24

II

Cerrado te quedaste, libro mío.

Tú, que con la palabra bien medida

me abriste tantas veces la escondida

vereda que pedía mi albedrío,

esta noche de julio eres un frío

mazo de papel blanco. Tu fingida

lumbre de buen amor está encendida

dentro de mí con no fingido brío.

Pero no has muerto, no, buen compañero,

que para vida superior te acreces:

el oro que guardaba tu venero

hoy está libre en mí, no en ti cautivo,

y lo que fingiste tantas veces,

aquí en mi corazón lo siento vivo.