42

¿Hablamos, desde cuándo?

¿Quién empezó? No sé.

Los días, mis preguntas:

oscuras, anchas, vagas

tus respuestas: las noches.

Juntándose una a otra

forman el mundo, el tiempo

para ti y para mí.

Mi preguntar hundiéndose

con la luz en la nada,

callado,

para que tú respondas

con estrellas equívocas;

luego, reciennaciéndose

con el alba, asombroso

de novedad, de ansia

de preguntar lo mismo

que preguntaba ayer,

que respondió la noche

a medias, estrellada.

Los años y la vida,

¡qué diálogo angustiado!

Y sin embargo,

por decir casi todo.

Y cuando nos separen

y ya no nos oigamos,

te diré todavía:

«¡Qué pronto!

¡Tanto que hablar, y tanto

que nos quedaba aún!»