Capítulo 8

LAS FACTORÍAS DE LA MUERTE NAZIS

Unos cinco millones cuatrocientos mil judíos murieron bajo la ocupación alemana. Cerca de la mitad fueron asesinados al este de la línea Mólotov-Ribbentrop, generalmente con armas de fuego, algunas veces con gas. El resto pereció al oeste de la línea, la mayoría gaseados, en ocasiones a balazos. Al este de la línea Mólotov-Ribbentrop, fueron asesinados un millón de judíos en la segunda mitad de 1941, durante los primeros seis meses de la ocupación alemana. Otro millón fue eliminado en 1942. Al oeste de la línea Mólotov-Ribbentrop, los judíos cayeron bajo el control alemán bastante antes, pero fueron asesinados más tarde. En el este, los judíos más productivos económicamente, los hombres jóvenes, fueron pasados por las armas de inmediato, en los primeros días o semanas de la guerra. Luego, los argumentos económicos se volvieron contra las mujeres, los niños y los ancianos, quienes se convirtieron en «bocas inútiles». Al oeste de la línea Mólotov-Ribbentrop, se establecieron guetos a la espera de deportaciones (a Lublin, Madagascar o a Rusia) que nunca se produjeron. Entre 1939 y 1941, la incertidumbre sobre la forma que adoptaría la Solución Final condujo a que los judíos del oeste de la línea Mólotov-Ribbentrop fueran empleados para trabajar, lo cual constituyó una cierta razón económica para que los conservaran.

El asesinato en masa de los judíos polacos en el Gobierno General y en las tierras polacas anexionadas a Alemania se inició más de dos años después de la ocupación alemana y más de un año después de que los judíos fueran confinados en guetos. Estos judíos polacos fueron gaseados en seis centros principales, cuatro en el Gobierno General y dos en las tierras anexionadas al Reich, que funcionaron, juntos o por separado, desde diciembre de 1941 hasta noviembre de 1944: Chelmno, Bełżec, Sobibor, Treblinka, Majdanek, Auschwitz. El núcleo de la campaña de masacres al oeste de la línea Mólotov-Ribbentrop fue la operación Reinhard, el gaseamiento de un millón trescientos mil judíos polacos en Bełżec, Sobibor y Treblinka en 1942. Su último capítulo fue Auschwitz, donde fueron gaseados unos doscientos mil judíos polacos y más de setecientos mil judíos de otros países europeos, la mayoría de ellos en 1943 y 1944.[1]

Los orígenes de la Operación Reinhard se hallan en la interpretación de Himmler de los deseos de Hitler. Informado de los experimentos con gas realizados con los prisioneros de guerra soviéticos, Himmler confió a su acólito Odilo Globocnik, el 13 de octubre de 1941, la creación de un nuevo centro de gaseamiento de judíos.

Globocnik era el alto mando SS y jefe de policía del distrito de Lublin del Gobierno General, un terreno de pruebas crucial de las utopías Nazis. Globocnik había esperado que deportaran a millones de judíos a su región, donde podría ponerlos a trabajar en colonias de esclavos. Después del ataque a la Unión Soviética se le encargó la implantación del Generalplan Ost. Aunque sus grandes designios de colonización y exterminio fueron por lo general postergados tras el fracaso de la invasión de la Unión Soviética, Globocnik los implantó en una parte de su distrito de Lublin, adonde llevó a cien mil polacos desde sus hogares. Quería una «limpieza general de judíos del Gobierno General y también de polacos».[2]

A finales de octubre de 1941 Globocnik había escogido un lugar para el nuevo centro de gaseamiento: Bełżec, justo al suroeste de Lublin. El cambio de planes en lo que respecta al uso de este lugar revela la evolución de la utopía nazi desde la colonización para el exterminio hasta el exterminio a secas. En 1940, Globocnik había establecido un campo de trabajo esclavo en Bełżec, donde imaginaba que dos millones de judíos cavarían a mano zanjas antitanques. Albergaba estas fantasías porque una versión temprana de la Solución Final implicaba la deportación de judíos europeos a su distrito de Lublin. Sin embargo, no tuvo a más de treinta mil judíos a su disposición en Bełżec. Finalmente, abandonó su proyecto de defensa en 1940. Un año después, tras hablar con Himmler, Globocnik imaginó otra forma de aprovechar el lugar: serviría para el exterminio de judíos.[3]

Globocnik buscó y encontró un método para que los alemanes exterminaran a los judíos al oeste de la línea Mólotov-Ribbentrop, don de carecían de personal para ejecuciones en masa y donde no estaban dispuestos a armar a los polacos como fuerzas auxiliares. Las instalaciones de Bełżec sólo requerirían para operar a unos cuantos comandantes alemanes, y la mano de obra básica estaría compuesta por judíos esclavizados. El campo sería vigilado y operado por no alemanes escogidos en el campo de entrenamiento de Trawniki, en el distrito de Lublin. Los primeros hombres de Trawniki habían sido soldados capturados al Ejército Rojo y sacados de los campos de prisioneros de guerra. Los hombres de Trawniki eran en su mayoría ucranianos soviéticos, pero también había representantes de otras nacionalidades, incluyendo rusos y, ocasionalmente, alguna persona de origen judío, escogida, por supuesto, por accidente. Los alemanes preferían a los alemanes soviéticos si los había.[4]

El cambio de misión de los hombres de Trawniki, como el cambio de uso de Bełżec, revelaba la transformación de las utopías de Hitler. En el plan inicial de Globocnik, estos hombres iban a servir como policías, bajo la dirección alemana, en la Unión Soviética conquistada. Puesto que no se había conquistado la Unión Soviética, los hombres de Trawniki podrían destinarse a otra tarea especial: manejar las instalaciones donde los judíos de Polonia iban a ser gaseados. Los hombres de Trawniki no tenían ni idea de este plan general cuando fueron reclutados y no tenían ningún interés personal o político en esta cuestión. Para ellos, Polonia y sus judíos les eran extraños. Es de suponer que tenían un gran interés en conservar sus trabajos, ya que su recluta^ miento les rescató de una probable muerte por inanición. Incluso si de alguna manera hubieran tenido el coraje para desafiar a los alemanes, sabían que no podían volver de forma segura a la Unión Soviética. Al dejar los dulags y stalags quedarían designados como colaboradores alemanes.

En diciembre de 1941, los hombres de Trawniki, vistiendo uniformes negros, ayudaron construir una rampa y unos raíles que permitirían la comunicación por tren con Bełżec. Los ciudadanos soviéticos proporcionaban así la mano de obra para la política asesina alemana.[5]

Bełżec nunca fue un campamento. La gente pernoctaba en los campamentos, pero Bełżec era una factoría de la muerte donde los judíos eran asesinados nada más llegar.

Había un precedente en Alemania de una instalación de este tipo, donde la gente llegaba con engaños, les decían que iban a ducharse y los asesinaban con monóxido de carbono. Entre 1939 y 1941 en Alemania se habían usado seis centros de exterminio para asesinar a los discapacitados, los enfermos mentales y otras personas juzgadas «indignas de vivir». Después de una prueba en la que se gaseó a los discapacitados polacos en el Wartheland, la cancillería de Hitler organizó un programa secreto para asesinar a ciudadanos alemanes. El grupo de responsables estaba formado por doctores, enfermeras y jefes de policía; uno de sus principales organizadores fue el médico personal de Hitler. La ciencia médica del asesinato en masa era simple: el monóxido de carbono (CO) se une más fácilmente que el oxígeno (O2) a la hemoglobina de la sangre y, de este modo, impide que los glóbulos rojos lleven oxígeno a los tejidos. Reunían a las víctimas para unos supuestos exámenes médicos y luego las conducían a las duchas, donde las asfixiaban con monóxido de carbono emitido por bombonas. Si las víctimas tenían dientes de oro, las marcaban de antemano con una cruz de tiza en la espalda, para que se les pudieran extraer después de su muerte. Los niños eran las primeras víctimas; sus padres recibían cartas de los doctores contándoles mentiras sobre su muerte durante el tratamiento. La mayoría de las víctimas del programa de eutanasia fueron alemanes no judíos, mientras que los judíos alemanes con discapacidades eran asesinados sin ninguna revisión. En una de las factorías de la muerte, el personal celebró su cremación número diez mil adornando un cadáver con flores.[6]

El fin oficial del programa de eutanasia coincidió con la misión de Globocnik de desarrollar una nueva técnica para gasear a los judíos polacos. En agosto de 1941, cuando Hitler ordenó detener el programa por miedo a las protestas internas, éste había registrado 70 723 muertes y creó un modelo de asesinato con engaños mediante gas letal. La suspensión del programa de eutanasia dejó sin empleo a un grupo de policías y doctores con determinadas habilidades. En octubre de 1941, Globocnik convocó a un grupo de ellos en el distrito de Lublin para gestionar los centros de exterminio en proyecto. 92 de los aproximadamente 450 hombres que servirían a Globocnik en la tarea de gasear a los judíos polacos tenían experiencia previa en el programa de eutanasia. El más importante de ellos era Christian Wirth, que lo había supervisado. Como el jefe de la cancillería de Hitler dijo, «una gran parte de mi organización» iba a ser usada «en una solución al problema judío que se llevaría hasta las últimas consecuencias».[7]

Globocnik no fue el único que explotó la experiencia de los equipos de eutanasia Una cámara de gas en Chelmno, en el Wartheland, también aprovechó su experiencia técnica. Mientras que el distrito de Lublin de Globocnik fue el centro experimental de la parte destructiva del programa para el «fortalecimiento la raza alemana», el Wartheland de Arthur Greiser fue el lugar de deportación más efectivo: cientos de miles de polacos fueron enviados al Gobierno General y cientos de miles de alemanes llegaron desde la Unión Soviética. Greiser se encontró con el mismo problema que Hitler, a una escala menor: después de todos los movimientos, los judíos seguían allí, y a finales de 1941 no había ningún lugar plausible para la deportación. Greiser se las arregló para deportar a unos cuantos miles de judíos al Gobierno General, pero estos fueron reemplazados por judíos deportados del resto de Alemania.[8]

El jefe de la Sicherheitsdienst (SD) en Poznan, la capital regional de Greiser, había propuesto una solución el 16 de julio de 1941: «Existe el riesgo de que este invierno no podamos alimentar más a los judíos. Tenemos que considerar seriamente si la solución más humana no sería acabar con los que son incapaces de trabajar con algún tipo de preparación rápida. Esto sería en cualquier caso más agradable que dejar que se mueran de hambre». La «preparación rápida» era monóxido de carbono, que ya se había usado en el programa de eutanasia. Probaron una furgoneta gaseadora con prisioneros de guerra soviéticos en septiembre de 1941; posteriormente, las furgonetas gaseadoras se usaron en la Bielorrusia y la Ucrania ocupadas, especialmente para asesinar niños. La máquina asesina de Chelmno era una furgoneta gaseadora que operaba bajo la supervisión de Herbert Lange, quien había liquidado a los discapacitados en el programa de eutanasia. Desde el 5 de diciembre los alemanes estaban usando el centro de Chelmno para matar judíos en Wartheland. 145 301 judíos fueron asesinados en Chelmno en 1941 o 1942. Chelmno estuvo operativa hasta que la población judía de Wartheland se redujo, básicamente, a un campo de trabajo muy funcional dentro del gueto de Łódź. Las masacres se detuvieron a principios de abril: justo cuando estaba empezando la matanza en el distrito de Lublin.[9]

Bełżec iba a ser un nuevo modelo, más eficiente y más duradero que Chelmno. Globocnik, muy probablemente después de consultar con Wirth, decidió construir una instalación fija en la que pudieran gasear a mucha gente a la vez a cubierto (como con el programa de eutanasia), pero donde el monóxido de carbono se generara de forma fiable con motores de combustión interna (como en las furgonetas gaseadoras). En lugar de aparcar un vehículo, como en Chelmno, el sistema requería desmontar el motor de un vehículo, conectarlo con tuberías a una cámara de gas construida para tal fin, rodear esta cámara de gas con verjas y luego comunicar la factoría de la muerte con los centros de población mediante ferrocarril. Estas eran las innovaciones de Bełżec, simples pero suficientes.[10]


Los líderes nazis siempre habían entendido que los judíos polacos estaban en el corazón del «problema» judío. La ocupación alemana había dividido a los judíos ex ciudadanos polacos en tres zonas políticas diferentes. A partir de diciembre de 1941, unos trescientos mil judíos polacos vivían en Wartheland y otras tierras polacas anexionadas a Alemania. Ahora estaban destinados a que los gasearan en Chelmno. El aproximadamente millón trescientos mil judíos polacos del lado este de la línea Mólotov-Ribbentrop estuvieron destinados a ser ejecutados a partir de junio de 1941, y la mayor parte de ellos serían asesinados en 1942. El mayor grupo de judíos polacos bajo la ocupación alemana era el de los confinados en guetos del Gobierno General. Hasta junio de 1941, el Gobierno General concentraba a la mitad de la población de judíos polacos anterior a la guerra, en torno a 1 613 000 personas. (Cuando un distrito de Galitzia se añadió después de la invasión alemana de la Unión Soviética, el número de judíos en el Gobierno General alcanzó los 2 143 000. Este aproximadamente medio millón de judíos de Galitzia, al este de la línea Mólotov-Ribbentrop, estaban destinados a la ejecución.)[11]

Cuando, en marzo de 1942, Himmler y Globocnik empezaron a matar a los judíos polacos del Gobierno General, emprendían una política inequívoca de destrucción de la mayor población judía de Europa. El 14 de marzo de 1942, Himmler pasó la noche en Lublin y habló con Globocnik. Dos días después, los alemanes empezaron la deportación de judíos desde el distrito de Lublin a Bełżec. La noche del 16 de mayo, reunieron a unos mil seiscientos judíos que carecían de documentos de trabajo, los transportaron al centro y los gasearon. Durante la segunda mitad de marzo de 1942 los alemanes empezaron a despejar de judíos el distrito de Lublin, pueblo a pueblo, ciudad a ciudad. Hermann Hófle, el lugarteniente de Globocnik para el «realojamiento» encabezaba un equipo que desarrolló las técnicas necesarias. Los judíos de los guetos más pequeños fueron enviados a otros mayores. Luego, los judíos con relaciones peligrosas, los sospechosos de ser comunistas y los veteranos del ejército polaco fueron ejecutados. En el último paso preliminar filtraron a la población y dieron nuevos pape les a los hombres más jóvenes y a otros considerados adecuados para el trabajo.[12]

Al oeste de la línea Mólotov-Ribbentrop, los alemanes dispusieron las cosas de modo que participaran personalmente lo menos posible en las masacres. Las instituciones del gueto, los Judenrat y las fuerzas policiales, se orientaron a la labor de destrucción. El equipo de Globocnik solía empezar una acción en una metrópoli o ciudad determinada contactando con la Policía de Seguridad local; después organizaban una fuerza de policías alemanes. Si los alemanes tenían a su disposición una fuerza policial judía, como ocurría en general en todas las comunidades, requerían a los policías judíos para que hicieran el grueso del trabajo de reunir a sus compañeros para los transportes. En las ciudades, los policías judíos sobrepasaban en gran número a los alemanes de los que recibían órdenes. Puesto que no tenían armas de fuego, sólo podían usar la fuerza contra sus compañeros judíos. Algunas veces los hombres de Trawniki estaban también disponibles para ayudar.[13]

La policía alemana ordenaba a la judía reunir a la población de judíos en un punto y una hora determinados. Al principio, a menudo los atraían al punto de reunión con promesas de comida o puestos de trabajo más atractivos «en el Este». Luego, en redadas que duraban varios días, los alemanes y la policía judía solían bloquear manzanas concretas o casas determinadas y obligar a sus habitantes a acudir al punto de reunión. Los alemanes disparaban en el acto a los niños pequeños, a las mujeres embarazadas, a los discapacitados y a los ancianos. En las metrópolis y en las ciudades donde era necesaria más de una redada, estas medidas se repetían con violencia creciente. Los alemanes querían conseguir cuotas diarias para llenar los trenes, y algunas veces traspasaban las cuotas a los policías judíos, quienes eran responsables (arriesgando sus propias posiciones e incluso sus vidas) de alcanzarlas. Sellaban el gueto durante y después de la acción, de forma que la policía alemana podía saquearlo sin que la población local les estorbara.[14]

Una vez los judíos llegaban a Bełżec, estaban condenados. Llegaban desarmados a un centro cerrado y vigilado, con pocas oportunidades de entender su situación, y menos de resistirse a los alemanes y a los hombres armados de Trawniki. Al igual que a los pacientes de los centros de eutanasia, les pedían que se quitaran la ropa y se deshicieran de sus objetos de valor con la explicación de que estos serían también desinfectados y se los devolverían. A continuación les hacían marchar, desnudos, hasta cámaras que se llenaban con el gas del escape de un motor (que contiene monóxido de carbono). Sólo sobrevivieron dos o tres judíos de todos los que desembarcaron en Bełżec; 434 508 perecieron. Wirth dirigió el centro durante el verano de 1942 y parece que se lució en el desempeño de sus obligaciones. Desde entonces, sirvió como inspector general de Bełżec y de los dos otros centros que se construyeron siguiendo el mismo modelo.[15]

Este sistema funcionó rozando la perfección en el distrito de Lublin del Gobierno General. Las deportaciones a Bełżec desde el distrito de Cracovia empezaron poco después, con resultados similares. Los judíos del distrito de Galitzia sufrieron el solapamiento de dos métodos de asesinato alemanes: al principio del verano de 1941 los ejecutaban disparándoles y, posteriormente, desde marzo de 1942, los gaseaban en Bełżec. Galitzia estaba al este de la línea Mólotov-Ribbentrop y por eso allí fusilaban a los judíos; pero había sido anexionada al Gobierno General, de forma que los judíos estaban también expuestos al gaseamiento. Thomas Hecht, un judío superviviente de Galitzia, recordaba las diversas formas en las que morían los judíos en la región: dos tías, un tío y un primo suyos fueron gaseados en Bełżec; su padre, uno de sus hermanos, una tía, un tío y un primo fueron pasados por las armas; su otro hermano murió en un campo de trabajo.[16]

Mientras tanto, el equipo de Globocnik y sus hombres de Trawniki construyeron otra factoría de la muerte siguiendo el modelo de Bełżec en el distrito de Lublin: en Sobibor, justo al noreste de Lublin. Operativa desde abril de 1942, asesinó, con el mismo método que Bełżec, a unos ciento ochenta mil judíos, con sólo unos cuarenta supervivientes. Globocnik y sus hombres dominaban los procedimientos esenciales de la operación: redadas en los guetos, realizadas por los hombres de Hofle y los policías alemanes y locales; mantenimiento del orden en los campos, a cargo de una cuadrilla de hombres de Trawniki, unos cuantos alemanes y un gran contingente de fuerza de trabajo judía; y asesinatos en masa, por asfixia por exposición al escape de motor.[17]

Tras haber conseguido una tasa de mortalidad del 99,99% en Bełżec y Sobibor, Himmler ordenó el 17 de abril de 1942 la construcción de un tercer centro, esta vez en el distrito del Gobierno General en Varsovia. Enviaron a una cuadrilla con experiencia en eutanasia acompañada por los hombres de Trawniki, a un lugar cerca del pueblo de Treblinka, donde empezó la construcción de la factoría de la muerte el 1 de junio de 1942. Los trabajadores eran judíos de la región, que fueron asesinados en cuanto acabaron el proyecto. El hombre que supervisó la construcción era, como los comandantes de Bełżec y Sobíbor, un veterano del programa de eutanasia sin embargo, a diferencia de Franz Stangl (Sobibor) y Christian Wirth (Bełżec), Irmfried Eberl era doctor en medicina en lugar de jefe de policía. Había dirigido dos de los centros de eutanasia.[18]

Eberl parecía encantado con su nuevo destino: «Me va muy bien —escribió a su mujer durante la construcción de la factoría de la muerte en Treblinka—. Hay un montón de cosas que hacer y es divertido». Cuando faltaba poco para terminar el campo, Eberl estaba «contento y orgulloso de este logro». Se sentía feliz de que el modelo creado por Globocnik en Lublin se exportara a Varsovia.[19]

Hogar de la mayor parte de las clases educadas polacas y de la mayor sociedad de judíos de Europa, Varsovia era una metrópolis que no tenía cabida en la cosmovisión nazi. En primavera de 1942, más de trescientos cincuenta mil judíos permanecían aún vivos en el gueto de Varsovia.

Varsovia era la mayor ciudad del Gobierno General, pero no su centro administrativo. Hans Frank, el Gobernador General, prefería gobernar desde Cracovia, donde ocupaba el antiguo castillo real polaco y se presentaba a sí mismo como miembro de la nueva aristocracia racial. En octubre de 1939, había obstaculizado los intentos de resolver el «problema judío» transportando judíos al distrito de Lublin del Gobierno General. En diciembre de 1941, Frank comunicó a sus subordinados que «debían librarse de los judíos». No tenía ni idea, ni aún entonces, de cómo podrían conseguirlo. Pero en la primavera de 1942 descubrió que Lublin podría servirle: ya no sería el distrito del Gobierno General que recibía a más judíos, sino el lugar donde se exterminaría a los judíos que ya vivían en él. Su idea fue bien acogida: Los hombres de Trawniki llegaron a Varsovia en febrero y en abril. En verano de 1942 Frank cedió a las SS el control de los trabajadores judíos y, posteriormente, de los guetos.[20]

El asesinato político de un mando muy destacado de las SS proporcionó el pretexto para la siguiente escalada. Después de Hitler y Himmler, Reinhard Heydrich era el más importante arquitecto de la política de exterminio de los judíos. Era también un típico ejemplo de la tendencia nazi a confiar varios cargos a una misma persona: cuando ya era el jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich, lo pusieron a cargo del Protectorado de Bohemia y Moravia, las tierras checas anexionadas a Alemania en 1939. El 27 de mayo de 1942 resultó herido en un intento de asesinato llevado a cabo por un checo y un eslovaco contratados por la Inteligencia Británica, y murió el 4 de junio. Hitler y Himmler estaban enojados con él por viajar sin escolta, algo que Heydrich no creía necesario debido a su popularidad entre los checos. En las tierras checas, los alemanes no aplicaron políticas represivas comparables a las que siguieron en Polonia y en la Unión Soviética. Heydrich había convertido en un asunto prioritario el favorecer a la clase trabajadora checa.[21]

El asesinato de Heydrich significó la pérdida de uno de los planificadores de la Solución Final, pero también la consagración de un mártir. Hitler y Himmler se reunieron el 3, el 4 y el 5 de junio de 1942. Himmler pronunció el elogio fúnebre: «Tenemos el deber sagrado de vengar su muerte, continuar su labor y destruir a los enemigos de nuestro pueblo sin piedad y sin debilidad». Un pueblo checo, Lidice, sería totalmente destruido como represalia por el asesinato de Heydrich. Ejecutaron a sus hombres en el acto, mandaron a sus mujeres al campo de concentración de Ravensbrück y gasearon a los niños en Chelmno.[22]

La política nazi de exterminio total de los judíos polacos en el Gobierno General tomó el nombre de «Operación Reinhard» en homenaje a Heydrich. La referencia al asesinato convertía a los alemanes en víctimas y les sirvió para presentar la masacre de los judíos como una represalia. Dentro de la cosmovisión nazi, el magnicidio de Heydrich en mayo de 1941 tuvo un papel similar al de la declaración de guerra americana de diciembre de 1941: hizo crecer un sentimiento de solidaridad justificada entre los agraviados nazis y distrajo la atención de los verdaderos orígenes de las dificultades y de las políticas alemanas. Heydrich se convirtió en una «víctima» importante de la supuesta conspiración internacional judía responsable de la guerra.[23]


Hitler había declarado la aniquilación de los judíos objetivo de guerra. Pero incluso después de que diera a conocer sus deseos, el momento de matarlos estuvo condicionado por las percepciones alemanas sobre el curso de la guerra y las prioridades económicas asociadas a ella. Era más probable que los judíos murieran cuando los alemanes estaban preocupados por la escasez de comida, y menos probable cuando les inquietaba la escasez de mano de obra.

Hitler anunció su decisión de aniquilar a los judíos no mucho después de decidir que los prisioneros soviéticos de guerra serían utiliza dos como trabajadores en lugar de matarlos. A principios de 1942, los prisioneros de guerra soviéticos supervivientes estaban integrados en la fuerza de trabajo dentro de Alemania, mientras Hans Frank organizaba con éxito una economía colonial en su Gobierno General. Con los suministros de trabajadores asegurados por el momento, la comida se convirtió en la principal preocupación, tanto en el Reich como en la Polonia ocupada. En abril de 1942, Göring había anunciado recortes en las raciones de alimentos de los alemanes del Reich, y el consumo medio de calorías, en efecto, disminuyó considerablemente ese año. Frank, por su parte, estaba preocupado por la mejora de los suministros de alimentos a su clase trabajadora polaca.[24]

De esta forma, en el verano de 1942 las inquietudes económicas, tal como las entendían los alemanes, aceleraron el plan para exterminar a los judíos polacos. Cuando la comida era la principal angustia; los judíos se convertían en «bocas inútiles», e incluso aquellos que trabajaban a beneficio de la economía alemana y de la Wehrmacht corrían peligro. A finales de 1942, Hans Frank pasó otra vez a preferir la mano de obra a los alimentos, y, por tanto, decidió mantener con vida a los judíos que quedaban. Por aquel entonces, la mayoría de los judíos polacos ya estaban muertos. La economía alemana era como una cuerda floja sobre la que los judíos estaban obligados a caminar, descalzos, con los ojos vendados y sin red. La economía, sangrienta y traicionera, era lo único que había entre ellos y la muerte; sin duda, les fallaría.[25]


La factoría de la muerte de Treblinka se terminó el 11 de julio de 1942. Ocho días después, el 19 de julio de 1942, Himmler ordenó la «deportación total de la población judía del Gobierno General antes del 31 de diciembre de 1942». La orden se refería, ante todo, a Varsovia.[26]

En Varsovia, el 22 de julio de 1942, el especialista en «reasentamientos» de Globocnik, Hermann Hófle, y su grupo de limpiadores de guetos de las SS, dieron instrucciones a la Policía de Seguridad local e hicieron una visita a Adam Czerniaków, jefe del Judenrat. Hófle comunicó a Czerniaków que tenía que presentar cinco mil judíos al día siguiente en un punto de transferencia, o Umschlagplatz Czerniaków, que conocía los anteriores exterminios de guetos en el distrito de Lublin, comprendió lo que se avecinaba. En lugar de aceptar la responsabilidad de tomar parte en la coordinación del asesinato de su gente, se suicidó. Con Czerniaków muerto, los alemanes se decantaron por el engaño: ordenaron a la policía judía que colgara letreros prometiendo pan y mermelada a aquellos que se presentaran en el Umschlagplatz. El primer transporte, de unos cinco mil judíos, partió de Varsovia con destino a Treblinka el 23 de julio. Como Bluma Bergman recordaba, los que se morían de hambre hubieran hecho cualquier cosa por un poco de comida, «incluso aunque supieras que iban a asesinarte».[27]

De este modo empezó la operación en el gueto de Varsovia que los alemanes llamaron la «Gran Acción». Hófle y su equipo se instalaron en el gueto, en Zelazna 103. Como habían hecho en otras ciudades y pueblos en los distritos de Lublin, Cracovia y Galitzia del Gobierno General, ellos y la policía de seguridad local recurrieron a la coacción. Con la ayuda de unos cuantos cientos de hombres de Trawniki y unos dos mil policías judíos, los alemanes organizaron redadas en el gueto de Varsovia casi a diario durante dos meses. Una vez retirados los más hambrientos, la policía judía se ocupó de los grupos más desamparados: los huérfanos, los pobres, los sin hogar, los prisioneros. Los viejos y los más jóvenes no tenían ninguna oportunidad en absoluto. Los niños menores quince años desaparecieron totalmente del gueto. Los alemanes disparaban inmediatamente a los niños muy pequeños, a los enfermos, a los discapacitados y a las personas de edad avanzada.[28]

Al principio, la policía judía pudo llevar a cabo su tarea casi sin supervisión alemana. Después de varios días deportando a los hambrientos y a los indefensos, los alemanes aplicaron en Varsovia la misma técnica que en todas partes: el bloqueo por sorpresa de un edificio de pisos o de parte de una calle, la comprobación de papeles y la deportación de todos los judíos que no se consideraran necesarios para el trabajo. La policía judía, supervisada por la policía germana, realizó el primer bloqueo el 29 de julio de 1942. Los alemanes decidían qué zonas iban a despejar y cuándo; al amanecer, los policías judíos abrían un sobre sellado con las instrucciones sobre qué aéreas tenían que limpiar ese día. Por lo general, los alemanes planeaban dos acciones cada día con el propósito de alcanzar un cupo.[29]

Las selecciones para el trabajo mantenían a algunos individuos con vida, pero socavaban el espíritu colectivo de resistencia. Aunque los alemanes distaban de ser concienzudos en la distinción entre trabaja dores con papeles y los demás, la selección creó una importante división social entre los judíos que tenían papeles y los que no, y generó una preocupación generalizada por la seguridad personal. Los ciudadanos tendían a creer que ellos y sus familias podrían permanecer en el gueto si tenían el trabajo y los documentos adecuados. Esta privatización de la esperanza fue fatídica para el conjunto. Todas las energías disponibles se empleaban en la caza de documentos y no en la coordinación de la resistencia. Nadie intentaba (todavía) disputar el mono polio de la fuerza dentro del gueto a los alemanes y a la policía judía. Mientras no hubo un grupo judío dispuesto a resistirse a su policía, las redadas y las deportaciones podían continuar bajo la supervisión alemana sin que tuvieran que dedicarles demasiado personal.[30]

En agosto de 1942 los alemanes ordenaron a cada uno de los policías judíos que aportaran cinco judíos al día para la deportación o, de lo contrario, serían deportados los miembros de sus familias. Esto tuvo como efecto eliminar a aquellos que no podían defenderse por sí mismos. Vaciaron los principales orfanatos el 5 de agosto. El famoso educador Janusz Korczak condujo a sus niños al Umschlagplatz. Tomó de la mano a dos de ellos y caminó con la cabeza alta. Entre las 6623 personas que deportaron ese día junto con él se contaban los educadores y los cuidadores de los orfanatos del gueto: su colega Stefania Wilczyńska y muchos otros. Los policías llevaban en carros a los viejos y a los niños al Umschlagplatz. Los policías judíos se llevaron a una niña de su casa mientras su madre estaba fuera haciendo un recado. Se han conservado sus últimas palabras antes de la deportación a Treblinka: «Sé que es un buen hombre, señor. Sea tan amable de no llevarme con usted. Mi mamá se ha ido sólo por un momento. Volverá en un rato y yo no estaré aquí, sea tan amable de no llevarme con usted».[31]

En los primeros dos meses de la Gran Acción, llevaron a unos 265 040 judíos al Umschlagplatz y otros 10 380, fueron asesinados en el propio gueto. Quedaron quizá sesenta mil judíos. Eran, en su mayoría, varones jóvenes y fuertes.[32]


Cada estadio del asesinato en masa de los judíos de Varsovia era tan espantoso que alentaba la esperanza de que el futuro cercano sería al menos mejor que el pasado inmediato. Algunos judíos creyeron real mente que el trabajo en el Este no podía ser peor que la vida en el gueto. Una vez reunidos en el Umschlagplatz, se puede perdonar a los judíos que creyeran que subir a los trenes sería mejor que la espera indefinida bajo el ardiente sol sin comida, bebida, ni atención sanitaria. Asignaron la supervisión del Umschlagplatz a la policía judía, quien ocasionalmente liberaba a gente que conocía o a los que podían permitirse sobornarles. Como el historiador Emanuel Ringelblum recordaba, la policía judía además de dinero a veces pedía pagos «en especie», es decir sexo con las mujeres a las que salvaban.[33]

Una vez en los trenes, las ilusiones se desvanecían. Aunque les habían asegurado que su destino era un campo de trabajo «en el Este», algunos judíos tuvieron que haber sospechado que era mentira: después de todo, las personas con certificados de trabajo eran precisamente las que se habían quedado en Varsovia. Si el trabajo era el objetivo, entonces, ¿por qué enviaban primero a los muy viejos y a los muy jóvenes? Los trenes con deportados tenían la prioridad más baja en el sistema ferroviario y a menudo tardaban varios días en llegar a un destino que, de hecho, estaba bastante cerca de Varsovia (Treblinka estaba sólo a cien kilómetros al noreste). No recibían comida ni bebida y en muchos de los trayectos morían en gran número. Los niños se lamían el sudor unos a otros. Las madres a veces lanzaban a los niños desde los trenes, pensando que era más posible que sobrevivieran en la naturaleza que donde fuera que el tren se dirigiese. Algunos padres explicaban a sus hijos muy pequeños, nacidos en el gueto, lo que iban viendo a través de las ventanas o de las rendijas de las puertas. Los más pequeños nunca habían visto antes campos o bosques. No los verían nunca más.[34]

Los polacos solían gritar a los trenes que pasaban. El gesto de cruzar un dedo sobre la garganta, que recordaban con odio algunos judíos supervivientes, servía para comunicar a los judíos que iban a morir (aunque no necesariamente que los polacos se lo desearan). Algunos polacos les pedían dinero; otros, quizás más compasivos, quizá con otras necesidades, se interesaban por los niños. Yankiel Wiernik recordó su propio viaje, uno de los primeros desde Varsovia: «Mi vista se posaba en todo el mundo y en todo, aunque no podía abarcar la enormidad de mi infortunio». Nadie podía.[35]

Cada transporte estaba compuesto por entre cincuenta y siete y sesenta vagones de tren, es decir entre unas cinco mil y seis mil personas. Antes de llegar a la estación más cercana a Treblinka, el tren se paraba. Entonces, a veces después de una espera de horas o incluso días, otra máquina se acercaba y movía diecinueve o veinte vagones (mil setecientas o dos mil personas) hasta una vía secundaria que se adentraba en el centro de exterminio de Treblinka. La segunda máquina empujaba en lugar de tirar de esos vagones, de forma que el maquinista iba hacia atrás y nunca veía la instalación ni entraba en ella.[36]

Los judíos que todavía estaban vivos eran obligados a salir de cada vagón por los hombres de Trawniki, que blandían pistolas y látigos restallantes. Casi todos los judíos deportados a Treblinka murieron en estas primeras semanas, pero no en la forma fluida de Bełżec y Sobibor y no como los alemanes pensaban. Los transportes regulares y masivos de judíos habían saturado muy rápido las pequeñas cámaras de gas de Treblinka y, por tanto, los alemanes y los hombres de Trawniki tuvieron que recurrir a los fusilamientos. Ese no era el trabajo para el que habían entrenado a los hombres de Trawniki: lo hacían mal, pero lo hacían. En agosto, la vía secundaria dentro de la factoría de la muerte de Treblinka estaba rodeada de pilas de cadáveres.

Oskar Berger, quien llegó en un transporte del 22 de agosto, recordaba «cientos de cuerpos tirados por los alrededores». Yankiel Wiernik rememora su llegada el 24 de agosto: «El patio del campamento estaba cubierto de cadáveres, algunos todavía con la ropa puesta y algunos desnudos, sus facciones deformadas por el miedo y el desconcierto, negros e hinchados, los ojos abiertos como platos, con las lenguas abultadas, los cráneos aplastados, los cuerpos enredados». Un judío que había llegado el día anterior, el 23 de agosto, se libró por poco de formar parte de ese montón: le seleccionaron para el trabajo, que consistía principalmente en deshacerse de los restos humanos. El hombre recordaba cómo llevaban a cabo las masacres en esas primeras semanas de Treblinka: «Después de que bajáramos del vagón, los ale manes y los ucranianos, látigos en mano, nos conducían a un patio donde nos ordenaban tumbarnos boca abajo. Entonces caminaban a nuestro alrededor y nos disparaban en la nuca». Adam Krzepicki, quien llegó el 25 de agosto, relató una impresión similar: «Cuerpos de personas de diferentes edades, en diferentes posturas, con diferentes expresiones faciales en el momento de exhalar su último suspiro. ¡Alrededor, sólo tierra, cielo y cadáveres!». Edward Weinstein recordaba el día siguiente, el 26 de agosto. «Y miré fuera y vi el infierno. Cadáveres hasta la altura de las ventanas del vagón de ganado, en la rampa». Franz Stangl, el oficial de policía austríaco que dirigía la factoría de la muerte de Sobibor recibió el encargo de investigar el caos de Treblinka. Presumiblemente, no era un hombre que se sintiera fácilmente abrumado por la muerte y, a diferencia de los judíos que llegaban, tenía alguna idea de lo que podía esperar. Sin embargo, quedó conmocionado por lo que encontró: «El olor era indescriptible; cientos, no, miles de cadáveres estaban por todas partes, descomponiéndose, pudriéndose».[37]

Irmfried Eberl, el doctor en medicina austríaco que dirigía Treblinka, había deseado probar su valía. Quería que sus tasas de exterminio sobrepasaran las de los comandantes de las otras factorías de la muerte, los jefes de policía de Bełżec y Sobibor. Continuó aceptando transportes en agosto de 1942, incluso cuando el número de personas que había que matar excedía con mucho la capacidad del centro para asfixiarlas. La muerte, entonces, se propagó al exterior: desde las cámaras de gas a la zona de espera en el patio y del patio a los trenes que aguardaban en la estación o en las vías o en algún lugar lejano en la Polonia ocupada. Los judíos morían de todos modos, la mayoría de ellos; pero ahora algunos escapaban de los trenes, lo que había ocurrido muy raramente durante los primeros transportes a Sobibor y Bełżec.[38]

Los que se fugaban volvían al gueto de Varsovia, a menudo con una cierta idea sobre de qué se habían librado. La desorganización también llamó la atención de los transeúntes. Debido a los retrasos ferroviarios, solía ocurrir que los trenes que transportaban a los soldados alemanes al frente del Este circularan detrás de uno de los trenes de la muerte o quedaran detenidos por él; unos cuantos espectadores tomaron fotografías, otros vomitaban por el hedor. Algunos de estos soldados iban camino del sudoeste de la Rusia Soviética para tomar parte en la ofensiva de Stalingrado. Los soldados alemanes que veían los transportes a Treblinka descubrían exactamente por qué estaban luchando, si es que querían saberlo.[39]

Eberl fue destituido de su puesto por incompetente y en agosto de 1942 Stangl tomó el mando de Treblinka. Strangl, quien más tarde dijo que veía el gaseamiento masivo de judíos como su «profesión» y que «lo disfrutaba», pronto puso Treblinka en orden. Hizo detener temporalmente los transportes y obligó a los trabajadores judíos a enterrar los cadáveres. Cuando la factoría de la muerte abrió de nuevo, a principios de septiembre de 1942, ya se parecía mucho más a la máquina que debía ser.[40]

Stangl gobernaba con la ayuda de un asistente particularmente sanguinario, Kurt Franz, a quien los trabajadores judíos apodaban La Muñeca (por su vanidad y su apostura). A Franz le gustaba mirar boxear a los judíos, ver cómo su perro atacaba a los judíos y contemplar a los animales en general: en cierta ocasión ordenó a los trabajadores judíos que construyeran un zoo. A los alemanes les ayudaban unas cuantas docenas de hombres de Trawniki que servían de guardias y realizaban funciones esenciales en el campo, como conducir a los judíos a las cámaras de gas y liberar el monóxido de carbono. El resto del trabajo lo ejecutaban unos pocos cientos de judíos, salvados de la muerte con el único propósito de desempeñar tareas relacionadas con el asesinato en masa y los saqueos y condenados ellos mismos a una muerte rápida si mostraban el menor signo de debilidad. Como Bełżec y Sobibor, Treblinka estaba diseñada para funcionar con mano de obra judía, de forma que los hombres de Trawniki tuvieran poco —y los alemanes casi nada— que hacer.[41]

Cuando se difundieron los rumores sobre Treblinka, los alemanes los combatieron con propaganda. El gobierno polaco, exiliado en Londres, había ido transmitiendo a sus aliados británicos y estadounidenses informes sobre los gaseamientos y sobre otras matanzas alemanas de ciudadanos polacos. Durante el verano, instó a los británicos y a los americanos, sin ningún éxito, a realizar acciones de represalia contra los civiles alemanes. Los oficiales de la resistencia polaca, el Ejército Nacional, consideraron la posibilidad de un ataque a Treblinka, pero no lo hicieron. Los alemanes negaban que hubiera gaseamientos. El jefe de la policía judía en Varsovia y el «comisario de realojamiento», Józef Szerzyński, afirmaron que habían recibido postales desde Treblinka. Era cierto que había un servicio postal dentro del gueto de Varsovia que funcionaba incluso durante aquellas semanas. Los carteros vestían gorras con señales de color naranja vivo para que no los detuvieran en las redadas, Pero, por supuesto, no traían ninguna noticia de Treblinka.[42]

Los transportes desde Varsovia a Treblinka se reanudaron el 3 de septiembre de 1942. El último transporte de la Gran Acción, del 22 de septiembre de 1942, incluía a la policía judía y a sus familias. Cuando el tren se acercaba a la estación, los policías arrojaron por las ventanas sus sombreros y cualquier otro distintivo de su antigua misión o estatus social (los policías judíos a menudo provenían de familias prósperas). Era una conducta prudente, puesto que podían encontrar un duro recibimiento por parte de sus compañeros en el campo de concentración. Pero Treblinka no era un campo. Era un centro de exterminio, por lo que su acción no les sirvió para nada. Los policías fueron gaseados como todos los demás.

En pocos meses, Stangl había cambiado el aspecto de Treblinka y había aumentado su funcionalidad letal. Los judíos que llegaban a Treblinka a finales de 1942 ya no desembarcaban en una simple rampa rodeada de cadáveres, sino dentro de una falsa estación de tren, pintada por los trabajadores judíos para que pareciera real. Tenía un reloj, un tablón de horarios y ventanillas. Cuando los judíos salían de la estación escuchaban música interpretada por una orquesta dirigida por el músico de Varsovia Arthur Gold. A los judíos que en ese momento cojeaban o se movían con dificultad, o daban cualquier otra señal que revelara su debilidad, los llevaban a una clínica. Trabajadores judíos con bandas rojas les ayudaban a dirigirse a un edificio marcado con una cruz roja. Detrás de ese edificio, alemanes vestidos como médicos disparaban en la nuca a los judíos enfermos, junto a una fosa. El jefe de las ejecuciones era August Miete, a quien los judíos llamaban Malakh Ha-Mavet, el Ángel de la Muerte. Los judíos que podían valerse por sí mismos avanzaban unos cuantos pasos hasta una especie de patio, donde separaban a las mujeres y a los hombres: los hombres a la derecha, las mujeres a la izquierda, como les ordenaban en alemán y en yiddish.[43]

En el patio, obligaban a los judíos a desvestirse con el pretexto de que les iban a desinfectar antes del siguiente transporte «al Este». Los judíos tenían que amontonar sus ropas pulcramente y atar sus zapatos juntos con un lazo. Debían entregar todos sus objetos de valor; sometían a las mujeres a búsquedas en sus orificios corporales. En este punto, en algunos transportes, seleccionaban a unas cuantas mujeres para violarlas y escogían a unos cuantos hombres para trabajar. Las mujeres compartían después el destino del resto, mientras que los hombres vivirían aún unos cuantos días, semanas o incluso meses como trabajadores esclavos.[44]

Todas las mujeres iban a las cámaras de gas sin ropa y sin pelo. Cada mujer tenía que sentarse ante un barbero judío. Las mujeres religiosas que llevaban pelucas tenían que entregarlas. Incluso en este último momento antes de la muerte, las personas reacciónaban de forma diferente, particular. Para algunas mujeres el corte de pelo era la confirmación de la historia de la «desinfección». Para otras, era la prueba de que estaban a punto de ser asesinadas. El cabello de las mujeres se empleaba para hacer polainas para los trabajadores ferroviarios alemanes y para forrar las zapatillas que usaban las tripulaciones de los submarinos alemanes.[45]

Ambos grupos, primero las mujeres y después los hombres, desnudos, humillados e indefensos, eran obligados a correr por un túnel de pocos metros de ancho y cien metros de largo; los alemanes lo llamaban «la carretera al cielo». Al final del túnel, los judíos podían ver una gran estrella de David en el frontón sobre la entrada a una habitación oscura. Había una cortina ceremonial con una inscripción en hebreo:

«Esta es la puerta de Dios. Los justos entrarán por ella». Probablemente muy pocos judíos percibían estos detalles mientras los dos guardias apostados en la entrada, dos hombres de Trawniki, los obligaban a entrar con rudeza. Uno de ellos sostenía un trozo de tubo, el otro una espada y ambos gritaban y golpeaban a los judíos. Después, uno de ellos cerraba la puerta, echaba el cerrojo y gritaba «¡Agua!», el último detalle de la mentira, innecesario ya para este grupo condenado, encerrado en una cámara de gas, pero dirigido a los que esperaban su turno. Un tercer hombre de Trawniki tiraba de una palanca y un motor de tanque bombeaba monóxido de carbono dentro de la cámara.[46]

Al cabo de unos veinte minutos, los hombres de Trawniki abrían la puerta trasera de la cámara de gas y los trabajadores judíos retiraban los cuerpos. Como resultado de las enfebrecidas luchas y de la agonía, los cuerpos estaban enredados miembro con miembro, y algunas veces eran muy frágiles. Como recordaba el trabajador de Treblinka Chil Rajchman, los cuerpos habían sufrido «una atroz metamorfosis». Los cadáveres estaban cubiertos, como la misma cámara, de sangre, heces y orina. Los trabajadores judíos tenían que limpiar la cámara para que el siguiente grupo no descubriera la mentira de la desinfección y entrara en pánico al acceder al lugar. Posteriormente tenían que separar los cuerpos y disponerlos boca arriba sobre la tierra para que un equipo de dentistas judíos hiciera su trabajo: sacar los dientes de oro. Algunas veces las caras estaban completamente negras, como si se hubieran quemado, y las mandíbulas estaban apretadas tan firmemente que los dentistas apenas podían abrirlas. Una vez extraídos los dientes de oro, los trabajadores judíos arrastraban los cuerpos hasta las fosas para enterrarlos. El proceso al completo, desde el desembarco de los judíos vivos hasta la inhumación de sus cuerpos no llevaba más de dos horas.[47]

En el invierno de 1942-1943, los alemanes empezaron a separar a los judíos no en dos sino en tres grupos: los hombres, las mujeres ancianas y las mujeres jóvenes. Mandaban a las mujeres jóvenes al gas en último lugar porque les gustaba mirar sus cuerpos desnudos bajo el frío. Por aquel entonces quemaban los cuerpos en lugar de enterrarlos. Las piras eran parrillas de unos treinta metros de ancho, hechas con raíles de ferrocarril colocados sobre pilares de cemento. En primavera, los fuegos ardían en Treblinka día y noche, unas veces quemando los cadáveres descompuestos exhumados por los trabajadores judíos, y otras los cuerpos de aquellos que acababan de morir asfixiados. Las mujeres, con más tejido graso, quemaban mejor que los hombres: los trabajadores aprendieron a ponerlas debajo de la pila. Los vientres de las mujeres embarazadas tendían a reventar, de manera que se podían ver los fetos en su interior. En las frías noches de la primavera de 1943, los alemanes solían quedarse junto al fuego a beber y calentarse. Una vez más, los seres humanos eran reducidos a calorías, unidades para caldear. La quema tenía por objeto eliminar cualquier evidencia del crimen, pero los trabajadores judíos se aseguraron de que no lo consiguieran. Dejaban esqueletos completos intactos y enterraban mensajes en botellas para que otros los encontraran.[48]

Para las víctimas era muy difícil dejar cualquier otro tipo de rastro. Chil Rajchman había llegado a Treblinka con su hermana. Tan pronto como vio el lugar dejó las maletas de ambos en el suelo. Su hermana no entendía por qué: «No nos harán falta», fueron las últimas palabras que le dijo. Lo seleccionaron para trabajar. Mientras se dedicaba a re visar ropas, encontró «el vestido que llevaba mi hermana. Me detuve, cogí el vestido y lo sujeté entre las manos, mirándolo». Luego tuvo que dejarlo y continuar. Tamara e Itta Willenberg dejaron sus ropas amontonadas juntas. Su hermano Samuel, un trabajador judío, encontró por casualidad las prendas unidas «como en un abrazo entre hermanas». Debido a que les cortaban el pelo, las mujeres tenían unos pocos minutos en los que podían hablar con sus compañeros judíos quienes, tal vez, podrían sobrevivirlas y recordar sus palabras. Ruth Dorfmann recibió el consuelo de su barbero, quien le dijo que su muerte sería rápida, y pudo llorar con él. Hanna Levinson le pidió a su barbero que huyera para contarle al mundo lo que estaba sucediendo en Treblinka.[49]

Los judíos sólo podían controlar sus posesiones con una gran previsión, de las maneras más sutiles. En general, el instinto los impulsaba a llevar consigo sus bienes transportables (si tenían alguno) con la esperanza de realizar más tarde algún trueque o soborno. Algunas veces; cuando presentían lo que les esperaba, arrojaban su dinero y sus objetos valiosos desde el tren para que no enriquecieran a sus verdugos. Normalmente lo hacían cerca de Treblinka. Dentro de la factoría de la muerte, los trabajadores judíos se encargaban de buscar los objetos valiosos y, por supuesto, se embolsaban algunos. Se los daban a los hombres de Trawniki, que tenían derecho a salir, a cambio de comida de los pueblos cercanos. Los hombres de Trawniki entregaban los objetos valiosos a las mujeres del lugar y a las prostitutas, quienes al parecer acudían desde puntos tan lejanos como Varsovia. Cuando contraían enfermedades venéreas, los hombres de Trawniki consultaban a los médicos judíos que había entre los trabajadores. Así era el particular círculo cerrado de la economía local, que un testigo recordaba como una «Europa» enjoyada y degradada.[50]

A través de estos contactos, los trabajadores judíos que permanecían vivos en 1943 pudieron saber algo del mundo exterior y del curso de la guerra. La mayoría de los hombres de Trawniki sabían leer en ruso y se las arreglaban para conseguir propaganda y prensa soviéticas. Estaban entre los millones de ciudadanos soviéticos que trabajaban para los alemanes en diversos cometidos, y oían rumores. Tuvieron noticias —y, por tanto, los trabajadores judíos lo supieron también— de la derrota alemana en Stalingrado en febrero de 1943. Los trabajadores veían que disminuían los transportes en 1943 y temían, justificadamente, que su propia razón de existir estuviera llegando a su fin. Por aquel entonces la inmensa mayoría de los judíos polacos ya estaban muertos. Imaginando que su centro iba a cerrar pronto, algunos de los trabajadores judíos se rebelaron el 2 de agosto de 1943, consiguieron algunas armas e incendiaron partes del complejo. Unos pocos cientos de peones escaparon por un agujero en la valla; unas cuantas docenas sobrevivieron a la guerra. Entre ellos se encontraban Chil Rajchman y los otros trabajadores que escribieron memorias sobre Treblinka.[51]

Cerraron el centro el 17 de noviembre de 1943. Sus últimas víctimas fueron los treinta trabajadores judíos encargados de desmantelarlo. Al final, los ejecutaron en grupos de cinco y los judíos que quedaban los incineraron. Los hombres de Trawniki quemaron al último grupo de cinco. Más o menos por la misma época, los alemanes emprendieron una acción de asesinato en masa contra el resto de trabajadores judíos, los que todavía trabajaban en campos de concentración en el Gobierno General. Unos cuarenta y dos mil judíos fueron asesinados en esta operación, conocida como «Festival de la cosecha».[52]

Uno de los aproximadamente cincuenta supervivientes de Treblinka, Saúl Kuperhand, comprendió que en Treblinka «mandaban los números». Los 265 040 judíos de Varsovia deportados en la Gran Acción fueron contabilizados cuidadosamente. En unas catorce semanas, entre el 4 de agosto y mediados de noviembre, al menos trescientos diez mil judíos del distrito de Radom del Gobierno General fueron gaseados en Treblinka. En total, en Treblinka fueron asesinadas 780 863 personas, la inmensa mayoría de ellas judíos polacos del Gobierno General. Muchos de los judíos del Gobierno General que no murieron en Bełżec o Sobibor fueron gaseados en Treblinka. En total, la Operación Reinhard segó las vidas de un millón trescientos mil judíos polacos.[53]

Al continuar la guerra, el propósito de Treblinka se hizo aún más patente: librar de la población judía a un imperio racial menguante y proclamar una magra victoria con sus espeluznantes frutos. Un cuerpo puede ser quemado para obtener calor o para alimentar a los microorganismos que fertilizan la tierra. Incluso las cenizas humanas son fertilizantes. Después de desmantelar Treblinka, los alemanes usaron los ladrillos de las cámaras de gas para construir una granja y convirtieron los campos de la muerte en campos de cultivo. Un par de hombres de Trawniki accedieron a quedarse como granjeros. En este hecho subyace una oscura interpretación literal de la fantasía nazi de redimir la tierra destruyendo a los judíos. Los cadáveres y las cenizas de los judíos fertilizarían el suelo cultivable que iba a dar de comer los alemanes. Pero nunca hubo ninguna a cosecha.[54]


Cuando Treblinka dejó de funcionar, el centro del Holocausto se desplazó al oeste, a unas instalaciones muy especiales en los territorios anexionados de Polonia incorporados al Reich: a Auschwitz. Era un campo establecido en 1940 en un territorio de Polonia que Alemania se había anexionado. Auschwitz estaba operativo como campo de concentración casi un año antes de que Alemania invadiera la Unión Soviética y más de un año antes de que Hitler hubiera aclarado el significado de la Solución Final. A diferencia de las factorías de la muerte en Treblinka, Sobibor y Bełżec, que se fundaron con el único propósito de matar a los judíos de Polonia, el complejo de Auschwitz evolucionó cuando cambiaron las políticas hacia los judíos y otras poblaciones. El desarrollo del centro de Auschwitz ilustra la transformación del sueño de colonizar el Este en un programa para exterminar a los judíos.

El campo alemán que se fundó en Auschwitz en 1940 estaba pensado para intimidar a la población judía. Después del ataque a la Unión Soviética en verano de 1941, los prisioneros soviéticos se añadieron a los polacos y el campo se usó como lugar de ejecución para ambos, Himmler deseaba que Auschwitz se convirtiera en un ejemplo de la economía colonial de las SS, según la cual las tierras ocupadas de una nación enemiga podían cederse a una empresa alemana, que explotaría mano de trabajo esclava para manufacturar bienes destinados a la economía de guerra alemana. Puesto que Auschwitz tenía un buen suministro de agua y estaba bien conectada por tren, Himmler la veía, igual que los altos directivos de IG Farben, como un lugar ideal para la producción de caucho artificial. En octubre de 1941 Himmler encontró trabajadores judíos en Eslovaquia, cuyos líderes se alegraron de librarse de ellos. En un año, Eslovaquia deportó a 57 628 de sus ciudadanos judíos. Casi todos ellos morirían.[55]

En 1942 se añadió una segunda instalación importante y Auschwitz se convirtió en una factoría de la muerte además de campo de concentración y centro de ejecuciones. Rudolf Höss, su comandante, era un veterano de los campos de concentración de Dachau y Buchenwald, no de las instalaciones asesinas del programa de eutanasia. Bajo su mando, Auschwitz se convirtió en una suerte de híbrido especial, un campo de trabajo con una factoría de la muerte adjunta. Los trabajadores no judíos continuaron llegando y trabajando en unas condiciones espantosas. Seleccionaban a los judíos para trabajar cuando llegaban a Auschwitz y gaseaban inmediatamente a los que juzgaban inútiles (una considerable mayoría). En 1942, los 140 146 judíos no seleccionados para trabajar fueron gaseados en las cámaras de gas de Auschwitz conocidas como búnker 1 y búnker 2. A partir de febrero de 1943, la mayoría de los judíos muertos fueron asesinados en las nuevas cámaras de gas construidas en el cercano Birkenau, y sus cuerpos incinerados en un crematorio anexo. En las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau las bolitas de Zyklon B se sublimaban en contacto con el aire produciendo un gas letal en una proporción de un miligramo por kilogramo de peso corporal. El cianuro mata a escala celular, al interferir en la capacidad de la mitocondria de las células para producir la energía que mantiene la vida.[56]

Como los otros cinco centros de exterminio, Auschwitz estaba ubicado en la Polonia ocupada. Sirvió, sin embargo, como el principal lugar de exterminio de las poblaciones judías de fuera de Polonia. Aunque algunos de los judíos no polacos fueron asesinados en las otras cinco factorías de la muerte, la inmensa mayoría de las víctimas de éstas fueron judíos polacos. Auschwitz fue el único de los seis lugares de exterminio donde los judíos polacos no constituyeron la mayoría de las víctimas. Se convirtió en un centro de la muerte por la misma época en que las políticas de exterminio alemanas se trasladaron más allá de la Polonia y de la Unión Soviética ocupadas para abarcar otras poblaciones de judíos europeos, Dentro de la Oficina Central de Seguridad del Reich, Adolf Eichmann y los hombres de la sección judía organizaron deportaciones desde Francia, Bélgica y los Países Bajos en 1942. En 1943, Eichmann organizó el traslado de judíos desde Grecia y desde la Italia ocupada. La Italia fascista no había entregado a sus judíos a Hitler mientras Mussolini estuvo en el poder y Alemania e Italia fueron aliados. Pero después de que los americanos, los británicos, los canadienses y los polacos invadieran el sur de Italia y los italianos capitularan, los alemanes ocuparon la parte norte del país y deportaron a los judíos por su cuenta. En 1943, unos doscientos veinte mil judíos fueron gaseados en Auschwitz.[57]

En 1944 ya no era posible fusilar a los judíos soviéticos, porque los alemanes habían sido expulsados de la Unión Soviética y las instalaciones de la Operación Reinhard estaban cerradas debido al avance del Ejército Rojo; ese año, Auschwitz se convirtió en activo principal de la Solución Final. Casi todos los aproximadamente seiscientos mil judíos que los alemanes asesinaron en 1944 murieron en Auschwitz. La mayor parte eran judíos húngaros. Hungría, como Italia, no había enviado a los judíos a los centros de exterminio mientras fue un estado soberano y un aliado alemán (en general, a los judíos no les fue tan mal en los países aliados con Alemania como en los países ocupados por Alemania). Después de que los dirigentes húngaros intentaran, en marzo de 1944, cambiar de bando en la guerra, los alemanes impusieron su propio gobierno. Un nuevo régimen fascista húngaro empezó a deportar a los judíos en mayo. Unos 437 000 llegaron a Auschwitz en ocho semanas. Unos ciento diez mil fueron seleccionados como mano de obra, de los cuales muchos sobrevivieron; como mínimo 327 000 fueron gaseados. A lo largo de la guerra, unos trescientos mil judíos polacos fueron enviados a Auschwitz, de los cuales asesinaron a doscientos mil. Sumados, los judíos húngaros y polacos representan la mayoría de las víctimas judías de Auschwitz.[58]

Auschwitz fue el clímax del Holocausto, alcanzado en un momento en el que la mayoría de los judíos soviéticos y polacos bajo la tiranía alemana ya habían muerto. Del millón de judíos soviéticos asesinados en el Holocausto, menos del uno por ciento murió en Auschwitz. De los aproximadamente tres millones de judíos polacos asesinados en el Holocausto, sólo un 7% pereció en Auschwitz. Cerca de un millón trescientos mil judíos polacos fueron masacrados, normalmente fusilados, al este de la línea Mólotov-Ribbentrop. Un millón trescientos mil judíos polacos más fueron gaseados en la Operación Reinhard en el Gobierno General (más de setecientos mil en Treblinka, unos cuatrocientos mil en Bełżec, ciento cincuenta mil en Sobibor y cincuenta mil en Majdanek). Otros trescientos cincuenta mil más fueron gaseados en las tierras anexionadas al Reich (cerca de doscientos mil en Auschwitz, unos ciento cincuenta mil en Chelmno). La mayoría de las víctimas polaco-judías restantes fueron pasadas por las armas en las redadas de los guetos (unos cien mil) o en la Operación Festival de la Cosecha (cuarenta y dos mil), o durante las muchas acciones menores y en ejecuciones individuales. Muchos más murieron de hambre o de enfermedades en los guetos o trabajando en los campos de concentración.[59]

Un número considerable de las víctimas mortales de Auschwitz, más de cien mil, no eran judíos. Unos setenta y cuatro mil polacos no judíos y unos quince mil prisioneros de guerra soviéticos murieron también en Auschwitz: ejecutados o trabajando hasta la muerte. Con la excepción de los prisioneros de guerra soviéticos que fueron gaseados experimentalmente, no enviaron a estas personas a las cámaras de gas, pero sí a los gitanos de las etnias romá y sinti.

Aunque nunca les persiguieron con la misma energía que a los judíos, los romá y los sinti estuvieron sometidos a una política de exterminio en los lugares donde se extendió el poder alemán. Fueron fusilados por los Einsatzgruppen en la Unión Soviética ocupada (unos ocho mil casos documentados); incluidos en las órdenes de matanzas por acciones de represalia en Bielorrusia; fusilados por la policía en la Polonia ocupada; ejecutados junto a los judíos en acciones de represalia en Serbia; asesinados en un campo de concentración del aliado títere de Alemania, Croacia (unos quince mil); sometidos a las limpiezas étnicas de los territorios conquistados por Rumanía, aliada de Alemania, y gaseados en Chelmno en enero de 1942 (unos cuatro mil cuatrocientos) y posteriormente en Auschwitz en mayo de 1943 (aproximadamente mil setecientos) y en agosto de 1944 (unos dos mil novecientos, después de que muchos más hubieran muerto por hambre, enfermedad o malos tratos). Al menos cien mil gitanos romá y sinti, y más probablemente dos o tres veces ese número, fueron asesinados por los alemanes.[60]


Aunque nadie sobrevivió a sus cámaras de gas, más de cien mil personas salieron con vida de Auschwitz. Un nombre que sería recordado tras la guerra, una sombra negra tras una cortina de acero, un atisbo de la mayor oscuridad que se cernió sobre el Este. Menos de cien trabajadores judíos vieron el interior de la factoría de la muerte de Reinhard y sobrevivieron. Pero incluso Treblinka dejó algunos rastros en el aire.

Los prisioneros solían cantar en Treblinka; por orden de los alemanes, pero también por iniciativa propia. Los judíos que iban a morir cada día cantaban El male rachamim. Los hombres de las SS los escuchaban desde fuera. Los hombres de Trawniki trajeron consigo del Este un «raro don» para cantar «preciosas canciones», como reconoció uno de los trabajadores judíos. Era música menos elevada, canciones populares polacas, que les recordaban a los trabajadores de Treblinka la vida fuera del campo y les daban valor para preparar su fuga. Estas canciones hablaban de amor y locura y, por tanto, de vida y libertad. Se celebraron algunas bodas en Treblinka, entre los trabajadores y las mujeres que realizaban las tareas domésticas para los alemanes.[61]

Los barberos judíos, quienes cortaron el cabello a miles de mujeres, recordaban a las que eran hermosas.