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DON DE LA MATERIA

Entre la tiniebla densa

el mundo era negro: nada.

Cuando de un brusco tirón

—forma recta, curva forma—

le saca a vivir la llama.

Cristal, roble, iluminados

¡qué alegría de ser tienen,

en luz, en líneas, ser

en brillo y veta vivientes!

Cuando la llama se apaga

fugitivas realidades,

esa forma, aquel color,

se escapan.

¿Viven aquí o en la duda?

Sube lenta una nostalgia

no de luna, no de amor,

no de infinito. Nostalgia

de un jarrón sobre una mesa.

¿Están?

Yo busco por donde estaban.

Desbrozadora de sombras,

tantea la mano. A oscuras

vagas huellas sigue el ansia.

De pronto, como una llama

sube una alegría altísima

de lo negro: luz del tacto.

Llegó al mundo de lo cierto.

Toca el cristal, frío, duro;

toca la madera áspera.

¡Están!

La sorda vida perfecta

sin color se me confirma,

segura, sin luz, la siento:

realidad profunda, masa.