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LAS COSAS

Al principio, ¡qué sencillo,

allí delante, qué claro!

No era nada, era una rosa

haciendo feliz a un tallo,

un pájaro que va y viene

soñando que él es un pájaro,

una piedra, lenta flor

que le ha costado a esta tierra

un esmero de mil años.

¡Qué fácil, todo al alcance!

¡Si ya no hay más que tomarlo!

Las manos, las inocentes

acuden siempre al engaño.

No van lejos, sólo van

hasta donde alcanza el tacto.

Rosa la que ellas arranquen

no se queda, está de paso.

Cosecheras de apariencias

no saben que cada una

está celando un arcano.

Hermosos, sí, los sentidos,

pero no llegan a tanto.

Hay otra cosa mejor,

hay un algo,

un puro querer cerniéndose

por aires ya sobrehumanos

—galán de lo que se esconde—,

que puede más, y más alto.

Un algo que inicia ya,

muy misterioso, el trabajo

de coger su flor al mundo

—alquimia, birlibirloque—

para siempre, y sin tocarlo.