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NAVACERRADA, ABRIL

Los dos solos. ¡Qué bien

aquí, en el puerto, altos!

Vencido verde, triunfo

de los dos, al venir

queda un paisaje atrás:

otro enfrente, esperándonos.

Parar aquí un minuto.

Sus tres banderas blancas

—soledad, nieve, altura—

agita la mañana.

Se rinde, se me rinde.

Ya su silencio es mío;

posesión de un minuto.

Y de pronto mi mano

que te oprime, y tú, yo

—aventura de arranque

eléctrico—, rompemos

el cristal de las doce,

a correr por un mundo

de asfalto y selva virgen.

Alma mía en la tuya

mecánica; mi fuerza,

bien medida la tuya,

justa: doce caballos.