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La obediencia que esta noche

me susurras al oído

obediencia es de veleta.

¿Estar quedo? ¿Cambiar mucho?

Eso será como quieran

los aires que muevas tú

para jugar con la ausencia.

No te quejes de mis vueltas

y de no encontrarme nunca

cara a cara:

el huirte es obediencia.

Y si mi alma no se está

nunca quieta,

no la llames volandera:

fidelidad te he jurado

—yo de hierro, tú de aire—

de veleta.