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EL MAL INVITADO

Quedarme aquí

en esta casa,

donde estoy de paso.

Y lo que cogen los ojos

con torpe prisa de avaro

—ángulo, relumbre en sombra,

hoja y cielo en la almohada—,

visto al fulgor del momento,

y lo que agavillan ansiosos,

para llevárselo,

verlo despacio,

a luz de sol y de luna,

a luz de estío y otoño,

a luz de goce y de pena.

Verlo tanto,

que esto que me queda ahora

clavado e inolvidable

como el más alto cantar,

esto, que nunca se olvidará

en mí, porque fue del tiempo,

de tan mío, de tan visto,

de tan descifrado, fuera

eternidad, lo olvidado.