Una lágrima en mayo.
Día treinta, una lágrima,
llorada si no vista,
es como un largo puente
uniendo dos orillas
que se miraban desde lejos, solas.
Una lágrima en mayo
despierta, allí en sus nidos,
a las aves nocturnas,
todas descorcertadas,
igual que en los eclipses,
por ese velo súbito
en la vida tan clara.
Una lágrima en mayo
parece un gran desorden.
Y en cuanto se ha vertido,
aunque nadie la vea
le crea al mundo entero
un deber, una deuda.
Tendrá que trabajar
la tierra, sus entrañas,
fabricando diamantes, y los mares
harán conchas más suaves
que las que antes hacían.
Pondrán todas las flores
sutilezas, esmeros
en florecer. Estío, otoño, invierno
con la nieve y el vino
aumentarán los bienes
juntados para el pago.
Y acumulando plomos, hojas, oro,
con la belleza ahorrada
cada día del año,
vendrá el mundo a pagarte,
alguna vez, en gozo,
a ti que la has llorado
—llorada si no vista—
la lágrima de mayo.