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¿Quién, quién me puebla el mundo

esta noche de agosto?

No, ni carnes, ni alma.

Faroles, contra luna.

¿Abrazarme? ¿Con quién?

¿Seguir? ¿A quién? Veloces

coincidencias de astro

y gas lo suplen todo.

Sombras y yo. Y el aire

meciendo blandamente

el cabello a las sombras

con un rumor de alma.

Me acercaré a su lecho

—aire quieto, agua quieta—

a intentar que me quieran

a fuerza de silencio

y de beso. Engañado

hasta que venga el día

y el gran lecho vacío

donde durmieron ellas,

sin huellas de la carne,

y el gran aire vacío,

limpio,

sin señal de las almas,

otra vez me confirmen

la soledad, diciendo

que todo eran encuentros

fugaces, aquí abajo

de las luces distantes,

azares sin respuesta.

No, ni carnes, ni almas.