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Cigarra que estás cantando

en un rincón ignorado

del árbol que me da sombra,

no tengo ningún deseo

de saber cuál es la rama,

de tantas que me cobijan,

en que apoyas tu cantar.

Y no me importa si existes,

y no me importa si existe

algo más que ese vaivén

de tu lanzadera, esos

hilillos áureos y tensos

con que tejes el cordaje

de ese barco mañanero

de la mañana de agosto,

barco de los rumbos dulces

que no lleva a ningún puerto.