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Cuando te digo: «alta»,

no pienso en proporciones, en medidas:

incomparablemente te lo digo.

Alta la luz, el aire, el ave;

alta, tú, de otro modo.

En el nombre de «hermosa»

me descubro, al decírtelo,

una palabra extraña entre los labios.

Resplandeciente visión nueva

que estalla, explosión súbita,

haciendo mil pedazos

—de cristal, humo, mármol—

la palabra «hermosura» de los hombres.

Al decirte a ti: «única»,

no es porque no haya otras

rosas junto a las rosas,

olivas muchas en el árbol, no.

Es porque te vi sólo

al verte a ti. Porque te veo ahora

mientras no te me quites del amor.

Porque no te veré ya nunca más

el día que te vayas,

tú.