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LA CONCHA

Tersa, pulida, rosada,

¡cómo la acariciarían,

si mejilla de doncella!

Entreabierta, curva, cóncava,

su albergue, encaracolada,

mi mirada, se hace dentro.

Azul, rosa, malva, verde,

tan sin luz, tan irisada,

tardes, cielos, nubes, soles,

crepúsculos me eterniza.

En el óvalo de esmalte,

rectas sutiles, primores

de geometría en gracia,

la solución le dibujan,

sin error, a aquel problema

propuesto

en lo más hondo del mar.

Pero su hermosura, inútil

nunca servirá. La cogen,

la miran, la tiran ya.

Desnuda, sola, bellísima,

la venera, eco de mito,

de carne virgen, de diosa,

su perfección sin amante

en la arena perpetúa.