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Este placer de doblarse

dócil, lento,

y este dolor de perder

de ayer

la forma que me gustaba mirar,

familiar, en el espejo

y de no ser más que una

contorsión desconocida

—¿vida de quién?— en mi vida…

Y si no (tú ya lo sabes)

allá al fondo, la amenaza

de romperte en dos pedazos

—vida o muerte, tierra o cielo—

bruscamente irreparable.