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Mi tristeza

me la ha robado la noche.

Era mía, era bien mía,

pensaba decirla en versos,

darla forma como dan

las lágrimas forma tibia

al dolor de adentro… Pero

estaba clara la noche

y el papel esperó en vano.

Anduve por la ciudad,

y las estrellas y el aire

y las piedras de las casas

y el olor de acacia, todo

era como un corazón

tendido a la confidencia.

Y mi tristeza está ahora

lejos, muy lejos,

en las estrellas altas,

en esa brisa fresca

que no puedo aprisionar

aunque abro y cierro las manos;

está ya fuera de mí.

La ofrenda que te traía,

madre Tristeza, era aroma

y el aire se la llevó.

Sombra son estas palabras

de aquellas

que la noche me robó.