22

NÚMEROS

Tenías abecedario

innumerable de estrellas;

clara

ibas poniendo la letra,

noche de agosto.

Pero yo, sin entenderla,

misterio, no la quería.

Aquí en la mesa de al lado

dos hombres echaban cuentas.

Más bellas que los luceros,

fúlgidas, cifras y cifras,

cruzaban por el silencio,

puras estrellas errantes,

señales de suerte buena

con largas caudas de ceros.

Y yo me quedé mirándolas:

—¡qué constelación perfecta

tres por tres nueve!— olvidado

de Ariadna, desnuda allí

en islas del horizonte.