al pensar que su actitud de resistencia apenas reduciría sus oportunidades de sobrevivir. Si los alemanes ganaban la guerra, aniquilarían a los judíos que quedaran en su imperio. Si continuaban perdiendo la guerra, liquidarían a los trabajadores judíos como medida de seguridad ante el avance soviético. Un Ejército Rojo distante aún en su avance significaba un momento más de vida, mientras los alemanes utilizaran su trabajo. Pero un Ejército Rojo a las puertas significaría la cámara de gas o un disparo.[20]
Fue la certeza de la muerte colectiva la que hizo posible que todos cooperaran en la resistencia. Mientras las políticas alemanas habían permitido a los judíos creer que algunos sobrevivirían, cada individuo podía esperar formar parte de la excepción, y las divisiones sociales se hicieron inevitables. Ahora que las políticas alemanas habían convencido a todos los judíos que quedaban en el gueto de Varsovia de que iban a morir, la sociedad judía manifestó una unidad impresionante. Entre enero y abril de 1943, los judíos construyeron incontables búnkeres en bodegas, algunas veces enlazados por pasadizos secretos. La Organización de Combate Judía estableció su estructura de mando. El comandante general era Mordechai Anielewicz; los tres líderes en tres sectores definidos del gueto eran Marek Edelman, Izrael Kanal e Icchak Cukierman (quien fue reemplazado en el último momento por Eliezer Geller). Compraron más armas e instruyeron a sus miembros en su uso. Algunos judíos que trabajaban en fábricas de armamento alemanas consiguieron robar materiales para improvisar explosivos. La Organización de Combate Judía tuvo noticias con un día de antelación de los planes alemanes de atacar el gueto y, por tanto, cuando los alemanes llegaron, todo estaba listo.[21]
Algunos miembros del Ejército Nacional, con sorpresa y admiración, la llamaron la «Guerra judío-alemana».[22]
Cuando las SS, la Policía del Orden y los hombres de Trawniki entraron en el gueto el 19 de abril de 1943, fueron rechazados por francotiradores y cócteles Mólotov, y tuvieron que retirarse. Los comandantes alemanes informaron de que habían perdido a doce hombres en la batalla. Mordechai Anielewicz escribió una carta a su colega de la Organización de Combate Judía, Icchak Cukierman, quien en ese momento estaba fuera de las fronteras del gueto: el contraataque judío «ha sobrepasado nuestros sueños más descabellados: los alemanes huyeron del gueto dos veces». La prensa del Ejército Nacional escribió sobre «una resistencia armada inconmensurablemente fuerte y decidida».[23]
La derechista Unión Militar Judía escaló los edificios más altos del gueto e izó dos banderas: la polaca y la sionista, águila blanca y estrella amarilla. Sus unidades lucharían con gran determinación cerca de sus cuarteles en la plaza Muranowska. El 20 de abril, el alto mando SS y jefe de policía para el distrito de Varsovia, Ferdinand von Sammern-Frankenegg, fue relevado de su cargo. Su sustituto, Jürgen Stroop, recibió una llamada telefónica de un colérico Himmler: «¡Debe retirar esas banderas a cualquier precio!». Los alemanes las descolgaron el 20 de abril (el cumpleaños de Hitler), aunque ello les costó algunas bajas. Ese día los alemanes lograron entrar en el gueto y quedarse, aunque sus perspectivas de aniquilar a la población parecían escasas. La mayoría de los judíos estaban escondidos y muchos estaban armados. Los alemanes tendrían que desarrollar nuevas tácticas.[24]
Desde el primer día del levantamiento del gueto de Varsovia, los judíos murieron en combate. Los alemanes también mataban a los que no eran aptos para trabajar, cuando los descubrían. Sabían que no podían utilizar a las personas que encontraron en el hospital de la calle Gęsia, el último hospital judío de Varsovia. Marek Edelman encontró allí docenas de cadáveres con batas de hospital. En las secciones de ginecología y de obstetricia, los alemanes asesinaron a mujeres embarazadas, a mujeres que acababan de dar a luz y a sus bebés. En la esquina de las calles Gęsia y Zamenhof alguien colocó un bebé vivo en el pecho desnudo de una mujer muerta. Aunque vista desde fuera la resistencia judía pareciera una guerra, los alemanes no observaron ninguna de las leyes y costumbres de la guerra dentro de los muros del gueto. La simple existencia de subhumanos judíos era fundamentalmente un hecho criminal para las SS, y su resistencia era un acto exasperante que justificaba cualquier respuesta.[25]
Stroop decidió que la única forma de despejar los búnkeres y las casas era quemarlos. Puesto que Himmler ya había ordenado la destrucción física del gueto, incendiarlo no suponía ninguna pérdida. Es más, puesto que Himmler no sabía exactamente cómo iban a consumar la demolición, el fuego solventaba dos problemas de una vez. El 23 de abril de 1943, los hombres de Stroop empezaron a incendiar los edificios del gueto, manzana a manzana. La Wehrmacht no tuvo un gran papel en el combate, pero usaron sus ingenieros y lanzallamas para la destrucción de las casas y los búnkeres. Edelman recordaba «enormes tormentas de fuego que cegaban calles enteras». Los judíos, asfixiados, no tenían más remedio que escapar de sus búnkeres. Como relató un superviviente: «queríamos morir de un tiro en lugar de quemados». Los judíos atrapados en las plantas superiores de los edificios tuvieron que saltar. Los alemanes capturaron a muchos prisioneros con las piernas rotas. Los interrogaban y luego los fusilaban. La única forma en que los judíos podían escapar del incendio era huir de un búnker a otro durante el día o de una casa a otra durante la noche. Durante varios días los SS no se sintieron seguros caminando por las calles del gueto en la oscuridad, de forma que los combatientes judíos y los civiles podían usar las horas nocturnas para moverse y reagruparse. Pero si no lograban apagar el fuego, teman los días contados.[26]
Los alemanes habían atacado el gueto el 19 de abril de 1943, la víspera de la Pascua judía. La Pascua cristiana se celebró el siguiente domingo, el 25. Desde el interior de las paredes del gueto, el poeta polaco Czeslaw Milosz describía la festividad cristiana en su poema «Campo di Fiori» en el que evoca cómo la gente montaba en el tiovivo de la plaza Krasinski, justo al otro lado del muro del gueto, mientras los judíos luchaban y morían. «Pensé entonces —escribió Milosz— en la soledad de los moribundos». El tiovivo giró cada día durante toda la revuelta. Se convirtió en el símbolo del aislamiento judío: los judíos morían en su propia ciudad mientras que los polacos, más allá de las paredes del gueto, vivían y disfrutaban. A muchos polacos no les importaba lo que les sucedía a los judíos en el gueto. Aunque otros se preocupaban, algunos intentaron ayudar y unos cuantos murieron en el intento.[27]
Un año antes de que empezara el levantamiento del gueto de Varsovia, el Ejército Nacional había alertado a los británicos y a los estadounidenses de los gaseamientos de judíos polacos. El Ejército Nacional había transmitido informes del centro de exterminio de Chelmno y las autoridades polacas se habían ocupado de que la noticia llegara a la prensa británica. Los aliados no emprendieron ninguna acción relevante. En 1942, el Ejército Nacional había informado a Londres y a Washington de las deportaciones del gueto de Varsovia y del asesinato en masa de los judíos de Varsovia en Treblinka. Desde luego, el gobierno polaco presentaba siempre estos acontecimientos como un elemento más de la gran tragedia que sufrían los ciudadanos de Polonia. La información clave había sido comunicada. Tanto los polacos como los judíos habían creído, de forma equivocada, que el hacer públicas las deportaciones serviría para detenerlas. El gobierno polaco también había exhortado a los aliados a responder a los asesinatos en masa de los ciudadanos polacos (judíos incluidos) matando a civiles alemanes. De nuevo, Gran Bretaña y Estados Unidos se abstuvieron de actuar. El presidente y los embajadores polacos en el Vaticano instaron al papa a que hablara claro sobre los asesinatos masivos de judíos, sin ningún efecto.[28]
Entre los aliados, sólo las autoridades polacas tomaron medidas directas para detener la masacre de judíos. En la primavera de 1943 Zegota asistía a unos cuatro mil judíos que permanecían escondidos. El Ejército Nacional anunció que dispararía a los polacos que chantajearan a los judíos. El 4 de mayo, mientras los judíos del gueto de Varsovia combatían, el Primer Ministro Wladyslaw Sikorski hizo público un llamamiento: «Exhorto a mis compatriotas a proporcionar toda la ayuda y refugio a los que están siendo asesinados y, al mismo tiempo, condeno estos crímenes ante toda la humanidad, que ha permanecido silenciosa demasiado tiempo». Los judíos y los polacos sabían que el mando del Ejército Nacional en Varsovia no podría haber salvado el gueto ni aunque hubiera consagrado todos sus soldados y armas a este fin. En ese momento, el ejército no tenía casi ninguna experiencia en combate. No obstante, siete de las ocho operaciones armadas llevadas a cabo por el Ejército Nacional en Varsovia fueron en apoyo de los combatientes del gueto. Dos polacos murieron muy al principio del alzamiento del gueto de Varsovia, al intentar abrir una brecha en los muros; hubo otros intentos posteriores de quebrarlos, pero fallaron. En total, el Ejército Nacional hizo unas once tentativas de ayudar a los judíos. Los propagandistas soviéticos aprovecharon la oportunidad para asegurar que el Ejército Nacional denegaba la ayuda al gueto en lucha.[29]
Aryeh Wilner, a quien los polacos del Ejército Nacional conocían como Jurek, era un importante enlace entre la Organización de Combate Judía y el Ejército Nacional. Lo mataron durante la sublevación del gueto de Varsovia, pero antes comunicó un importante mensaje, que se ha convertido en leyenda, a sus contactos polacos. En efecto, fue él quien propulsó una visión de la resistencia judía que el Ejército Nacional aprobó y que él mismo se encargo de difundir: que el levantamiento del gueto no pretendía tanto preservar la vida judía como rescatar la dignidad humana. Esto se entendió en términos románticos polacos: que estas acciones debían ser juzgadas por sus intenciones y no por sus resultados, que el sacrificio ennoblece y que sacrificar la propia vida ennoblece eternamente. Esa era la esencia del argumento de Wilner, a menudo pasado por alto u olvidado: la resistencia judía no era un asunto sólo de la dignidad de los judíos sino de la dignidad de la humanidad como tal, incluyendo a los polacos, los británicos, los americanos, los soviéticos: de todos los que podrían haber hecho más y, en cambio, hicieron menos.[30]
Shmuel Zygielbojm, el representante del Bund ante el gobierno polaco en el exilio en Londres, sabía que el gueto estaba en llamas. Tenía una idea clara del curso general del Holocausto proporcionada por Jan Karski, un mensajero del Ejército Nacional que había llevado noticias del asesinato en masa a los líderes de los aliados en 1942. Zygielbojm quizá no conociera todos los detalles, pero tenía una visión del desarrollo general de los acontecimientos e hizo un esfuerzo para explicar los al resto del mundo. En una cuidada nota de suicidio del 12 de mayo de 1943, dirigida al presidente polaco y al primer ministro pero con la intención de que la compartieran con otros líderes aliados, escribió: «Aunque la responsabilidad por el asesinato de toda la nación judía descansa sobre todo en sus perpetradores, indirectamente debe imputarse a la humanidad misma». Al día siguiente se suicidó, uniéndose, como escribió, al destino de sus colegas judíos en Varsovia.[31]
Los judíos de Varsovia siguieron luchando, sin esperanza. En mayo de 1943 los informes de Stroop a sus superiores se habían tornado tranquilos y metódicos, un asunto de números. Una cifra desconocida de judíos habían muerto quemados o se habían suicidado en los búnkeres; 56 065 habían sido capturados, de los cuales 7000 fueron pasados por las armas en el acto; 6929 más fueron enviados a Treblinka y el resto, la gran mayoría, fueron destinados al trabajo en campos como Majdanek. El 16 de mayo Stroop proclamó la victoria en el gueto de Varsovia al dinamitar la sinagoga de la calle Tlomackie. Seguidamente, los alemanes empezaron a destruir todo lo que había quedado del gueto, como Himmler había ordenado. Demolieron todos los edificios, cegaron las bodegas y las alcantarillas. El 1 de junio de 1943, Himmler dio la orden de construir un nuevo campo de concentración sobre las cenizas humeantes del gueto.[32]
Algunos judíos sobrevivieron a la rebelión del gueto, pero encontraron una recepción hostil fuera de él. En 1943, el Ejército Nacional estaba todavía más preocupado por el comunismo que en 1942. Como resultado de un arresto y un accidente de avión en verano de 1943, un comandante y un primer ministro más benévolos fueron reemplazados por otros menos comprensivos. A pesar de sus promesas al respecto, el Ejército Nacional nunca organizó una unidad judía para veteranos del levantamiento del gueto de Varsovia. Durante el transcurso de 1942, en zonas rurales, las unidades del Ejército Nacional algunas veces atacaban a los judíos armados como si fueran bandidos. En algunos casos, los soldados del Ejército Nacional mataron judíos con el fin de robarles sus propiedades. Por otra parte, sin embargo, el Ejército Nacional ejecutó a polacos que habían entregado a judíos o intentado chantajearlos.[33]
La campaña de trabajo que provocó la rebelión del gueto de Varsovia reorientó también la resistencia polaca. Durante la misma visita a Varsovia en 1943 en la que pidió por primera vez la aniquilación del gueto, Himmler ordenó redadas masivas de polacos para conseguir mano de obra. La caza al azar de trabajadores que provocó esta orden fue tremendamente perjudicial para la sociedad polaca, ya que las mujeres y los niños se encontraron de pronto sin maridos y sin padres. Durante los tres primeros meses de 1943, unos tres mil polacos de Varsovia fueron enviados a Majdanek. Allí se les unieron en mayo miles de judíos de Varsovia, transportados desde el gueto de Varsovia después del aplastamiento de la rebelión. Los polacos y los judíos de Varsovia, separados por los muros del gueto en 1941 y 1942, se encontraron encerrados dentro de la misma alambrada en 1943. Majdanek era por aquel entonces un campo de trabajo con un centro de gaseamiento anexo, como Auschwitz aunque a una escala mucho menor. Unos cincuenta mil judíos polacos murieron allí, junto con unos diez mil polacos no judíos.[34]
Al conocerse las deportaciones a lugares como Majdanek, hombres y mujeres decidieron unirse al Ejército Nacional. Debido a que en cualquier momento podían ser capturados como trabajadores y enviados a un campo de concentración, la vida en la clandestinidad podía parecer más segura que la vida legal en Varsovia. La resistencia también ofrecía camaradería como antídoto contra el miedo, y venganza como bálsamo contra la impotencia. Los alemanes habían intentado prevenir la resistencia organizada contra las redadas de trabajo matando a las clases cultas polacas, por decenas de miles, durante la invasión en 1939, y posteriormente por miles en la AB Aktion de 1940. Los planificadores de estas acciones tenían en mente precisamente evitar el problema con que ahora se encontraban: tratar a Polonia como una cantera de mano de obra bruta provocaría resistencia si quedaba alguien vivo que pudiera liderar a los polacos contra los alemanes. Sin embargo, las clases educadas polacas eran mucho más numerosas de lo que los alemanes habían supuesto, y ante la opresión no fueron precisamente pocas las personas dispuestas a tomar el mando.
Los comandantes del Ejército Nacional prefirieron permanecer en la clandestinidad, organizar, reunir hombres y armas y esperar el mejor momento para un levantamiento general. Tal paciencia y tal previsión eran cada vez más difíciles en 1943. A través de la radio y la propaganda impresa, los soviéticos exhortaban a los polacos a iniciar la revuelta lo más pronto posible. Los polacos, conscientes del destino de los judíos en su país, temían que también los exterminaran a ellos si el dominio alemán continuaba. La implantación del Generalplan Ost en una parte del distrito de Lublin del Gobierno General supuso una conmoción especial. Aunque ese plan alemán de colonización masiva se había ido aplazando, Odilo Globocnik lo llevó finalmente adelante. Desde noviembre de 1942 y durante la primera mitad de 1943, los germanos vaciaron tres mil pueblos polacos alrededor de Zamość con el objetivo de reconvertir la zona en una colonia racial alemana. Unos cien mil polacos fueron deportados en esta acción, la mayoría a Majdanek y a Auschwitz. Debido a que la acción empezó justo cuando estaba concluyendo la Operación Reinhard y se realizó en el mismo distrito don de ésta había empezado, muchos polacos la entendieron como el principio de la Solución Final para el problema polaco. Esto no era del todo correcto, ya que el Generalplan Ost preveía la destrucción de la mayoría de los polacos, pero no de todos; sin embargo, era una conclusión lógica en aquellas circunstancias.[35]
Puesto que las políticas de trabajo habían cambiado y los judíos de Varsovia se habían rebelado, muchos polacos en Varsovia, y en todas partes, también se orientaron a una forma más contundente de resistencia. Mientras que los judíos del gueto no veían otra opción que lanzarse a una lucha a todo o nada, los polacos no judíos tenían cierta capacidad para graduar su resistencia en un punto medio entre la conspiración clandestina y la guerra abierta. En marzo de 1943, el Ejército Nacional emergió de las sombras y se dedicó a los asesinatos y a la lucha de guerrillas. Los intentos de ayudar a los combatientes del gueto se contaron entre sus primeros actos públicos de resistencia armada, todavía bastante rudimentarios. Con el tiempo, las operaciones llegaron a ser más eficaces. Mataban a los policías alemanes, así como a los ciudadanos polacos que colaboraban con la Gestapo. Durante el mes de agosto de 1943, los alemanes registraron 942 casos de resistencia partisana en el distrito de Varsovia del Gobierno General y 6124 de estos incidentes en la totalidad del Gobierno General.[36]
Como era de esperar, la evolución del Ejército Nacional hacia la resistencia armada provocó la respuesta germana. El ciclo de terror y contraterror continuó durante el año siguiente. El 13 de octubre de 1943, los alemanes empezaron a aplicar la técnica de los bloqueos, perfeccionados en el gueto de Varsovia durante la Gran Acción del verano de 1942, a los vecindarios del resto de la capital. Escogían hombres al azar para fusilamientos públicos de represalia, pensados para acobardar a la población y sofocar la resistencia creciente. A una hora y un lugar anunciados con antelación, llevaban a los arrestados en grupos de cinco o diez, les vendaban los ojos y un pelotón de fusilamiento los ejecutaba. Los hombres solían gritar: «¡Viva Polonia!» antes de recibir las descargas; por ello, los alemanes los amordazaban, les ponían sacos sobre la cabeza o les tapaban la boca con cinta aislante. Los polacos se congregaban para ver los fusilamientos, aunque no estaba nada claro que aprendieran las lecciones que los alemanes pretendían darles. Después de las masacres, las mujeres solían recoger la tierra empapada de sangre en jarras que llevaban a la iglesia.[37]
Los alemanes asumieron el fracaso de la propaganda, pero continuaron matando polacos en gran número en Varsovia: personas implica das en la resistencia o rehenes aleatorios. Cambiaron su lugar de ejecución al territorio del antiguo gueto, donde nadie presenciaría los fusilamientos. La prisión principal estaba también dentro de los muros del antiguo gueto. Casi todos los días del otoño de 1943 fusilaron a un gran número de polacos en el antiguo gueto, junto con unos cuantos judíos descubiertos entre las ruinas. El 9 de diciembre de 1943, por ejemplo, 139 polacos fueron fusilados junto con dieciséis mujeres y un niño judíos. El 13 de enero de 1944, fusilaron a más de trescientos judíos. Estas ejecuciones en el gueto seguían siendo técnicamente «públicas», aunque, de hecho, no se permitía que nadie las presenciara. Informaban a las familias del destino de sus seres queridos. Después del 1 5 de febrero de 1944 los polacos simplemente desaparecían de sus hogares o de las calles y los fusilaban en el gueto, sin ningún registro público del acontecimiento. Fusilaron a unas nueve mil quinientas personas desde octubre de 1943 hasta julio de 1944, algunos de ellos supervivientes judíos, la mayoría polacos no judíos.[38]
Con los ojos vendados y las manos atadas, quizá estos polacos no supieran que los llevaban a morir al nuevo campo de concentración de Himmler. Abierto el 19 de julio de 1943 dentro de las ruinas del gueto de Varsovia, el Campo de Concentración Varsovia fue una de las creaciones más espantosas de la tiranía nazi.[39]
Primero los alemanes habían obligado a vivir a los judíos en un área definida de Varsovia y la habían llamado gueto. Luego, habían ordenado la deportación desde las regiones vecinas hasta el superpoblado gueto, causando de este modo decenas de miles de muertes por inanición y enfermedades. Posteriormente, habían deportado a más de un cuarto de millón de judíos del gueto a las cámaras de gas de Treblinka, ejecutando a unos diecisiete mil más durante esas deportaciones. Luego habían aniquilado el gueto, su propia creación. Suprimieron la resistencia pasando por las armas a unos catorce mil judíos más. A continuación, habían reducido a cenizas todos los edificios. Finalmente, construyeron un nuevo campo dentro de ese no-lugar.
Era el Campo de Concentración Varsovia, una isla de vida muy precaria dentro de un área urbana llena de muerte. El campo estaba rodeado por manzanas y manzanas de edificios quemados, con restos humanos pudriéndose en su interior. Situado dentro de los muros del antiguo gueto, el campo de concentración Varsovia era más pequeño y estaba cercado por una alambrada y controlado por vigilantes. Los internos eran unos pocos cientos de polacos y unos pocos cientos de judíos. No eran, mayoritariamente, judíos polacos, sino procedentes de otras partes de Europa. Habían sido deportados en lugar de gaseados, y enviados al campo de concentración Varsovia. Provenían de Grecia, Francia, Alemania, Austria, Bélgica y los Países Bajos y, en 1944, de Hungría. Las condiciones que encontraron en el Campo de Concentración Varsovia eran tan horribles que algunos de ellos pidieron que los mandaran a Auschwitz y los gasearan.[40]
Los trabajadores judíos del Campo de Concentración Varsovia existían para desempeñar tres tareas principales en las ruinas: destruir los edificios del antiguo gueto que todavía quedaban en pie después del incendio provocado de abril y mayo de 1943; buscar objetos valiosos que los judíos pudieran haber dejado atrás, y acosar a los que todavía estaban escondidos para que salieran y se rindieran. En ocasiones también se les mandaba, con sus uniformes a rayas y zapatos de madera, a trabajar fuera de los muros del antiguo gueto. La amistad entre estos judíos extranjeros y polacos creció en Varsovia, a pesar de las barreras idiomáticas. Uno de estos trabajadores refirió una escena ocurrida al otro lado de los muros del gueto: «Un chico polaco, puede que de catorce años, mal vestido, estaba de pie cerca de nosotros con un pequeño cesto en el que había unas cuantas manzanas pequeñas. Nos miró, reflexionó un momento, y luego agarró su cesto y nos lo tiró. Después corrió hacia los otros niños que vendían comida y, de repente, el pan y la fruta nos llovieron de todas partes. Al principio los hombres de la SS de guardia no supieron qué hacer, tan sorprendidos se quedaron por esa inesperada expresión de solidaridad. Luego empezaron a gritar a los chicos y a apuntarles con las ametralladoras, y a pegarnos a nosotros por aceptar la comida. Pero los golpes no nos dolían, no hacíamos caso. Agitamos las manos para darles las gracias a los chicos».[41]
Después de octubre de 1943, los judíos del Campo de Concentración Varsovia fueron obligados a llevar a cabo aún otra tarea: la inhumación de los cuerpos de los polacos capturados en Varsovia y ejecutados en las ruinas del gueto. Traían a los polacos en camiones en grupos de cincuenta o sesenta a los terrenos del antiguo gueto o cerca del Campo de Concentración Varsovia, donde eran ejecutados con ametralladoras por hombres de las SS locales y de otra unidad de policía. A continuación, los prisioneros judíos tenían que formar un comando de la muerte para eliminar los rastros de la ejecución. Construían una pira con madera sacada de las ruinas del gueto y luego apilaban cuerpos y madera en capas. A continuación, los judíos echaban gasolina a las piras y les prendían fuego. No obstante, éste no era un comando de la muerte habitual: una vez que los cuerpos de los polacos ya estaban ardiendo, los hombres de las SS disparaban a los trabajadores judíos que habían construido la pira y lanzaban sus cuerpos a las llamas.[42]
El poema de Milosz Un pobre cristiano contempla el gueto, escrito en 1943, habla de un poder no terrenal capaz de deshacer la amalgama gris de despojos y hollín y distinguir «las cenizas de cada hombre». Nadie en este mundo podría separar las cenizas judías de las polacas.
En el verano de 1944, en una ciudad así, la resistencia era inevitable. Pero no tanto la forma y la dirección que iba a tomar. Los mandos del Ejército Nacional y el gobierno polaco en Londres se enfrentaban a una decisión muy difícil. Sus gentes sufrían más que las de cualquier capital aliada, pero había un factor que complicaba cualquier decisión estratégica. Los polacos tenían que considerar la ocupación alemana del momento a la luz de la amenaza de la futura ocupación soviética. Después del éxito de la Operación Bagration del Ejército Rojo a finales de junio, en julio se veían ríos de soldados alemanes atravesando Varsovia. Parecía como si estuvieran a punto de ser derrotados, lo cual era una buena noticia; también parecía que los soviéticos tomarían pronto su lugar en Varsovia, lo cual no lo era. Si el Ejército Nacional combatía a los alemanes de forma abierta y tenía éxito, podrían recibir al Ejército Rojo que se aproximaba como señores de su propia casa. Si combatía a los alemanes abiertamente y fracasaba, estarían postrados e impotentes cuando los soviéticos llegaran. Si no hacían nada, no estarían en posición de negociar con los soviéticos ni con los aliados occidentales.[43]
Aunque sus aliados británicos y estadounidenses se hicieran ilusiones sobre Stalin, los oficiales y políticos polacos no. No habían olvidado que la Unión Soviética había sido un aliado de la Alemania nazi de 1939 a 1941 ni que su ocupación del este de Polonia fue despiadada y opresiva. Los polacos conocían las deportaciones a Kazajistán y a Siberia; conocían los fusilamientos en Katyn. Stalin rompió las relaciones diplomáticas con el gobierno polaco a raíz del descubrimiento de Katyn, una razón más para no confiar en la Unión Soviética. Si Stalin había utilizado su propia masacre como una razón para terminar las relaciones con el gobierno polaco, ¿cómo podían esperar que negociara de buena fe sobre cualquier otro asunto? Y si la Unión Soviética no reconocía al gobierno polaco legítimo durante su guerra común contra la Alemania nazi, ¿qué probabilidades había de que apoyara la independencia polaca al terminar la guerra, cuando la posición soviética sería mucho más fuerte?
Los británicos y los americanos tenían preocupaciones mayores. El Ejército Rojo estaba ganando la guerra contra la Wehrmacht en el frente del Este y Stalin era un aliado más importante que cualquier gobierno polaco. Era más cómodo para los británicos y los americanos aceptar la falaz versión soviética de la masacre de Katyn y culpar a los alemanes. Era mucho más fácil para ellos animar a su aliado polaco a transigir que intentar imponerse a Stalin. Querían que los polacos aceptaran que los alemanes, y no los soviéticos, habían asesinado a los oficiales polacos, lo que era falso, y hubieran preferido que Polonia cediera la mitad oriental de su territorio a la Unión Soviética, lo cual era una acción impensable para cualquier gobierno soberano.
Por cierto, Londres y Washington ya habían accedido, a finales de 1943, a que la Unión Soviética reclamara la mitad oriental de la Polonia anterior a la guerra una vez esta finalizara. La frontera soviética en el este acordada por Stalin y Hitler fue confirmada por Churchill y Roosevelt. Londres y Washingon aprobaron la línea Mólotov-Ribbentrop (con cambios menores) como la futura frontera soviético-polaca. En este sentido, Polonia no sólo fue traicionada por la Unión Soviética, sino también por sus aliados occidentales, quienes la presionaban para llegar a un acuerdo en un momento en el que iban a ganar menos de lo que los polacos imaginaban: la mitad de su país ya había sido entregada sin su participación.[44]
Abandonado por sus aliados, el gobierno polaco en Londres cedió la iniciativa a los combatientes polacos de Varsovia. Al ver que no había otra esperanza para establecer la soberanía polaca, el Ejército Nacional decidió una rebelión en la capital, que debía empezar el 1 de agosto de 1944.
La rebelión de Varsovia de agosto de 1944 tuvo lugar dentro del marco de la Operación Tempestad, un alzamiento nacional largamente planeado, concebido para otorgar a las fuerzas polacas un papel predominante en la liberación de lo que era el territorio polaco antes de la guerra. A finales de julio, sin embargo, la Operación Tempestad ya había fracasado. El Ejército Nacional había planeado luchar contra las unidades alemanas mientras retrocedían ante el Ejército Rojo en lo que había sido el este de Polonia. Fue imposible llegar a un acuerdo político previo con la Unión Soviética sobre los términos de esta cooperación, puesto que Stalin había roto las relaciones diplomáticas. Los comandantes polacos alcanzaron acuerdos locales con sus homólogos soviéticos en el verano de 1944, pero a un precio muy alto. La negociación significaba abandonar escondites y revelar identidades, y los soviéticos explotaron al máximo la vulnerabilidad polaca. Los polacos que aceptaron unirse en una lucha común contra los alemanes fueron considerados probables opositores al futuro dominio soviético. La Unión Soviética nunca tuvo ninguna intención de apoyar a ninguna institución que dijera representar a una Polonia independiente. Los líderes soviéticos y el NKVD consideraron a todas las organizaciones políticas polacas (excepto a los comunistas) como parte de una trama antisoviética.[45]
En julio de 1944 permitieron a las unidades polacas apoyar al Ejército Rojo en sus ataques a Vilna y Lvov, las ciudades más importantes del este de Polonia antes de la guerra, pero fueron desarmadas por sus pretendidos aliados soviéticos. A los soldados polacos les dieron a elegir entre el mando soviético o la prisión. Después del desarme, el NKVD arrestó a cualquiera que tuviera un pasado político. Permitieron a los guerrilleros soviéticos tomar parte en la victoriosa campaña contra los alemanes; a los guerrilleros polacos, no. Incluso, en algunos casos, enfrentaron a los guerrilleros soviéticos contra los combatientes polacos. La unidad guerrillera de Tuvia Bielski, por ejemplo, intervino en el desarme del Ejército Nacional. La tragedia de la Operación Tempestad fue triple: el Ejército Nacional perdió hombres y armas; el gobierno de Polonia vio fracasar su estrategia militar, y los polacos perdieron la vida luchando por la libertad de unas tierras que Polonia no podría recuperar en ningún caso, puesto que Churchill y Roosevelt ya se las habían cedido a Stalin.[46]
Aun así, las noticias que llegaban de Alemania dieron algunas esperanzas a los comandantes polacos en Varsovia. El 20 de julio de 1944, oficiales militares alemanes intentaron asesinar a Adolf Hitler (y fracasaron). Las noticias llevaron a algunos comandantes del Ejército Nacional a creer que Alemania había perdido la voluntad de luchar y que, por tanto, un golpe audaz la expulsaría de Varsovia. El 22 de julio los soviéticos dieron otro indicio de sus intenciones a la resistencia polaca al dar a conocer, en Lublin, su propio gobierno provisional para Polonia. El territorio que había servido como laboratorio de las políticas de exterminio nazis se convertía ahora en el centro de un futuro gobierno títere comunista. Stalin reclamaba la autoridad para determinar quién formaría el gobierno polaco. Si el Ejército Nacional no actuaba, los acólitos de Stalin se instalarían en Varsovia y Polonia pasaría directa mente de la ocupación nazi a la soviética. Como en 1939, en 1944 el hecho de que los polacos tuvieran aliados occidentales significaba poco o nada. En julio de 1944, con el Ejército Rojo ocupando ya más de la mitad de la Polonia anterior a la guerra, estaba claro que el país sería liberado por la fuerza de las armas soviéticas. A finales de julio los estadounidenses estaban a un mes de París (donde apoyarían un alza miento francés); no había ninguna posibilidad de que las fuerzas de EE UU liberaran ninguna parte de Polonia. Cualquier resistencia política a los planes soviéticos debería provenir de los propios polacos.[47]
El 25 de julio de 1944, el gobierno polaco confirió al Ejército Nacional en Varsovia la autorización para iniciar un levantamiento en la capital en el momento que considerara oportuno. La misma Varsovia había sido excluida de los planes de la Operación Tempestad desde un principio; el Ejército Nacional del distrito de Varsovia había enviado muchas de sus armas al este del país, donde las habían perdido a manos de los soviéticos. La lógica de una revolución inmediata en Varsovia no era fácil de entender para todo el mundo. La estructura de mando del ejército polaco que luchaba en el frente occidental a las órdenes de Wladysław Anders quedó excluida de las discusiones. Dadas las tácticas antiguerrilla germanas, un levantamiento les pareció a muchos un suicidio. Los alemanes habían asesinado a polacos en represalias masivas durante toda la guerra; si un alzamiento fracasaba, razonaban algunos comandantes en Varsovia, la población civil al completo sufriría. El argumento a favor de la rebelión era que ésta no podría fracasar: derrotaran los polacos a los alemanes o no, el Ejército Rojo estaba avanzando deprisa y llegaría a Varsovia en pocos días. Con esta lógica, que prevaleció, la única cuestión era si los polacos harían primero un esfuerzo para liberar su propia capital.[48]
Los polacos estaban atrapados entre el avance del Ejército Rojo y las fuerzas alemanas de ocupación. No podían vencer a los alemanes solos, por tanto debían esperar a que el avance soviético impeliera la retirada alemana y suponer que habría algún intervalo entre el repliegue de la Wehrmacht y la llegada del Ejército Rojo. Confiaban en que el intervalo no fuera demasiado breve, para poder establecerse como gobierno polaco antes de la entrada de los soviéticos.
De hecho, el intervalo fue demasiado largo.
Los soldados polacos con uniformes y brazaletes empezaron su asalto a las posiciones alemanas la tarde del 1 de agosto de 1944. La inmensa mayoría de los combatientes provenía del Ejército Nacional; pequeñas unidades de las Fuerzas Nacionales Armadas de la extrema derecha y del Ejército del Pueblo comunista se unieron también a la lucha. El primer día del levantamiento de Varsovia, el Ejército Nacional aseguró gran parte del centro y del casco antiguo de la capital, pero no logró capturar la mayoría de los objetivos militares esenciales. Los alemanes habían hecho pocos preparativos, pero los ataques no les tomaron completamente por sorpresa. Había sido difícil disimular la movilización que iba a tener lugar en la ciudad. Las fuerzas alemanas se habían puesto en alerta a las 16.30, media hora antes de que empezara el alza miento. Los polacos decidieron atacar a la luz del día de una larga tarde de verano y por esta razón sufrieron muchas bajas. Las tropas, inexpertas e insuficientemente armadas, se encontraron con serias dificultades ante los objetivos vigilados y fortificados. No obstante, el ánimo entre los combatientes y en la ciudad era de euforia.[49]
En los lugares y momentos en los que el poder polaco reemplazó al alemán en estos primeros días de agosto de 1944, los judíos supervivientes salieron de los lugares donde se escondían entre los polacos. Muchos pidieron que les permitieran luchar. Como cuenta Michal Zylberberg, «la perspectiva de futuro de los judíos descartaba la pasividad. Los polacos habían tomado las armas contra el enemigo mortal. Nuestra obligación como víctimas y como conciudadanos era ayudarles». Otros combatientes en la revuelta de Varsovia eran veteranos del levantamiento en el gueto de 1943. Muchos de estos judíos se unieron al Ejército Nacional, otros se incorporaron al Ejército del Pueblo o incluso a las antisemitas Fuerzas Armadas Nacionales. Algunos judíos (o polacos de ascendencia judía) ya estaban alistados en el Ejército Nacional o en el Ejército del Pueblo. Casi con seguridad, lucharon más judíos en el levantamiento de Varsovia de agosto de 1944 que en la rebelión del gueto de Varsovia de abril de 1943.[50]
A principios de agosto, cuando el Ejército Nacional había fracasado en el intento de tomar las posiciones alemanas importantes en Varsovia, sus soldados registraron una victoria. Los oficiales reclutaron voluntarios para un peligroso ataque a una posición fuertemente vigilada. El 5 de agosto, los soldados del Ejército Nacional entraron en las ruinas del gueto, atacaron el Campo de Concentración Varsovia, derrotaron a los noventa hombres de las SS que lo vigilaban y liberaron a los 348 prisioneros que quedaban, muchos de ellos judíos extranjeros. Uno de los soldados del Ejército Nacional en esta operación fue Stanislaw Aronson, quien había sido deportado desde el gueto a Treblinka. Otro recordaba a un judío que le había dado las gracias con lágrimas rodándole por las mejillas; e incluso otro, a un judío que suplicaba que le dieran un arma y un uniforme para poder luchar. Muchos de los trabajadores esclavos judíos que habían sido liberados se unieron al Ejército Nacional; combatían con sus uniformes a rayas del campo y sus zapatos de madera con «una completa indiferencia ante la posibilidad de vivir o morir», como contó un soldado del Ejército Nacional.[51]
Himmler vio de nuevo una oportunidad, como en la revuelta del gueto de Varsovia, de demostrar su fuerza y obtener una victoria simbólica. A pesar de las expectativas polacas, el Ejército Rojo había interrumpido su rápido avance. Con la Wehrmacht manteniendo sus posiciones porfiadamente en el río Vístula, justo al este del centro de Varsovia, aplastar la revuelta sería un trabajo para las SS y la policía alemana. Éstas eran las instituciones de Himmler, y Himmler deseaba encargarse de la rebelión para demostrar a Hitler una vez más que él era el despiadado dueño de la situación.[52]
A diferencia del levantamiento del gueto, sin embargo, esta campaña requeriría refuerzos. Después de la retirada alemana de Bielorrusia, habían quedado disponibles experimentadas unidades antiguerrilla. Erich von dem Bach-Zelewski, el jefe de las formaciones alemanas antiguerilla y un veterano de la guerra de guerrillas en Bielorrusia, recibió el mando general en Varsovia. Se le sumaron otros veteranos de la guerra antiguerrillas en Bielorrusia. El Comando Dirlewanger de las SS fue enviado desde el noreste de Polonia, la unidad Kaminski, desde el sudoeste. Recibieron los refuerzos de una unidad de policía enviada desde Poznań y de unos pocos centenares de combatientes extranjeros, la mayoría azerbayanos que habían desertado del Ejército Rojo. Aproximadamente la mitad de las personas que combatieron en Varsovia con uniformes alemanes no hablaban alemán. Probablemente esto no hizo más sangrienta la acción que siguió, pero sí la hizo más confusa, incluso para los propios alemanes.[53]
Kaminski y sus rusos recibieron el permiso personal de Himmler para saquear y aceptaron con gusto esta parte de la misión. Penetraron en Ochota, un barrio del sudoeste de Varsovia, el 4 de agosto de 1944. Durante el transcurso de los diez días siguientes se concentraron en el pillaje, pero también mataron a varios cientos de civiles polacos. Como relató uno de los oficiales de Kaminski, «las ejecuciones en masa de civiles, sin investigación previa, estaban a la orden del día». Los soldados también se hicieron famosos por sus violaciones sistemáticas. Quemaron el hospital del Instituto Marie Curie, asesinando a todos los que había en él, pero antes violaron absolutamente a todas las enfermeras. Uno de los hombres de Kaminski definió así la campaña de Ochota: «Violaban a las mujeres y saqueaban y robaban cualquier cosa a la que pudieran echar el guante». Los comandantes alemanes se quejaron de que Kaminski y sus hombres sólo se preocupaban de «robar, beber y violar mujeres». Bach hizo detener a Kaminski y ejecutarlo: no por los asesinatos y la violencia sexual, sino por su costumbre de robar para sí mismo en lugar de para las arcas del Reich.[54]
El comportamiento del Comando Especial Dirlewanger de las SS fue incluso peor. Sus hombres eran ahora un variopinto grupo de criminales, extranjeros y hombres de las SS liberados de campos de castigo. El mismo Dirlewanger era indisciplinado, incluso Himmler le tuvo que ordenar dos veces que acudiera a Varsovia. La unidad tenía en su haber las campañas en Bielorrusia, donde habían asesinado a decenas de miles de civiles en el campo y en las ciudades. Ahora matarían más civiles en la gran ciudad. La más infame unidad de las Waffen-SS en Bielorrusia se convertiría en la más infame unidad de las Waffen-SS en Polonia. La unidad Dirlewanger constituía el grueso de un grupo de combate bajo el mando de Heinz Reinefarth, el SS-Obergruppenführer para Warthegau, el mayor distrito de la Polonia ocupada anexionado a Alemania.[55]
Reinefarth recibió de Himmler una orden extraordinaria que constaba de tres partes: tenían que matar a todos los combatientes polacos; tenían que fusilar también a todos los polacos no combatientes incluyendo a mujeres y niños, y la propia ciudad debía ser arrasada hasta los cimientos. Las formaciones de la policía y el comando especial Dirlewanger de las SS aplicaron las órdenes al pie de la letra y entre el 5 y el 6 de agosto de 1944 mataron a unos cuarenta mil civiles sólo duran te estos dos días. Tenían un objetivo militar: debían marchar a través del vecindario de Wola, en el centro-oeste de la ciudad y liberar el cuartel general germano en los Jardines Sajones. Para retirar las barricadas del Ejército Nacional en la calle Wola hicieron marchar a los polacos al frente y les obligaron a hacerlo ellos, usando al mismo tiempo mujeres y niños como escudos humanos y violando a algunas de las mujeres. En su avance hacia el oeste destruyeron todos y cada uno de los edificios, uno a uno, utilizando gasolina y granadas de mano. La calle Wola discurría justo al sur del territorio que había sido el gueto y también a través de algunos de sus límites más al sur, de modo que el trabajo de destrucción convirtió en ruinas un vecindario colindante.[56]
Los hombres de la Brigada Dirlewanger incendiaron tres hospitales con sus pacientes dentro. En uno de ellos, los alemanes heridos que estaban siendo atendidos por doctores y enfermeras polacos pidieron que no hicieran daño a los polacos. No fue así. Los hombres de la Brigada Dirlewanger asesinaron a los polacos heridos. Llevaron a las enfermeras al campamento esa noche, como era su costumbre: cada noche seleccionaban a las mujeres a las que los oficiales azotarían, y luego las violaban en grupo antes de asesinarlas. Esa noche fue poco común incluso dentro de aquellos parámetros. Con un acompañamiento de música de flauta, los hombres levantaron una horca y luego colgaron a los médicos y a las enfermeras desnudas.[57]
Mientras las casas se quemaban en Wola, la gente buscó refugio en las fábricas, que se convirtieron así en cómodos objetivos de las matanzas de las SS y las unidades policiales. En una fábrica fusilaron a dos mil personas; en otra, a cinco mil más. Wanda Lurie, una de las pocas supervivientes de los fusilamientos en masa de la fábrica Ursus, estaba esperando un niño. «Entré la última y me puse detrás, quedándome siempre rezagada con la esperanza de que no matarían a una mujer embarazada. Sin embargo, me cogieron en el último grupo. Vi un montón de cuerpos de un metro de altura». Perdió a sus hijos. «La primera descarga hirió a mi hijo mayor, la segunda a mí y la tercera a mi hijo menor». Cayó herida, pero después pudo salir de entre la pila de cuerpos. Más adelante dio a luz a un bebé sano. Los asesinatos en masa disminuyeron el 6 de agosto, posiblemente porque había escasez de balas y las necesitaban en algún otro lugar.[58]
Las masacres de Wola no tuvieron nada que ver con la guerra. Los alemanes perdieron seis hombres y mataron a unos veinte soldados del Ejército Nacional, además de asesinar al menos a treinta mil personas. La proporción de civiles y militares muertos fue de más de mil por uno, incluso si se cuentan las bajas de militares en ambos bandos. El 13 de agosto Bach revocó las órdenes de exterminio de Himmler y los fusilamientos en masa de civiles se detuvieron. Matarían a muchos más polacos, sin embargo, de formas más o menos planeadas. Cuando los alemanes tomaron el casco antiguo, asesinaron a tiros y con lanzallamas a siete mil heridos que estaban en los hospitales de campaña. Antes de que el levantamiento terminara, unos treinta mil civiles serían asesinados en el casco antiguo.[59]
En el barrio de Wola, donde tuvieron lugar las peores matanzas, había que buscar los cuerpos y retirarlos. Los alemanes formaron un grupo de trabajadores polacos esclavos a los que llamaban el «comando de cremación». Entre el 8 y el 23 de agosto de 1944, ordenaron a estas personas que revolvieran entre las ruinas del vecindario, extrajeran los cuerpos putrefactos y los quemaran en piras. Wola estaba junto a los restos del gueto. Los trabajadores avanzaron por las calles Wola, Elektoralna y Chlodna, de este a oeste, siguiendo a la inversa la ruta que había tomado la policía alemana y la Brigada Dirlewanger. Sus primeras cinco piras estuvieron justo al este del gueto, las siguientes trece, justo al oeste. Los trabajadores esclavos polacos (uno de los cuales era judío) quemaban los cuerpos mientras los guardias de las SS jugaban a cartas y reían.[60]
El levantamiento de Varsovia no derrotó a los alemanes y fue poco más que un fastidio pasajero para los soviéticos. El Ejército Rojo había sido detenido por una resistencia alemana inusitadamente dura justo a las afueras de Varsovia. Los alemanes estaban oponiendo su última resistencia en Polonia, la Wehrmacht en el Vístula, las SS y la policía en Varsovia. En contra de lo que esperaban los polacos, el régimen nazi no cayó después del intento de asesinato de Hitler. En cambio, los alemanes habían consolidado el frente oriental. La Operación Bagration había quebrado al Grupo de Ejércitos Centro, pero no a la Wehrmacht. Había llevado a Vasili Grossman al lugar donde asesinaban a los judíos de Varsovia, pero no a la misma Varsovia. Mientras tanto, el frente ucraniano del Ejército Rojo estaba ocupado en importantes operaciones en otros lugares, en el sudeste. En agosto de 1944, Stalin no tenía ninguna necesidad imperiosa de tomar Varsovia.
Según la lógica estalinista, era perfectamente normal animar a la rebelión y después no apoyarla. Justo hasta el último momento, la propaganda soviética había llamado a la sublevación en Varsovia, prometiendo la ayuda soviética. El levantamiento llegó, pero la ayuda no. Aunque no hay ninguna razón para creer que Stalin detuviera las operaciones militares a propósito, el retraso en el Vístula casaba con sus intenciones. Desde la perspectiva soviética, un alzamiento en Varsovia era deseable porque mataría alemanes (y polacos que querían arriesgar sus vidas por la independencia). Los alemanes harían el trabajo necesario de destruir los restos de la intelligentsia polaca y a los soldados del Ejército Nacional, grupos que se solapaban. Tan pronto como los soldados del Ejército Nacional se alzaron en armas, Stalin los llamó aventureros y criminales. Más adelante, cuando la Unión Soviética tomó el control de Polonia, la resistencia a Hitler sería perseguida como un crimen, siguiendo la lógica de que la acción armada no controlada por los comunistas perjudicaba a los comunistas y que el comunismo era el único régimen legítimo para Polonia.
Los británicos y los americanos fueron totalmente incapaces de aportar ayuda significativa a los polacos en Varsovia. Winston Churchill, cuya obstinación personal fue un elemento crucial en la guerra, pudo hacer poco excepto instar a los polacos, aliados de Gran Bretaña, a pactar con los soviéticos. En verano de 1944 aconsejó al primer ministro polaco, Stanislaw Mikołajczyk, que visitara Moscú para buscar algún arreglo que permitiera la restauración de las relaciones diplomáticas soviético-polacas. Cuando Mikołajczyk llegó a Moscú a finales de julio de 1944, el embajador británico le pidió que cediera en todo: que entregara la mitad este del país y que aceptara la versión soviética de la masacre de Katyn (que los alemanes, no los soviéticos, eran los culpables). Como Mikołajczyk sabía, Roosevelt también prefería no cuestionar el relato soviético sobre Katyn. El inicio del alzamiento de Varsovia coincidió con la visita de Mikołajczyk a Moscú. En esta situación inesperada, Mikołajczyk se vio obligado a pedir ayuda a Stalin, que éste le negó; el propio Churchill le pidió también que auxiliara a los polacos. El 16 de agosto, Stalin se lo quitó de encima diciendo que no tenía ninguna intención de participar en una «loca aventura».[61]
Gran Bretaña había entrado en la guerra cinco años antes movida por la causa de la independencia polaca, pero ahora era incapaz de protegería de su aliado soviético. La prensa británica a menudo se hacía eco del pensamiento estalinista, presentando a los polacos como aventureros y caprichosos, en lugar de como aliados de los británicos que querían recuperar su propia capital. Tanto George Orwell como Arthur Koestler protestaron: Orwell habló de la «falta de honradez y la cobardía» de los británicos que negaban la obligación de los aliados de apoyar el alzamiento y Koestler calificó la pasividad de Stalin como «una de las mayores infamias de la guerra».[62]
Los estadounidenses no tuvieron más suerte. Si se hubiera permitido a los aviones americanos repostar en territorio soviético, estos hubieran podido volar en misiones desde Italia a Polonia, bombardear las posiciones alemanas y abastecer a los polacos. El mismo día en que Stalin desairó a Churchill, el 16 de agosto de 1944, los diplomáticos estadounidenses añadieron objetivos polacos a la Operación Frantic, las campañas de bombardeo en el este y el sudeste de Europa. Stalin negó a su aliado americano el permiso para repostar en estas misiones. George Kennan, un joven diplomático, comprendió adonde conducía esta lógica: el rechazo era «un guante arrojado con malicioso regocijo». Stalin había manifestado, en efecto, que quería tomar el control de Polonia y que prefería que los combatientes polacos murieran y que la rebelión fracasara. Un mes después, cuando la revuelta había sido aplastada, Stalin ostentó su fuerza y su inteligencia y tergiversó la memoria histórica: a mediados de septiembre, cuando ya no servía en absoluto para cambiar el desenlace en Varsovia, autorizó por fin los bombardeos estadounidenses y ordenó unos cuantos más por su parte.[63]
Para entonces, el Ejército Nacional controlaba tan poca extensión de Varsovia que las provisiones que le enviaban caían sobre los alemanes. Los soldados polacos habían retrocedido hasta unas pocas bolsas de resistencia. Después, como los combatientes judíos habían hecho anteriormente, intentaron huir por las alcantarillas. Los alemanes, preparados para esta posibilidad por sus propias experiencias de 1943, los quemaron o los gasearon.
A principios de octubre de 1944, Himmler comunicó a Paul Geibel, el SS-Obergruppenführer y Jefe de Policía de Varsovia, que el deseo más firme de Hitler era destruir la ciudad. No debían dejar piedra sobre piedra. Himmler también compartía ese deseo. La guerra estaba clara mente perdida: los británicos habían liberado Amberes, los americanos se estaban acercando al Rin y los soviéticos pronto sitiarían Budapest. Pero Himmler veía la oportunidad de cumplir uno de sus propios objetivos de guerra, la destrucción de ciudades eslavas y polacas tal como preveía el Generalplan Ost.
Himmler dio órdenes, al parecer el 9 y el 12 de octubre, de que la ciudad de Varsovia fuera completamente destruida, edificio a edificio, manzana a manzana. En ese momento, grandes extensiones de la ciudad estaban ya en ruinas: el gueto y el barrio contiguo, Wola, así como los edificios que habían sido alcanzados por las bombas alemanas en septiembre de 1939, o en todo caso en agosto de 1944, cuando los aviones alemanes bombardearon Varsovia desde su propio aeropuerto. Pero la mayor parte de la ciudad aún seguía en pie, y muchos de sus habitantes permanecían en ella. Los alemanes evacuaron a los supervivientes a un campo temporal en Pruszków, desde donde mandarían a unas sesenta mil personas a campos de concentración y a unas noventa mil más a puestos de trabajo forzado en el Reich. Ingenieros alemanes equipados con dinamita y lanzallamas, conocedores de la experiencia de la destrucción del gueto, incendiarían sus negocios, sus escuelas y sus hogares.[64]
La decisión de Himmler de destruir Varsovia era útil para una determinada visión nazi del Este, pero no sirvió a la causa militar alemana en la Segunda Guerra Mundial. Erich von dem Bach-Zelewski mostró sus intenciones de reclutar al Ejército Nacional como un futuro aliado en una lucha final contra los soviéticos; revocó a mediados de agosto las órdenes de Himmler de llevar a cabo matanzas aunque al parecer no tenía autoridad para hacerlo y luego, a finales de septiembre, accedió a negociar con la comandancia del Ejército Nacional con la consideración debida a un adversario derrotado. Según los términos de la rendición del 2 de octubre de 1944, los oficiales del Ejército Nacional, tanto hombres como mujeres, serían tratados según los derechos acordados por las leyes internacionales para los prisioneros de guerra. Por la misma razón, Bach se opuso a la total destrucción de la ciudad.
Es muy improbable que Bach hubiera podido encontrar muchos aliados en Varsovia, por los mismos motivos por los que encontró pocos en Bielorrusia: las acciones de los hombres de Dirlewanger y otras formaciones germanas antiguerrilla habían sido demasiado sangrientas para ser olvidadas. La reacción alemana fue tan desmedidamente destructiva que los combatientes polacos no tenían otra alternativa que esperar a la liberación soviética. Como un soldado del Ejército Nacional escribió en un poema: «Te esperamos, plaga roja / para liberarnos de la muerte negra». Al igual que Bach, la Wehrmacht se opuso a la política de Himmler. Las tropas alemanas estaban resistiendo al Ejército Rojo en el río Vístula y esperaban usar Varsovia como una fortaleza o, al menos, utilizar sus edificios como refugios. Nada de esto importó. Bach fue trasladado; el ejército, ignorado. Himmler impuso su voluntad y la capital europea fue arrasada. El día antes de que los soviéticos llegaran, los alemanes incendiaron la última biblioteca.[65]
Ninguna otra capital europea sufrió un destino semejante: destruida físicamente y despojada de la mitad de su población. Quizá ciento cincuenta mil polacos no combatientes fueron asesinados por los alemanes sólo en agosto y en septiembre de 1944, durante el levantamiento de Varsovia. Un número similar de polacos no judíos de Varsovia habían muerto ya en los campos de concentración, en los lugares de ejecución en el gueto, por las bombas alemanas o en combate. Murieron aún más judíos de Varsovia en cifras absolutas y en una proporción mucho mayor. El porcentaje de judíos de Varsovia que murieron, más del noventa por ciento, sobrepasa al de no judíos, que fue aproximadamente del treinta por ciento. Sólo el destino de las ciudades del este, como Minsk o Leningrado, es comparable con el de Varsovia. En total, pereció en torno a la mitad de los habitantes de una ciudad cuya población antes de la guerra era de un millón trescientos mil.[66]
La distinción entre polacos y judíos era dudosa en el caso de algunas víctimas. Ludwik Landau, por ejemplo, podría haber sido asesinado por los alemanes porque era un oficial del Ejército Nacional y un eficaz propagandista de la Polonia independiente. Lo mataron por judío. Algunos destinos estuvieron entrelazados permanentemente. El historiador judío Emanuel Ringelblum creó en secreto archivos en el gueto como base para una futura historia de los judíos durante la guerra en Varsovia. Lo llevaron a un campo de concentración después de la derrota del alzamiento del gueto, pero fue rescatado con la ayuda de un oficial del Ejército Nacional. Los polacos lo escondieron en Varsovia, pero fue un polaco quien lo entregó a los alemanes. Lo fusilaron en las ruinas del gueto de Varsovia, a él y a los polacos que le habían dado refugio. El Ejército Nacional, por su parte, persiguió y mató al polaco que los traicionó.[67]
No obstante, cuando el levantamiento terminó y el poder alemán sustituyó al polaco, el drama de los judíos fue de nuevo muy distinto. Después de la destrucción de la ciudad no tenían, literalmente, ningún sitio donde esconderse. Hicieron lo que pudieron para camuflarse entre las columnas de civiles exiliados o, en algunos casos, para encontrar a las fuerzas soviéticas y unirse a ellas. Antes de la rebelión de Varsovia, probablemente hubiera unos dieciséis mil judíos escondidos con polacos fuera de los muros del antiguo gueto. Después, quizá todavía quedaran con vida doce mil.[68]
Los alemanes habían ganado la segunda batalla por Varsovia, pero la victoria política recayó en los soviéticos. Los alemanes habían aplicado las mismas tácticas que usaron en Bielorrusia, ordenadas por la misma cadena de mando: Himmler-Bach-Dirlewanger. Esta vez la guerra antiguerrilla funcionó: no porque los patriotas del Ejército Nacional fueran menos decididos que los guerrilleros bielorrusos, sino porque estaban más aislados. La Unión Soviética apoyó a los guerrilleros comunistas, a los que podía controlar, y se opuso a los combatientes no comunistas, a los que no podía dirigir.
Las tropas polacas combatían contra los alemanes, pero también por su propia libertad. Ésa fue su condena. Stalin prefería apoyar al más pequeño Ejército del Pueblo, una fuerza comunista que también combatió en la rebelión. Si el Ejército del Pueblo hubiera liderado el levantamiento en lugar del Ejército Nacional, su actitud hubiera sido completamente diferente.
Pero eso sólo hubiera ocurrido en una Polonia también diferente. El Ejército del Pueblo tenía algún apoyo popular, pero mucho menos del que disfrutaba el Ejército Nacional. Las políticas polacas se habían orientado hacia la izquierda durante la guerra, como en el resto de la Europa ocupada. Aun así, el comunismo no era popular. Los polacos habían experimentado el comunismo soviético durante la guerra, en la mitad este del país. Una Polonia soberana no se convertiría en comunista. El levantamiento de Varsovia, al aniquilar a muchos de los más brillantes y valientes individuos de una generación, hizo mucho más difícil la resistencia posterior. Pero la rebelión también dirigió la atención de estadounidenses y británicos, como muchos de sus jefes más lúcidos (y con más sangre fría) esperaban, hacia la crueldad de Stalin. El diplomático americano George Kennan tenía razón: el cínico tratamiento que Stalin dio al Ejército Nacional era una bofetada en la cara de los aliados británicos y americanos. En este sentido, la rebelión de Varsovia fue el principio de la confrontación que llegaría después de la Segunda Guerra Mundial.
Mientras el Ejército Rojo vacilaba justo al este del Vístula desde principios de agosto de 1944 hasta mediados de enero de 1945, los alemanes exterminaban a los judíos en el oeste. Durante estos cinco meses, el Ejército Rojo se encontraba a menos de cien kilómetros de Łódź, en ese momento la mayor concentración de judíos que quedaba en la Polonia ocupada, y a menos de cien kilómetros de Auschwitz, donde todavía gaseaban a los judíos polacos y europeos. El parón del Ejército Rojo en el Vístula condenó no sólo a los combatientes polacos y a los civiles de Varsovia, sino también a los judíos de Łódź. Su número se había reducido mucho a causa de una serie de deportaciones a Chehnno entre diciembre de 1941 y septiembre de 1942. Pero en 1943 y 1944 la cifra de judíos había permanecido relativamente estable: unos noventa mil trabajadores judíos y sus familias. Las autoridades civiles alemanas, que a veces preferían matar a disponer de mano de obra, los mantuvieron con vida allí más tiempo que en ningún otro lugar. Los judíos de Łódź estaban fabricando armas, de forma que también la Wehrmacht prefería que sobrevivieran.
Muchos de los judíos de Łódź que aún permanecían con vida murieron en el intervalo entre el inicio de la Operación Bagration y el avance soviético final sobre el Vístula. El día después de que empezara la Operación Bagration, el 23 de junio de 1944, las autoridades civiles de Łódź cedieron ante Himmler y las SS y permitieron la aniquilación del gueto. Por un breve período de tiempo, los alemanes reabrieron el centro de gaseamiento de Chelmno y 7196 judíos de Łódź fueron asfixiados allí entre el 23 de junio y el 14 de julio. Luego, las instalaciones de Chelmno cerraron definitivamente. Los judíos de Łódź, mientras tanto, sabían que el Ejército Rojo estaba cerca. Creían que sobrevivirían si podían quedarse en el gueto sólo unos cuantos días o unas cuantas semanas más. El 1 de agosto, el día en que empezó la rebelión de Varsovia, el Judenrat de Łódź fue informado de que iban a «evacuar» a todos los judíos. El alcalde alemán de la ciudad incluso trató de persuadirlos de que se apresuraran a embarcar en los trenes antes de que llegara el Ejército Rojo, porque los soldados soviéticos se vengarían de los que habían pasado la guerra fabricando armas para los alemanes. En agosto de 1944, mientras la revuelta de Varsovia arreciaba y el Ejército Rojo esperaba, unos sesenta y siete mil judíos de Łódź fueron deportados a Auschwitz. La mayoría de ellos fueron gaseados nada más llegar.[69]
Cuando los soldados soviéticos cruzaron por fin el Vístula y avanzaron por las ruinas de Varsovia, el 17 de enero de 1945, encontraron muy pocos edificios en pie. El campo de concentración Varsovia, sin embargo, todavía estaba utilizable. El NKVD soviético ocupó sus instalaciones y las usó para propósitos que resultan familiares: Los soviéticos interrogaron allí en 1945 a los soldados del Ejército Nacional y los fusilaron, como habían hecho los alemanes en 1944.[70]
El 19 de enero de 1945, dos días después de haber llegado a Varsovia, los soldados soviéticos ya estaban en Łódź. El 27 de enero llegaron a Auschwitz. Desde allí, tardaron poco más de tres meses en alcanzar Berlín. A medida que el Ejército Rojo avanzaba, los guardias de los campos de las SS trasladaban a los judíos de Auschwitz a campos de trabajo en Alemania. En estas marchas brutales y apresuradas perdieron la vida miles de judíos más. Estas marchas, que transportaban a los judíos supervivientes a la propia Alemania, fueron las últimas atrocidades nazis. El Frente Bielorruso del Ejército Rojo empezó a bombardear Berlín el 20 de abril de 1945, día del cumpleaños de Hitler; a principios de mayo ya se había reunido con el Frente Ucraniano en la capital germana. Berlín cayó y la guerra llegó a su fin. Hitler había ordenado a sus subordinados aplicar una política de tierra quemada en la propia Alemania, pero no le obedecieron. Aunque un gran número de jóvenes alemanes perdieron la vida en la defensa de Berlín, Hitler no pudo llevar a cabo más políticas de asesinatos en masa.[71]
En estos últimos meses de la guerra, desde enero a mayo de 1945, los internos de los campos de concentración alemanes murieron en gran número. Quizá trescientos mil judíos perecieron en los campos alemanes durante este período de hambre y abandono. Los soldados americanos y británicos que liberaban a los presos moribundos de los campos de Alemania creyeron haber descubierto los horrores del nazismo. Las imágenes que sus fotógrafos y sus cámaras captaron de los cadáveres y de los esqueletos vivientes de Bergen-Belsen y Buchenwald parecían mostrar los peores crímenes de Hitler. Como sabían los judíos y polacos de Varsovia, y como sabían Vasili Grossman y los soldados del Ejército Rojo, eso estaba muy lejos de la realidad. Lo peor ocurrió en las ruinas de Varsovia y en los campos de Treblinka, en los pantanos de Bielorrusia y en las fosas de Babii Yar.
El Ejército Rojo liberó todos estos lugares y la totalidad de las Tierras de sangre. Todos los lugares de exterminio y las ciudades muertas cayeron tras un telón de acero, en una Europa que Stalin construyó a su antojo ya mientras la estaba liberando de Hitler.
Grossman escribió su artículo sobre Treblinka mientras las tropas soviéticas estaban detenidas en el Vístula viendo cómo los alemanes derrotaban al Ejército Nacional en el levantamiento de Varsovia. Cuando empezó la Guerra Fría, las cenizas de Varsovia todavía estaban calientes.