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LOS DESPEDIDOS

Tarde afilada y seca

corta como un cuchillo.

¡Unidad de mi alma!

En un siempre se hinca:

el tiempo, que ya era un siempre

partido: ayer, mañana.

Y aquella sombra sola,

única, por la arena,

truncada en dos: tú y yo.

Secos rasgos, los vientos

firman sentencias últimas

de setiembre, destinos.

Aquí el tuyo, allí el mío.

Adioses, sin adiós,

ni pañuelo. El acero

del otoño la vida

nos parte en dos mitades.

La vida

toda entera, dorada,

redonda, allí colgando

en la rama de agosto

donde tú la cogiste.