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SIN VOZ, DESNUDA

Sin armas. Ni las dulces

sonrisas, ni las llamas

rápidas de la ira.

Sin armas. Ni las aguas

de la bondad sin fondo,

ni la perfidia, corvo pico.

Nada. Sin armas. Sola.

Ceñida en tu silencio.

«Sí» y «no», «mañana» y «cuando»

quiebran agudas puntas

de inútiles saetas

en tu silencio liso

sin derrota ni gloria.

¡Cuidado!, que te mata

—fría, invencible, eterna—

eso, lo que te guarda;

eso, lo que te salva,

el filo del silencio que tú aguzas.