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Tú no puedes quererme:

estás alta, ¡qué arriba!

Y para consolarme

me envías sombras, copias,

retratos, simulacros,

todos tan parecidos

como si fueses tú.

Entre figuraciones

vivo, de ti, sin ti.

Me quieren,

me acompañan. Nos vamos

por los claustros del agua,

por los hielos flotantes,

por la pampa, o a cines

minúsculos y hondos.

Siempre hablando de ti.

Me dicen:

«No somos ella, pero

¡si tú vieras qué iguales!»

Tus espectros, qué brazos

largos, qué labios duros

tienen: sí, como tú.

Por fingir que me quieres,

me abrazan y me besan.

Sus voces tiernas dicen

que tú abrazas, que tú

besas así. Yo vivo

de sombras, entre sombras

de carne tibia, bella,

con tus ojos, tu cuerpo,

tus besos, sí, con todo

lo tuyo menos tú.

Con criaturas falsas,

divinas, interpuestas

para que ese gran beso

que no podemos darnos

me lo den, se lo dé.